lunes, 21 de octubre de 2019

CORDÓN UMBILICAL Y RELACIONES PRIMARIAS

cuidado del cordón umbilical



-“¡Y qué vamos a hacer sino encomendarnos a Dios!... ¿Tú sabes cómo están los precios en el supermercado?... Con razón ahora están llenas las estanterías… ¿Y si no nos encomendamos a Dios qué vamos a hacer?...”

Así cotorreaban dos amigas saliendo una del supermercado y encontrándose con la otra en la calle.

Si no nos encomendamos a Dios qué solemos hacer la gente en Venezuela…, encomendarnos a la inercia, a la nada, y hasta podemos festejarla, si el gobierno nos la ofrece con holganza y reposo. ¿No ocurrió en la ampliación de los días de Carnaval y después en Semana Santa? Todo el mundo se acogió alborozado a dichos dictámenes de la dominación, que no gobernanza.

Así disfrutamos nuestra ausencia de ser, y lo que sintamos como problema  de ser se lo dejamos a Dios. Que Dios resuelva. Pero algún día llega(rá) el juicio de Dios, y en Venezuela ya llegó y está en pleno proceso, largo proceso sin terminar aún. Porque nos tiene en el banquillo de los acusados por nuestra encomienda a la nada, y sin saber de estar acusados. Entonces el régimen político, el de la dominación, se aprovecha de todos los recursos y nos obsequia las bolsas CLAP y los reposos largos de fiestas prolongadas.

-¿Cómo enfrentarse a esta añagaza en la que el poder se aprovecha mientras el otro disfruta con el espejismo signado por la seducción esperada a que le somete el poder?

-¿Será posible que el que está seducido por la gozadera ofrecida aprenda desde el principio de su debilidad existencial a ser social, aún sobreviniéndole el escarmiento?

El venezolano, el país y su cultura, están anclados, además de enredados, en las relaciones primarias, a partir de un complejo cultural que le impide romper el cordón umbilical con dicho vientre primario.

Romper la conexión con ese vientre implicaría salirse del encanto de una sociedad maternal, consentidora, que tanto placer otorga. Las entrañas (lo entrañable) tienen un inmenso poder supremamente acogedor, tanto que es el poder más soberano que se instaló entre nosotros por su sentido de naturaleza (divinal). En la sociedad venezolana se realiza la profecía que se auto-cumple bajo la observación del ángel enviado por Dios en esa misión encantadora (Hurtado, 2011: 54), y que en forma de poder descubre el filósofo como el más absoluto que se tenga sobre la faz de la tierra (Canetti, 2007: 262-263). 

Tal situación opera como el gran muro de contención para el advenimiento de la sociedad. La política intelectual de la Ilustración del siglo XVIII tenía el objetivo de luchar contra ese poder inconmensurable anidando en el ser maternal abierto al viaje hacia la sociedad, pero el sentido cerrado de familia al mismo tiempo deniega de ese viaje (Lévi-Strauss, 1974: 49), entretenida en el reposo de su narcisismo (Lévi-Strauss, 1969: 575).

El objetivo lo cumple el pensamiento en su compromiso de acción política y societal y logra, al menos abrir un boquete en dicho muro, es decir, fracturar la personalidad social en el desencanto producido en la sociedad occidental. Lo sigue demoliendo sin piedad, quiéralo o no ya, mediante la invocación al trabajo de todos los días (ya desde antiguo con Hesíodo). Es el trabajo el que hace la economía, y no la tecné, y es la economía la base de origen de la libertad y la posible sociedad como invento en el ser humano, prosiguiendo su humanización ahora en sociedad.

Hay que tener claro en Venezuela, que el trabajo no es de un día ni para un día; es y debe ser permanente, porque permanentemente se empeña la selva en rebrotar; a la que ayuda el gobierno de las comunas en la medida que nos da la vacancia como encanto de realidad, y nos ayuda a invocar a los dioses de la tierra para que nos alimente nuestro salvaje exterior e interior.

Es preciso reconfigurar una cultura social que nos desvíe del estado de primariedad como índice de la primitivización a que nos conduce una cultura étnica del placer entrañable.

Aquella medida de mente corta y acción inmediata placentera de lo familiar  y lo comunalista, necesita ser colocada en otra medida de una dimensión de relación secundaria, que logre estar abierta al acuerdo de sociedad y asegurar una convivencia civilizada para la solución de los problemas, no sólo de los precios en el supermercado, sino de todo tipo de relación económica, política y cultural.

¿Cómo es el problema al final de este andar el camino conversando?

Que nuestro anclaje, y nuestro enredo en ello, se encuentre en unas relaciones primarias cuyo complejo cultural se halla apesgado a una pulsión biopsíquica que lo fija en la razón encorsetada de ésta. Es decir, nuestra gana y nuestro goce, colmados de placer, supuran dicha pulsión, tanto que su medida se queda aún en una situación de pre-primariedad vecina a lo genético (los genes). Tal como lo dice la explicación émica fenomenológica.

Allí no sólo está clausurado el deseo de ser, también lo está el poder ser, y por supuesto el deber ser. Sin el ser, la nada no puede fructificar. El estado político se queda así con todo, fagocitando a la posible sociedad: ¡Viva, pues, el populismo!

Entonces, las consecuencias con objetivos de sociedad se consiguen a la aglomeración social en medio de un planteamiento de problema muy duro. Porque todo nuestro ser se agota en la relación primaria de lo social, y su pulsión con disfrute no permite emerger ni al deseo de ser como inicial de la ética. La invocación para una encomienda a Dios para que nuestro problemas se resuelvan, termina siendo mágica, de corte inmediatista, compulsiva, tanto que todo intento aun siendo serio, chocará con esa tendencia regresiva que tanto nos caracteriza como lo es entrañable. Si no se rompe, o rompemos, ese nuestro cordón umbilical con la relación primaria, tan placentero por otra parte, es muy difícil generar la transcendencia de nuestro ser fenomenológico hacia lo transcendental que inventó el pensamiento con el concepto de societalidad.   

Referencias
Canetti, Elías (2007). Masa y poder. Madrid: Alianza.
Hurtado, Samuel (2011). Elogios y miserias de la familia en Venezuela.
            Caracas: La Espada Rota.
Lévi-Strauss, Claude (1969). Las estructuras elementales de parentesco.
Buenos Aires: Paidós.
Lévi-Strauss, Claude (1974). “La familia”. En C. Lévi-Strauss,
Melford E. Spiro y K. Gough, Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia, Barcelona: Anagrama.      

LA FIESTA INTERMINABLE - EPÍLOGO




Epílogo breve de la crítica tripartita


He aquí la posibilidad, que luce negada, del proyecto de país en Venezuela después de una terrible crítica inmanente de su cultura, de un esfuerzo titánico de la transcendentalidad del concepto de matrisocialidad que la explica, y ahora con el afán de llegar en bajada libre hasta las conexiones físicas y emocionales  de su apetente constitución de ser, es decir, de llegar a las dinámicas que se encuentran en lo presocial y aún precultural. Llegamos así hasta el instinto o apetencia de la constitución de ser venezolano de un modo no histórico, sino genealógico, hurgando en la realidad del ser en búsqueda de las claves que abastecen el sentido del presente venezolano.

En términos éticos hemos estado, desde la referencia de lo sociable con su núcleo de poder llegar a ser, buceando en el predeseo o deseo con pulsión de ser. Porque quedaba ya lejos, en catexis, el deseo asociado al querer hacer para ver lo que se puede averiguar del ser venezolano evaluado desde el deber ser como proyecto de sociedad. Al final la averiguación nos dejó caer en el territorio del instinto de la apetencia, dejando desnudo, corito, al deseo como un apetito, tal como lo dibuja un antojo, un capricho, un me da la gana, y aquí de que se goza, se goza, como un deseo de naturaleza primaria.

Lo que hemos conseguido aquí con la crítica tripartita (la de las tres partes del estudio: lo sociable, el deseo y la apetencia) está a nivel del pensamiento, y en éste sólo cuando se mira a sí mismo en centrífuga como su propio auto-desafío, o sencillamente, cuando el pensamiento se quiere realizar, a despecho de la realidad misma, y encontrándose al fin consigo mismo, mira en retrospectiva de sí mismo para observar su propio camino recorrido sin más carga que la de sus deseos de poder servir a la explicación de la constitución de Venezuela desde la cultura y la sociedad. Qué más puede hacer(se) en una sociedad encantada, que dejarse llevar un poco por lo encantador de su festín de consumatum est de la realidad, como principio de muerte o pérdida consumada, que a veces se obtiene como una maravilla de gracia social, pero la mayoría de las veces es de penumbra y desasosiego, y que como aliciente de la sociedad habría que seguir y constituir a ésta aunque sea a modo de sobrevivencia. 

El argumento con pizca de brevedad se resumen como en encrucijada del pensar la señal de lo sociable con poder de ser, el deseo con pulsión de ser y la apetencia con constitución de ser. Un esquemático epílogo para ver con claridad, entre las columnas del argumento fundamentales colocadas en los subtítulos de la tripartita, las perspectivas de cómo se ha trabajado la idea de la fiesta como lugar de la crítica transcendental de la matrisocialidad. Es decir como relato en que lo sociable como el acceso a la posibilidad de ser social se estanca en su misma posibilidad. Porque además lo cierra con tranca la compulsión que se apesga al deseo regresivo de ser con la intención inconsciente de no encontrarse con la realidad para no transformarla, y como resultado de dicho cierre compulsionado, el deseo retrocede y como inercia sirve el miedo como recurso de resistencia primaria. Deseo compulsionado que al fin tiene la salida de expresarse aún como instinto en la apetencia de ser social constituyente, es decir, a un ser social por constituir, en lo que mientras tanto, la ansia de ser social se agota esperando una promesa seductora con palabrería de coba.

La constitución apetente se torna dificultosa por su contradictio in términis. Sin desánimo en el pensamiento científico nos abocamos a lo utopiano con la pretensión de identificar al desorden originario que deja ver con asombrosa realidad, desmontado, todo tipo de apetente constitución y asociarle una estrategia de explicación con el invento conceptual del radical libre cultural. Radical libre tomado a préstamo de la ciencia médica para indicar que hay elementos antisociales atentatorios no sólo con la emergencia de lo social, sino también con sembrar de muerte y destrucción aún nuestras ansias de sobrevivencia. Radical para indicar  lo originario, lo inédito de una cultura, de principio de realidad antes del principio, es decir, antes del caos y de la nada del ser. Radical como desorden para indicar la falta de capacidad para controlar donde la ausencia es lo permitido de ser. Así la nada es más productiva que el ser mismo.

Porque el deseo fijado en la compulsión y éste asociado con lo instintivo, no sólo no logra desarrollar la capacidad para fundar e iniciar un principio social de la constitución de ser de pueblo y país, sino que nos topamos con una cultura de la destrucción de la realidad, de la pérdida de ésta, hasta de la ausencia como ninguneidad de la realidad. La apetencia fijada aún a la pulsión no permite dar pasos a la libertad, y obrar conforme a ésta para buscar y lograr las alternativas posibles del deseo y del proyecto, es decir, de la afirmación de lo sociable y del deseo de querer hacer algo como comienzo de condensar consistentemente las raíces ontológicas de lo constitutivo venezolano. Sirva este estudio como un esfuerzo y un afán para remitir ese comienzo, aunque sea al pensamiento inquieto de los intelectuales venezolanos. Porque lo sociable tan expresivo en la superficie del ser venezolano posterga su capacidad para desarrollarse como societable, es decir, con la posibilidad de constituirse como proyecto de sociedad hasta nueva orden de la cultura y sus circunstancias de historicidad.

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Es el epílogo de nuestra obra de investigación recién elaborada,cuyo título es La Fiesta Interminable. Crítica inmanente y transcendental de la matrisocialidad. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Doctorado en Ciencias Sociales, 16 de octubre de 20019.