viernes, 3 de agosto de 2012

DIÁPORA, ETNICIDAD Y ESTADO DE SOCIEDAD-1


 Todo el contenido general es en homenaje al Antropólogo Ramón Novo López
un impenitente retornado 
a la tierra de sus padres, a sus raíces ancestrales (Galicia).
---------- 
 
BALADA DE LA CASA DE SAN JAMÁS

En un país en el que el tiempo no existió
en el que la luz fue solo un recuerdo,
estaba la casa de San Jamás.

Era un país en el que la noche no tenía nombre,
en el que al cielo llamaban mar y al mar espuma.
En un país en el que la gente dormía boca-abajo,
abrigándose con una capa de tierra y de raíces,
estaba la casa de San Jamás.

Era un país en el que el cuento se hacía Historia,
la conversación poesía y la leyenda ley.

En un país en el que las casas eran de escayola
de cartón, de papel de celofán, de plástico y de chicle,
estaba la casa de San Jamás

Era un país en el que la gente vestía con trapos de colores
los domingos. Era un país en el que los grillos usaban
túnica de seda, en el que las mariposas
vestían medio luto.

Era un país en el que los barrenderos apartaban la basura
con cucharas de plata.

En un país en el que las puertas dormían siempre abiertas,
estaba la casa de San Jamás.

En un país en el que no existía el día de mañana,
ni el ayer, ni el de pasado mañana,
ni el de nunca,
estaba la casa de San Jamás.

Luis GÓMEZ-ESCOLAR
En AGUAVIVA: La casa de San Jamás
Madrid (disco: happening musical)


Contenido General

  1. LA MARCHA DE LAS COSAS Y EL INTERCAMBIO INELUCTABLE.
  2. LA PATRIA EN DIÁSPORA Y SU GARANTÍA SOCIETARIA.
  3. LA HÉGIRA VENEZOLANA Y DESTELLO SOCIETARIO


Contenido Parcial: Parte A. LA MARCHA DE LAS COSAS Y EL INTERCAMBIO INELUCTABLE


“Conceptos como ‘hogar’ o ‘patria chica’ me son ajenos, mi patria se expresa fundamentalmente en el hecho de ser  extranjero, o tal vez en el hecho de vivir con la incertidumbre que llevo conmigo” (Pico Iver en Dauk, 7)


“Lo interesante, y es lo que me he intentado fijar en diferentes momentos, sería una tercera vía, donde el concepto de patria se recicle en muchas maneras y tome en cuenta incluso su desaparición. Nunca el animalito humano estará más feliz que cuando para nombrar una serie de pequeñas posesiones no tenga que mencionar para nada este concepto” (Carlos A. Aguilera, 15).


            Si evocamos términos contiguos, y a veces sinónimos, como viaje, romería, peregrinación, dispersión, exilio, asilo, diáspora, nomadismo, bohemia, emigración, extranjería, cosmopolitismo, asistimos a un escenario de formas fractales, que buscan focos donde sostener su sentido.
            Las formas étnicas también se tornan configurativamente fractales en su decurso o viaje societario. La pretensión de un foco por parte de la forma no es otra cosa que obtener una realidad fija, una esencia, a lo que lo fractal es reacio en dejarse centrar del todo: siempre tiene un residuo de excentricidad que lo hace original. Tal pretensión suele obedecer a una estrategia que se define según intereses de los sujetos sociales, es decir, termina en decisiones socialmente construidas, sean políticas, económicas, ideológicas o etnoculturales.
            Lo etnocultural se refiere a la producción de significaciones que un colectivo social opera para habérselas con la realidad. La noción de etnicidad(es) concretiza dicha producción en grupos sociales diferenciados; es sinónima a la de  nacionalidad(es). La estrategia de la etnocultura suele caer en un esencialismo de tipo nativista, (Zulaika, 193) que en prácticas cotidianas, y aún científicas, se expresa en la manida noción de identidad (Marina, 2004a, 160-162). Tomada a préstamo de la psicología del yo, la ciencia social utiliza dicha noción sobre sujetos colectivos como un precinto que acapara la nominación de la supuesta esencia colectiva. Aún la noción de diferencia haga de cierre de la noción de identidad, ésta tiende a apuntar a cosas inmóviles, a formas fijas, a auto-ctonías etnicistas, siempre mirándose en sus mismidades.

A. LA MARCHA DE LAS COSAS Y EL INTERCAMBIO INELUCTABLE.

Por más que las cosas quieran parecerse a sí mismas, amarrarse a su esencialidad, empero, su destino es marchar, circular. El mundo se mueve porque las cosas se des-centran de sí. Significa que su realización final se lleva a cabo en una travesía, en otro lugar (heterotopía), en las manos de otras subjetividades. Las cosas cambian ¿para degradarse o para cualificarse?, ello depende del tipo de trabajo que como valoración se les incorpore. El fenómeno migratorio constituye un trabajo o acción sobre la realidad a partir de su forma fractal que va desde hacer vida en el camino intercultural, hasta hacer vida en la frontera étnica. Hay pueblos que tipifican unas formas u otras. Los pueblos ganaderos suelen ser nómadas según las estaciones del año como los Pasiegos y Vaqueiros de Alzada (Cátedra y Sanmartín, 1979), otros son nómadas por el tipo de agricultura migrante como los conuqueros tradicionales en Venezuela (Hurtado y Gruson, 1993), pero otros adoptan una forma de diáspora o dispersión histórica y geográfica como los Gitanos (San Román, 1997; Lisón, 1997) y los Judíos después de la caída de Jerusalén en el siglo I. El nomadismo está vinculado a la línea del viaje orientado con puntos de descanso, la diáspora está referida a una irradiación que implica aprender los puntos de orientación para saber  a donde se  va. La diáspora, como forma extrema de dispersión, está asociada al vagar errante como acontece al falucho de Séneca:

No hay viento favorable
para aquél que no sabe adonde va.

            Siempre, pero desde que llegó la mundialidad, la circulación de las cosas se ha intensificado. Ya la conformación de mundos o ecumenes (Juaristi, 95) como el romano significó un tiempo de circulación y mezcla de poblaciones. Roma tiene su origen en epeludes o emigrantes troyanos de clase baja, que se mestizaron con los latinos. Pero cayó en la tentación de la forma elitesca de regresar al autoctonismo justificando a sus fundadores como descendientes de héroes griegos (Juaristi, 91-94). El autoctonismo apunta a detener el mundo en nombre de un punto inmóvil inscrito en el endiosamiento étnico; es decir, estaciona al mundo en el comunitarismo y el particularismo étnico, como programas del hombre gregario. Frente a este hombre etnicista o nacionalista surge el hombre social (Devereux, 13), abierto a la invención, al movimiento, al intercambio (Mauss, 1971). La emigración diaspórica resulta una de las formas radicales de posibilidad del intercambio humano, en la medida que la diáspora propicie la capacidad de mezclar y fecundar los rasgos culturales extraños, y no la obstaculice organizándose en ghettos.
            Iniciándose el siglo XXI, parece que la maduración del hombre social está favorecida por una acción y actitud de diáspora, como salto de sistemas (Fernández McClintock, 1991). Esta dinámica social empuja a las etnicidades a ponerse en plan de viaje, emigración o diáspora; el plan adoptado impone que las reglas de la tribu o etnicidad se jueguen de nuevo, como propone el filósofo Savater como respuesta a que las reglas de la tribu se juegan una sola vez y para siempre, según Levi-Strauss (Véase Alborch, 177) En tal tránsito, las etnicidades sufren todo tipo de forma fractal: desde lo fractal informe de peregrinos y romeros, a la forma constreñida del exiliado y asilado; del vacío de forma del bohemio, desplazado o desalojado, a la pleamar de formas del cosmopolita y del globalizado, y de las formas portátiles y extremas del nómada  y del diaspórico. La diáspora coloca a las etnicidades en la extremosidad de las formas, porque las des-borda o extra-limita. La diáspora es una experiencia de extra-muros sociocultural que, como ninguna otra, impele a que la forma étnica se juegue de nuevo.
            ¿Cómo se juega la nueva situación étnica debido a la diáspora social? La diáspora puede hacer que se pierdan ciertos rasgos culturales, pero también que se refuercen otros; por su parte el ethos cultural o núcleo duro de la cultura puede ser repensado y transformado de alguna manera. La diáspora coloca al sujeto étnico en una situación contra-cultural, no sólo con respecto a la etnicidad a donde llega, sino también a su propia etnicidad. Subjetivamente la etnicidad se reelabora; ello favorece que los sujetos diaspóricos estén más dispuestos a jugar al “estado de sociedad”, si éste se encuentra proyectado en el país de acogida. Tal proceso “contracultural” significa una crítica tanto a la cultura propia y a la ajena permitiendo de un modo “natural” aceptar las ventajas y las garantías que ofrece y define lo societario como tal. A su vez, el “estado de sociedad” también se presenta como extraño, pero en este caso, extraño al “estado de naturaleza” que representa la etnicidad diaspórica. Los revolucionarios de París del siglo XVIII decían que la superstición hablaba bretón. Así justificaban la arremetida contra la etnicidad bretona, mostrando la incompatibilidad de lo étnico con la sociedad en el despegue de la primera modernidad.
            En el salto de sistema, la etnicidad se enfrenta a tres alter-nidades: 1. saltar hacia adentro (diáspora interior), como Pico Iver creando la propia incertidumbre como extranjería; 2. saltar a otro sistema para sobreponerse en el extraño (diáspora de fronteras); 3. saltar por encima de todos los sistemas para insertarse en o evocar un estado de sociedad cuyo proyecto se reafirma (diáspora societaria).
            1. La diáspora interior se asocia a la experiencia personal o de grupo. Dentro de su particularidad, se convierte en una actitud muy proclive a la condición postmoderna, que en su diferencialismo piensa al sujeto sin un punto de apoyo unificador. En su vertiente nihilista, el postmodernismo termina por fragmentar al sujeto (étnico) hasta eliminarlo; en la vertiente afirmativa de la ultramodernidad o segunda modernidad, el sujeto destinado a vagar por el mundo no desaparece merced al punto unitario mediante el cual logre recomponerse y reconciliarse con el proyecto social. Lo afirmativo de la ultramodernidad es un aliciente para acogerse a una actitud favorable al estado de sociedad que se otea en la interioridad particular, aunque sea en situación de enclave sociocultural., como suele ocurrir en experiencias personales en países sin proyecto social.
            2. La diáspora de fronteras constituye el hecho de los descubridores, inventores, pero también de los marginados, de bohemios, en el sentido de situarse en la brecha, en la aventura, en el entreabrir mundos mediante viajes, peregrinaciones, romerías, (Lisón, 157) con el objeto de exploraciones, turismo, cooperación (los cooperantes), trabajo migrantorio. Hay una constricción con respecto al propio sistema y se colocan en otro viviendo en éste como en una “frontera”; su acción emigratoria amplifica su propio sistema, aún éste no tenga la disposición para ello. Se mundializan o globalizan como “hombres de frontera” merced al salto de sistema. Son intelectuales, exploradores, refugiados, desplazados, trabajadores emigrantes (Todorov, 1988; Schnapper, 1988). No por el sector alto de los “adelantados” (políticos, empresarios, intelectuales, artistas), sino por el sector bajo de los “desplazados” (trabajadores), que el salto de sistema tiende a originar ideológicamente un concepto negativista de la mundialización o globalización, circunstancia que suele además mezclarse confusamente con el principio conceptual del estado de sociedad. Es la acriticidad culturalista frente a la que con razón se yergue Lisón (1997). Tal negativismo o acriticidad se absorbe en textos como el siguiente:

 “El ochenta por ciento de la población mundial no saca nada de la globalización. La riqueza fluye siempre en el mismo sentido: hacia el Norte. Al otro lado está la gente que va a la búsqueda de trabajo. Los refugiados son realmente las personas globalizadas” (Salgado, 81)
.
            3. La diáspora societaria consiste en elevarse por encima de las particularidades de las etnoculturas y los sistemas sociales. A la altura del proyecto de sociedad (Touraine, 2000; Hurtado, 2000) o en términos de la “ética constituyente” (Marina, 2001) el homo sapiens se juega su porvenir sobre la tierra. Esta alternativa supone haber sabido experimentar la diáspora interior y haber sabido también cruzar fronteras; de lo contrario, el desafío de la diáspora societaria  conduce a aprender con urgencia dichas sabidurías previas. Cuando planteamos el problema de la “‘Época de la emigración’ y el aprendizaje social del venezolano”(Hurtado, 2005a) nos topamos con la encrucijada de la cuestión societaria y las políticas del estado:

“Felizmente el Instituto Agrario Nacional (IAN) y la Reforma Agraria disociarán después de 1958 las nociones de inmigración y colonización a favor de la inmigración, donde lo importante es la condición de la libertad subjetiva. Esta condición favorecerá el proceso de la recomposición de la cultura y la instrumentación modernizadora del inmigrante. En esta nueva perspectiva política, cada vez más la inmigración se está convirtiendo en un estado de sociedad más que en un instrumento (racionalista) de políticas de estado”.

            Aunque inscrito el problema en las políticas de estado (diáspora de fronteras), empero, la investigación se orientó a averiguar más sobre las relaciones sociales que las prácticas políticas. En la presente disertación optamos por averiguar sobre la condición del estado de sociedad, en dirección no al venezolano esperando a inmigrantes, sino al venezolano puesto en marcha como emigrado en la diáspora mundial. Se atiende ahora a las condiciones de pensar el aprendizaje del “estado de sociedad” con ocasión de su inserción en sistemas sociales extraños y que, como ecumenes, se han planteado un proyecto de sociedad como son Estados Unidos de América (USA), la Unión Europea (UE), y aún Australia y Canadá. El fenómeno de la Unión Europea es paradigmático porque la unión viene en camino desde hace ya unos 30 años y todavía no ha terminado: hay estados candidatos a formar parte de la Unión como Suiza, Croacia, Rumania, Bulgaria y Turquía. (Comisión Europea, 2004); pero la Unión societariamente efectiva lo constituye la adopción de una Constitución, que no significa otra cosa que instituir una voluntad común o reglas de juego comunes con el fin de garantizar la convivencia y las ventajas para todos. La constitución (no ya la nación) que congrega en ecumene a las naciones mundializadas, es la garante de la existencia y promoción de las diferencias étnicas y sociales para el bien común. No son las diferencias étnicas las que garantizan el estado de sociedad. Lo proyectado étnicamente no tiene garantía en sí mismo sino en la acción del proyecto social. Que el hombre se constituya una sociedad (Devereux, 13), es un proyecto cuya ilusión se va abriendo paso en la realidad con mucha inversión en recursos económicos y esfuerzos políticos y culturales. Como realidad societaria, dicho proyecto no puede ser sino una objetivación de la ética. Que el resto de posibles ecumenes en la ancha geografía mundial lleguen a adquirir el estado de sociedad es también responsabilidad de dichas ecumenes constituidas, responsabilidad que será a su vez hacia adelante una prueba de su autenticidad societaria.

(La Bibliografía se recoge en la tercera parte o aparatado C.)

CAFÉ CON LECHE: Simposio sobre Cultura, Migración e Identidad. Goethe INSTITUT, Caracas, 2005, 112-114.

DIÁSPORA, ETNICIDAD Y ESTADO DE SOCIEDAD-2

CANCIÓN DEL QUE SE ESTÁ QUIETO

Aquí se está quieto, pero
el mundo sigue girando.

Aquí se mueven los pájaros,
pero están quietos,
y el mundo sigue girando.

¿Qué saben esos caballos,
estas dulces campanillas,
estos perros y este largo
sollozo de la paloma?
¿Qué el hombre que va en el aire
galopando?

Se mueven, pero están quietos.
…Y el mundo sigue girando.

Rafael ALBERTI
En AGUAVIVA: La casa de San Jamás
Madrid (disco: happening musical)
__________________________

Contenido General:
A. LA MARCHE DE LAS COSAS Y EL INTERCAMBIO INELUCTABLE.
B. LA PATRIA EN DIÁSPORA Y SU GARANTÍA SOCIETARIA.
C. LA HÉGIORA VENEZOLANA Y DESTELLO SOCIETARIO.

                                                           Contenido Parcial:

B. LA PATRIA EN DIÁSPORA Y SU GARANTÍA SOCIETARIA.

            El estado de sociedad  es un proyecto, una idea, no un utopismo ilusorio;  es una anticipación del futuro de la humanidad que necesita ser trabajado proactivamente. Aunque es una orientación, una virtualidad, no deja de existir como “realidad”  que hace posibles los horizontes de la acción real. Si el ser humano no inventa la posibilidad de lo real, lo real nunca se concretizará. El estado de sociedad faculta al sujeto individual, a cada etnicidad, para conseguir cosas que como particularidades no podrían alcanzar. “Facultar es “conceder una facultad”, un poder de hacer (facere). No es un permiso, ni una autorización, sino un poder eficaz” (Marina, 2004a, 253). Como proyecto, el estado de sociedad no es algo dado por la naturaleza, es decir, por la etnocultura, ni una gracia concedida por los dioses, no se encuentra en los genes de los miembros de ninguna tribu, sea la tribu occidental o alguna de sus subtribus, la sajona o la grecorromana. El estado de sociedad, como producto de la ética, es una invención o creación de la inteligencia humana que ha venido haciendo camino como una aspiración de la dignidad humana. Entender la sociedad como un estado no es lo mismo que entenderla como una estructura, sistema u organismo. Como estado implica que la sociedad proyectada va teniendo resultados instituidos o reglas de juego que garantizan a los sujetos societarios la autocrítica de pensamiento y acción. Por tanto, van “teniendo lugar” las condiciones que permiten generarse los derechos en consonancia con la voluntad de los que los quieran. Nadie posee por naturaleza ningún derecho. La posesión de los derechos, que son poderes simbólicos, se mantiene merced a un proyecto mancomunado. El estado (de sociedad) es esta condición de proyecto, pues su eficacia depende de que esa dinámica mancomunada no se mantiene sola, ni pertenece a un individuo particular ni cultural, sea dios, héroe o caudillo, sino a la generosidad de un colectivo que quiere vivir con dignidad. Si un criminal está protegido por el mismo derecho que ha conculcado, no es porque nadie se lo deba, sino por la generosidad de los que permanecen en la esfera de la ética, es decir, que están dispuestos a afirmar y a defender la dignidad de todo miembro del homo sapiens, aunque salgan perjudicados por ello.
            Los derechos sobre los que yo deseo y quiero descansar con dignidad son un anhelo privado y particular; pueden alcanzar lo étnico, pero como necesito el reconocimiento activo de la colectividad (mundial) no me es permitido aislarme en mis particularidades. Los derechos me impulsan a vivir fuera de mí. Tengo que contar con los demás para poder gozar de mis derechos. El estado de sociedad no es una adquisición otorgada, sino proyectada con ayuda de los demás. Porque todo derecho es un proyecto común, como el lenguaje y las costumbres, se precisa ir convirtiendo las propiedades reales en posibilidades proyectadas, es decir, hacer de lo natural adquirido un asunto de libertad moral como proyecto. En nuestro caso, vivir la etnicidad como una proyección del estado de sociedad o lo que somos cambiarlo a como deseamos y debemos ser. El estado de sociedad se encuentra en cada ocasión que elijo un nivel de aspiración, porque entonces marco la órbita de referencia como un proyecto de realidad. Si aspiro a que la vida humana sea un valor intrínseco, mi órbita de referencia es: estoy dispuesto a defenderlo. No todas las tradiciones morales (étnicas) definen la dignidad, como la posesión de derechos; ello las priva de universalidad, y sobre todo de urgencia práctica. Significa que la referencia al otro como extranjero, es insuficiente como lugar de la imparcialidad.
            Donde hay un impulso de convergencia entre etnicidad  y estado de sociedad es en la tribu occidental, que inventó la etnología moderna (Levi-Strauss, 72) o la capacidad de extrañarse ante las otras culturas. Lo que no quiere decir que lo ha logrado del todo, que no ha tenido y tiene dificultades para ver y aceptar al otro, y que ya haya llegado al mejor de los mundos. Creemos que apenas está husmeando el proyecto de sociedad; lo cual implica que apenas comienza a tener la pretensión de querer pensar la sociedad como estado de lo humano, esto es, como recurso punta que garantice la vida del hombre sobre la tierra. Las diásporas interior y frontera son prácticas de reconocimiento del otro, necesitadas del marco de un proyecto mancomunado, tal como comienza a proponerse en 1948 con la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
            Que no se trata de un espejismo, ni de una alienación mística, sino de un desafío que tiene por delante la especie humana, podemos observarlo en la vislumbre que en el siglo XII propone el monje Hugo de San Víctor. Formuló la siguiente valoración de la etnicidad en diáspora universal, lo que constituye una condición del proyecto social:

“El hombre que encuentra dulce su patria es todavía un tierno principiante, aquél para quién cualquier tierra se le hace nativa como la suya es ya fuerte, pero es perfecto aquél para quién todo el mundo es como una tierra extranjera”(citado en Zulaika, 194)

1. Nada más placentero (por no decir narcisista) que emocionarse con la patria de uno. Un exceso de placer puede no permitir crecer y aún producir una regresión en el individuo. Lo peor es que esta actitud de arraigo contiene en sí un fundamentalismo, “un miedo de que otra evidencia pueda resquebrajar la seguridad blindada que [el individuo] precisa para sobrevivir” (Marina, 2004b, 119). El fundamentalista emigrado origina una diáspora con escasa significación societaria.
            2. Si bien la salida a tierra extraña y considerarla como propia, es un gran paso adelante, sin embargo todavía queda mucho por recorrer. En su largo recorrido puede caer en el ilusionismo. Esta postura que pretenden adoptar algunos antropólogos en su trabajo es criticada como una ilusión etnológica (Bueno, 1987). Para el monje Hugo de San Víctor esta postura pudo obedecer a un ejercicio ascético asociado más a la postura teológica de la comunión con el prójimo (la proximidad) que a la postura etnológica de la comunión con el otro como extraño (la distancia) (Hurtado, 2005b). En el fenómeno de la emigración, el tiempo, se dice, acorta las distancias sociales y el emigrante termina por sentir lo extraño como propio. Es el tiempo del surrealismo modernista y el post-modernismo en las antropologías de Clifford (2001) y Zulaika (1996). En el intercambio como proceso fuerte (atreverse a emigrar a país extraño) se puede recalar en la tentación estética del surrealismo mediante un proceso de aculturación (Zulaika, 225). El hombre cosmopolita se encuentra en esta situación, suele hacer banal la diáspora de fronteras porque adopta comulgar con una ciudadanía universal sin particularidades, lo que es paralelo a la tesis de la homogénea aldea global de McLuhan.
            3. El horizonte es más allá, en la tierra prometida del hombre plenamente social. La promesa tiene una presencia simbólica, está por verse en su distancia. Es extranjera por definición como el tiempo futuro, como todo proyecto, presagio o vaticinio. Si se quiere ir más allá de la patria chica y remontar fronteras de sistemas sociales nacionales, de políticas de estado, de los tropiezos del mercado, de contratos o negociaciones, es necesario convertirse en posibilidad, en sujeto de proyecto, de estado de sociedad. Para alcanzar este estado de subjetividad no hay más remedio que ir por delante del sí mismo, dibujando un proceso de superación personal que demanda la colaboración de los demás. A radice, como propone San Víctor, los demás, el otro es (un) extranjero. El mundo no es tierra con dueño, ni tierra de nadie para decir de todos (de lo mío a lo de nadie -como tierra comunal-, dirá Devillard, 1993), sino que esencialmente es una tierra sin cuajo, sin entraña, pertenece a la im-propiedad. En la ideología narcisista, contraria al orden social, el extranjero es concebido como el alienado, el forastero inauténtico u hostil, tal como ocurre en las etnologías premodernas. En cambio, la etnología moderna, la del proyecto de sociedad, me dice que el otro, el extranjero, diferente a mí es el que me autentica, en la medida en que me hace salir fuera de mí; no es un mero juego de centrífuga retórica o estética, sino que al salirme de mi centro adquiero la capacidad de proyectar que me la otorga el otro como campo de mis posibilidades.
Ya no se trata sólo de asumir lo extraño como propio, como acontece al hombre cosmopolita, sino de que todo el mundo, incluyendo lo propio sea permanentemente extraño, extranjero: desde salir fuera de sí hasta que lo nativo en la propia patria se viva como diáspora. Una etnicidad diaspórica representa un símbolo radical de la práctica de extranjería, y por lo tanto una clave infraestructural del proyecto de sociedad. Manteniendo en vuelo dicha clave, los sujetos a la diáspora son testigos garantes, muchas veces mudos, de que la universalidad del proyecto se prosiga hasta alcanzarse en sus extra-límites donde se ubican ellos por su situación étnica ¿Se abre la vía de la experiencia diaspórica como aprendizaje societario en el mundo de hoy? Vamos a observarlo en la emigración actual de los venezolanos.

(La bibliografía se recoge en las tercera parte o apartado C.)

CAFÉ CON LECHE: Simposio sobre Cultura, Migración e Identidad. Goethe INSTITUT, Caracas, 2005, 114-116.

DIÁSPORA, ETNICIDAD Y ESTADO DE SOCIEDAD (EN VENEZUELA)

EL VIAJERO

   Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano,
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.
   Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente;
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.
    ………………….
   Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido imprime.
   Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tictac del reloj. Todos callamos.

Antonio MACHADO.
“Soledades”. Poesías Completas.
Colección Austral, Espasa Calpe.
Madrid, 1969.
 ______________________________
Contenido General:
A. LA MARCHA DE LAS COSAS Y EL INTERCAMBIO INELUCTABLE.
B. LA PATRIA EN DIÁSPORA Y SU GARANTÍA SOCIETARIA.
C. LA HÉGIRA VENEZOLANA Y DESTELLO SOCIETARIO.

                                                           Contenido Parcial:

C. LA HÉGIRA VENENEZOLANA
Y DESTELLO SOCIETARIO.

Toda acción acontece primero en el pensamiento. ¿“Piensas emigrar”? aparece de antemano en los medios venezolanos de comunicación masiva como una motivación, y hasta como un llamado: Son los anuncios en las páginas interiores de periódicos, revistas, entrevistas de TV, en páginas W, como parte de empresas de negocios. No en vano en Venezuela hay una cultura del viaje al extranjero, pero para regresar, en la clase alta, y después se amplió a la clase media. Para que se dé ese viaje como una suerte, hay un ritual de año nuevo: después de las 12 campanadas por las que concluye el 31 de diciembre el que “piensa viajar” saca las maletas vacías y se pasea con ellas por la calle del vecindario. Como las mercancías importadas, el viaje al extranjero muestra un amor obsesivo por lo extranjero. Esta xenofilia, sin embargo, termina contradictoriamente dentro de una actitud integrista cuando de regreso del viaje se dice ritualmente: “como en Venezuela en ninguna parte”. Hay, empero, algunos esfuerzos particulares que aprovechan los medios de comunicación para valorar la riqueza cultural contentiva en las “colonias” de población europea, y aún asiática (Todo en Domingo, 2004) y para subrayar los aportes culturales de personalidades venezolanas de origen europeo, como lo hace Arráiz Lucca (2004). Ello ocurre cuando la inmigración europea comienza a decantarse merced a que se detiene y decae a partir de 1958 (Pellegrino, 1989; Bolívar Chollet, 2004), continuando en descenso rápido después de 1980 (Bolívar Chollet, 2004). Dicho proceso tiene la doble vertiente de que ya casi no vienen inmigrantes europeos a Venezuela, y también de que hay un proceso tanto de retorno de los pioneros (padres), como de huída de los hijos y aún nietos, juntándose en los últimos 10 años las circunstancias sociales, políticas y económicas que colocan a la población todavía residente en disposición de “saltar” hacia fuera del país. Hay videntes que pronostican que se irá del país durante este año de 2005 el 20% de la población (Azzi, 2005).
Se encuentra tan agudo el conflicto social, político y económico del país que hasta esta variable de la emigración, imaginada como implosiva, entra también dentro de los cálculos cabalísticos. Esta forma de recolección del dato trata de imponerse como “aceptable”, debido a la falta de cifras oficiales y a la circunstancia de la insuficiencia técnica de la burocracia, para recoger el movimiento poblacional en las fronteras (Bolívar Chollet, 2004), Esta falla en la materia prima demográfica se agudiza cuando nos referimos a la población criolla que piensa y/o decide irse del país, “en búsqueda de oportunidades que el país no brinda ya”, dicen. En este estudio no nos interesan los retornados, sino la población criolla. A falta de datos oficiales confiables y su sistematicidad, procedemos a argumentar con datos espigados en los medios de información con interés en el problema. La actual emigración venezolana no obedece a políticas de estado; si no a un estado de sociedad negativo, por lo que la gente misma toma la iniciativa y trata de ir a los lugares más favorables y asequibles: sea por la cercanía (Estados Unidos), sea por la lengua (España). Aunque se incorporan otros países europeos como Francia, Inglaterra, Italia y Alemania, y americanos como Canadá, y de Oceanía como Australia.           
El país adonde más emigran los venezolanos es a Estados Unidos. Durante el año 2004 solicitan asilo en Estados Unidos 1.400 venezolanos. El Servicio de Inmigración destaca que el número de solicitudes creció en 74%. No todos logran ser aceptados. Las autoridades estadounidenses rechazaron 59 peticiones en los últimos cinco años (http://www.mequieroir.com). Que Estados Unidos sigue siendo la meca de la emigración latinoamericana, lo reporta dicha página al referirlo a México. “Más de 398 mil mexicanos abandonaron el país durante 2004 y la gran mayoría se mudó para Estados Unidos”. Este proceso no es nuevo. En el año 2.000 casi 20 millones de latinoamericanos y caribeños vivían fuera de su país, y siete de cada diez vivían en Estados Unidos, muchos de ellos en condición ilegal; asimismo, entre los emigrantes el porcentaje de profesionales y técnicos es cada vez mayor. La crisis económica, social y política que sufren muchos de los países ha forzado a una creciente emigración principalmente en Colombia, Argentina y Venezuela.
No es sorprendente que el venezolano tome el camino de Estados Unidos, pues este país sigue siendo el de mayor inmigración del mundo. Este proceso en el siglo XIX se relacionó con la emigración europea; en el censo de 1980, Alemania aportó el 13% de los inmigrantes. En el siglo XX, el papel le corresponde a América Latina. De los 56 millones que alcanza el record, 34 millones corresponde a México en las últimas tres décadas, es decir, la cuarta parte de emigrantes. Venezuela estaba fuera de esas corrientes migratorias debido a las buenas condiciones sociopolíticas financiadas por el petróleo y la redistribución partidista. Venezuela era un país de esperanzas para sus ciudadanos e inmigrantes. El juicio de este país esperanzado véase en Hurtado (2000) Pero desde hace 10 ó 12 años los venezolanos iniciaron su proceso migratorio hacia Estados Unidos (http://www.mequieroir.com/migración/migracion_porque.phtml). El censo estadounidense del año 2000 registra más de 91 mil venezolanos viviendo en diversas regiones de Estados Unidos. Las últimas estimaciones calculan que podrían haber aumentado hasta en un 80% en los últimos dos años llegando a más de 200 mil venezolanos. El mismo Comité de Estados Unidos para Refugiados (USCR) consigna el hecho de que la mayoría se refugian en el estado de Florida. Dicha organización civil reporta en su “Encuentro Mundial de Refugiados 2004” que solamente este año “cerca de 2.960 venezolanos han buscado refugio en Norteamérica” (http://www.refugees.org/world/countryindex/venezuela.cfm). Empero, el Informe añade que “opositores destacados del gobierno del presidente Chávez han solicitado asilo en otras naciones del hemisferio”.
El proceso emigratorio venezolano parece que comienza a dibujarse en firme. Así, las solicitudes de asilo de venezolanos en Estados Unidos aumentan en número durante el año 2004. Las cifras oficiales revelan que 659 ciudadanos venezolanos introdujeron documentos ante la Oficina para la Revisión de Inmigración (EOIR) del Departamento de Justicia. Se triplican frente a las 210 que reciben en los años anteriores, el 2002 y 2003 (Matheus, 2004, en línea: http://www.eluniversal.com/2004/10/29int_art_29134E.shtml). En Miami se observa que los venezolanos han elevado sus compras de vivienda. La inmobiliaria Fortune vendió 2,5 millardos de dólares en 2003. De este monto, el 16% corresponde al mercado venezolano. (El Nacional, 11 de julio 2004).
Sin embargo, para muchos países sudamericanos, Europa está desplazando a Estados Unidos como región más atractiva, en parte por razones culturales y de idioma, pero también por el notable crecimiento económico de España e Italia. El proyecto de “blanqueo” de trabajadores extranjeros en condiciones de ilegalidad que comienza a funcionar desde el 15 de febrero de 2005 en España va a favorecer a las colonias sudamericanas, como la ecuatoriana que asciende a 800.000 personas, a la colombiana que se acerca al medio millón (http://www.mequieroir.com; Majo, 2005). Otros destinos importantes de los emigrantes latinoamericanos son Canadá (con medio millón), los Países Bajos, el Reino Unido y Australia. La empresa internacional Alexa promociona la emigración venezolana a los países señalados con motivo de trabajo y estudio. A falta de consignar cifras, la propaganda empresarial ofrece testimonios personales sobre el éxito de la gente que adquiere el estatus de diáspora (http://www.mequieroir.com).
Las figuras del asilo, educación, e inversión de capital, muestran la diáspora de fronteras de los venezolanos que debido a su carácter internacional marcan pautas de aspirar a las ventajas del estado de sociedad que parece despuntar foráneamente
1. La figura del asilo, fundamentalmente desde 1999, con ocasión del comienzo del gobierno del presidente Chávez constituye la hégira venezolana hacia Estados Unidos. Entre 1999 y 2001 hubo 153 casos de solicitud de asilo, mientras que entre 2002 y 2004 se presentaron 2.069 solicitudes. De éstos últimos, 899 ocurrieron en 2003, de ellas fueron aprobadas 168. En 2004 se alcanza el record  de 1048 solicitudes, de las cuales se aprueban 611 y 43 se deniegan, el resto continúa en revisión. En el contexto de este repunte se encuentra la revocación que dictó la Fiscalía General de Venezuela de viajar al exterior a 350 personas firmantes del decreto Carmona con ocasión de los sucesos del 11 de abril de 2002 en Caracas. Son cifras que proporcionan el Servicio de Ciudadanía e Inmigración estadounidense según ANSA (El Nacional, 2 enero 2005).
Venezuela se convierte en el país del hemisferio occidental con mayor número de asilos otorgados en Estados Unidos. Con sus 659 peticiones, Venezuela supera a Cuba en planillas de asilo con 645 y a Irak con 554 en el año 2003. Tradicionalmente, México, El Salvador, Cuba y Haití son los países con mayor número de peticiones de asilo en el hemisferio occidental. Pero tienen la particularidad de que a los ciudadanos de estas naciones les es reconocido un status especial por razones económicas y políticas. En este marco favorece o desfavorece a estos ciudadanos: por ejemplo, de 7.678 solicitudes de ciudadanos mexicanos, solo recibieron asilo 64. A los venezolanos no los ampara un tratado ni una condición especial (Matheus, 2004; en línea http://www.eluniversal.com).
Aunque no coinciden por diversos criterios las cifras que oficialmente relatan las agencias norteamericanas (Servicio de Ciudadanía e Inmigración y la Oficina de Revisión de Inmigración (EOIR), sin embargo, destacan el crecimiento del 74% de las solicitudes, y la casi aceptación de la mayoría de las solicitudes. Ello tiene un sentido: Aunque los venezolanos han ingresado con visas variadas, empero, recurren a la figura del asilo como una forma de asegurar la residencia y evitar tener que regresar al país. Por primera vez en la historia, asistimos a la hégira del venezolano como huída de su propio país. ¿Será una huída diaspórica que, como un bautismo de fuego, inaugure un aprendizaje del estado de sociedad?
2. La figura de la educación constituye otro motivo de la diáspora venezolana. Lo promocionan las embajadas de los países acreditados, pero también empresas de emigración y algunos centros de educación de enseñanzas de lenguas extranjeras. La embajada estadounidense cita al Instituto de Educación Internacional (IIE) de Nueva York que describe el salto del volumen de estudiantes internacionales en USA: en el año académico de 1954-1955 eran cerca de 34.000, en 2002-2003 pasaron a casi 600.000. En los últimos 30 años –atestigua el embajador- unos miles de estudiantes venezolanos se han graduado en Estados Unidos por medio de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho venezolana y el Programa Fulbright estadounidense (Brownfield, 2004; en línea: http://www.eluniversal/2004/11/23/ten_art_23252A.shtml).
Australia también se ofrece como destino educativo a los venezolanos. Aunque no ha habido mucha promoción, en la actualidad hay unos 100 venezolanos haciendo algún tipo de curso en esa nación (El Nacional, 24 de enero 2005). Asimismo, España y Canadá se encuentran entre las naciones promocionadas para que los venezolanos vayan a cursar estudios en sus universidades (http://www.mequieroir.com).El carácter internacional del estudiante otorga a éste un aprendizaje de otras culturas (diáspora de fronteras), también un mayor entendimiento de sus relaciones sociales, según el texto citado. De seguro que todo ello le favorece el aprendizaje de la diáspora societaria.
3. La figura de la emigración del capital constituye también una demostración de la diáspora de frontera, la de los emprendedores. Costa Rica se ha convertido en un polo de atracción para empresarios colombianos y venezolanos. La inversión venezolana supera la erogación de los 19 millones de dólares en 2003. El aumento supone el 900%. Datos del Banco Central indican que los 1,9 millones de dólares fueron invertidos en 2002 por firmas venezolanas, mientras que al año siguiente la cifra ascendió a 19,2 millones de dólares. Venezuela se coloca en el tercer país latinoamericano que inyecta dinero en Costa Rica después de México (38 millones) y El Salvador (31 millones) (http://www.eluniversal.com/2004/08/24/eco_art_24154C.shtml). Al promover acciones empresariales en el exterior, el venezolano aprende la competencia (Cf. Hurtado, 2001), virtud que le dispone para situarse en las aspiraciones del proyecto de sociedad.
Las cifras de la diáspora mundial aumentan con los años: cada vez más gente en el mundo vive fuera de su patria chica, lo que supone una circunstancia desafiante para que el ser humano sepa al menos constituirse una situación de sociedad. La emigración involucra al venezolano en este flujo humano mundial ¿Cómo se dispone a ello?
Veamos la escalada de la diáspora mundial. El Informe del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas (ONU) establece que en el año 2.000 en el mundo había un total de 175 millones de personas viviendo fuera de sus países. Una cifra muy elevada en comparación con los 80 millones en los años setenta, o los 100 millones en los años ochenta. El asunto se complica porque la situación de ilegalidad es alta en este tipo de población. Se cree que en Estados Unidos hay unos siete millones de inmigrantes ilegales, y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) utiliza la misma proporción uno de cada cinco- para deducir que en el año 2000 en Europa Occidental había 3,5 millones de inmigrantes ilegales. Son emigrantes que se movieron mediante el contrabando y el comercio ilegal de personas, un negocio ilegal que mueve unos 10.000 millones de dólares al año (http://www.eluniversal.com/2004/11/30). Tanto la marcha ascendente de la población globalizada pensada en diáspora, como el intercambio global llevado a contragolpes (ilegalidad) revelan la importancia de los flujos migratorios en la población mundial, así como su influencia en la composición económica, social y demográfica.
Estas circunstancias mundiales han llegado a soplar en la geografía venezolana. Tenemos unos resultados en el ámbito de la opinión pública y otros resultados al nivel de crecimiento personal que suponen disposiciones al hecho social de la mancomunidad mundial (Véase http://www.me quieroir.com/migración/migración_porque.phtml):
1. Un estudio reciente de opinión pública da como resultado que más del 43% de la población general venezolana se marcharía si se le presentara la ocasión de hacerlo. Esta variable aumenta considerablemente cuando se interroga a jóvenes menores de 24 años (53%). Su argumentación es consistente con los indicadores en el siguiente orden de importancia: 1) No visualiza un futuro promisorio y lo expresa diciendo “no hay oportunidades”; 2) Inseguridad personal; 3) Hay mejor oportunidad en el exterior; 4) No hay desarrollo profesional; 5) Incertidumbre política. Cuatro de los cinco indicadores refieren un vacío, una ausencia, un negativismo de percepción sobre el país. Hay un país que se vacía. Sólo un indicador positivo mira al extranjero. ¿Será una xenofilia cargada de yo ideal? Este estudio se encuadra en una aspiración objetivista e ideológica, pero marca la posibilidad de diáspora de fronteras inscrita en la opinión pública venezolana.
2. Otro estudio señala el fenómeno denominado “crisis de oportunidades para el autocrecimiento” como razón para la diáspora. Es una aspiración de subjetivación del sistema social. Hay una evaluación crítica del sistema social, porque éste se encuentra inmovilizado en sí mismo, inhabilitado étnicamente para generar oportunidades a favor del individuo; por tanto no deja crecer socialmente a éste. A esta conclusión llegamos en nuestro estudio sobre la sociedad venezolana, que como la de Alor (Oceanía) muestra una conducta pre-edípica (Hurtado, 2000, 308). Según esto, se averigua que emigrar para la mayoría de los venezolanos (que están dispuestos a emigrar) es “algo más que la búsqueda de oportunidades económicas, de trabajo. Nos encontramos con profesionales jóvenes que sienten que la crisis está haciendo difícil el desarrollo de la vida cotidiana, por lo que ven en el exterior el contexto ideal para la búsqueda de la autorrealización” (l.c.). Parte del país ha crecido, suponemos un 18%, y otra parte, suponemos un 82%, es una rémora de tipo étnico que deniega y no admite que haya crecimiento personal ni social, de modo que los “mejor” crecidos (profesionales) orienten al colectivo para que se constituya su proyecto social. La aspiración a la autorrealización identifica un tipo de diáspora interior, básica para superarse en la diáspora de fronteras que como ilusión o deseo, hemos visto, está inscrita en la percepción de la opinión pública.  También ayuda a establecer el foco de la forma fractal diaspórica, indispensable para mirar por encima de las diferencias étnicas; aún más si se piensa que para alcanzar la autorrealización es indispensable la acción mancomunada de los otros todos (lo social mundial). Entonces entra en juego la decisión de asumir la diáspora como circunstancia ventajosa para abrirse a la aspiración del proyecto social posible. Esta es la situación de un grupo de venezolanos calificados y en trance de ingresar a la diáspora societaria situándose fuera del sistema social venezolano, que por sustrato étnico se mantiene estrecho e inmóvil.

BIBLIOGRAFÍA

AGUILERA, C. A. y J. A. Campos (2003): “¿Inhumar o exhumar? Patria o muerte”.
HUMBOLDT, Goethe Institut Inter Nationes, Año 45/Nº138, 12-15.
ALBORCH, C. (1999): Solas. Gozos y sombras de una manera de vivir, Temas de hoy,
Madrid.
ARRÁIZ, R. (2004): España y Venezuela. 20 Testimonios, Fundación para la Cultura
Urbana, Caracas, Nº 18.
AZZI, A. (2005): “Ve cómo será Venezuela en 2005”. El Nacional, 30 de enero, Todo
en Domingo, Suplemento Especial.
BOLIVAR Chollet, M. (2004): La Población Venezolana 10 Años después de El Cairo,
FACES-UCV, Caracas.
BROWNFIELD, W. R. (2004): “Estados Unidos, un gran lugar para estudiar”. El
Universal, Caracas, 23 de noviembre.
BUENO, G. (1987): Etnología y Utopía, Júcar, Madrid.
CÁTEDRA, M. y R. Santamaría (1979): Vaqueiros y Pescadores. Dos modos de vida,
AKAL, Madrid.
CLIFFORD, J. (2001): Dilemas de la Cultura. Antropología, literatura y arte en la
perspectiva postmoderna, Gedisa, Barcelona.
COMISIÓN EUROPEA (2004): Una Potencia Mundial. Las relaciones exteriores de la
Unión Europea. Comunidades Europeas, Bruselas.
DAUK, E. (2003): “La madre Tierra y la patria celestial”. HUMBOLDT, Goethe
Institut inter Nationes, Año 45/ Nº 138, 6-7.
DEVEREUX, G. (1975): Etnopsicoanálisis Complementarista, Amorrortu, Buenos
Aires.
DEVILLARD, M. J. (1993): De lo Mío a lo de Nadie, Siglo XXI, Madrid.
FERNÁNDEZ  McCLINTOCK, J. W. (1991): Al Servicio del Sistema: el estudio de la
cultura ibérica desde dentro y desde fuera, En M. Cátedra, Los Españoles vistos por los Antropólogos, Júcar, Madrid, 81-108.
HURTADO, S. y A. Gruson (1993): Gerencias Campesinas en Venezuela, Consejo de
Desarrollo, Universidad Central de Venezuela, Caracas.
HURTADO, S. (2000): Elite Venezolana y Proyecto de Modernidad, La Espada Rota,
Caracas.
HURTADO, S. (2001): “Felices aunque Pobres. La cultura del abandono en Venezuela”.
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura. Vol.7/Nº 1, enero-junio, 95-122.
HURTADO, S. (2005a): “La época de la Emigración y el Aprendizaje Social del
Venezolano”. Fundación F. Herrera Luque: Las Inmigraciones a Venezuela en el
siglo XX. Aportes para su Estudio, ed. Fundación F. Herrera Luque y Fundación Mercantil, Caracas.
HURTADO, S. (2005b): Etnología para Divagantes, en Publicación.
JUARISTI, J. (2000): El Bosque Originario, Taurus, Madrid.
LEVI-STRAUSS, C. (2000): Raza y Cultura, Cátedra, Madrid.
LISON, C. (1997): Las Máscaras de la Identidad, Ariel, Barcelona.
MARINA, J. A. (2001): Ëtica para Náufragos, Anagrama, Barcelona
MARINA, J. A. (2004a): Crónicas De Ultramodernidad, Anagrama, Barcelona.
MARINA, J. A. (2004b): Dictamen sobre Dios, Anagrama, Barcelona.
MATHEUS, M. E. (2004): “659 venezolanos solicitan asilo a EEUU". El
Universal, Caracas, 29 de octubre.
MAUSS, M. (1971): Sociología y Antropología, Tecnos, Madrid.
PELLEGRINO, A. (1989): Historia General de la Inmigración en Venezuela. Siglos
XIX y XX. Metrópolis, Caracas.
SALGADO, S.: (2002): “Fotografías de Sebastiao Salgado en HUMBOLDT”.
HUMBOLDT, Goethe Institut inter Nationes, Año 442/Nº 136.
SAN ROMÁN, T. (1997): La Diferencia Inquietante, Siglo XXI de España, Madrid.
SCHNAPPER, D. (1988): “Modernidad y Aculturaciones a propósito de los
Trabajadores Emigrantes”. E, Todorov (ed.), Cruce de Culturas y Mestizaje Cultural, Júcar, Madrid, 173-205.
TODO EN DOMINGO (2004): “País de Inmigrantes”. El Nacional, Caracas, Nº 261, 3
de octubre.
TODOROV, Tz. (1988): “El Cruzamiento entre Culturas”. En Todorov (ed.), Cruce de
Culturas y Mestizaje Cultural, Júcar, Madrid, 9-31.
TOURAINE, A. (2000): ¿Podremos Vivir Juntos? Iguales y Diferentes, Fondo de
Cultura Económica, México.
ZULAIKA, J. (1996): Del Cromañón al Carnaval, Erein, Donostia, España.

CAFÉ CON LECHE: Simposio sobre Cultura, Migración e Identidad, Goethe INSTITUT, Caracas, 2005, 116-119.