miércoles, 21 de junio de 2017

EL SILENCIO A VOCES DE LA PALABRA LIBERTAD


El que calla no siempre otorga. A veces no tiene ganas de discutir con idiotas (o de debatir con impositores).

El que habla o dice no siempre logra decir todo lo que quiere, y si puede decirlo no logra que el otro deje de ser estúpido para procesar el contenido del mensaje; a veces, la forma deniega la conveniencia del mensaje debido a las circunstancias sociales: su destino puede ser un fondo vacío o devolverse contra el mismo mensajero.

Dejarlo arropado en el silencio, no indica abandonarlo. El silencio puede funcionar en clave de sonoridad contenida. Así ocurren los silencios de la música: se hacen presentes precisamente porque demuestran su propia ausencia. Porque prolongan la sonoridad o la dicen de un modo indirecto, o su potencia de vaciado dice a voz en grito lo que no pudiera ya decir ni el sonido ni el sentido de la palabra por su precariedad natural o por su depreciación social.

Cuando el cuerpo social, sobre todo el político, se constipa, también las palabras se patogenizan y entran aún en retroceso de sus límites o reciben un tratamiento abusivo.

Que te dejen ladrar no significa que te dejen participar. Para algo sirve el ladrar, pues Don Quijote le dijo a Sancho Panza: si nos ladran señal de que cabalgamos; pero los que sólo ladran o los dejan ladrando, no cabalgan, o  se les ha quitado la capacidad de cabalgar. Que te dejen algo de libertad de expresión, para indicar un resquicio por donde se puede colar la democracia o aparentar ésta, no significa que exista opinión púbica, que es la señal de verdadera democracia, es decir, de que se cabalgue completamente bien.

Que el poder de dominar logre casi silenciar en negativo la palabra libertad, no indica que logre discutir o debatir su legitimidad en condiciones justas de libertad. Porque  su vez, el poder de silenciarse en positivo permite que la palabra Libertad no renuncie a su propia verdad social; su reducción de maniobra denunciadora, no significa que su poder de sugerencia callada hable de la injusticia con una voz de grito indirecto superando funciones y formas de esencias nunca imaginadas.

“Dostoievsky no dice ahí que renuncia a la distinción entre idea impía e idea piadosa: sólo decide no proclamarla claramente sino sugerirla de manera indirecta: : pero el silencio de Cristo frente al Gran Inquisidor no significa renunciar a la verdad; sólo que ésta no se trasmite ya con palabras. La verdad debe encarnarse, la verdad debe ser indirecta; pero una cosa queda clara en todo esto, y consiste en que para Dostoievsky la verdad existe”[1].

Si la verdad es referida a la palabra Libertad, entonces el poema la proclama con toda su belleza a tiempo y a destiempo, con voz en grito y con silencio de oquedad que calla para decir sin palabra la esencia de la palabra libertad asociada a la justicia:

Aquí la boca, su oquedad eterna,
exhala una palabra, mas no suena
si no es en forma de justicia: calla.
Sobre el oro veloz, un viento inmóvil
precipita su cuerpo hacia el espanto
de los cabellos y sus huesos sienten
la sustancia mortal, las duras manos
torturando columnas. La palabra
enardece las túnicas, asciende
en las tinieblas, arde en los sepulcros
y construye un espacio. Pero calla.[2]


[1] Tzvetan Todorov. Crítica de la crítica. Caracas: Monte Ávila Editores, 1991, 88.
[2] Antonio Gamoneda. Edad (compilación): Pasión de la mirada. Madrid: Cátedra, 1987, 227.

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