lunes, 22 de agosto de 2022

EL VACILÓN EN LA POLÍTCA DE LAS PROMESAS

 

                                 Autopista 'Francisco Fajardo' (Caracas) 

               

Promesas en el laberinto[1]…

…El laberinto en las promesas

Será la política constituyéndose…

…en laberinto con sus promesas

 

Como nuestra crítica por el lado del Estado puede caer en la tentación repetitiva, señalada por los autores, tomamos el camino de la crítica de la cultura, étnica y social. Pensamos que ésta completa a la crítica trajinada del Estado y sobre todo que otorga a nuestro planteamiento una originalidad de carácter etnopsiquiátrico que suele dejarse de lado como olvido, o como hecha a un sujeto pasivo moldeado por el Estado, o como disculpa a la gente en cuanto colectivo sociocultural incapaz debido a su insuficiente subjetividad.

En este punto es preciso asumir que la gente tiene la subjetividad propia que le otorga su dignidad de ser humano, por un lado, y por otro, observar que la gente tiene alguna capacidad afirmativa desde su cultura étnica, porque ocurren movimientos reivindicativos que muestran una capacidad reactiva ante el Estado; además, no puede olvidarse su virtual responsabilidad ética al referirse como el estrato de la sociedad donde se origina la propia legitimidad del Estado, y, por lo tanto, remite al trasfondo del problema al que como fundativo estamos tratando de acercarnos a plantear.

Por supuesto que el colectivo de la gente necesita un liderazgo como minoría que con sabiduría debe orientar al pueblo, porque sin un guía éste se presenta como un rebaño sin pastor. El asunto es que esta minoría ilustrada con compromiso debe surgir y crecer como una planta autóctona en y desde la actividad cultural del colectivo social. En este marco con sus coordenadas señaladas se trasluce esa realidad donde la actividad cultural de un pueblo tiene la capacidad reflexiva dentro de su naturaleza inteligente para reaccionar ante los acontecimientos turbulentos o sísmicos donde se produce su vida, o vagar descarrilado en un espejismo que lo deslumbra.

Todo pueblo en su historia se ha encontrado, y se encuentra, ante remolinos de realidad que debe enfrentar y darle solución. Unos lo enfrentan en condiciones de conflicto consigo mismos, de guerras, enfermedades, hambrunas, emigraciones…; otros, reaccionan inventando acuerdos que, instituidos, les permiten llegar a la solución de sus problemas y lograr una paz duradera; y existen otros pueblos que esquivan la realidad, ignorándola o considerándola sin importancia para su vida, o tratándola como un espejismo seductor que, desquiciando su responsabilidad, ceden a la administración del Estado la operación  de vérselas con la realidad y descargan su poder político en el Estado mismo, propiciando tiranías.

Estamos ante el historial del “Descenso del Maelström”, siendo la historia no el escenario que con su dinámica produce la ruina de las culturas, según la postura de Walter Benjamin (s/f.)[2], sino de la historia como oportunidad de la inteligencia humana para crear realidad-mundo, como lo auguran Briceño Iragorri (1972), Marina (2004), García Bacca (2004). ¿Con qué inteligencia, a partir de su cultura, reacciona el pueblo venezolano ante el problema de la existencia de país, su país real y posible? He aquí el ‘escenario Venezuela’, el actor de pueblo como social y político, el sentido del trabajo de las relaciones sociales producido por su cultura, y el problema apuntado de cómo debe tener lugar la existencia etnocultural del pueblo venezolano para que éste pueda despegar, con la valentía necesaria, el hacer país.

En este momento de la historia, en Venezuela, unos se van (emigran) y otros regresan, ir y venir, irse y estar de vuelta; la población ha entrado en esa dinámica, aunque siempre hay un desbalance en la misma, siendo en este momento el de mayor significación el que unos se van (emigren) como refugiados o asilados, en muchos casos, emigrantes anónimos. Pero hay quienes llegaron antes de este momento histórico, y aún permanecen en su quehacer unas veces con el viento a favor y otras veces contra viento y marea.

Lo importante es saber, actualizando a Séneca, cómo tener las velas desplegadas para colocarse con el viento favorable y saber adónde se tiene que ir. No importa ya saber de Ítaca o no, el viaje es el mismo porque siempre es la misma experiencia de realidad, de ida o de vuelta, de viento a favor o a contraviento. La orientación social adónde se va, se tiene a su vez que ir aprendiendo en la medida que se tiene que ir haciendo camino noche y día, experimentando el viaje del proyecto de vida societal.  

Ese hacer el camino se ha visto en situación de permanente pantano, porque la inteligencia real (y aún posible) de la estructura social se encuentra mediada y aún moldeada por la cultura étnica, especificada conceptualmente por nosotros como matrisocial[3]. Más que la económica y la social, su campo de acción a manipular es la política de la promesa, la de la solución de las necesidades de la población. ¿Qué es lo que ocurre como manipulación fácil para que la situación del país se torne propicia para la política de promesas, y ésta alcance su realización complacida en la población que “combate por su sometimiento como si se tratara de su bienestar”? (Baruch Spinoza).

Si miramos retrospectivamente al país desde su destrucción del caos, debemos hilar hacia un proceso de transgresión en el comportamiento social. Es desde aquí que podremos barruntar el desorden desencadenado en la realidad, que nos lleve con el problema de ‘la seducción de la boca vacía del caos’ (Paz, 29), allí donde se compulsa la existencia de la ley para acallar las voces del desastre (Savater, 340-341); pero formulada la ley, su cumplimiento es desviado hacia el objetivo de una dominación que producirá un nuevo y más duro desorden (Hurtado, 1995: 170-173)[4].

Hay una especie de “robo de los bienes culturales” (Hurtado, 2013, 17-29) ya no organizado por un semidiós o héroe cultural como Prometeo, sino llevado a cabo por los prohombres de la política, donde para estos momentos “Dios ya no está en uso” (Savater, 333). Ahora el análisis es más complejo; se trata de una situación terrena donde pueden jugar todo los actores posibles que van desde el autócrata hasta la sociedad entera, al mismo tiempo que llegar a violar las promesas cumpliéndolas  (Savater, 339), cuestión muy grave, pues traicionan la promesa con que se define el ser social esperando el reconocimiento del otro (Savater, 349).

Referencias

Benjamín, Walter (s/f.) “Tesis de filosofía de la historia”. Illuminations.

Briceño Iragorri, Mario (1972). Mensaje sin destino. Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo. Caracas: Monte Ávila.

García Bacca, Juan David (2004). Ensayos y estudios (II). Caracas. Fundación para la Cultura Urbana.

Hurtado, Samuel (1995). Cultura matrisocial y sociedad popular en América Latina. Caracas: Trópykos.

Hurtado, Samuel (2013). “El robo de los bienes culturales” y “El ángel del destino”. Contratiempos entre cultura y sociedad. Caracas: Ed. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, 17-41 y 243-270.

Hurtado, Samuel (2019 [1998]). Matrisocialidad. Explotación en la estructura psicodinámica básica de la familia venezolana. Saarbrücken (Alemania): Editorial Académica Española.

Marina, José Antonio (2004). Crónicas de ultramodernidad. Barcelona: Anagrama, quinteto.

Paz, Octavio (1993). El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica.

Savater, Fernando (2000). La tarea del héroe. Barcelona: Destinolibros.



[1] Alude a un libro de compilación informado por Academia.edu

[2] A propósito de Benjamín (s/f.), hemos dicho en otro lugar “La situación venezolana no es la del ‘ángel de la historia’ de la filosofía de la historia de Benjamín que marcha de espaldas a la historia y lo que testifica, como nostalgia de la barbarie, son las ruinas de las culturas. Tampoco es la de un ‘ángel de la tradición’ de los culturalistas, que de un modo homólogo iría de espaldas a la tradición y lo que observaría como ilusión etnológica sería el punto cero de lo social arte-fáctico. Trascendiendo las nostalgias y las ilusiones del primitivismo podría verse la vivencia anclada de la barbarie en la figura de un ‘ángel del destino’ ubicado fuera de la historia y la tradición, en un tiempo presentista (no hay corredores al pasado, ni puentes al futuro). En dicho tiempo, el deseo es pensado como realidad, y la catástrofe o la demora psíquico-cultural como descanso feliz en un viaje nunca realizado” (Hurtado, 2013: 246-247).

[3] Es un concepto etnopsiquiátrico que define la honda dependencia materno-filial, que dentro de una personalidad social invertebrada, como ocurre en Venezuela, se proyecta casi prescriptivamente en las relaciones sociales y orienta el sentido de éstas. El actor colectivo, al enuclearse en lo psicofamiliar, la familia tiene la libertad y la defensa fundamentales frente al sistema social. Es más, invade y deteriora a éste, es decir, lo subjetivo (emocional) desplaza, sin combinarse, lo racional. La matrisocialidad representa un actor colectivo (una subjetividad) con faltantes subjetivos para generar y conectar racionalidades secundarias o societales. Por consiguiente, se halla en dificultad de ubicar el conflicto social (proyecto societal) en convergencia con el proyecto cultural autonomizado de lo societal (Cf. Hurtado, 2019 [1998]).

[4] Decíamos entonces “El pánico a la propia realidad pareciera que impone estas conceptualizaciones como respuestas a mantener el orden en el país y como quietud del mismo. La sola democracia o liberalidad sin jefe fuerte trae consigo el desorden y no como parte de la rebelión (ritual popular), sino como auto-destrucción de la sociedad. El problema que planteamos no se ubica en los regímenes y en sus cúspides políticas (Cf. Briceño, 34) sino en las sociedades y sus realidades presocietarias”….

“Hoy en Venezuela, dice en su programa citado J. V. Rangel: ‘La ley es una trampa, y está hecha para detentar privilegios’ (TELEVEN, 13.03.1994). Civilizatoriamente, esto es, con ventajas mutuas por oposición a los privilegios de pocos, decimos que sin ley no hay sociedad (Gesellschaft), como sin respeto no hay comunidad (Gemeinschaft). Del mismo modo, sin dirigentes (élite o minoría conductora) no hay pueblo, para ceñirnos a los momentos históricos estructurales de la existencia de pueblo a que alude María Zambrano. En estos marcos se sitúa la tragedia pensada como tal en esta disertación, y vivida como farsa por la cultura de la ‘sociedad popular’ venezolana” (Hurtado, 1995: 171 y 173).   

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Este texto es un fragmento de la Introducción de nuestro libro La Valentía con provisión doliente. Caracas: Doctorado en Ciencias Sociales, Univresidad Central de Venezueal, junio 2022. El título es original, adoptado a los objetivso del blog.

SIN FIESTA NO HAY CRÍTICA


 

La fiesta interminable constituye una crítica a la cultura de ser país. Se trata de observar la fiesta como un reservorio del deseo de país; se focaliza en la interpretación y el análisis de la fiesta como vivencia fuerte que es de la cultura matrisocial. Se argumenta en doble escala: 1) la escala de las celebraciones, donde se indica el territorio de la palabra, su celebración y su exultación en la fiesta mayor del país: el día cultural de la madre. El vocablo de madre y su genealógico concepto de matri-socialidad expresan la totalidad de la asignación de la palabra. 2) la escala de las críticas: de la inmanencia a la transcendentalidad se va en proceso de negativismo social según una gradación ética que se hunde en un más allá, hacia abajo, del ser social. La parte I precisa lo sociable con poder de ser en correspondencia con el mito de la sobreprotección materna; la parte II estatuye el deseo con pulsión de ser articulado con el mito del miedo virginal; la parte III delinea la apetencia con constitución de ser sobre el mito del privilegio con sacrificio femenino. Lo sociable no desarrolla sus posibilidades para llegar a ser societable; el deseo se auto-estanca en la pulsión, y al fin se desbarranca en la apetencia de la gana instintual. Vencerse a sí misma es la única y auténtica opción de la cultura matrisocial para ser un reservorio de querer y poder ser país con referencia a la societalidad.

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Este texto contituye el epítome del nuestro libro La Fiesta Interminable. Caracas: Doctorado en Cencias Sociales, Universidad Central de Venezuela, 2019.