Epílogo breve de la crítica
tripartita
He aquí la posibilidad, que luce
negada, del proyecto de país en Venezuela después de una terrible crítica
inmanente de su cultura, de un esfuerzo titánico de la transcendentalidad del
concepto de matrisocialidad que la explica, y ahora con el afán de llegar en
bajada libre hasta las conexiones físicas y emocionales de su apetente constitución de ser, es decir,
de llegar a las dinámicas que se encuentran en lo presocial y aún precultural.
Llegamos así hasta el instinto o apetencia de la constitución de ser venezolano
de un modo no histórico, sino genealógico, hurgando en la realidad del ser en
búsqueda de las claves que abastecen el sentido del presente venezolano.
En términos éticos hemos estado,
desde la referencia de lo sociable con su núcleo de poder llegar a ser,
buceando en el predeseo o deseo con pulsión de ser. Porque quedaba ya lejos, en catexis, el deseo asociado al querer
hacer para ver lo que se puede averiguar del ser venezolano evaluado desde el
deber ser como proyecto de sociedad. Al final la averiguación nos dejó caer en
el territorio del instinto de la apetencia, dejando desnudo, corito, al deseo
como un apetito, tal como lo dibuja un antojo, un capricho, un me da la gana, y
aquí de que se goza, se goza, como un deseo de naturaleza primaria.
Lo que hemos conseguido aquí con
la crítica tripartita (la de las tres partes del estudio: lo sociable, el deseo
y la apetencia) está a nivel del pensamiento, y en éste sólo cuando se mira a
sí mismo en centrífuga como su propio auto-desafío, o sencillamente, cuando el
pensamiento se quiere realizar, a despecho de la realidad misma, y
encontrándose al fin consigo mismo, mira en retrospectiva de sí mismo para
observar su propio camino recorrido sin más carga que la de sus deseos de poder
servir a la explicación de la constitución de Venezuela desde la cultura y la
sociedad. Qué más puede hacer(se) en una sociedad encantada, que dejarse llevar un poco por lo encantador de su festín de consumatum
est de la realidad, como principio de muerte o pérdida consumada, que a
veces se obtiene como una maravilla de gracia
social, pero la mayoría de las veces es de penumbra y desasosiego, y que
como aliciente de la sociedad habría que seguir y constituir a ésta aunque sea
a modo de sobrevivencia.
El argumento con pizca de
brevedad se resumen como en encrucijada del pensar la señal de lo sociable con
poder de ser, el deseo con pulsión de ser y la apetencia con constitución de
ser. Un esquemático epílogo para ver con claridad, entre las columnas del
argumento fundamentales colocadas en los subtítulos de la tripartita, las
perspectivas de cómo se ha trabajado la idea de la fiesta como lugar de la
crítica transcendental de la matrisocialidad. Es decir como relato en que lo
sociable como el acceso a la posibilidad de ser social se estanca en su misma
posibilidad. Porque además lo cierra con tranca la compulsión que se apesga al
deseo regresivo de ser con la intención inconsciente de no encontrarse con la
realidad para no transformarla, y como resultado de dicho cierre compulsionado,
el deseo retrocede y como inercia sirve el miedo como recurso de resistencia
primaria. Deseo compulsionado que al fin tiene la salida de expresarse aún como
instinto en la apetencia de ser social constituyente, es decir, a un ser social
por constituir, en lo que mientras tanto, la ansia de ser social se agota
esperando una promesa seductora con palabrería de coba.
La constitución apetente se torna
dificultosa por su contradictio in
términis. Sin desánimo en el pensamiento científico nos abocamos a lo
utopiano con la pretensión de identificar al desorden originario que deja ver
con asombrosa realidad, desmontado, todo tipo de apetente constitución y
asociarle una estrategia de explicación con el invento conceptual del radical
libre cultural. Radical libre tomado a préstamo de la ciencia médica para
indicar que hay elementos antisociales atentatorios no sólo con la emergencia
de lo social, sino también con sembrar de muerte y destrucción aún nuestras
ansias de sobrevivencia. Radical para indicar
lo originario, lo inédito de una cultura, de principio de realidad antes
del principio, es decir, antes del caos y de la nada del ser. Radical como
desorden para indicar la falta de capacidad para controlar donde la ausencia es
lo permitido de ser. Así la nada es más productiva que el ser mismo.
Porque el deseo fijado en la
compulsión y éste asociado con lo instintivo, no sólo no logra desarrollar la
capacidad para fundar e iniciar un principio social de la constitución de ser
de pueblo y país, sino que nos topamos con una cultura de la destrucción de la
realidad, de la pérdida de ésta, hasta de la ausencia como ninguneidad de la
realidad. La apetencia fijada aún a la pulsión no permite dar pasos a la
libertad, y obrar conforme a ésta para buscar y lograr las alternativas
posibles del deseo y del proyecto, es decir, de la afirmación de lo sociable y
del deseo de querer hacer algo como comienzo de condensar consistentemente las
raíces ontológicas de lo constitutivo venezolano. Sirva este estudio como un
esfuerzo y un afán para remitir ese comienzo, aunque sea al pensamiento
inquieto de los intelectuales venezolanos. Porque lo sociable tan expresivo en
la superficie del ser venezolano posterga su capacidad para desarrollarse como
societable, es decir, con la posibilidad de constituirse como proyecto de
sociedad hasta nueva orden de la cultura y sus circunstancias de historicidad.
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Es el epílogo de nuestra obra de investigación recién elaborada,cuyo título es La Fiesta Interminable. Crítica inmanente y transcendental de la matrisocialidad. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Doctorado en Ciencias Sociales, 16 de octubre de 20019.
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