domingo, 30 de enero de 2022

TESTÍCULA O EMPRENDIMIENTO DEL VIAJE A LA SOCIEDAD

 

             costa venezolana con su camino vital bordeando el mar de los descubrimientos

 
ríos de la Guayana venezolana en su viaje paradisíaco a la mar de la felicidad

          (boceto para una investigación)

 

Homenaje a Juan M. Barrera

mi preclaro cuñado

In Memoriam

 

Se nos fue Juan. Ahora a la vuelta del año nuevo, su marcha definitiva nos hizo sentir  su ausencia como un faltante esencial en la fiesta familiar.

¿Cómo podríamos proseguir bajo ese faltante en la vida?

Era la tarde del primero de enero. En su entrevista, Soledad Bravo, la cantante hispano-venezolana, nos recordó su hermosa inmigración a Venezuela, y nos dejó el motivo de dos de sus canciones favoritas. La segunda fue Gracias a la Vida, de Teresa de la Parra. A mí también siempre me ha gustado, y la he tarareado cuando puede asomarme alguna depresión o ansiedad negativa. Esta vez era la ausencia de Juan, mi cuñado, el más cariñoso del mundo, y junto a ese escenario el padre propicio de sus hijos y el esposo admirable.

¿Cuál podría ser la fuerza que tendrá la figura del padre benévolo más allá del símbolo materno?

Y me vino a retumbar en mi inconsciente el texto de Devereux en Mujer y Mito (México: FCE, 1989):

“al proteger a Atenas de un resurgimiento de la tiranía, el ateniense aparece como un ‘hijo de mamá’, que procura protegerla contra el ogro paternal” (p. 21).   

El ogro, siempre se ha aplicado en la ciencia antropológica esta metáfora a la figura del padre, pero como dice el mismo Devereux, se sitúa esa experiencia en el umbral del estadio edípico del niño.

Es preciso emprender la senda de la familia un poco más hacia adelante y en el momento de tomar el camino de hacer la sociedad, en el exterior de la vida misma. Cuando el ogro dejó de existir como el miedo pánico a la tiranía, cuando llegan a ese momento de emprenderse  las etapas de la vida de familia, de ese fondo familiar debe surgir un nuevo papel, con su metáfora, de la figura del padre.

¿Cuál padre, porque todos son lo mismo?

No, todos no son lo mismo: hay padres almos (propicios) y los que no son tal. Sin compañía del padre propicio, el papel de la madre encuentra mucha dificultad para atender a los requerimientos sociales de los hijos.

¿Por qué?

He aquí nuestro dato conceptual, que recorre desde nuestro traslúcido inconsciente hasta la más lúcida acción social.

Los objetivos y la meta del padre apuntan, deben apuntar, siempre a la constitución de la unión de los hijos, unión que por su parte contiene las relaciones de hermanos o fraternas.

Se trata de una unión que va más allá (plus ultra) de los objetivos y meta de la unión de los hijos por parte de la madre.

En su calidad profunda y diferencial, la unión presidida por el padre se refiere a que dicha unión se genera y desarrolla una historia con un contenido de realidad que representa un valor de sobredosis en tanto realidad social, un plusvalor.  Podemos decir que es un valor añadido, como operación de suma al valor natural. Aún creemos que puede llegar a constituirse como valor de multiplicación, según se encuadre en los esfuerzos sociales convenientes.

1. Mientras la unión fraterna de los hijos, despegada desde la madre, tiene un origen y esfuerzo natural, es decir, es una unión natural por su dinámica simbólica, el uso de esta unión trata de oponerse, como retaliación ideológica, a la unión patriarcal concebida como represiva y dominadora de tipo autoritaria respecto de los hijos. Tal es como se piensa al pater familias del proceso civilizatorio, según Devereux, atendiendo al caso ateniense, y refiriéndose a un asunto pre-político. Que si nos atenemos a la improvisación mito-ideológica de Marchais, ésta revela las fuentes erótico-infantiles de la noción marxista de opresión.

Esta etapa lo que hace es mostrarnos las raíces reales del miedo pánico al tirano por las experiencias infantiles de un padre a la vez distante y autoritario, disponedor de los dominios del niño y de la madre como dueña a su vez absoluta del niño. El asunto patriarcal queda en este cuento del inconsciente en tanto territorio del desarrollo natural del ser humano.  (Mujer y mito, 21).

2. En cambio, en el proceso de maduración exterior, buscando la orientación en esa distancia que preside la figura del padre, la unión fraterna desde la figura de éste y organizada bajo la enseña de la dinámica paternal, se dibuja como una unión social. Como tal realidad social, tiene que ser inventada. Para ser sana y auténtica debe propulsarse con el pensamiento de libertad, al mismo tiempo que bajo la responsabilidad y libertad de la acción.

En cuanto invento o creación concreta (histórica) suele ser difícil de implementar tanto desde los hijos como desde el padre, porque la relación entre esos polos no suele estar a la altura histórica de dicho invento. El padre de nuestra cotidianidad no se presta para adquirir la preparación y la fuerza de un padre propicio (almo) que alimente y cuide la orientación y crecimiento de los hijos, según su obligación ética o societal. Más bien su figura suele erguirse como la de un padrote, reducida casi a su función biológica y quizá a un poco más como a la de un proveedor económico si su compromiso familiar le da para esto último.

Si hay algo contra lo que la auténtica feminidad, originante de un feminismo socialmente serio, debe enfrentar no es exactamente contra la idea imaginada de lo patriarcal, como estereotipo, sino contra la figura del padrote en que suele reducirse la figura del padre en nuestra quehacer cotidiano. Es decir, aquél que no se ocupa ni se preocupa por la verdadera orientación y crecimiento social de los hijos respecto de su cuidado y su libertad.

3. Lo simbólico real. La unión paternal de los hijos no coincide con una unión otorgada, como lo es la unión generada desde el vientre materno (mulier in útero, el destino de la  mujer es el vientre), sino de una unión a obtener en la orientación de un invento a diseñar, que debe tener la orientación de construir como germen y símbolo un proyecto de lo social. Dicho invento procede del principio del testar, o testimonial, cuya figura conectiva sensiblemente son los testículos del varón. Debe ser una unión donde el contenido de la fidelidad política se convierte en el núcleo de su realidad; se proseguirá con la esperanza de imaginar proyectos, no planes, que deben construirse en acción promisoria. Para ello se juraba, soportando las manos sobre los testículos, o bajo vientre, del padre. El resultado era la germinación de la confianza de la sociedad. Esta se desarrollaba sobre la generación de procesos de consenso y de ley, y sobre la lucha por asegurar con garantía dichos procesos.

El desarrollo de ese invento se apoya en el símbolo de los testículos o cojones varoniles. Como se dice en el argot cotidiano: tener cojones, hay que tenerlos bien puestos, y con potente firmeza, pues se trata de mantener los esfuerzos y responsabilidades sociales en las lealtades políticas de lo instituido o establecido,   y cumplir con la palabra comprometida o empeñada.

Y no el apoyo sobre el símbolo del pene machuno, que expresa lo fálico y lo superficial del padrote, indicando la irresponsabilidad social del machote, del dictador, del tirano, en definitiva. Es decir, del símbolo que atrapa como dominador el mundo femenino (sociedad patrilineal) o que es atrapado como débil en su crecimiento social por la vagina dentada (sociedad matrilineal). Sin paternidad significativa en la sociedad matrilineal, el consentimiento materno es regresivo y la constitución etnopsíquica de los individuos es débil para llevar a cabo las metas de las instituciiones sociales, mientras que su lealtad política se rebaja como devocional.

Conclusión:

---a) Esta hipótesis sobrevino a nuestra sensibilidad o estética social gracias a la experiencia familiar de la muerte de un ser muy querido. Estar atento a las experiencias sensibles trae buenas nuevas al pensamiento y a la investigación de éste.

---b) Por su parte, es una hipótesis que remonta el planteamiento de Devereux en Mujer y mito, donde se pretende que el origen de la democracia está en la unión de los hijos a partir de su convocatoria materna. Por lo tanto, dicho origen de la democracia estaría en el símbolo natural, y aquí, decimos nosotros, radica su endeblez. Según esto, la democracia es maternal y edificada sobre valores maternales, femeninos; lo paternal, lo masculino (por no decir varonil ni machuno) sería el origen de la dictadura. Aparece así camuflado un pensamiento débil, postmoderno, casi como decir, afeminado por naturaleza. Pero la democracia es ante todo libertad, la libertad que constituye y propulsa lo social, y recursivamente que lo social a su vez en su ejercicio alimenta la energía ontológica de la libertad de lo humano y no la liberalidad de la naturaleza.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

---c) Rematamos que la unión naturalmente otorgada por la madre si se sostiene es bajo un complejo de dependencia hondo en la relación materno-filial que se fija en el inconsciente. Pero al no tener el esfuerzo histórico ese sostenimiento es inconsistente, y aún precarizado al no estar soportado con referencia a la sociedad; su planteamiento problemático no está enmarcado en la garantía que se debe esperar de la vida social. La que puede dar dicha garantía es la unión socialmente inventada a partir del esfuerzo que tiene que inyectarle irremediablemente la libertad de la acción social en el escenario de la cercanía y distancia a la vez de la presencia de la figura del padre. La naturaleza no es garante sino de un destino inercial; en cambio la mira puesta en el viaje (proyecto) a la sociedad ofrece, con la significación del hacer histórico, la garantía hasta de su propio viaje hacia ella.  

Bibliografía

---Berenstein, Isidoro (1981). Psicoanálisis de la estructura familiar. Del destino a la significación. Barcelona: Paidós.

---Devereux, George (1989). Mujer y mito. México: Fondo de Cultura Económica.

---Lorite Mena, Juan (1987). El orden femenino. El origen de un simulacro cultural. Barcelona: Anthropos.

---Risquez, Fernando (1982). Conceptos de Psicodinamia. Caracas: Monte Ávila.

---Rísquez, Fernando (1983). Aproximación a la feminidad. Caracas: Monte Ávila.

---Vethencourt, José Luis (1974). “La estructura familiar atípica y el fracaso histórico cultural en Venezuela". Revista SIC. Caracas, febrero, 67-69.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

 

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