lunes, 21 de octubre de 2019

LA FIESTA INTERMINABLE - EPÍLOGO




Epílogo breve de la crítica tripartita


He aquí la posibilidad, que luce negada, del proyecto de país en Venezuela después de una terrible crítica inmanente de su cultura, de un esfuerzo titánico de la transcendentalidad del concepto de matrisocialidad que la explica, y ahora con el afán de llegar en bajada libre hasta las conexiones físicas y emocionales  de su apetente constitución de ser, es decir, de llegar a las dinámicas que se encuentran en lo presocial y aún precultural. Llegamos así hasta el instinto o apetencia de la constitución de ser venezolano de un modo no histórico, sino genealógico, hurgando en la realidad del ser en búsqueda de las claves que abastecen el sentido del presente venezolano.

En términos éticos hemos estado, desde la referencia de lo sociable con su núcleo de poder llegar a ser, buceando en el predeseo o deseo con pulsión de ser. Porque quedaba ya lejos, en catexis, el deseo asociado al querer hacer para ver lo que se puede averiguar del ser venezolano evaluado desde el deber ser como proyecto de sociedad. Al final la averiguación nos dejó caer en el territorio del instinto de la apetencia, dejando desnudo, corito, al deseo como un apetito, tal como lo dibuja un antojo, un capricho, un me da la gana, y aquí de que se goza, se goza, como un deseo de naturaleza primaria.

Lo que hemos conseguido aquí con la crítica tripartita (la de las tres partes del estudio: lo sociable, el deseo y la apetencia) está a nivel del pensamiento, y en éste sólo cuando se mira a sí mismo en centrífuga como su propio auto-desafío, o sencillamente, cuando el pensamiento se quiere realizar, a despecho de la realidad misma, y encontrándose al fin consigo mismo, mira en retrospectiva de sí mismo para observar su propio camino recorrido sin más carga que la de sus deseos de poder servir a la explicación de la constitución de Venezuela desde la cultura y la sociedad. Qué más puede hacer(se) en una sociedad encantada, que dejarse llevar un poco por lo encantador de su festín de consumatum est de la realidad, como principio de muerte o pérdida consumada, que a veces se obtiene como una maravilla de gracia social, pero la mayoría de las veces es de penumbra y desasosiego, y que como aliciente de la sociedad habría que seguir y constituir a ésta aunque sea a modo de sobrevivencia. 

El argumento con pizca de brevedad se resumen como en encrucijada del pensar la señal de lo sociable con poder de ser, el deseo con pulsión de ser y la apetencia con constitución de ser. Un esquemático epílogo para ver con claridad, entre las columnas del argumento fundamentales colocadas en los subtítulos de la tripartita, las perspectivas de cómo se ha trabajado la idea de la fiesta como lugar de la crítica transcendental de la matrisocialidad. Es decir como relato en que lo sociable como el acceso a la posibilidad de ser social se estanca en su misma posibilidad. Porque además lo cierra con tranca la compulsión que se apesga al deseo regresivo de ser con la intención inconsciente de no encontrarse con la realidad para no transformarla, y como resultado de dicho cierre compulsionado, el deseo retrocede y como inercia sirve el miedo como recurso de resistencia primaria. Deseo compulsionado que al fin tiene la salida de expresarse aún como instinto en la apetencia de ser social constituyente, es decir, a un ser social por constituir, en lo que mientras tanto, la ansia de ser social se agota esperando una promesa seductora con palabrería de coba.

La constitución apetente se torna dificultosa por su contradictio in términis. Sin desánimo en el pensamiento científico nos abocamos a lo utopiano con la pretensión de identificar al desorden originario que deja ver con asombrosa realidad, desmontado, todo tipo de apetente constitución y asociarle una estrategia de explicación con el invento conceptual del radical libre cultural. Radical libre tomado a préstamo de la ciencia médica para indicar que hay elementos antisociales atentatorios no sólo con la emergencia de lo social, sino también con sembrar de muerte y destrucción aún nuestras ansias de sobrevivencia. Radical para indicar  lo originario, lo inédito de una cultura, de principio de realidad antes del principio, es decir, antes del caos y de la nada del ser. Radical como desorden para indicar la falta de capacidad para controlar donde la ausencia es lo permitido de ser. Así la nada es más productiva que el ser mismo.

Porque el deseo fijado en la compulsión y éste asociado con lo instintivo, no sólo no logra desarrollar la capacidad para fundar e iniciar un principio social de la constitución de ser de pueblo y país, sino que nos topamos con una cultura de la destrucción de la realidad, de la pérdida de ésta, hasta de la ausencia como ninguneidad de la realidad. La apetencia fijada aún a la pulsión no permite dar pasos a la libertad, y obrar conforme a ésta para buscar y lograr las alternativas posibles del deseo y del proyecto, es decir, de la afirmación de lo sociable y del deseo de querer hacer algo como comienzo de condensar consistentemente las raíces ontológicas de lo constitutivo venezolano. Sirva este estudio como un esfuerzo y un afán para remitir ese comienzo, aunque sea al pensamiento inquieto de los intelectuales venezolanos. Porque lo sociable tan expresivo en la superficie del ser venezolano posterga su capacidad para desarrollarse como societable, es decir, con la posibilidad de constituirse como proyecto de sociedad hasta nueva orden de la cultura y sus circunstancias de historicidad.

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Es el epílogo de nuestra obra de investigación recién elaborada,cuyo título es La Fiesta Interminable. Crítica inmanente y transcendental de la matrisocialidad. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Doctorado en Ciencias Sociales, 16 de octubre de 20019.  

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