lunes, 21 de octubre de 2013

CUESTIÓN DE SALTOS



Cuando yo tenía diez y pico de años
y regresaba al pueblo por San Juan, éste
me hacía una hoguera grande,
era la familia una víspera de besos.
Cuando ya no volví, la hoguera
se ancló en mi memoria más grande
aún, la casa familiar se colmó
de una ausencia término.
Perdí:           pero
me dejó tenaz autonomía, un sabor
a viaje denso.

A la ciudad le bautizaron el río. Su nombre
Manzanares. Sus compañeros: Orinoco y Neverí.
De la propia tierra una canción se le fraguó
con sonidos de celesta maternal. Los padrinos
la pensaron desgajada del embrujo nominero
e ilusos para sus hazañas de lejanas tierras,
se la quisieron llevar.
Asombro:
con su espectro armónico la ciudad se enderezó:
“Llévense el río (con su nombre y todo)
-si quieren-
pero déjenme la canción”.

Yo tenía una ciudad en las tierras altas.
Dibujábase el alma su propia luz, volaba
el cuerpo sus ansiedades, en los muros
sonreían espacios de creación: saber lento  
diseñaba el frontispicio de la ciudad.
¡Acaso Babel podría…!
…Laguna abajo un día partió, con aguas
de no regreso           viandante de la mar…
Pero               me dejó
sedicente de rescate
la poesía.

Tiempo cuando todo se detiene. La vida
y yo a pies juntillas damos saltos adelante:
viaje        canción        poesía,     en relevos
los afanes se aupan luminosos uno a otro.


Caracas, 12 de agosto 2013.
Publicado en Imágenes de Villorido
12 de octubre de 2013



VENEZUELA MARAVILLOSA




La Rioja. Verano 1999. Pronto pasaremos a Oión al cruzar la frontera con Álava. El Oyón con y griega responde al romance vasco, que es el castellano; la lengua vasca lo transcribe con i latina. Parece que los empresarios logroñeses se mudan al País Vasco buscando con listura la rebaja de los impuestos, aunque ilegales en la Unión Europea. Con lenguas y economías te veas en la misma área cultural riojana, ya logroñesa ya alavesa. Ensimismado con estos pensamientos, entramos en la fábrica de ropa. Nos esperaban los dueños, esposo y esposa. Nuestro cuñado, a quién acompañamos con su carro, en son de paseo desde Valladolid, para que hiciera sus gestiones comerciales, nos presentó.
Pronto, mi esposa y yo, hicimos conversación aparte con la dueña:
            -¡Con que de Venezuela dicen que vienen! Ese país tiene mucha energía, mucha agua, vegetación… También en esa tierra hay mucho espíritu mental. Es el tercero en el mundo después de México y Colombia.

Nos sobrecogió extrañamente el juicio alabancioso. Comenzamos a recuperarnos con comentarios sobre el clima tropical. A mí me vino la imagen de los médanos de Coro, golpeada esa geografía por los vientos del oriente que vienen arrastrados por el mar Caribe y azotan toda la costa norte de Tierra Firme con sus sierras y ensenadas. Todavía recuperándonos aludimos con nuestra imaginación al paisaje del río Orinoco, a los tepuyes de Guayana con sus selvas, rocas y cascadas con saltos de agua como viniendo del cielo, las cumbres y páramos de los Andes en Mérida, los esteros llenos de agua y garzas coloradas de Los Llanos bajos. Ay, y la energía petrolera.

Pero la conversación se derivó hacia la práctica espiritual de la señora dueña a partir de su orientación gnóstica, las cartas astrales y el tarot. La información tan precisa la había obtenido de su grupo espiritual en que participa, cuyos maestros habían inventariado los lugares de la tierra por donde se desplazaba el mayor volumen de energía espiritual de la tierra. Así los pueblos que habitaban esos territorios tenían que ser muy afortunados. Entonces aprovechó el momento para proclamarnos a nosotros como gente muy dichosa, pues habitábamos un universo de tanta energía espiritual.

La extrañeza del encuentro aumentó con este impacto, que rayaba en el núcleo de lo social. A pesar del tiempo nunca se me ha despegado aquél juicio interpretativo sobre la dicha del país venezolano. Y no se me despegó, no tanto por aquél impacto en sí, como por mi trayectoria en el estudio cultural y social de Venezuela. En el paso de un siglo a otro, había estampado el tema de la magia en el libro de Tierra nuestra que estás en el Cielo (1999), textos que algunos de ellos ya venían de los años 80. También el tema de la felicidad en el artículo de “Felices aunque Pobres. La cultura del abandono en Venezuela” (Rev. Análisis de Coyuntura, 2001). Anudaba aquí la felicidad placentera dosificada con la pobreza. Había un pueblo con una pobreza feliz, que me daba como resultado un concepto de la “cultura de la pobreza” específica, como es la matrisocialidad.

¿Cómo exorcizar aquél sortilegio desde mi trayectoria científico-social, y, por lo tanto, averiguar o asociar los mitos con que la gente venezolana explica los avatares de su vida, es decir, cómo manipula su energía cultural, y después cómo tejer los modelos de explicación científica para explicar dicha energía?

El pueblo venezolano maneja un volumen de interpretaciones míticas, prestas a expresarse coloquialmente. Ante cualquier acontecimiento, imprevisto o no, la gente de toda clase social tiene en su haber las herramientas interpretativas al uso: “Tú bien lo sabes, vivimos en Venezuela, todo es posible”. Esta sabiduría está cargada de un condimento alto de descreimiento. Aquí nadie cree en nada pero “de que vuelan, vuelan” (las suertes, las brujas…), y ello sirve para rematar con magia popular una cuestión sin resolver del todo o para cortar simplemente una conversación. Como sea, todo lo torcido llega a componerse esperando con eficacia simbólica que “en el camino se enderezan las cargas”. Así se lo concreta el ministro canciller a los empresarios del país: “ustedes pueden producir a pérdida, porque ustedes ya tienen plata, y después las cosas se pueden arreglar en el camino”. No importan los esfuerzos, resistencias, emprendimientos, ni el tiempo. Es la inercia milagrera, que suele generar interpretaciones surrealistas del país, y del país único en su originalidad: “lo que pasa aquí no pasa en ninguna parte”. En 1942 se pasó de una autocracia a la democracia sin disparar un tiro, y en estos años del siglo XXI se pasa de la democracia a una autocracia sin disparar un arcabuz. Parece que en este proceso milagroso superamos a México y Colombia con guerras y guerrillas.

No cabe duda que científicamente Venezuela es un país feliz. Es una felicidad cultural, definida por el placer, y sustentada en el sistema de recolección y redistribución. Al placer se le une un hacer las cosas con eficacia mágica, que no trasciende una verdadera transformación de lo real. Así se hace política y lo mismo economía. No es de extrañar que el mito matrisocial, la sobreprotección materna, se corresponda, en su prueba sociológica, con la estructura social recolectora, es decir, de cosechar donde no se ha sembrado (trabajado). El sistema populista tiene un arraigo social y cultural fuerte ¿Qué mas podíamos esperar en nuestras investigaciones cuando se nos daba el dato duro de lo mágico como óbice al proyecto societal en el libro Élite Venezolana y Proyecto de Modernidad? En literatura hubo una epoké que pudieron llamar a eso lo real maravilloso; pero las epoké pasan, los mitos de las cultura quedan como realidades que tienen consecuencias en lo real social.

Sahlins en su libro Cultura y Razón Práctica se dirige a los suyos, los civilizados estadounidenses, para decirles que “Yo sepa, somos los únicos pueblos que nos consideramos originarios de salvajes; todos los demás creen descender de dioses” (p. 58) ¿El venezolano de quién procede? Pregunto a mis alumnos de antropología (venezolanos, por supuesto) para templar su ánimo en el estudio de las culturas. Acostumbrados a un discurso anti-occidental, la respuesta les arrincona en una “vergüenza civilizada”, por lo que es mejor negarse como civilizados. Pero ¿y los dioses? ¿Cuáles podrían ser nuestros dioses? En el forcejeo, resulta ser María Lionza, la reina de las aguas, la selva y los venados, que habita en la montaña sagrada de Sortes ¿Qué alumno podía dudar de la magia que envuelve como un paraíso divinal (el del placer y de la recolección) los diversos ámbitos de la vida venezolana, donde la medida del tiempo no cuenta y donde el trabajo y la ley no caben, ausentes en la abundante naturaleza tropical?

Desde la energía tropical a que invita la abundosa naturaleza, hasta la historia sociocultural placentera, hay una red de cosas que hay que saber tejer para organizar los niveles interpretativos de la dicha del país venezolano. A nosotros que veníamos de la práctica vital y de la reflexión antropológica y social, nos estremeció, a tanta distancia geográfica y de extrañeza subjetiva, aquel juicio tan entusiasmado de la señora riojana. Encauzando mejor aquella motivación energética espiritual, venimos a dar con el motivo cultural donde el mito matrisocial tiene la capacidad de explicar la dicha del paraíso placentero en que vive el colectivo venezolano. De regreso por Santo Domingo de la Calzada, Haro, Burgos, Valladolid, no se me despegaba el pensamiento sobre Venezuela, tan lejos en la escucha del problema de la energía espiritual y tan cerca trabajando sobre él con mi pensamiento venezolano.  

Caracas, julio de 2013.