martes, 2 de febrero de 2021

LA DEPRESIÓN DE PAÍS COMO ECLIPSE

Si hemos concluido en diciembre el año (2020) con el duelo de país, ¿dónde iremos ahora a dar reposo a nuestros sueños? 

Porque ni podemos detenernos, ni menos regresarnos en nuestra trayectoria de país, ni aún peor, echarnos a un lado para que sigan pasando las cosas. Claro que todo puede ser ‘tentativo’, esto es como caer en la tentación. 

¿Cabe aquí rendirse?, ¿aunque sea a la evidencia misma como suele decirse? ¡¡Rendirse!! Eso nunca, no es que no sea ‘tentativamente’ posible; es que está prohibido hasta con toda posibilidad y toda tentación, aún ahora contra toda evidencia y toda encrucijada que te otorgue alternativas. 

Porque son nuestras ruinas las que evidencian adónde nos han llevado como seducidos por un país feliz, ¡y nos hemos dejado seducir! Y ahora ¿cómo volver a comenzar porque no nos queda otra? ¿Y por dónde comenzar? Porque de las ruinas o agonía de país se supone una caída en un abismo, no un principio de despegue. No aparece un lugar desde donde pensar en forma positiva 

¿Acaso estamos entrampados entre una sociedad de recolectores (conuqueros) y una sociedad de consumidores ‘postmodernos’ (nuevos ricos venidos a menos)? Todo parece el de un país sin remedio aunque remolcado por el remolino de las fuerzas societales desde fuera. 

Hay un punto sensible pero desatendido desde nuestra disminución. La depresión colectiva nos circunda desde diversos modos bajo una sola enseña: la dominación. Nuestra depresión cultural se encuentra más hundida aún por la lucha política emprendida por el chavismo, a la cual le acompaña lo depresivo de la pandemia originada por el covid-19 y el confinamiento, la hiperinflación y la amenaza de la hambruna, la falta o deficiencia de los servicios (agua, luz, gas, transporte y comunicación de internet, gasolina…), la dispersión de la familia mediante la diáspora y la emigración de unos con la amenaza de muerte por la pandemia de otros… 

 ¿Qué más nos puede inspirar para no llorar en la depresión, sino para pensar nuestra depresión en su hondura en altas cifras de demostración a su vez deprimentes? Estamos en la agonía de país, y vamos a pensarla como un eclipse de país, como hace Buber (1993) con su eclipse de Dios, y comenzar de nuevo a pensar el país, y hacerlo en mi vieja edad de una manera joven . Piénsolo así desde mi singularidad científica a que me ha llevado y con la que me ha protegido, desde hace tiempo, la soledad del país en contraposición a la soledad de Kafka (Cf. Moeller, III, 348). Pero de ninguna manera se me presenta este planteamiento de comenzar de nuevo a modo de justificación (excusa) sino como una búsqueda de la verdad de país frente al miedo deprimente de navegar en el vacío de país o la nada de éste, sino de un pensamiento de consolación (esperanza) y de remediarme como acto de salud mental (salvación). 

Se trata de la depresión de país que cada tiene o puede tener, como individuo y como conjunto social. ¿Cómo comenzar a pensar si no es desde un mito como realidad fuerte del hacer, de la historia? 

Resuena ya como un mito en las efemérides políticas venezolanas, y focalizado, cuando van terminando las fiestas del año nuevo, en la memoria del día 23 de enero. Un mito que apunta a fijar una renovación, y al mismo tiempo, deja la estela de una nostalgia. Nostalgia por una pérdida, renovación como un desafío. Entre esos marcos surge la angustia ante el fenómeno de la democracia, para tildar al país como democrático (Acevedo, 2021), pero también, y pese a la orfandad de instituciones democráticas, se nos viene contra nosotros el sentimiento de una “desescalada a contramano” (Ignacio Camacho, 2020), que es como decir, la de hundirnos en la paciencia de buscar por dónde comenzar, si aún no hemos terminado la tarea de concluir bien. 

 Es un comenzar como un reto a nosotros mismo en cuanto a cómo comenzarnos, para luego conducirnos contra toda evidencia interpuesta por un negativismo atroz, y por supuesto aún contra el orden de una supuesta autoridad, siempre impuesta como establecida. El circuito implica remontar(nos) sobre nosotros mismos como país en general, empezando, claro está, desde cada uno de nosotros en particular. 

En esta época de postmodernidad globalizada, es necesario ir más allá de las quejas, hasta de quejarnos de nosotros mismos, porque de lo contrario, la responsabilidad individual y el autocontrol devienen en una quimera, en un albur. 

Pero nuestro llegadero está ya fuera de toda época y espacio, porque hemos llegado, con la agonía de país, a nuestra noche más profunda, a nuestra esperanza más oscura e inverosímil, para que nuestro ingenio tenga la condición de acopiar tales fuerzas que se le valgan para despegar soluciones de por siempre . Soluciones que ameritan un comenzar para su historia, descubierta sin alternativas, sin ni siquiera ‘tentativa’ alguna, ni de quedarse en la inercia o en babia viendo pasar las cosas como quien mira llover (o nevar)... Entonces desde la concentración de fuerzas, sitiadas, como en una trampa, y aún ante y con esa ‘utopía de lo imposible’ surge alguna luminaria para orientarnos en las vueltas que hay que dar a la ‘distopía autoritaria’ (Rodríguez González, 2021), que llevamos a las acuestas con la cultura matrisocial, y en este recodo de nuestra historia nos conduzca al punto por donde acaso debamos comenzar(nos) otra vez como realidad de país. 

En este punto no parece insuficiente saber sociopolíticamente y decir que “el chavismo es un derivado de un comportamiento histórico afincado en el resentimiento como epicentro de nuestro ser social y es un daño ‘autoinfligido’. Es una hegemonía más, de naturaleza anacrónica, primitiva y voraz como las tantas otras (Páez, Monagas, Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Gómez y demás) que padeció y sufrió el país desde la disolución de la Gran Colombia en 1830” . 

Tampoco es suficiente esperar a que nos llegue “la necesidad de contar con partidos políticos fuertes y eficientes (no clubes regentados por caudillos de nuevo cuño) capaces de articular aspiraciones plurales y organizar la participación democrática, de visibilizar liderazgos, habilitar acuerdos, captar y dar respetuoso curso a las demandas de la sociedad civil. Otra, poder apelar todavía a algunos rasgos de ese carácter impreso en el alma colectiva y que según Caballero, retrataba al país de finales del siglo XX: un pueblo pacífico, democrático, definitivamente venezolano".

¿Por dónde se asoma la suficiencia en la desescalada a contramano, para saber(nos) localizar nuestro estado y comenzar la verdadera escalada de nuestro ser como nación para constituirnos como país? No se trata de no retroceder ‘ni para coger impulso’, sino de un punto de mirarnos dónde estamos en retroceso infranqueablemente atrapados, porque re-traspasado nos iríamos a pique hasta con nuestra agonía o eclipse de país. Parece que nuestro comenzar está antes que el resentimiento y antes que la disonancia cognitiva. 

Expertos en medicina psiquiátrica y psicoanálisis nos hablan del problema prioritario en América Latina: la depresión, y la depresión como problema colectivo, que es la dimensión mayor, la de una población social, que es además la que nos interesa a los antropólogos sociales. Tal lo constituye el punto novedoso a apuntalar como realidad a tomar en cuenta para comenzar en año 2021, como el inicio de lo más históricamente viejo y mas etnopsicoanalíticamente hundido, que en práctica de desescalada, debe colocarse como novedad en nuestro gran problema latinoamericano ; nosotros tenemos su ‘punto’ a desarrollar en el ‘lugar’ de la apetencia con la constitución de ser venezolano en la crítica transcendental a nuestro concepto etnopsicoanalítco de matrisocialidad. Para nosotros este problema representa una novedad del pensar y es por donde debemos comenzar en nuestra investigación ulterior. 

Todo comienza por los “prejuicios” que no son otro territorio que el de la etnocultura; continúa ese comienzo con la gravedad que supone el ser un problema comunitario, esto es, colectivo, sociopolítico. Antes que afecte a la salud y a la economía, individuales, se encuentra su realidad como institución total en la salud y la economía, sociales. El resultado de ese comenzar lo constituyen las consecuencias en el malestar y la depresión (con toda la realidad de metáfora) de nuestras sociedades latinoamericanas. De la depresión salen los resentimientos que constituyen la estructura de nuestro edipo, y emergen las disonancias cognitivas que nosotros identificamos como complejos culturales (matrisociales). 

Los mitos desdibujan su realidad operatoria de sentido, al expresarse en el ritual y/o la historia. Aquí tenemos el mito de la depresión, en plena operatividad pero escondida como lógica del mito, pero que aún no hemos traído a luz en su información socio-histórica. “El doctor Cabrera explicó que en su caso personal como afectado sintió que la depresión es ‘la lepra del siglo XXI’ y pasó ’30 años de obscurantismo’ ante la falta de apoyos e información”. Según la Organización Mundial de la Salud hay 300 millones de personas afectadas por la depresión. “En Latinoamérica, el 5% de los adultos la sufren –con un impacto económico cercano al billón de dólares; cifras que, como coincidieron todos los panelistas del evento, aumentará debido a la pandemia provocada por el covid – 19”. 

Cuando proyectamos las emociones sobre la dinámica cultural, encontramos en nuestros pueblos esa falta de deseo de ser, de ese querer llegar a poder ser algo más y mejor de lo que se es. “Esa tristeza prolongada, la apatía, la angustia o la falta de voluntad para realizar tareas cotidianas”. Entonces operan “los síntomas de la depresión que, en la mayoría de los casos, generan una pérdida de productividad en la edad adulta. En la peor de sus consecuencias, puede derivar en suicidio, acto que según datos de la OMS causa una muerte cada 40 segundos en todo el mundo, y 38.000 casos anuales en Latinoamérica”. Tal es lo recóndito, como un mito, con que existe la depresión y como tal desconocida o no tomada en cuenta, y todo ello más allá del problema individual. 

El doctor Córdoba trae a colación los resultados de su estudio TRAL sobre la Depresión Resistente al Tratamiento: “con una muestra de 1.475 pacientes con trastorno depresivo mayor, en el que se evidenció que casi un 30% mostraba signos de resistencia a la terapia convencional, asociado a una mayor morbilidad y mayores costos de servicios médicos”. Todo ello obedece al estigma negativo sobre la depresión en nuestros países que colabora en su falta de información y atención y en consecuencia en dejar operar al síndrome impunemente. Dicha impunidad es aprovechada por los políticos populistas y socialisteros, con lo que dominan fácilmente a los pueblos, cuando la dificultad se encuentra en dirigirlos como debe ser para su salud o liberación. Ahí despega la desviación política que causa las crisis de pueblo que rondan en nuestros países, que a su vez facilitan el democidio (muerte de pueblo), de que habla el Foro Penal venezolano. 

En conclusión, hay un origen común de nuestras enfermedades individuales y colectivas, de nuestros errores y miedos, de nuestras faltas de valor (virtudes, valentía) y de fuerza para sobreponernos a nuestras debilidades: es la depresión, origen a veces como único considerado por los psicoanalistas. Caer en la depresión es lo último que puede acontecernos; hay que huir de ella como tentativa dentro de las alternativas que se nos ofrecen: puede situarse en el terreno de la rendición, y ¡recordad!: rendirse está prohibido. Pero de todos esos recovecos a vigilar en nuestro camino de vida, lo peor de todo como nuestro último desconsuelo, en una desescalada sin contramano (sin defensa y por lo tanto de rendición), lo constituye la depresión colectiva, que afectará definitivamente a la depresión individual. 
En suma, descubrimos que hay que plantear un nuevo comenzar del pensamiento de país en Venezuela, para que nuestros sueños alcancen unas condiciones de reposo digno para su trabajo, más allá del resentimiento socio-político y de la disonancia intelectual. 

 Bibliografía 
-----Acevedo, Mibelis (2021). “Vieja nueva historia”. MiamiMundo. Opinión, 23 de enero. 
-----Buber, Martin (1993) [1952]. Eclipse de Dios. México: Fondo de Cultura Económica, Breviario, 520. 
-----Camacho, Ignacio (2020). “Desescalada a contramano” ABC, ‘Una Raya en el Agua’, Madrid, 14 de diciembre. 
-----Forum Salud (2020). “Depresión. Un problema de salud pública en América Latina”. Agencia EFE – Jassen, Madrid, 15 de diciembre 
 -----Hurtado, Samuel (2019). El Pensamiento Viandante: de la Idea de investigar al Proyecto de investigación. Saarbrücken (Alemania): Editorial Académica Española. 
 -----Hurtado, Samuel (2020). La fiesta interminable. Crítica inmanente y transcendental al concepto de matrisocialidad, Caracas: Minishop d3li.me/samuelhurtadosalazar 
-----Lombardi Boscán, Ángel Rafael (2020). “La nueva política de los EEUU para Venezuela en la era Biden”. Tal Cual: Home, Opinión, 17 de diciembre (Talcualdigital.com). 
 -----Moeller, Charles (1960). Literatura del siglo XX y Cristianismo. Madrid: Ed. Gredos. Tomo III: La esperanza humana. 
-----Rodríguez González, Guillermo (2021). “La civilización es la patria de la libertad”. Panam Post. Boletín de noticias de las Américas, 8 de enero.