martes, 7 de enero de 2014

AÑO NUEVO Y ARGUMENTO



Quiero en este blog, entrando el Año Nuevo, rendir un homenaje al sociólogo Alberto Grusón, con ocasión del reciente libro publicado en su honor. Es una autobiografía razonada por él mismo, merced al empuje de las coordinadoras del libro, Matilde Parra de Niño y Verónica Zubillaga. Constituye la primera parte. Se completa con una segunda parte constituida por artículos de amigos y pupilos que han acompañado a Alberto Grusón en su trayectoria de vida científica. Este nuestro y breve homenaje en este blog consiste en un poema de Año Nuevo de Timoteo Marquina, en el que nos regala su espiritualidad con el tiempo nuevo del Año desde la Salamanca de 1960, y en una narrativa argumentada con el problema del pago de nuestra deuda con Alberto Grusón   



AÑO NUEVO
       (EL AZUL)

(Tiempo eterno le llena. El mismo Dios.)
Hombre, siempre el sistema más perfecto,
regular en sus vueltas y en sus alas,
roza hoy su desvarío en el azul.
El azul tan armónico y tan sólido,
límite en donde chocan las dos fuerzas
nucleares que existen. (Las separa
con resistencia al punto). Él es el año,
línea de dirección de cada astro;
él ahoga la tierra con mil cintas
eléctricas de sueño. Siempre es él
el estanque poblado de ebrios cisnes.
Olas de amor en calma en él se duermen
ya próximas a un lecho de corales,
tan pronto empiece el signo jubilar.
Todos los puertos son el firmamento.
Los días cruzan sólo latitud.

Timoteo MARQUINA: Hombre para Morir, Ágora, Madrid, 1961, 33.

ARGUMENTO  EN  VOZ  3

El tiempo cósmico dirige la orientación de cada astro, de cada planeta. Arrojados a todos los puertos del firmamento, la luna, nuestro primer puerto, se convierte en protagonista también de todos los sueños, de todos los desafío, de todas las crítica, que se ciernen sobre la tierra a instancias de nuestros deseos azules. El hombre aspira así a establecerse como el sistema perfecto dueño del espacio sideral total, casi lindando demiúrgicamente con los tiempos y espacios eternos. En medio de esta lontananza lunar, un quejido infantil resuena tanto, que se convierte al final en una interpelación a los hombres esclarecidos: el deseo del niño de plantar sus sueños en la luna es para que los sabios  hombres los realicen en la tierra ¿Podemos imaginar cómo el deseo de plantar un árbol en la luna puede realizarse como un jardín de sabiduría en el conocimiento sociológico?
En el siguiente cuadro, el afán por pagar una deuda se hace homenaje-testimonio del sabio plantando un conocimiento en la tierra para mejorar la habitación de la sociedad.

PAGO DE DEUDA (ADELANTO)

CANCIÓN DEL NIÑO QUE QUERÍA IR A LA LUNA
(cantábile)
Quiero plantar un árbol en la luna,
madre,
porque la hermosa luna es sorda y fría.

Quiero tejer un nido de gorriones,
madre,
en la luna que es gris y que no alienta.

Quiero estrechar la mano al selenita,
madre,
aunque sea de piedra y de silencio.

Quiero apoyar con fuerza mis labios en la luna,
madre,
como si fuera un tibio cutis de muchacha.

Quiero
que cuando lleguen los sabios a la luna,
madre,
aprendan de una vez
lo que es un árbol…
un gorrión…
la mano de un amigo…
y un rostro al que se ama…
porque los sabios hombres,
madre,
casi lo han olvidado.

(José Antonio MUÑOZ: “Canción del niño que quería ir a la Luna", en La Casa de San Jamás, obra de AGUAVIVA, Happening, disco, Madrid 1972).

Pero sabes, madre,
hay un sabio que ya fue a la luna, y plantó allí un árbol que llegó a ser un jardín de sabiduría. Lo sabemos, madre, porque su sabiduría ha ido lloviendo sobre nosotros en esta tierra, y especialmente sobre aquéllos que quieren leer en el interior del hombre social. Siempre ha habido caminos para llegar a ese jardín. Ahora para entrar en él plenamente ya puede hacerse el camino a través de libro que han organizado Matilde Parra de Niño y Verónica Zubillaga: Hacer SOCIOLOGÍA en Venezuela juntos con Alberto Grusón, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2013.
Aquí está la mano diestra de un sabio amigo que puede acompañarte y, al mismo tiempo, mostrarte con el molde emocional de su historia de vida, lo que Aristóteles descubrió con la amistad: “Para las bellas acciones:
Son dos que marchan juntos (Ilíada, X, 224)

y que, por ende, son más poderosos para el pensamiento y la acción” (Ética de Nicómaco, El Trébol, Caracas, 2012, 179).

Acogido a este programa ético he hecho el camino por este jardín del conocimiento de la mano de Alberto Grusón, magnífico mayéuta, desde que me encontré con él en 1981 para realizar la tesis de maestría en Antropología Social, seguido de un modo inmediato con una obra: Gerencias Campesinas en Venezuela, para su oficina de CISOR (Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales); poco más tarde me orientó en la tesis doctoral: MATRISOCIALIDAD, donde cambié definitivamente de caballo epistémico a mitad de la carrera, y culminé acompañado con él mi trabajo de Profesor Titular: Élite Venezolana y Proyecto de Modernidad, en la Universidad Central de Venezuela (2000). Hay otros dos momentos también a resaltar entre otros más, como el trabajo de antropología aplicada sobre campesinos conuqueros en la península de Paria con ocasión del estudio sobre el Centro de Formación  Los Pinos en la población de Los Arroyos, encomendado por CISOR y financiada por CESAP (Centro al Servicio de la Acción Popular), y el trabajo de organizar y dictar 4 foros titulados “Repensar a Venezuela desde la Familia. Una provocación en tiempos de extravío”, juntos con José Luis Vethencourt, Alejandro Moreno y Rafael López Sanz. Con Alberto Grusón he recorrido y penetrado en las intimidades del país venezolano.

Hay deudas, madre, que no se pueden pagar nunca, por más adelantos que se hagan o se establezcan algunos plazos de pago. No sólo concierne ello al contenido de la deuda, sino sobre todo a la forma de trabajo o dedicación. Porque ello tiene que ver con la gracia, que es la esencia del alma, como dice el poeta Timoteo Marquina (ver en este blog, diciembre 2013). Por eso es muy difícil que el esfuerzo material tenga capacidad del todo para alcanzar al pago. Porque la obra mayéutica de Alberto entra en aquel requerimiento que dicta Fernando Savater en su autobiografía razonada: Mira por Donde, cuando distingue entre la actividad que hace cosas y el desempeño propiamente laboral. Así dice:

“La diferencia no estaba en cobrar o no cobrar por lo que se hace, sino en hacer cosas para cobrar y hacer cosas cobrando pero que uno haría también sin remuneración, en ocasiones hasta pagando por el privilegio de llevarlas a cabo. El trabajo es una obligación, hija de la necesidad, mientras que la actividad es el ejercicio alegre del deseo” (p. 14).

No sé si la institución académica ha alcanzado a desarrollar una cultura del reconocimiento institucional para ese “ejercicio alegre del deseo” de los sabios que han transitado por ella, y han logrado plantar un árbol difusor del conocimiento epistémico en el corazón del país venezolano, como lo ha hecho Alberto Grusón. Por mi parte, me acojo a la inspiración de Umberto Eco para poder acercarme a cómo pagar en algo (reconocimiento y asociación) mi deuda con Alberto Grusón, colocando al final de este leve homenaje la CODA de mi artículo “Reposo en el Viaje” inserto en el libro de Matilde y Verónica:

“No sé si tengo que pagar una deuda a plazos, como hace Umberto Eco con su maestro Edgar de Bruyne, belga también. Por supuesto que sí, pero tendrá sentido último si la ciencia social en Venezuela reconoce también una deuda con Alberto Grusón, y no sé si impagable en este caso por el motivo de la presencia y el quehacer de Alberto Grusón en Venezuela. Por mi parte, todo mi esfuerzo se reduce a transmitir a mis alumnos lo que he aprendido de mi maestro y decirle a éste sobre los resultados; después, espero que la línea de mi investigación sobre Venezuela tenga pocos desperdicios; finalmente, como hay razones de “para qué saber” que no pagan nada por no convencer, tal como esa de amor a la sabiduría o la otra de saber para enfrentar mejor la vida, es preferible la razón que sí paga mejor los plazos de la deuda y se la dejo relatar a U. Eco: “Y entonces la única respuesta es que el ejercicio del saber crea parentesco, continuidades, afectos, nos hace conocer a algunos Padres, además de los nuestros carnales, nos hace vivir más, porque no recordamos sólo nuestra vida sino también la de los demás, establece un hilo continuo que va desde nuestra adolescencia (a veces infancia) hasta hoy. Y todo eso es muy hermoso” (p. 322)
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-Umberto Eco: “Cómo se paga una deuda a plazos”. EL NACIONAL, domingo 7 de diciembre de 2003, Opinión, A, 10. Tomado de Umberto Eco, L’Espresso, The New York Times, 2003.
-El artículo “Reposo en el Viaje” puede verse también en este blog: mayo de 2010.
-Fernando Savater en Eleazar Narváez: “Valorar y Recompensar”. EL UNIVERSAL, Viernes 08 de Julio de 2005.