jueves, 24 de noviembre de 2011

LA SIGNIFICACIÒN Y LA ACCIÒN. UNA RED PROBLEMÀTICA HILVANADA

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que en la noche alertan.
Quien negó tres veces,
otras tres confiesa
y pregona en llanto
lo que el miedo niega

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Himno de Resurrección
(estrofas)

Un vigía late en lo alto y ronda con su mirada a toda la ciudad. Nunca duerme y busca quien no duerma. La existencia de la ciudad se hace estando en vela. Pero a veces se distrae y se duerme o dormita. La conciencia no se enajena, ni se extasía, por las contraventanas siempre atisbando con su potencia de ver. Aún cuando parece oscurecerse en su in-consciencia, es para volverse hacia adentro y alentar en su raíz al pensamiento, desvelada.

¿Qué pasa en el horizonte luminoso cuando al vigía del tiempo y la memoria se le encenaga la visión? Las luces de la aurora pierden la esperanza ante los obstáculos que le imponen las técnicas formales, el cansancio del conocimiento vacío, las ansiedades de la historia repetitiva, los artificios del concepto que generan las abstracciones que como redes capturan la realidad pero que no la producen.

Surgen las crisis del espectro político, falta quitar la herrumbre a la rutina, la educación que no tiene proyecto por carecer del despegue desde un plan que supone jugar a sociedad. Los vigías delatan el problema en que se debate la ciudad contra sus defensas derruidas, sus ensoñaciones que terminan por vencerla y caer en largo sueño. Entre la conciencia creadora, vigilante, que la pone en atención a la realidad, y la conciencia fracasada, que la hace dormitar con ojos semi-cerrados, se debate el pensamiento inteligente que clama por sus demandas de realidad.

Artículos publicados en El País de España el 03 de octubre de 2010, J. M. Aunón, La Universidad anda sin Oxígeno, Ana Ripoll, rectora de la Universidad Autónoma de Barcelona, Faltos de Oxígeno, y la Editorial, Campus sin Excelencia, desarrollando un reportaje sobre “La crisis en la Educación”, enuncian que a la universidad le falta dar el salto a la calidad del conocimiento, no importa si aún no han solucionado sus problemas de cantidad de conocimiento, ni de masificación del alumnado, que puede tolerar una universidad. El origen del problema dicen es la falta de recursos financieros, debido a la crisis europea actual, que compromete la innovación tecnológica y la gobernanza.

No es posible que sean sólo estos factores los que creen el estancamiento académico. Algo debe pasar en la conciencia, entre su tiempo de relato y memoria (Anthropos, 2011) y su episodio detenido y oscuro, para que su energía, que debe cumplir el papel de una vigilia, impulse el despegue del pensamiento con su infraestructura de creación e incentivos imaginativos. Éstos representan recursos fundamentales siempre con capacidad para abrirse paso en medio de las dificultades materiales y aún en “tiempos de oscuridad”. Tiempos de oscuridad en que está amenazado el pensamiento.

La amenaza al pensamiento de tales tiempos suele venir desde una práctica social aviesa, en la que la producción de las significaciones apunta hacia un lado incorrecto.

“Últimamente he oído que mucha gente está preocupada por la posible reducción de los estudios de filosofía en el bachillerato. El motivo es que la filosofía, según cuentan, enseña a pensar por uno mismo. Ahora bien, tal tarea me parece en nuestro país un deporte de riesgo. ¿Es prudente divulgar entre los jóvenes ese peligroso vicio en lugar de encaminarles hacia el tenis, las motos o la fórmula uno, donde pueden obtener tan rentables éxitos? ¿No será mejor enseñarles a que aúllen bien sincronizados con los lobos o al menos balen al unísono con los corderos? O, si pueden remediar pensar, que aprendan de lo que le ocurrió a Sócrates y sepan callarse. Aunque quizá basta con disimular…” (Savater, A 10).


Parece que la sociedad (las gentes) se estanca y aún retrocede ante el desafío del pensamiento inteligente. Las prácticas y los sentidos sociales muestran la posibilidad de que el pensamiento no reflexione sobre caminos en falso, que suponen riesgos que se avecinan o indolencias que inmoralizan. Aún en estos tiempos de oscuridad y a veces de regresión, el pensamiento, con su inteligencia, hace posibles las ventajas para anunciar momentos de amanecer. Sin la fuerza pensante positiva se puede caer en tiempos de estupidez, a que la sociedad de consumo masivo expone con la máscara de un delirio permanente.

Es posible que estemos en la situación de lo impensable de una época, especialmente en Venezuela. Bourdieu muestra que ese impensable epocal está en lo que no se puede pensar por falta de disposiciones éticas o políticas, o por falta de instrumentos de pensamiento (subrayo nuestro) como problemáticas, conceptos, métodos, técnicas (Bourdieu, 16).

A veces los tiempos con situaciones de lo impensable se deben no sólo a lo epocal. También pareciera que hemos obstruido lo epocal a favor de la pereza por lo civilizado o de no producir sino ausencias de personalidades geniales que visibilicen lo que se ofrece por delante o hagan los trazados en los territorios vírgenes o eriales. Aún en estos tiempos de lo impensable, siempre (si estamos vigilantes o somos centinelas de la ciudad) se aparece la imaginación viandante de mano de urgencias impostergables. “El hambre hace echar a los ingenios por caminos que no están en el mapa”, decía Cervantes, el genio de nuestra lengua.

Donde ya no vale la razón o el concepto está a la desbandada, aparece la idea de mano de la necesidad. Se instala la visión con capacidad para diseñar la senda que pondrá al sujeto (la sociedad) en busca de su conciencia práctica, la del alerta, la de la inteligencia inventiva mirando a las soluciones de las necesidades que nos presionan. Ya no es hora de quedarse en la contemplación del ser en su ontología, sino de conocerlo para medir en su peso de carga, en sus medidas y sus cálculos provisorios.

Uno de los puntales para remontar el racionalismo y el teoricismo lo constituye el estar atentos a la emoción de “gratuidad” proveniente de la ética, que se desprende prístinamente de los datos etnográficos, y, a su vez, de responder a dicha gratuidad con la misma pureza ética que deben tener los análisis de significaciones y acciones, que prolongan las conductas de los actores sociales. En un momento dado de la historia de las ciencias, se trata de esfuerzos de pensamiento que comportan sobrepasar los sistemas de la significación encajonados en las actitudes metódicas del estructuralismo (con pensamiento mítico universalista) y llegar a sistemas de acción temporales, que deben comprobar las veracidades de las significaciones. Las reglas de las tribus no fueron dadas de una vez para siempre; pueden cambiarse en dirección ética mediante proyectos de acción emprendedora en la historia[1].

Como problemática más básica, se trata de que la significación antropológica que se ofrece con pureza de gratuidad y con ello incentiva, con motivaciones originales, a la acción sociológica, también prosiga con su capacidad transformándose en los tiempos concretos de la acción social y en la medida de los requerimientos que ésta demande. Hay una ida y vuelta de la significación a la acción y en sus relaciones retrospectivas. Van a ser relaciones de compensación, mutua amplificación y comprobaciones respectivas. Los antropólogos suelen pensar refiriendo su tarea a los tiempos pasados, regresarse a ellos gnósticamente o hacerlos presentes mediante la memoria, aspirando nostálgicamente que retorne el paraíso perdido del que nos despojó la historia. El sociólogo le insta a ver que su tiempo antropológico también está en el presente arduo y en el ideal de los tiempos últimos (futuros), donde deben también realizarse, como un reto de maduración histórica, las significaciones (del mito). El antropólogo, por su parte insta al sociólogo a que no se desmonte tan fácilmente del mito, del ser, de la realidad profunda; que deje de echarse tan fácilmente en brazos de la filosofía, de la especulación, del teoricismo, a que sepa operar o accionar históricamente el mito.

En épocas de grandes oscuridades y de desiertos de conocimientos, la depuración de las confusiones y de dar contenidos de verdad a las carencias del espíritu, debido a las ansiedades de la sociedad consumista, se tornan en un inmenso desafío de mantener a salvo el pensamiento inteligente y a su circunstancia universitaria, inmersa muchas veces hoy día y en ciertos países en el formalismo académico o amenazada por el pensamiento retrógrada y simplonamente único. Es urgente apelar a la necesaria vigilancia (la del centinela en la noche de la conciencia) sobre el destino a que apunta el dictamen de intelligentia pauca, sed pauci sunt intelligenti (hay poca inteligencia, porque son pocos los inteligentes) que pareciera dirigido al senado romano por el orador político como era Marco Tulio Cicerón.

Pocos, por no decir los esforzados, son los que terminan siendo los escogidos, esfuerzo personal de los que “se retiran a la soledad”, sabedores de los frutos y disfrutes de pensamiento que se hallan en la experiencia del interior contemplativo.

Los postgrados deben ser, al menos, un lugar de dicho retiro donde se debata el pensamiento, en paseos de intensa vida interior (a lo peripatético como era la circunstancia de la escuela de Aristóteles, semejando un “thiasos”, especie de comunidad dedicada al cultivo y honra de las Musas). Allí bajo los emblemas de la amistad y la verdad eran los emblemas de tal vitalidad, Aristóteles proclama en su Ética a Nicómaco: “Siendo los dos amigos míos (Platón y la verdad), es un piadoso deber mío poner por delante a la verdad”. Amicus Plato sed amica véritas, remarcará el estagirita.

Un postgrado debe desarrollar el desempeño de la oportunidad en el tiempo (carpe diem) para un intelectual académico: tal es el poder de oportunidad de ingresar a los “retiros” de soledad del pensamiento y conocimiento. En América Latina, especialmente en Venezuela, la falta de retiros para el pensamiento es crítica. Quizá opere un desorden étnico asociado a la dificultad del cultivo de lo privado en función de lo público. Poniendo a funcionar la inteligencia creadora, y no la inteligencia estúpida, modelo de inteligencias que diseña Marina en su libro La Inteligencia Fracasada (2006), es deseable “jugar a sociedad” (Simmel, 91), es decir, desarrollar o tomar en cuenta las ventajas que ofrece la vida, a veces de hacer de tripas corazón como se dice, de remontarse sobre las dificultades y manejarlas como instrumentos privilegiados para colocar las cosas a favor de las metas que deben alcanzarse.

Sobre este ángulo dibujado y como terreno abonado por y para el pensamiento, se piensan con osadía las posibilidades de desprender el diseño programático desde el tema polarizado del seminario: Cultura y Sociedad, dos campos del conocimiento al encuentro (o al desencuentro). Esta proposición configura un modelo general, que desarrollamos en un subsiguiente e inclusivo modelo específico, de acuerdo a la identificación de los objetos de realidad que justifican aquel tema como evidentes: la significación y la acción. Se funda esta tematización en la evidencia conseguida mediante testimonio constituyente de lo real y como argumento que instaura la ética, según dice Marina en su libro Ética para Náufragos (2001, 58, 61-62).

La significación muestra el núcleo de realidad de la cultura (antropológica, en este paper). La acción, el de la sociedad. Una y otra representan los “objetos de la investigación”, según el programa didascálico presentado (Véase el blog: http://pensamientosantropologicos.blospot.com/ jueves 29 de julio de 2010). Su co-presencia relacional signa un problema de acompañamiento donde van a ocurrir encuentros y desencuentros, armonías y conflictos, autonomías y sometimientos (a veces tendenciosos o no). Todo esto puede y de hecho ocurre, no ya por su ofrecimiento de “gratuidad”, sino por las posturas teóricas del investigador; es decir, son problemas teóricos los que se imbrican en su entendimiento y desde el primer instante de su planteamiento, y por eso se pueden traer a su co-existencia simbólica.

De por sí la significación es un problema, también la acción práctica. Cuando se habla de significación en antropología se refiere como concepto a todos aquellos sentidos y orientaciones que son extraídos “directamente de los rasgos culturales tomados en forma aislada o fundidos en la unidad presentida de una visión global” (Bourdieu, 18). Se puede diferenciar, por un lado, la extracción por un trabajo de intuición a partir de un trabajo por familiarización, y, por otro lado, la extracción por la compilación de elementos dispersos o el análisis de una parte de realidad o de un todo que ayuda a comprender el sentido de una parte.

La significación no coincide con el valor que consiste en “una significación sentimentalizada”[2]. Hay un plus de psicologización de la significación que permite amplificar a ésta y obtener una plusvalía simbólica, conceptualizada como valor. La psicologización funciona en lo social colectivo como la grasa o aceite que lubrica las relaciones que operan entre los espacios exteriores e interiores del ser humano. Pero a partir de aquí también amplifica la existencia sensible de lo real, al tiempo que motiva la apariencia sensible y sus resonancias en el colectivo social, como ocurre con los signos míticos (Bourdieu, 18). Es posible y de hecho tenemos simbolismo psicológico, según las ciencias del psi, que se diferencia de lo simbólico social y su imaginario perceptivo de carácter objetivante.

Otro problema lo constituye el concepto de acción; su posible ambigüedad puede resarcirse con la precisión que le otorga la praxis. Mientras la significación puede recluirse en un tiempo mítico (etnológico), la praxis no tiene otra existencia que un tiempo histórico, el cual nos revela en sí mismo lo concreto existencial, sin entrar directamente en lo físico del problema. La objetivación de la acción en el proceso práctico, frente a la construcción sistémica que suele refugiarse en lo abstracto por su universalismo y su tentación subjetivista, exige sincerar permanentemente el tiempo y lugar, pesos y medidas, cálculos y percepciones, exigiendo atención calificada tanto psicológica como técnica.

La ansiedad, que pueden producir estas formalidades atendidas, no puede hacernos caer en el objetivismo de la ciencia sociológica, ni decir que son lo más importante de la investigación. La teoría prevalece y es la que debe disponer de ellas. La caída en la ansiedad amenaza con psicologizar las investigaciones de un modo obsesivamente negativista, que termina por embadurnar de subjetivismo lo que proviene de una atención objetivizante (Devereux, 1989; Hurtado, 2009).

La amenaza psicologista en ciencias sociales suele permanentemente otear desde diversos horizontes y dañar el trabajo de investigaciones donde se conjugan la acción y la significación. Es importante concienzudamente organizar la posible pluridisciplinariedad entre las ciencias del psi y las sociales, cuando sea el caso. Si se propone en el programa el trabajo conjunto de significación y acción, se instaura en otro ámbito, el de la cercanía objetival. La co-presencia reactiva de una y otra no va a traer otro problema sino el apropiado en este programa y propuesto como una investigación teórica: ¿Cómo sirve (ancilla) la antropología al quehacer operativo de la sociología, y cómo cumple la sociología por su parte tal papel “ancilar” (instrumental) con la operación antropológica, es decir, cómo extrae a la historia y a la realidad práctica (que puede ser ritual) las significaciones culturales ancladas en los primordios del mito?

Se trata de tareas de mutua potenciación teórica y metódica, o ampliación disciplinaria, a la que nos tematiza u orienta la relación co-presencial de la significación y la acción.

En cuanto a la problemática que se cierne sobre la co-presencia de uno y otro configurando un “problema de investigación” nuevo, se presenta previamente la problemática de la autonomía de ambos objetos, en cuanto a la competencia teórica que deben demandar los modelos conceptuales, que justifican las disciplinas de antropología y sociología, con el fin de que el trabajo conjunto (pluridisciplinario) en torno al “objeto de investigación” nuevo propuesto tenga también su propia justificación teórica. Los modelos conceptuales referidos son cultura y praxis, respectivamente. Tal solución debe respetar las autonomías disciplinarias y la especificidad de su forma de trabajo. La afirmación de esta postura es fundamental en este momento didáctico para que se piense que el establecimiento de las líneas teóricas paralelas obedece a una previa puesta en escena del tiempo investigador.

Según la procedencia disciplinaria de cada alumno (antropólogo, sociólogo, psicólogo, etc.), la forma de entrada a la pluridisciplinariedad es distinta, así como será diverso el grado de operatividad disciplinaria, como se va a plantear en la segunda parte titulada: El Pensamiento Viandante o el Prácticum de Investigación (Véase el blog: http://pensamientosantropologicos.blogspot.com/ jueves 5 de mayo de 2011). Esta sinceración programática constituye un requisito que debe acompañar a la claridad analítica de las matrices teóricas para su fecundación mutua según la complementariedad o para su conjunción en la adiccionalidad metódicas, como veremos en el tema V.

Esta veta epistemológica que proponemos como existente entre la cultura y la sociedad, otorgará inspiración y arte, conceptualización y técnica, subjetividad y objetividad, a la hora de iniciar la siembra de los proyectos de investigación de cada uno de los alumnos. Los problemas y su solución conceptual mostrarán su eficacia en el trabajo de las ciencias sociales por excelencia. La antropología con su objeto conceptual de la cultura, y la sociología con su objeto conceptual de la praxis.

La red en trance de hilvanarse entre la significación y la acción están planteados desde sus objetos diferenciados y de sus constructos indicados. Los temas II y III exponen la alineación programática respectiva del trabajo de construcción de los conceptos de cultura o semántica de la realidad y de la praxis o de la ingeniería de la acción social, con miras a los temas IV y V, que van a exponer la subjetividad objetivada y los niveles de conjunción de la pluridisciplinariedad, en el juego de la infraestructura étnica que representa la significación y la estructura social donde se desarrolla la acción.

En este punto programático, se coloca sobre la mesa la cuestión de mantenerse alerta en la noche de la proposición del proyecto de investigación y de permanecer en vela. Si nos echamos a dormir como las otras cinco vírgenes, nos encontrará el esposo sin méritos para contraer el compromiso nupcial que debe cultivarse entre la investigación y el investigador. Las luces de la ciudad temática estarán apagadas, y el centinela o vigía no podrá hacer la ronda sin equivocarse por las grandes avenidas de las significaciones y de la acción, y mucho menos acertar con las trasversales que las comunican (las hilvanan). Al llanto (o lamento) y miedo no podrán acudir como auxiliadores los gallos vigilantes (tutores) con su anuncio del amanecer.

Porque el amanecer tiene que encontrarnos vestidos y despiertos, como la flor del almendro, el primer árbol que florece antes de acabarse el invierno en el hemisferio norte. La conciencia como un dios o un vigía o una flor, nos pedirá cuenta de qué hemos hecho con la gerencia de nuestro pensamiento y conocimiento que deben estar operando en permanente equipo de trabajo.

Referencias
Alborch, Carmen (1999): Solas, Temas de Hoy, Madrid.
Anthropos, Editorial (2011): “La conciencia es el tiempo de un relato y
Memoria”, Felicitaciones de Navidad.
Aristóteles: Ética a Nicómaco.
Bourdieu, Pierre (2008): El sentido práctico, Siglo XXI de España, Madrid.
Campus sin Excelencia, editorial y el País: “Crisis en la Educación”,
Madrid, 03 de octubre 2010.
Devereux, George (1989): De la ansiedad al método en las ciencias del
comportamiento
, FCE, México.
Hurtado, Samuel (2009): "Ansiedad y objetividad en las investigaciones del
comportamiento", XI Congreso de Metodología de las Ciencias del
Comportamiento y de la Salud
, Málaga, septiembre.
Marina, José Antonio (2001): Ética para náufragos, Anagrama, Barcelona.
Marina, José Antonio (2006): La inteligencia fracasada, Anagrama,
Barcelona.

Simmel, Georg (2002): Cuestiones fundamentales de sociología, Gedisa, Barcelona (1º publicación en 1917.

Savater, Fernando (2005): “Deporte en riesgo”. El Nacional, julio 3, A-10.
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[1] “En su magnífico libro Tiempo de feminismo, nos cuenta Celia Amorós que Lévi-Strauss, ante la propuesta de ingreso de Marguerite Yourcenar en la Academia de la Lengua Francesa, se opuso sentenciando: "No se cambian las reglas de la tribu". El feminismo replicaría a esta actitud, y con razón. Las reglas de nuestra tribu consisten, precisamente, en que estas mismas reglas están sujetas a revisión, crítica y debate, y a ellas se aplica lo que Savater llama la “perspectiva civilizatoria”: las reglas de todas las tribus están en cuestión; no se puede en rigor argumentar que “no se cambian las reglas de la tribu”. Las mujeres queremos cambiar esas reglas que resultan oprimentes y discriminatorias, proponiendo la alianza del feminismo, que ha de asumir el reto de la multiculturalidad, con una “cultura de razones”, concluye Amorós” (Alborch, 177-178).



[2] “Perdóneme, Marta, me cuesta trabajo no elogiar lo que me gusta. Porque eso es lo que ocurre: que veo las cosas y me gustan o me disgustan. Veo una paloma y veo que es blanca y aburrida. En cambio, la gaviota es blanca e irritante, si la mira de cerca. En fin, que siento cualidades agradables, desagradables, interesantes, no interesantes, atractivas, enfurecedoras, aversivas, irritantes o apaciguadoras, estimulantes o deprimentes. Son significados valorativos. Pues bien, la inteligencia puede manejar esos significados, puede pensarlos, aunque no los esté sintiendo en ese instante. No hace falta tener sed para valorar el agua, pero sí para sentir su valor. Esos significados derivados de una experiencia sentimental son los valores" (Marina, 2001, 69).


Dictado en el Seminario de Investigación en la Línea de Investigación: Antropología, Cultura y Sociedad, del Doctorado en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales Universidad Central de Venezuela. Tema I, Punto 3. Desde 2010.