viernes, 26 de septiembre de 2014

CARACAS: EL DESAFÍO DE ROMA

Esquina de Gradillas 1950 (Plaza Bolívar, Caracas)





   La plaza y los naranjos encendidos
Con sus frutas redondas y risueñas.
   Tumulto de pequeños colegiales
Que, al salir en desorden de la escuela,
Llena el aire de la plaza en sombras,
Con la algazara de sus voces nuevas.
   ¡Alegría infantil en los rincones
De las ciudades muertas…!
¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
Vemos vagar por estas calles viejas!

Antonio MACHADO: “El viajero” III.


Monumento a Simón Bolívar (Plaza Bolívar, Mayor de Caracas)

CORIFEO

Ciudades viejas, ciudades muertas, con su cuerpo de piedra, o ruina petrificada. Ciudades con germen de urbanidad, y, sin embargo, lo agostaron cuando la ciudad se volvió en un erial de otoño. Pero ciudades todavía con oportunidades históricas y sociales, aunque se debaten en una tremenda crisis de agonía urbana. Tal recojo mi vivencia y mi concepto con toda la angustia de actor y de autor de mi ciudad de Caracas. Roma le dio el ejemplo y la energía cuando se abrió camino hacia su existencia de urbe con la vocación de incorporar el orbe entero, esto es, el universo mundo en su “carne y piedra” (Sennett). Santiago de León de Caracas como ciudad castellana-leonesa, sobre la experiencia de la fundación de San Cristóbal de la Laguna, en Tenerife, enfrenta el reto de su existencia urbana, perdiendo su unidad histórica ante el hecho venezolano de pérdida del rumbo que tiende a reducirla a ruinas como ciudad. La crisis urbana de la ciudad de Caracas manifiesta el efecto deformador de la estructura social en la historia venezolana.
Arturo Uslar Pietri, el gran escritor venezolano ya lo decía en 1949, al hacer la consideración del petróleo como un Minotauro al que hay que vencer: “El petróleo ha superpuesto a ese país atrasado, un país minoritario de resplandeciente riqueza monetaria pero parásito del petróleo, estéril y transitorio […] hay una Venezuela de la aldea campesina que sigue teniendo el aspecto milenario que alarmaba ya a Fermín Toro, y hay una Venezuela del campamento petrolero y de la ciudad de rascacielos; hay una fingida y una verdadera; hay una que ha sido y muchas que pueden ser; hay la que no puede salvarse y hay la que debe salvarse”(Preámbulo en el libro De Una a Otra Venezuela).
En Memorias de Adriano, aquel emperador romano nacido en España, Marguerite Yourcenar nos narra la guía del enrumbamiento de Roma hacia su eternidad (La Ciudad Eterna): más allá de las piedras con vocación de ruinas como en las ciudades antiguas, coloca las palabras de Estado, ciudadanía y república, soportes fundamentales para elaborar con posibilidad lo urbano en Caracas. Escuchen un momento al emperador Adriano en sus memorias bajo el pensamiento de Caracas:
“Pero toda creación humana que aspire a la eternidad debe adaptarse al ritmo cambiante de los grandes objetos naturales, concordar con el tiempo de los astros. Nuestra Roma no es más la aldea pastoral del tiempo de Evandro, grávida de un porvenir que en parte ya es pasado; la Roma agresiva de la República ha cumplido su misión; la alocada capital de los primeros Césares tiende por sí misma a sentar cabeza; vendrán otras Romas cuya fisonomía me cuesta concebir, pero que habré contribuido a formar. Cuando visitaba las ciudades antiguas, sagradas pero ya muertas, sin valor presente para la raza humana me prometía evitar a mi Roma el destino pretificado de una Tebas, una Babilonia o una Tiro. Roma debería escapar a su cuerpo de piedra; con la palabra Estado, la palabra ciudadanía, la palabra república, llegaría a componer una inmortalidad más segura […] Y daba gracias a los dioses por haberme dejado vivir en una época en la que mi tarea consistía en reorganizar prudentemente un mundo y no en extraer del caos una materia aún informe, o en tenderme sobre un cadáver para tratar de resucitarlo”.
Marguerite YOURCENAR: Memorias de Adriano, Bohemia, Caracas, s/f, Tomo I, 94-95.
(Cursiva del Corifeo).