miércoles, 9 de diciembre de 2015

FIESTAS SIN CORNUCOPIAS

el cuerno de la abundancia

Cuando uno está culturalmente cansado y le llega la buena noticia política del 06 de diciembre, uno se revuelca dentro de sí mismo y se empina sobre su rostro moral. El tiempo de diciembre está a la puerta, ya prácticamente ha entrado, y nos espera para las fiestas: encuentros, regalos, amigos, la familia. Con estos recursos puestos al día, el mismo cansancio se aleja, y aleja a la historia con sus frustraciones. No importa que las fiestas no sean de abundancia material (cornucopias), porque la fiesta somos nosotros mismos (la cultura).

Nos interesa que el ritmo del tiempo nos acompañe para “pasarla bien” en medio de la escasez y la pobreza a que hemos sido sometidos políticamente, condiciones que implicarían el cierre o suspensión de nuestro diciembre festivo. Si una política opresiva opera contra nuestra cultura, es necesario sacar todos los recursos antiguos y actuales de la misma cultura para marcarle el tiempo a la política. En la CODA: solo y vagabundo, el pueblo siempre dirá la última palabra, y ello como la conclusión de LA FIESTA CULTURAL DE LA MADRE Y EL POTLACHT VENEZOLANO. Aún acudimos en auxilio del poema de Antonio Gamoneda, CAIGO SOBRE UNAS MANOS, para reforzar los símbolos de la madre y de la noche: es necesario encuadrar la fuerza enorme que tiene el día de la fiesta más grande del potlacht total venezolano, la fiesta que popularmente decimos del CAÑONAZO.

CAIGO SOBRE UNAS MANOS

  Cuando no sabía
aún no vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
eran tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.

No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están  las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza me cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez sube el olvido
aún al corazón.
                               Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro, y soy pequeño,
y tus manos son grandes, y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.
 
Antonio GAMONEDA: “Blues castellanos”. Antología poética, Alianza, 
Madrid, 2008, 91.   

LA FIESTA CULTURAL DE LA MADRE Y EL POTLACHT VENEZOLANO

 A mis colegas, los antropólogos venezolanos
                                                                               en especial a Rafael Camero

    Crear fiestas de amores
en nuestro amor pensamos,
quemar nuevos aromas
en montes no pisados,
     y guardar el secreto
de nuestros rostros pálidos,
porque en las bacanales de la vida
vacías nuestras copas conservamos,
      mientras con eco de cristal y espuma
ríen los zumos de la vid dorados.

Antonio MACHADO: “Del Camino”, XXVII. Poesías Completas,
Austral, Madrid, 1962, 40.
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1.     La averiguación.

Pregunta insistente, como una herida supurante
               
¿Cuál es la fiesta más grande de Venezuela?

La respuesta se encuentra taponada, como una herida a medio cerrar, que no mana líquido, nada.
Preguntar por la fiesta más grande de un país es zambullirse en el pozo profundo de sus fantasías, de sus sueños. Y lo sabemos a piel florida si se trata de Venezuela, país fiestero por excelencia.

Por eso, sigo preguntando, no doy descanso a mi ansiedad, porque el mito no admite descanso con su chorrera de significados inevitables.

Y pregunto a estudiantes de antropología en mis clases, y es un sufrir el empujar la pregunta para ver si se acierta, eso como un acertijo, con la verdad. Ese saber del país profundo.

Me atreví (porque lo tengo prohibido a mí mismo) descolgar la pregunta a mis colegas, los antropólogos profesionales, a los más avezados con la historia y la hermenéutica en torno a las actividades populares…y me llegó la desilusión a los huesos  No conseguí que se abriera un boquete, una rendija, un senderillo, aunque fuera como sospecha (metódica) en el imaginario inquisidor.

Cundió la zozobra científica para que llegáramos a un acuerdo en la etnografía de las fiestas venezolanas a lo largo y ancho del país: San Juan, San Benito, San Antonio con sus zaragozas (brujas), el Tamunangue… Tuve que desdibujar una estampa en otro nivel festivo y así verme proyectando un ambiente de fiesta que tuviera que ver con la suprema hondura mítica: allí donde convergen el cosmos, la división de las aguas (invierno/verano), la paralización del trabajo de talleres y empresas, la organización social del día y la noche y su red familiar compactada, todo música de aguinaldos y gaitas, ardor de las hallacas y la consagración del beso a la madre, cuando la última campanada de las 12 de la noche y el ruido del cañonazo anunciaran los primeros minutos del nuevo año ¡Síntesis feliz de una cultura total!!!

Todo esfuerzo de la adivinanza cartográfica fue inútil, hasta que llegó al imaginario de los interrogados la mentada del escándalo del cañonazo, y emergió la felicidad animada en sus rostros embelesados y catárticos.

Ay, si…nunca pensábamos que eso fuera nuestra fiesta cultural. Si, es verdad, pero nadie ha escrito sobre eso, prorrumpió la antropóloga más experimentada.

2.       El potlacht y su ambiente.

Aunque no parezca, donde se reúnen todas las cosas de la vida, el resultado se torna una fiesta. Allí se cae en cuenta de lo profundo con que tropezamos con nuestras vivencias. Nos percatamos de diferencias en los significados como aquello de que no todo tiempo es igual en el trópico. No me refiero a los tiempos estacionales de lluvia y sequía. Sino a la luz, al aire, a la montaña. Ellos tienen sus tiempos y nos traen el ritmo del  tiempo arquetipal. El mes de diciembre se reviste de una belleza que le pauta su tiempo: el aire se adelgaza por su leve frescura, la luz se torna elástica, delicada, la montaña se carga de un verde claro y florecido, en su transición de la cálida humedad de lluvia al brillo relente del secano. Convergencia de todos los tiempos y sus proyectos: terrestres y divinales, los propicios para los intercambios totales, los proclamados para la paz y la utopía social. Son los tiempos invitando a entrar en el escenario del potlacht[1] venezolano.

En la segunda quincena de noviembre, la naturaleza anuncia el tiempo del potlacht. Tiempo de vacación, de disposición al disfrute del tiempo, de compensación al desgaste del trabajo, sobre todo de pasar trabajos en el trasporte para ir al trabajo. Tiempo de intercambios y fiestas en serie con motivo del tiempo ritual prescritas (navidad, año nuevo) o con motivo personal, imprevistas, previstas o improvisadas; tiempo de regalos y de estrenos de vestidos, zapatos y ropa interior, de pintar el frente de la casa, de sentarse a la mesa para compartir las hallacas[2], el pernil (cochino), la ensalada de gallina, pan de jamón, como bebida espiritosa el ron, la sangría o el vino, como postre el ponche crema, torta negra y el dulce de lechoza (papaya).

Un tiempo que no se agota en un día con su noche (calendario), porque de lo que se trata es de una noche con su día, aderezado con significados etnoculturales. Es el trayecto del tiempo que va del 15 de diciembre cuya señal fue (y aún sigue siendo en la memoria motivacional) el inicio de las misas de aguinaldo[3], y puede imaginarse su límite el 15 de enero del mes entrante. Pero como todo exceso cultural que conlleva la imaginería popular, especialmente la matrisocial venezolana, en la que se consume todo (con sentido de ritual de cargo: se destruye todo), no quiere decir que el límite para empezar o terminar lo imponga las fechas del 15. Cada grupo, organización, familia, individuo, puede empezar cuando se lo propongan. La ciudad de Caracas lo hace el 1° de diciembre cuando en la noche la ciudad enciende la cruz en El Ávila, montaña que preside la geografía y los sueños de sus habitantes.

Puede terminar el 6 de enero, con la fiesta de los Reyes Magos. Pero cada grupo, y especialmente la organización empresarial extiende su tiempo vacacional antes o después del 15 de enero. Todavía queda como justificación del potlacht el límite del día de las Candelas, el 2 de febrero. Hasta esa fecha tiene aún la oportunidad de hacerse las fiestas de la Paradura del Niño[4], originada en los pueblos de Los Andes. Enero es un mes medio activado para el trabajo, que se va moviendo perezosamente con los compromisos festivos de comienzo del año.

3.       Secuencias y entreacto.

La alegoría del potlacht venezolano se desarrolla fundamentalmente en dos secuencias, separadas por un entreacto central.

La primera secuencia asciende desde el 15 de diciembre hasta la noche del día 24 (cena de Navidad), que es como comienza la gran fiesta de Navidad del día 25: las misas de aguinaldo y la búsqueda del regalo del Niño Jesús, de tradición norteamericana, y la preparación de la gastronomía navideña, entre lo cual se intercalan fiestas en casa de amigos de trabajo y conocidos, fiestas de matrimonios y de cumpleaños. El comercio de calle y los centros comerciales se mueven con el color de las multitudes. La ciudad se vuelve más lenta en el tráfico del metro, trasporte de calle y de autopistas. El cierre de la secuencia se sitúa en la celebración de la cena de navidad con la gastronomía que aludimos arriba, donde la hallaca y el dulce de lechosa  revelan la alegría de Nochebuena, horario que se prolonga hasta la tarde del día 25: celebración del gran almuerzo de Navidad.

La otra secuencia, comienza con nota de descenso, con el ritmo de octava festiva, también desde su culmen el 1° de enero a donde se llega con un ascenso cósmica y socialmente supremo. Termina después del 6 de enero fiesta de los Reyes Magos. La tradición del regalo de Reyes, de tradición española, cedió ante la tradición sajona del regalo del Niño Jesús en Navidad. No se entiende el sentido de esta secuencia, si no se observa el entreacto central que va del 25 al 31 de diciembre.

Si se agotó la primera iniciativa del dar y recibir regalos con el regalo del Niño Jesús para los niños de la familia, recomienza la segunda iniciativa más secular, referida a los regalos para los miembros del grupo familiar. Son regalos de estreno personal, de recursos para incrementar las capacidades de vida del regalado, todo ello símbolos de renovación de la vida, del tiempo de la familia y del entorno emocional de parientes y amigos, de renovación de lealtades. El foco o centro de este orden de regalos son los regalos de los hijos a la madre, gerente de ese orden del intercambio de la reciprocidad familiar.

La exaltación de la figura del Niño (Jesús) cede el paso a la marcha del gran día de exultación de la figura de la Madre (familia). Este día está organizado como el día 24-25, como si fuera una repetición de aquél. Esta apariencia no se corresponde con las tradiciones europeas, ni siquiera con la de España. En Venezuela es muchísimo más importante la noche del 31 de diciembre que la noche del 24. Porque en Venezuela, aunque se sabe que es la última noche del año calendario, empero no se vive como una Noche vieja ¡Todo lo contrario! Se le interpela (a ese año) como alentando su vida nueva, porque míticamente desemboca en lo nuevo del tiempo, inaugura el día nuevo originario.

¿Cómo ocurre esto?

4.       El día cultural de la madre: la fiesta mayor de Venezuela.

Una cosa es el tiempo historiográfico (el calendario) y otra el tiempo mítico, el de la cultura o de los significados vividos. El día 1° del año, como un gran significante, comienza con las primeras sombras de la noche del 31 de diciembre; es decir, el día vital (cultural) tiene como primera etapa     
la nocturnidad, y la segunda la diurna. La noche expresa, con todo su significante del “deus abscóndito”, la profundidad del mito con su ingrediente del tiempo cósmico, cuando el tiempo se rompe en su mismo centro en la hora del medio: las 12 de la noche, como la encrucijada del tiempo total. Su oscuridad permite congregar la vitalidad compacta de la familia, cuya razón de ser no es otra que la figura de la madre. Sin madre no hay familia, y ello ocurre por excelencia cultural en la matrisocialidad venezolana. Lo dicen las hallacas y lo pregonan las canciones, las gaitas, la luz interior que ilumina desde dentro la puerta de la casa abierta a todo allegado que en la nocturnidad puede incorporarse a la fiesta grande de cada familia.

Es, por lo tanto, un pasaje del asombro, de lo más sagrado familiar; aquí, en esta fascinación se consagra el beso, el intercambio de besos, hasta llegar a entronizar el beso en el beso a la madre. Así el dar y recibir el feliz año conlleva el ritual de intercambio de besos y abrazos en la sociedad venezolana.  He aquí la respuesta etnocultural a la inquietud del corazón de la poetisa venezolana en medio del misterio humano en Venezuela.

Dónde, dónde corazón mío
Dónde, amor
en tierra
esta larga tierra
tu errar y mi errar
dónde

Las cosas, las pesadas cosas    
llenas de recuerdo
Los brazos alargados, las piernas lentas y rotas
dónde ahora esta mirada
sobre qué pozos
esta lentitud

Qué puede ser
qué puede ser
Allá lo alto
Esto no sabido
Las grandes cosas

¿Dónde mi beso alcanzará su consagración?[5]    

Fiesta del derroche fraterno, pero en torno a la representación maternal. Dispersión y reunión, todo presidido por la todopoderosa figura de la madre (la abuela). Es la gran regalada, dentro de un acontecimiento de adoración. Cargada de besos y regalos, es la dueña del festín de la economía de la reciprocidad, siempre en la familia de Venezuela. Ella lo devolverá todo y siempre al cuerpo filial, donde la igualdad se tiñe con ciertos subterfugios, dudas y sorpresas que hacen a la desigualdad o preferencias parentales, a veces mentando necesidades o excusas. Tal razón de ser de lo recíproco soporta, justifica, afianza el día de la recolección con dispendio, pero concentrada en la noche materna, por excelencia, de la cultura.

Este orden cultural se hace extensivo, como sistema, de familia a familia en el intercambio de hallacas, dulces, pan de jamón, ensalada de gallina, elaborados artesanalmente por cada familia. Se produce así un intercambio muy particular de productos y parabienes de Navidad y Año Nuevo. El potlacht se hace total en la geografía e historia del país venezolano.

La dimensión del día de Año Nuevo se hace inconmensurable en torno a este pozo cultural. No puede sino prolongarse durante una octava festiva, la del vacar. Esos días primeros del año no están declarados como fiesta formal, pero la gente los asume y se ausenta del trabajo. Cuando uno utiliza esos días de turismo por sitios como la Isla de Margarita o en Costa Firme como Puerto La Cruz, Barcelona, Cumaná, constata las deficiencias de los servicios en hoteles y restaurantes. Los empleados no han asistido a su puesto de trabajo. Siguen enfiestados

En Venezuela, decir octava (y aún la octavita) no significa sólo el contenido y forma de únicamente el día octavo; también contenido y forma afecta a los días que median y trascurren hasta el octavo día. En año nuevo, aunque la secuencia suele acortarse en la forma por el día sexto, día de Reyes, el encuadre del tiempo, con el fin de semana corrido o sus puentes, puede remontar el tiempo de fiesta hasta el día octavo y más.

Tal es la intensidad de potlacht y su habituación como obviedad, que el venezolano no acierta a identificar las grandes festividades que configuran su potlacht. Para mí ha sido necesario encender el dispositivo del extrañamiento cultural, especialmente con el análisis de la estructura familiar como fondo de la organización social, para dar con el manantial escondido de la cultura matrisocial venezolana. Si el profesor Rafael Camero me inspiró la señal de dicho potlacht, ha sido mi lucha lenta y persistente por escuchar a fondo el latido autóctono de la cultura venezolana: el potlacht en su enormidad, presidido en su trono por la gran fiesta cultural de la madre. Y tuve que hacerlo con el corazón en vela, buscando los caminos, como un baquiano ante lo sagrado. El antropólogo se asemeja en sus operaciones al místico, tal como lo dibuja el  método de la poetisa venezolana:

Mis piernas flaquean
mi corazón arde
mi sacralidad me mata
Oh Dios
¿cuál será mi camino?

Escucho voces
pero ¿cuál es para mí?

¿qué puedo decir ante tanto extrañamiento?

“Voces, voces, escucha amor mío,
como sólo lo escucharon los santos”[6]     

El antropólogo tiene la vocación del profeta: busca y anuncia lo encontrado, esto es, el sentido de las cosas, los significados de la acción y lo que debe tener la acción con sus deseos y poderes.

5.       CODA: solo y vagabundo.

Del chavismo-madurismo es el gobierno y el estado…el puerto, las divisas y el resentimiento.
Del pueblo es la voz autóctona de potlacht y de la madre.
Aquéllos se apoderan de todo y dejan al pueblo solo en la miseria y vagabundo en su misma patria
Pero el pueblo los deja sin arraigo… ¡desarraigados de la historia!
¿Y cómo van a sembrar la ideología, y alimentar sus discursos fatuos…y a imponer su política destructora, si el pueblo se lleva el sentido cultural?

Como el agua y la fe, siempre la cultura toma su cauce e insiste como el petroglifo en señalar el  camino, su identidad histórica.
                                          

[1] Celebración festiva competitiva entre los indios de la costa este de América del Norte: tlingit, salish y kwakiutl. La decisión de realizar un potlacht venía estimulada por la buena economía que estaba sucediéndose por varios años seguidos. Si lograban un excedente en su economía de subsistencia, lo que comportaba cierta riqueza, el poblado o tribu local podía darse un tiempo de fiesta mediante la cual intercambiaban y consumían los excedentes con objeto de adquirir prestigio. Era su máxima inversión social por parte de los promotores, que venían a ser los ricos del pueblo.
Una versión parecida ocurre en nuestras fiestas patronales, donde los promotores (mayordomos) que las financian, al mismo tiempo que ello significa la redistribución en dones económicos a la comunidad y evitan la malsana envidia, les permite adquirir honor y prestigio. Unas veces ese promotor es el estado, otras veces es un grupo de familia(s). En Venezuela, el potlacht de fin de año está difundido en cada unidad de familia (extensa) y se celebra como un rito anual nacional en torno a la cultura del día de la madre el 1 de enero. 
[2] Especie de empanada elaborada con un guiso de carne de cerdo, res, pollo, pasas, almendras, alcaparras aceitunas, pimentón, cebolla (tradición mediterránea del tiempo colonial) envuelto en una masa de maíz preparada con el consomé de la carne,  y a su vez envuelta con hojas  del plátano. Finalmente se cocina de una a dos horas Son los ingredientes de la tradición indoamericana. Es el plato del mestizaje no sólo culinario sino también cultural por excelencia y, por lo tanto, central en el potlacht venezolano.
[3] De madrugada con su relente refrescante los jóvenes salen a patinar por las calles para culminar con su patinada en la misa de las seis de la mañana cuando sale el sol. Representa el tiempo de acceso a la Navidad el día 24-25, su razón de ser es el de la octava invertida: no es la repetición de la fiesta al octavo día, sino inversamente desplegar la vivencia como tiempo de espera o advenimiento hacia la fiesta, añadiendo que todos los días del intermedio tienen la misma actividad de patinada y misa de aguinaldos.
[4] La Paradura del Niño se caracteriza por la iniciativa y compromiso de cada familia que instaló un nacimiento de Navidad en su casa. Que el Niño se levante y camine (pararse), es la señal de desmontar el escenario construido para su nacimiento y concluir así la larga navidad con el año nuevo. Esta decisión ritual implica hacer un potlacht donde por parte de la familia promotora se distribuyen dulces, refrescos y bollitos a la población concurrente. Como son muchas (varias) familias en el pueblo las que tienen elaborado el nacimiento, cada una organiza la Paradura en distintos días. La segunda quincena de enero viene ocupada por el despliegue cotidiano de la Paradura del Niño con el que se concluye el potlacht total venezolano.
[5] Hanni Ossott: “Cielo, tu arco grande” [diciembre, 1987]. Poemas selectos, bid & co. Editor, Caracas, 2004, 92.
[6] Hanni Ossott: “El circo roto”. Poemas selectos, bid & co. Editor, Caracas, 2004, 162.
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Publicado en Imágenes de Villorido
30 de noviembre de 2015