martes, 18 de octubre de 2016

LA FUERZA DEL LUGAR

La villa de Paredes de Nava


Por tu vera, pueblo del alma
paso de ida y de vuelta:
sueños desgranados al alba
cuando la visión se suelta.

Con la Caracas lejana
sin fuerza el espacio asiente:
se hace visión vectoriana
si el pensar lo sobresiente.

Puede que logre temprano
el pensamiento ausente,
que de tenerlo a la mano
el lugar al espacio encuentre.

Será así dilucidado
que la ciudad sea urbana
si en el espacio forzado
la fuerza local devana.


Málaga, 26 de septiembre de 2016.
Publicado en Imágenes de Villorido,
12 de octubre de 2016
Comentario:

El poema se concibe como una experiencia ética soportada sobre una ensoñación del pensar durante un viaje en tren en dos etapas: de Barcelona a Mieres punteando la atención del pensamiento en el pueblo de las cuatro torres (Paredes de Nava) entre las ciudades de Palencia y León, en el sentido de la ida (13 de septiembre); el sentido de la vuelta ocurre entre León y Palencia en el largo viaje de Oviedo a Málaga el 19 de septiembre, con transbordo en Madrid.

Se trata de un contrapunteo entre el lugar (pueblo) y el espacio (ciudad). Como capacidad otorgada, el lugar tiene una fuerza étnica aprendida en el deseo y el sentido de realidad del lugareño. Es un aprendizaje que se enriquece históricamente propulsado por la herencia social otorgada por los mejores hombres del pueblo de Paredes de Nava: los poetas Gómez y Jorge Manrique, el pintor Pedro Berruguete y su hijo el escultor Alonso González Berruguete (siglos XV y XVI), hombres de primera línea en la historia de España; a ello se añade la atmósfera que uno respiraba en sus iglesias llenas de pinturas y esculturas de otros artistas. Todo motiva el escenario del mundo de vida nativo.  

Por su parte, el espacio tiene la capacidad de su construcción pensada. Es una construcción forzada por el pensamiento, a partir de la experiencia de un proyecto de investigación sobre la ciudad de Caracas donde el autor realiza su vida pública.

Así el contrapunteo puede conceptualizarse entre lo nativo y la ajenidad como proyección del todo universal, ubicado cada concepto en su razón conceptual procurando afirmar a cada uno en su fuerza afirmativa para que emerja el sentido de su contraposición y se construya el pensamiento del poema.

La pretensión del poema consiste en sobreponerse desde lo local y su fuerza contrapultante, y elevarse al plano que el pensamiento fuerza a la existencia del espacio cosmopolita: es ajeno a todos porque en él deben (forzados) moverse todos como sociedad. Tal es lo que representa el invento de la ciudad.  



EMBESTIDA CON ARTE: POLÍTICA Y TOROS


Gran corrida en Valladolid
El fútbol ha sido comparado con el terrorismo. Expresan un conflicto con preocupación internacional. Pero se realizan con signos opuestos: el terrorismo es demoledor, el fútbol es creativo, con competencia física pero inteligente, y el hecho de que gane el mejor anula la demagogia. Un buen ejemplo para efectuar una política saludable.

Pero la visión deportiva no es suficiente para mostrar el arte de la política, todo un mundo de vida.

María Fernanda Palacios, escritora venezolana, nos coloca en la pista de la belleza de la política cuando explica la vivencia tauromáquica de manos del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca: “LOS TOROS SON DE LAS POCAS FIESTAS CULTAS QUE NOS QUEDAN EN EL MUNDO”.

María Fernanda continúa:

Ahí se asiste a la belleza. Y la belleza radica en el toro y el torero juntos: cuando el torero se planta ante el toro y el toro pasa. La belleza la pone el toro, el de las patas negras; esa cosa negra que te puede matar y que pasa frente a ti…Los toros son un mundo, no un deporte; tampoco es algo que se pueda aprender en los libros. 
-“A ver si entiendo: se trata de un goce fatídico, donde la belleza la pone la víctima, el que va a morir.
No sé si es fatídico, pero la belleza sin muerte no es belleza. Lo otro es bonito. Pero si algo no te puede matar, no es bello. En todo lo que vale la pena en la vida, está la muerte y si la dejas a un lado, bueno, te quedas en el mundo de Mickey Mouse. Estoy hablando, claro está, de que la belleza trae siempre consigo algo oscuro”[1].

1.“Yo no sé muchas cosas es verdad, digo tan sólo lo que visto”(León Felipe) en mis investigaciones antropológicas, que la política no es otra cosa que la vida y sus posibilidades; que supone un arte de vivir, es decir, de plantarse frente a la vida, porque la cosa es de muerte.

 Es entonces cuando la política se puede tomar en serio porque es como se hace social y hace posible entrever la sociedad como proyecto.

Aquí radica la belleza de la política cuando aparecen ante ti los otros, esos que son los demás y te pueden meter en problemas y destruirte; pero sabes gerenciar con un arte argumentativo su relación, los haces sensibles, interesantes, para los ideales vitales que atañen a todos juntos.

2. Sin los otros, que representan la sociedad, la política puede ser una cosa bonita, de libros, de escucharla por radio o verla por televisión. Es bonita pero no bella. En esas circunstancias no hay aporte o compromiso total con el otro; cuestión que pretenden subsanar ciertos programas masivos, cuyo conductor llama a participar a la audiencia vía telefónica. Si se genera alguna riqueza de opinión es apenas un goteo insuficiente. El conductor del programa no genera, ni lo pretende, el debate de confrontación, de plantarse ante la vida; a veces destruye su posibilidad porque maneja ya una posición infalible desde su línea de comunicación mediática. 

Es una energía que queda reducida a la mitad de su actividad participativa. En esa parte vital, que debe venir de los otros como sociedad, no se desarrolla entrega sino parcialmente. Sin entrega total, sin riesgo de quemarte, no hay belleza en el acontecimiento político.

3. No siempre el acontecimiento político resulta un espectáculo lúcido. A veces es fatal, porque el asunto de la vida política que busca un interlocutor corre el riesgo de no conseguirlo. Puede sucederle como al dictado de clase que no logra tener alumnos conscientes, sino zombis, que hasta pueden ser seducidos pero que se hallan carentes de una reacción consciente necesaria para mantener con vigor el fuego del debate provocado sobre una problemática vital. 

Entonces la conciencia invita a la emoción, a la estética, hasta la pasión por el tema. Porque sin emoción no hay aprendizaje para cambiar las cosas, y el arte mismo de aprender queda en suspenso.

Aquí es donde nos asomamos a lo fatídico de la política del socialismo del siglo XXI. No sé, es verdad, muchas cosas de Karl Marx, pero sé que proponía como revolución el desarrollo en grande de las fuerzas productivas, que como ocasión histórica permitiera a las relaciones sociales de producción proponer políticamente su proyecto socialista a largo plazo. Las consecuencias políticas se verían soportadas con la legitimidad social de la economía. Pero Lenin recortó la medida del proyecto socialista, al tomar el atajo de la política clausurando lo societal. Pretendió que lo social tomara su soporte no de la producción económica, sino que emanara de la intención política.

El fuego político se encendió con autonomía en la historia, pero sin interlocutores conscientes (los actores sociales) sino apabullados (reducidos a esclavos). Así terminó dicho fuego por incendiarse a sí mismo, y clausurar, por falta de arte, a la política misma.  La revolución resultó seductora, bonita, pero sin belleza. Por lo que se ha ido extinguiendo en el mundo entero como historia. No hubo, al fin, juego que jugar, ni toros que torear, y menos las “horas de la verdad” que representan el gol por meter y la muerte del toro que celebrar.

4. Pudo haber seducción, demagogia, pero no proyecto social. Una seducción con tintes de tentación para el pensamiento desprevenido en la que cayó una élite intelectual cansada hasta de sí misma; una seducción transida de resentimiento que implicaba la eliminación del otro como sociedad. Sin los otros que ponen la belleza no puede acontecer la entrega al esfuerzo político, y sin pensamiento consciente no se da la auténtica embestida con arte para embellecer la política.

La experiencia socialista (de carácter comunista) deja de ser un mundo para convertirse en un deporte expuesta a embobaliconar al pueblo como masa y ser propicio para el aprovechamiento de los próximos leales. No se hace bien la revolución con escapulario ajeno (empobreciendo a unos para no enriquecer a nadie del pueblo como son el deterioro del salario general mediante una política del aumento del salario mínimo como criterio de igualación social, las expropiaciones, confiscaciones, fiscalizaciones sin ton ni son, el monopolio de las divisas para el control político, aumentando artificialmente la masa monetaria para el despegue de la inflación, en fin, redistribuir sin producir al estilo reciamente populista, etc.).

Si la belleza la pone el otro, la sociedad, sin política la sociedad no tiene la capacidad de embestida. Es verdad que como el toro, la sociedad tiene que morir, sacrificarse como su propia victimización para ir transformándose, lo que no significa auto-inmolarse para anular su propia embestida de realización como proyecto; se trata de un sacrificio con embestida transcendental, esfuerzo que la salvará, a través del arte de la política, con el propósito de vivir con belleza ética. 

Sociológicamente esto se expresa como proyecto de sociedad, proyecto, que por ser una realidad a llevarse a cabo, implica una travesía en la oscuridad, la de la impugnación porque hay conflicto de intereses sociales en juego.

Cambiando de tercio a mitad de la corrida, el gobierno del socialismo del siglo XXI puede hacer el papel de toro, y actuar como un ganado flojo, o al revés, desbordado, con respecto a la sociedad que es la que tiene que torearlo. Ello imposibilita su embestida y que esta sea sostenida por la sociedad. Es un toro que simplemente no entra al juego de lo societal.

¿Cómo va a ser la “hora de la verdad”?

Colocando el tercio en su lugar, es necesario que la sociedad sepa conducirse bien en ese algo oscuro que la establece como víctima salvadora. La embestida social debe hacerse con tal arte político que involucre a una justicia de reconciliación, de interés tanto para el toro como para el torero, para la sociedad misma como para su administrador, para los dos juntos, si se quiere que sea posible la vida en el país venezolano.        



[1] María Fernanda Palacios: “La clase, la literatura”. Revista Bigott/N° 48, ENE-MAR, 1999, p. 56. Entrevista por Milagros Socorro.