miércoles, 27 de julio de 2016

DESCRIPCIÓN DE LA MENTIRA


DESCRIPCIÓN DE LA MENTIRA
(fragmento)

Pasan los cuerpos hacia la tortura y otros son ágiles
en las posturas de amor, pero la sabiduría aumenta
en cálices más profundos.

¿Qué harías tú si tu memoria estuviera llena de olvido?
Todas las cosas son transparentes: cesan las escrituras
y cae lluvia dentro de los ojos.

Nuestros labios envejecieron en palabras incomprensibles.

Este país no fue abrasado por un viento, ni fue raído
por un rebaño. Ahora

la perfección de la muerte está en mi espíritu.


Antonio GAMONEDA: De “Descripción de la mentira”. Antología
poética, Alianza: Madrid, 2008, 141.

Admonición:
Han desmembrado nuestra memoria, torturado la escritura, incomprensibles nuestros labios y embrollada la agilidad de estimarnos. Pero nos queda el espíritu (inclaudicable) con el que sobrevive el pensamiento en estado de sitio, desde donde reconstruiremos -como un deber mítico (inevitable)- el país desolado por sus ponzoñosas langostas (mentiras) de amos esclavistas.

PENSAMIENTO EN ESTADO DE SITIO


Eran días de libertad, de escalada inspiración, de los años de 1970, cuando me sentaba con la guitarra para rendir el examen frente a los grandes maestros venezolanos de la guitarra Antonio Lauro, Flaminia De Sola y Antonio Ochoa, jurado que por su parte constituía el trío Raúl Borges[1]. Subía y bajaba a la Escuela Juan Manuel Olivares, en la Alta Florida, con la juventud cargada de música y solfa y un caminar de las calles llenas de imaginación a los pies de la monumental montaña de El Ávila.

Esta libertad inspirada sucedía a una breve incursión por el piano en la Avenida Vitoria, en clases particulares organizadas por una gran pianista española, Loreto de Argemí, exiliada desde los años 50. En el concierto de fin de curso del año 1971, me tocó desarrollar piezas de Grieg y otros.

Todo se me revuelve en la memoria, a esta distancia del tiempo, en que éramos dueños de nuestras ilusiones y realizaciones: como el concierto de guitarra en el IVIC en 1981, y también la animación de guitara en la representación de lecturas sacras (místicos españoles del siglo XVI y poetas actuales venezolanos como el merideño Ramón Palomares), con motivo de la exposición del calvario y piezas de escultura de Juan Félix Sánchez[2] en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, en 1984. Revestido con poncho andino desarrollé piezas para guitarra del siglo XVII, españolas[3],  y venezolanas actuales como La Negra de Antonio Lauro. Sin querer revivir en mi imaginación a los aguinaldos venezolanos y música navideña tradicional inglesa[4] recorriendo las casas en el barrio de Los Postes de Caracas.

¡Qué tiempos aquellos!, años de 1970 y 1980 en que el pensamiento andaba resueltamente libre e inspirado, entreverado con los estudios de Sociología y Antropología en la Universidad Central de Venezuela y la Maestría en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Allí crecían las amistades. Pero también afincado con mi vida en los barrios marginales de Los Postes, Calvario-La Cruz, y Gran Colombia de Caracas. Gente honda, casi perfecta con olor de vida. Ha sido el afinque más feliz de mi vida.

Fue el desafío del pensamiento académico en búsqueda de la explicación de lo popular y de lo nacional, pensamiento de investigación conceptual que me presionó a abandonar el esfuerzo musical con la mira a la acción y a la promoción popular, mediando los años de 1980.

Porque aquella alborada venezolana fue opacándose con las señales del Viernes Negro (1983): primera devaluación de la moneda; el Caracazo (1989): revuelta popular de saqueos a los negocios; el golpe de estado fallido (1992) del teniente coronel Hugo Rafael Chávez; la crisis financiera (1994) en la segunda presidencia de Rafael Caldera; la subida a la escena política del militarismo del siglo XXI (1999) con la subida democrática al poder de H. R. Chávez, militarismo socialista que continua en ascenso todavía en estos años de 2016 con pretensiones de seguir cercando a la sociedad en su libertad e inspiración.

Pero no fue subiendo sola esta barbarie de la fuerza social. Nuestras investigaciones antropológicas muestran que vino muy mezclada con la complacencia de la caverna que fabrica la etnocultura cuando al mito lo pudre la mala conciencia de una perversidad histórica[5].

Hasta que después de casi 20 años (1999-2016), en lo que ya va del siglo XXI, aquella perversidad, etnocultural hecha de obnubilante política, que apareció como súbdita (ni que se hubiera copiado de los tiempos tropicales) va disminuyendo su espejismo hasta ir adquiriendo el rostro de un crepúsculo oscuro, cada vez más negro, sociológicamente hablando. Como una hoguera en agonía nos va encerrando en la noche, para sentir que nos van cercando la memoria, la libertad y la inspiración, estado de sitio que nos obliga a la resistencia para poder respirar en lo que nos va quedando: el espíritu y su pensamiento.

Si el país venía de un declive con la práctica cultural de “estado del disimulo”, según la fórmula de José Ignacio Cabrujas[6], declive que quiere ser justificado con la “gracia del cargo” (Ibsen Martínez)[7], pero para contentarnos con que Venezuela siempre fue “una gran comedia”, según Ramón J. Velásquez[8], la autocrítica del país por la intelectualidad más florida venezolana a horcajadas de los siglos XX y XXI, ahora se asoció en caída libre, fulminada, con la “descripción de la mentira”. El tejido de esta descripción, convertida en denuncia, se llevó a cabo con la urdimbre de promesas y más promesas, apiladas con desparpajo sin cuento, como  podría decir el poeta Gamoneda, y el argot nacional con gamelote y coba.

A la coba, los intelectuales mediocres la llaman carisma, y con el gamelote, la etno-lingüística del país califica al “habla paja” por excelencia. A la caña salvaje que crece por doquier al secarse en la estación seca, se le dice gamelote; pese a su considerable altura y volumen sólo sirve para la quema de la montaña; es así como sus cenizas pueden servir de abono y alimentar su rebrote en la estación de lluvias. Entre creencias y “vamos a ver” (dijo un ciego como buen mago), la cultura matrisocial hace que el pueblo venezolano se detenga en el decir de la promesa (sin acción o hecho). Esto es, se contenta con que le prometan, y ahí agota toda su ilusión producida por el espejismo de realidad: los hechos no importan[9].

¿Qué pasa con las promesas?

¿Por qué son las que nos tienen en estado de sitio al pensamiento?

Lógica y señal.

Lógica de perversión cuando se promete para no cumplir.

Señal de una civilización de la que “nos dijo Nietzsche, es el esfuerzo por hacer del hombre un animal capaz de prometer” (Savater, 128[10]). Pero cuando esta lógica y señal se cristalizan en la práctica política (pública) de “hacer promesas”[11], no sólo el “poder prometer es una de las más novedosas exclusivas humanas” (Marina, 98[12]), sino que se completa con un novedoso monopolio de uno (un cacique) o de unos pocos (oligarquía caciquil) que abusan del poder impunemente y desde donde saquean la economía del pueblo con el motivo de una salvación total, no de mejora desde las oportunidades del propio esfuerzo.

Si “decir mentiras” es una estrategia del que siempre quiere sacar ventajas, el “hacer promesas” es un caso especial de mentiras que no se van a cumplir. Cuando el poder “prometer” logra su cometido de “hacer promesas” este hecho se convierte en “la pesada tarea que la naturaleza ha impuesto al ser humano, escribió Nietzsche” (Marina, 98). Encaramado entre decir y el hacer promesas, el mentiroso público puede con audacia imaginativa esquivar el monitoreo de la sociedad e inventar su propia racionalidad, acompañada siempre de astucia. La realización del mentiroso es convertirse rápidamente en corrupto, para seguir con la lógica de su mentira.

“El corrupto tiene que defender el mismo orden legal y moral que transgrede, porque es precisamente de ese orden del que recibe sus beneficios extra. Debe, por lo tanto, defender públicamente el sistema, y mantener, claro está, en silencio su comportamiento (Marina, 96).

Cuando esta tendencia se convierte en un orden político programado, se encienden las luces del asedio al pensamiento libre y fresco. Detectamos dos frentes que colocan a ese pensamiento en estado de sitio: el motivo pre-etnológico y la demagogia anti-reflexiva con orientación totalitaria.
  1) El motivo pre-etnológico se vincula en Venezuela con una cultura del placer, de la permisividad, que evade los problemas o los enmascara en una simulación haciendo ver que se dirige a su solución. Su crítica es superficial, sofística, frívola, creyéndose genuina al constatar los fenómenos culturales, aún activando la comparación con otros. Es una forma de identificar el mito, subirse a su carroza de exposición y deleitarse con tal espectáculo pre-etnológico. Así opera el pensamiento concreto de la gente al que se suma la práctica de muchos antropólogos del país. Cuando lo que se necesita es activar la crítica a las proposiciones etnológicas que llevan apegostradas proposiciones pre-etnológicas cuyo sentido hay que descabalgar de la crítica científica etnológica.

Cuando de verdad se penetra en el ser que somos los venezolanos, hay un rechazo preetnológico
asumido como presunto presupuesto del saber científico. Este rechazo coincide con un interés hermenéutico, metafísico, que no busca la explicación, y, por lo tanto, tampoco la producción conceptual del conocimiento científico[13]. Esta hermenéutica se revela como un asedio fuerte a que exista la episteme[14] en el país venezolano. Es una práctica del pensar acrítico que se convierte en aliado de la “descripción de la mentira” y de su mentor el “hacedor de promesas”. Este hecho identifica el motivo pre-etnológico como primer frente básico que coloca al pensamiento genuino en estado de sitio.
 
   2) La democracia anti-reflexiva, vía totalitaria, es el segundo frente desarrollado para sitiar al pensamiento libremente nacido. Si no importan los hechos (facta) desde donde producir la crítica al “hacer promesas”, debido al principio del placer (matrisocial), Venezuela es un terreno fecundo para la emergencia de demagogias (gamelote y coba). Simón Rodríguez escribe su Defensa de Bolívar construyendo la resistencia del pensamiento sitiado sobre Bolívar. En la historia republicana, especialmente hoy día, se ha manipulado el genio y figura del Libertador; más que para resucitarle, ha sido para sucumbir en la confusión tormentosa para la desorientación nacional, para obstruir el proyecto de país. Con su brillantez intelectual S. Rodríguez construye el modelo de análisis de la demagogia en oposición al proyecto:

Alborotar a un pueblo por sorpresa o seducirlo con promesas, es fácil; constituirlo es muy difícil: por un motivo cualquiera se puede comprender lo primero; en las medidas que se toman para lo segundo se descubre si en el ‘alboroto’ o en la seducción hubo proyecto, y el proyecto es el que honra los procedimientos; donde no hay proyecto no hay mérito (S. Rodríguez, 112[15], subrayo nuestro).  

Un indicador terminal del alboroto demagógico en la Venezuela actual lo representa la ausencia de la opinión pública, un hecho más hondo y que está más allá de la misma libertad de expresión. Porque te dejan ladrar (imagen de una libertad silvestre, tomada de El Quijote), pero nunca le hacen caso a las fuentes, a los medios y a los destinatarios de la opinión pública, es decir, a la confrontación  honda donde bullen las ideas, la vida, y el proyecto de la sociedad. Sin atisbo de opinión pública, no levanta el asta la bandera de libertad, y la causa del pensamiento se encuentra a la deriva o en estado de sitio. 

CODA: Dejé la guitarra (música) por el libro (pensamiento). Las promesas políticas se florearon como “descripción de la mentira”, y el pensamiento, aunque no abandonado, ni dejado a la deriva, contrajo la condición del estado de sitio, debido a promesas para no cumplir y a una dominación tiránica para estatuir el cerco del asedio.

¿Qué salidas tiene un pensamiento sitiado?

La transcendencia, siempre su transcendencia: vencer al estado de sitio con su obra; como el guitarrista Francisco Tárrega: “vencer la muerte con su propia obra”, según Savio (p. 3[16]). Para reconfirmarse, Savio apela a Platón que al soñar “con un mundo mejor, dice que la muerte sólo se vence con la obra”. 


[1] Raúl Borges fue un eminente guitarrista venezolano, investigador de la guitarra pequeña, procedente de la vihuela en la España de los siglos XV y XVI. En Venezuela se la conoce como el cuatro, debido a su componente de las cuatro cuerdas. Se diferencia de la guitarra barroca, la de seis cuerdas, que es la que se conoce hoy día normalmente. En aquél ambiente escolar de música académica, comenzó mi amistad con Mélida Palacios, actualmente mi comadre de confirmación, gran ejecutante como guitarrista profesional de las obras de los maestros venezolanos, así como su incansable promotora.
[2] Se le pensó inicialmente como artesano, nacido en Mucuchíes (estado Mérida, Venezuela) pero se trasladó a vivir a la aldea de San Rafael de Mucuchíes, de extracción popular. Pero su actividad pronto se enrumbó hacia la expresividad de ideas que lo hicieron pronto un original artista plástico. Trabajó la madera y la piedra. Asentado en la soledad del páramo merideño, a seis horas de escalada a pie desde San Rafael, diseñó en ese lugar agreste su calvario y otros objetos de arte religioso y doméstico. En la entrada de la población de San Rafael se puede contemplar la iglesia de piedra, edificada en honor a su aldea, que hoy es emblema del turismo nacional en Los Andes venezolanos.
[3] Piezas breves del tiempo se Shakespeare (1999), editadas por Karl Scheit: Greensleeves,  A toy, What if a day or a moneth o a year, Willson’s wild, Bochington’s pound, Merry melancholie (Thomas Robinson, 1588-1610); piezas  de Gaspar Sanz (siglo XVII) de la Suite Española, grabada por Narciso Yepes: Españoletas, Gallarda y Villano, Danza de la Hachas, Rujero y Paderetas; de R. de Visée (aprox.1650-1725): Minué 1 y 3, Zarabanda, Pasacalle; de Francisco Tárrega: Endecha 19, 20, 21, 23 y 25.
[4] La profesora Loreto me trasladó, mediante un artificio, a la técnica del piano el acompañamiento de los aguinaldos (villancicos) venezolanos, que después apliqué a la guitarra. Porque al que no es nacido en Venezuela, le es muy difícil ejecutar los ritmos caribeños. Así ocurre con uno de los aguinaldos, que es andaluz (Vamos, pastores, vamos), pero que al trasladarlo a la vivencia venezolana cambia el ritmo con la aplicación del tresillo. Los aguinaldos son el Niño lindo, La jornada, De contento, Cantemos, cantemos, Oh Enmanuel, Los pastores a Belén, Sublime ideal; y del cancionero inglés, Carols for guitar, arreglados por John W. Duarte tenemos las canciones del God rest you merry, gentlemen, O come, all you faitfull (Adeste Fideles), Silent night (Noche de Paz), The Coventry carol, The first Nowell, What child es the? (Greensleeves).
[5] Siempre ha sido defendido con testarudez y comprobado hasta la saciedad y permanentemente en nuestra etnografía que la cultura matrisocial no se identifica exactamente con los sectores populares. Toda cultura representa una totalidad en la sociedad que la porta. Y también decimos que a todo pueblo le sale, en un momento de crisis social, la caverna (imagen de lo social perverso) que toda cultura contiene, y que de modo similar este fenómeno no tiene que ver con los países en vías de desarrollo, aunque éstos se encuentran más expuestos a que se les salga la caverna, pero por su crisis de sociedad. Como tal ocurrió, por hablar de ayer (siglo XX), al pueblo alemán y al pueblo italiano, con el nazismo y el fascismo, los dos pueblos más inteligentes, por decirlo así, de Europa por su historia social y cultural.
Véase la descripción de la caverna venezolana proyectada en los tres discursos, apareciendo el discurso salvaje como el más asociado a la caverna, pero no sólo, de Juan Miguel Briceño Guerrero: El Laberinto de los tres minotauros, Monte Ávila editores: Caracas, 1994. La imagen de este fenómeno cultural no es ahora la cueva sino el discurso, y ¡atención! salvaje no significa popular de clase baja. Como la cueva, el discurso como una totalidad también lo porta toda la estructura social.
[6] J. I. Cabrujas: “El estado del disimulo”. Revista Estado y Reforma, Caracas, 1987. Entrevista por Luis García Mora y Víctor Suárez Trino.
[7] Ibsen Martínez: “El cargo habilita”. Prodavinci.com, Caracas, 28 de octubre de 2015..
[8] Ramón J. Velásquez: “Venezuela es una gran comedia”. Correo del Caroní, Ciudad Bolívar, 9 de octubre de 2011. Modificado el miércoles 25 de junio de 2014. Entrevista por Marcos D. Valverde.
[9] Véase la explicación de este mito en S. Hurtado: “Felices aunque pobres. La cultura del abandono en Venezuela”. EXTRAMUROS, Revista de la Facultad de Humanidades y Educación, UCV, 2002. También del mismo autor: Elogios y miserias de la familia en Venezuela, La Espada Rota: Caracas, 2011.
[10] Fernando Savater: La tarea del héroe, ed. Destino, Barcelona, 2000, vol. 316. 
[11] Véase la figura del “hacedor de promesas” en los santuarios mágico-religiosos. Alfredo Moffatt Psicoterapia del Oprimido, Librería ECRO, Buenos Aires, 1974; Carmelo Lisón Tolosana: Temas de Antropología Española, Akal editor, Madrid, 1976.
[12] José Antonio Marina: Las culturas fracasadas, Anagrama, Barcelona, 2011.
[13] Es una hermenéutica que participa tanto de la ilusión etnológica buscando la emotividad psíquica, como del etnologismo crítico como nostalgia de la barbarie. “Pero existe otro modo más sutil, porque ya no es “hermenéutico”, sino crítico, de utilización de la Etnología al servicio de una ideología. Su aspecto crítico le permite presentarse como una alternativa a la Filosofía. Prefigurado en los cínicos, podemos constatarlo en Rousseau –“el más etnólogo de los filósofos”- Es la médula del “etnologismo” de Levi-Strauss, y de tantos otros etnólogos, o de otras personas que lo son menos de nuestros días”…Es “la tradición del “Paraíso perdido”, la tradición de la “Comunidad perdida” y del “Hombre” extraviado en la “civilización” (Gustavo Bueno: Etnología y utopía, Júcar Universidad, Madrid, 1987: 140).
[14] La epistemología se ocupa del modo de producción del pensamiento. Uno de los objetivos epistémicos de dicho dispositivo cognoscitivo es la generación de conocimiento científico. Un problema grave en Venezuela es la ausencia de dicho modo de producción porque tiene que ver o que está vinculado a la existencia de la ética cuya objetivación es la de un proyecto de sociedad. ¿Si no existe proyecto de sociedad en Venezuela cómo es posible la producción de pensamiento, y cómo vamos a pensar el país a nivel de la comunidad científica? Dicha ausencia escenifica el asedio al pensamiento colocándolo en estado de sitio. ¡Ausencia de tantas cosas faltantes en el país! 
[15] Simón Rodríguez: Defensa de Bolívar, Imprenta Bolívar, Caracas, 1916.
[16] Isaías Savio: Tárrega. Doce composiciones para guitarra. Ed. Ricordi Americana, Buenos Aires, 1973. Presentación y revisión de I. S.