miércoles, 1 de enero de 2020

LA NOCHE NUEVA DE VENEZUELA




Cinco Pa las Doce

Las campanas de la iglesia están sonando
anunciando que el año viejo se va!
la alegría del año nuevo viene ya
los abrazos se confunden sin cesar.

Faltan cinco pa’ las 12 el año va a terminar
me voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá

Me perdonen que me vaya de la fiesta
pero hay algo que jamás podré dejar
una linda viejecita que me espera
en las noches de una eterna navidad.

Néstor Zavarce
(canción venezolana)

Inquieto por saber bien de la vivencia festiva del venezolano, y con ocasión de los días anteriores a la Navidad, se me salió el juego de Ortega y Gasset como espectador de Castilla[1]. El juego lo llevé a cabo con un grupo de amigos en Caracas, también yo expectante en mi país ulterior:

-Mira, Juan, en Venezuela tenemos una Noche Buena…
-Claro, la de Navidad, ¡el 24 de diciembre!
-¿Y acaso no inventariamos una Noche Olvidada, perdida en nuestra historia, y dentro de nuestra tradición cristiana…?
-Cuál será que el venezolano con su talante festivo permanente pierde, como un olvido, la celebración de una fiesta… ¡No sé!, dijo Carmen dándose por vencida.

Pensé rastrear el ritmo festivo en Venezuela, como contrario a la referencia de la Noche Buena. Imaginé La Quema de Judas. Pero ¡no! Es una fiesta un tanto politiquera, además tenía que ubicarse en el trayecto del potlatch[2] venezolano, encabalgado entre los meses de diciembre y enero.

Ajá, en enero entre las fiestas de las Paraduras del Niño, y aún antes en las noches de fiesta de la ciudad escondida (José Ignacio Cabrujas): las fiestas de grupos de familia y clanes de amigos, aún pensando en los movimientos de regalos y obsequios, cónsonos con los intercambios de la serie festiva del potlatch, acaso no está la fiesta de Reyes, olvidada en Venezuela… Fiesta a la que corresponde su comienzo con la Noche de Reyes… Parece que esa fiesta se voló, se anuló, se suprimió de nuestra memoria, y hasta se derogó de nuestra cultura cristiana. Sólo queda la señal de ese día para indicar que las fiestas de Navidad se van acabando…

-Cómo pudo ocurrir eso en una cultura de la fiesta, como es la venezolana, que no puede perdonar una fiesta, y si no la inventa para estar de celebración en celebración…
-Pero tenemos en compensación la fiesta de Noche Vieja…-, Saltó Gabriel rápido desde su fértil imaginación.
-¿Noche Vieja? ¡Caballero! En Venezuela no hay Noche Vieja.

El año llegará a ser viejo y terminará con la última luz del día 31 de diciembre. Con las primeras sombras comienza una noche, de cuya profunda vivencia, como la de un mito, germinará la historia de un nuevo ser y tiempo como año nuevo, esa noche será pues una Noche Nueva. Estoy hablando en términos, no del calendario de mente industrial, calculadora para el tráfago mercantil. Nuestros intercambios de regalos y estrenos de año, tienen el sentido de renovación del tiempo, hasta de su invento, para seguir disfrutando la fiesta de la madre en familia. Nuestra vida venezolana se mueve como una noche de eterna navidad[3].

-Entonces, cómo podemos decir en términos de la noche lo que ocurre en el sentimiento festivo venezolano, y cómo se resuelve ese tiempo sentimental para uso de caraqueños y venezolanos, un tiempo de la fiesta…- Nos interrogó Pedro José.
-Que es una teoría del tiempo en la cultura de nuestro vivir venezolano. Es lo que implica el nuevo concepto de Noche Nueva, aplicado a ese tiempo del cañonazo, del beso a la madre y del abrazo a los hermanos.

Todo el mundo cabe en la familia venezolana y todo el mundo de cerca y de lejos llegan a ser hermanos por esa noche al menos. La vivencia de la madre como origen de todas las cosas que nos acontecerán, así como de la alianza fraterna reciben el respaldo del beso a la madre y del abrazo a los hermanos. El tiempo comienza de nuevo como una nueva historia abrevada permanentemente en el mito de la madre, esa madre virgen y mártir de nuestra memoria íntima o inconsciente matrisocial.

Para entender esto bien y levantar su opacidad, acudimos a una clave antropológica y a una referencia comparativa con la España navideña y de año Nuevo.

En España, el modelo de la metáfora conceptual consiste en la Noche Buena (la de Navidad), en la Noche Vieja (terminación de una fecha en el tiempo), y en la Noche de Reyes con sus cabalgatas en la ciudad, su distribución de regalos. Así se vive como comienzo y terminación el tiempo de Navidad, al que se incorpora el de Año Nuevo, esto es, el tiempo cósmico. El tiempo sentimental ocurre como centro en la Noche Buena, en cuanto asunto familiar, y termina con final la Noche de Reyes, en cuanto asunto de la ciudad. Es la fiesta de la familia sagrada[4] a la que se subordina la fiesta de la familia terrenal proyectada en el intercambio de obsequios de parte de los otros, signos de la sociedad y de la universalidad que trajo como consecuencia  simbólica la visita y los regalos de Los Reyes Magos al Niño Jesús.

En Venezuela se rompe dicha vivencia religiosa si nos atenemos a su profundidad secular que aparece opacada en el pensamiento de la cotidianidad, aún en el pensamiento venezolano. El modelo de la metáfora conceptual de la noche es como sigue:

Noche Buena (la de Navidad), Noche Olvidada[5] (la de Reyes) y en medio, como central del tiempo del gran Potlatch venezolano, la Noche Nueva (el comienzo renovado del tiempo bajo especie materna). Se trata de un comenzar como centro de la vida, en cuanto que es una fiesta secular de celebración del tiempo como origen y fin de sentido matrisocial.

Hoy como nunca (tiempo mito-antropológico) nuestro pensamiento vive bajo la opacidad de nuestra memoria cultural y la implicación de nuestras manías recolectoras de cachibaches importados; y así estamos y seguimos afectados por cómo se mueven las cosas y con éstas cómo se aglutina el sentido de los tiempos prestados a los colores de la intención del mercado: se han inventado las noches blancas y el viernes negro (Black Friday), y por imitar ese movimiento cosificante aún nos apartamos en Venezuela de la tradición cultural hispánica.

Es preciso centrarse en la inmanencia cultural para ver lo original de Venezuela. La Noche Buena, siendo muy importante con su significado familista convergente, está subordinada como un paso en el camino hacia la Noche Nueva: la fiesta cultural de la madre, expresión de la familia secular. El marco y foco de ese movimiento del tiempo sentimental se establecen como expresión sintética resultante de la historia de la vida etnocultural tal como trascurre en Venezuela.

-El tiempo marco se identifica en los meses de diciembre y enero con el tiempo de vacaciones colectivas de acuerdo al criterio del trabajo, mientras que en Europa (España) ese tiempo ocurre desplegado en los meses de julio y/o agosto, meses de verano.

-El tiempo focal lo constituye la noche del 31 de diciembre en dirección al amanecer creador de la primera luz del Año Nuevo, y se constituye como vivencia de celebración del día de la madre como origen de la cultura. Esta información aparece oculta al pensamiento venezolano por el histrionismo del ritual del cañonazo, como señal del paso del tiempo cósmico, pero que en Venezuela se concentra en la inmediata versión del beso a la madre y el abrazo fraternal. Es entonces cuando la nada, representada por la profundidad de la noche (oscuridad), se convierte en origen como principio de la cultura en la que emergerá el ser de la luz del Tiempo Nuevo.

En Venezuela no se celebra el año viejo ni la noche vieja con la cual aquél concluye, sino el Año Nuevo con su entrada de la Noche también Nueva. Es en la oscuridad de la noche que se inaugura la fiesta de Año Nuevo, que se subraya su honda vivencia cultural al ser reconfirmado con la estela de un tiempo octavado (con la repetición de su octava) que no tiene una fecha o momento definido, ni siquiera el Día de Reyes cumple con esta función a no ser de un modo muy débil y parcializado como en lo atinente al recomenzar el tiempo escolar, en la fijación del día bancario, etc., indicadores antiguos que no llegan ni a menguantes. El tiempo del potlatch continúa en el mes y termina indefinidamente según iniciativa particular de cada organización del trabajo en las empresas y negocios.

-El tiempo ocurre según distintas variaciones festivas en la ciudad escondida, que podríamos catalogar como la Noche Oblicua, según la fiesta sea doméstica familiar, de oficina de trabajo, del sindicato, del barrio o pueblo como en las Paraduras del Niño, etc.). Estas Noches Oblicuas por su particularidad van cerrando indistintamente el trayecto temporal del potlatch venezolano a través del mes de enero, hasta el día de la Virgen de Candelaria (2 de febrero).

El tiempo se marca en sus distintos focos vivenciales. La fiesta vacacional de carácter informal que se toman obreros y empleados en los primeros días del año como una prescripción cultural, tocante a la celebración del día cultural de la madre. La gastronomía especial con que se prolonga y culmina las fiesta de Navidad en Año Nuevo: hallacas, pernil, pan de jamón, dulce de lechoza, torta negra,  poche crema, etc. Estreno de ropa, zapatos…Arreglo de la casa y su acomodo: limpieza, pintura, cambio de muebles,… y limpieza de la calle vecinal.

En breve, el movimiento de las cosas que empujan la celebración del Tiempo Nuevo, proviene de la dinámica del mercado reciclada en la lógica del intercambio de recíprocos, porque se trata de revivirse en el mito de una renovación de vida e institución total en torno a la familia con la madre como centro. El marco de realización de estos focos de la Noche Oblicua se obtiene en medio de una dialéctica en symploké o sistemática debido a los cierres de los negocios por vacaciones colectivas y en contrapartida compensatoria de los negocios o ferias abiertas en las esquinas de calles a cielo abierto que impulsaron las mercancías propias para la realización del potlatch…

Estos postreros trabajadores, y de última hora, dedicados a favor del intercambio festivo del potlatch toman sus vacaciones en los días de la octava del Año Nuevo, como cerrando el tiempo de trabajo especial e intensivo, que ha tenido lugar en el mes de diciembre en dirección a la Noche Nueva. Celebran, pues, el trabajo concluido, señalando, con su función de asignada, a la fiesta de la Noche Nueva como ambiente y atmósfera que debe tornarse interminable merced a esa innovación del tiempo siempre virgen y maternal.    
  
    
   


[1] “Según cuentan, fue Pascal tan precoz que antes de saber leer había pre-inventado en sus juegos los principios de la geometría. Desconocedor de los nombres tradicionalmente dados a los elementos del espacio, llama él, a lo que nosotros círculo, un redondel, y a la recta, barra. Pues bien, cabe una geometría sentimental para uso de los leoneses y castellanos, una geometría de la meseta. En ella la vertical es el chopo y la horizontal el galgo.
¿Y la oblicua?
En la cima tajada de un otero destacándose en el horizonte, es la oblicua nuestro eterno arador inclinándose sobre la gleba.
¿Y la curva?
Con gesto de dignidad ofendida.
-¡Caballero, en Castilla no hay curvas!
Reflexión al salir el tren de León en “Notas de andar y ver”. Compilación de textos de viajes, pensamientos y escritos a vuelapluma de José Ortega y Gasset. Aconteció como una circunstancia en su viaje de Madrid a Asturias en julio de 1915.
[2] Celebración festiva competitiva entre los indios de la costa este de América del Norte: tlingit, salish y kwakiutl. La decisión de realizar un potlacht venía estimulada por la buena economía que estaba sucediéndose por varios años seguidos. Si lograban un excedente en su economía de subsistencia, lo que comportaba cierta riqueza, el poblado o tribu local podía darse un tiempo de fiesta mediante la cual intercambiaban y consumían los excedentes con objeto de adquirir prestigio. Era su máxima inversión social por parte de los promotores, que venían a ser los ricos del pueblo.
Una versión parecida ocurre en nuestras fiestas patronales, donde los promotores (mayordomos) que las financian, al mismo tiempo que ello significa la redistribución en dones económicos a la comunidad y evitan la malsana envidia, les permite adquirir honor y prestigio. Unas veces ese promotor es el Estado, otras veces es un grupo de familia(s). En Venezuela, el potlatch de fin de año está difundido en cada unidad de familia (extensa) y se celebra como un rito anual nacional en torno a la cultura del día de la madre el 1 de enero. 
[3] Véase “El Ángel del Destino”. En SHS: Contratiempos entre la Cultura y la Sociedad en Venezuela. FACES, UCV, Caracas, 2013.
[4] Nos referimos a la Sagrada Familia de San José la Virgen María y el Niño Jesús.
[5] Apenas unos hilitos de esta fiesta quedan en nuestra memoria, de suerte que ni una fiesta menguada se deja sentir en nuestro inconsciente colectivo. Menguada decimos como la luna Menguante por oposición a la luna Nueva.