lunes, 29 de julio de 2019

LA CORRUPCIÓN BAJO PULSO DE LA CULTURA MATRISOCIAL

Por 20 monedas entregar a tu pueblo a la muerte



Sobrevivencia y locura social en Venezuela.
En honor a 
Pedro Francisco Aranguren Gualdrón,
la profundidad venezolana desde los Llanos
del Ato Apure sabe de qué tratan y cómo
funcionan los sentidos de la cultura en el país.

1.       El motivo: el lema adeco que sonaba antes, y que colocó como proposición uno de los prohombres adecos, Gonzalo Barrios, en los años 1970, y candidato en esos años a la presidencia de la República: “Se roba porque no hay razones para no robar”[1].

Según esto, la recolección conuquera se actualiza como corrupción petrolera en tiempos de la democracia de la segunda mitad del siglo XX. Fue signada de un modo sociopolítico por la forma de producción del populismo, un populismo de avanzada, es decir, disimulado con la versión “gomera”, también actualizada, en el poder político de caciques divinales.

Como consecuencia, el robo como asunto social asoma su destino (ananqué), y se tambalean las instituciones sociales apenas sustentadas. Lo que va a implicar la no existencia o existencia efímera del concierto de lo social, y sobre todo, lo social concertado como asunto instituido. En breve, el lema adeco-populista expresa un modelo emic de explicación con el que el colectivo social justifica culturalmente el robo en Venezuela.
2.   
   El modelo conceptual: En busca del modelo etic o de explicación científica, se despliega (descomponiendo técnicamente lo conceptual) el modelo analítico de VIVEZA + RECOLECCIÓN que justificará científicamente desde la dinámica cultural el robo. Es un despliegue metodológico en orientación de unificar la comprensión del sentido conceptual, es decir, de conseguir el modelo paradigmático interpretativo. En este andar, se trata ahora de un asunto cultural donde la existencia de lo cultural se constituye como prescripción vital del comportamiento social, y de esta forma opera o se le encuentra como fenómeno. Es preciso ordenarlo en prospección analítica, se generará la fuente conceptual de los términos o vocablos del modelo. Este orden terminológico (lingüístico) constituye la posibilidad de tal modelo a partir del (no uno, como decir, cualquiera) entendimiento de la cultura matrisocial para, con su despliegue alcanzar la meta explicativa. Es una cuestión de evaluación metódica de lo cultural como social, es decir, con miras a lo social en cuanto que el mito se expresa en lo histórico social de la acción.   
  
3.      Evaluación sociológica: Lo cultural se halla en un estado de exceso tal, que desaloja lo poco que hay de lo social, en estado francamente  disminuido. El problema como asunto a resolver, consiste en que el exceso culturalero presiona con una dinámica de permisividad tal que retrotrae al ser venezolano a un lugar de las entrañas maternales, estado que sociológicamente se puede catalogar como de etapa inicial de la primitivización. El problema es tanto como decir que el venezolano tiene el ser social en estado de evaporación. Se obtiene ese estado en la situación de postración en que se encuentra la ley social como norma-lidad y la ley como instituida, esto es, la poca institucionalidad que funciona, aún de palabra o de nombre, se encuentra esfumada en estado de componenda en las relaciones primarias, configuradas en torno al ego-látrico etno-psicosocial. Sin familia, amigos, compadres y comadres, maridos y vecinos amigados, y finalmente, sin “bajarte de la mula” (es decir, sin ser sablista, blandir el sable que es como decir, la bolsa o la vida a nivel de lo cotidiano prescriptivo) no puedes desenvolverte en la aglomeración venezolana para la obtención de recursos. 

4.      La corrupción como un hecho del robo social: Hay niveles de evaluación en el aterrizaje del análisis. Consideremos dos dimensiones de la variable independiente por construir aún: a) los derechos humanos, b) las políticas, y con ello interpelar a profundidad el problema de la corrupción e busca de su concepto paradigmático: ¿Es la corrupción un hecho de derechos humanos?
a)      No se piensa aún en esa dirección. Empero, puede generarse ese pensamiento porque el análisis de la relación de la cultura con la sociedad, aquélla tranca o bloquea al pensamiento mismo. Cabe aquí la cuestión: ¿Por qué el pensamiento es débil (se ha adelgazado en y según la postmodernidad) se ha debilitado en nuestro pensar a medias o hasta la mitad, o se ha vuelto mentecato (estúpido o fracasado) debido a que ha sido intervenido por las ideologías?
b)      Puede imaginarse que la corrupción afecta a las políticas públicas. Es el motivo que escucha a expertos en las entrevistas de radio y televisión, expertos, vamos a decir atrevidos, mejor, avisados. Si el límite es ese, entonces se rebaja o se recorta el alcance societario que incumbe al derecho o dignidad humana. Este se estaciona en una política de las necesidades sociales. La justicia y la libertad se encuentran en el cielo del paraíso perdido como nostalgia que pudiera, empero, criticonamente imaginarse.
c)      No obstante, es perentorio que el pensamiento empuje a los intelectuales, pero también que se empuje a sí mismo, para que ancle su actividad en lo social como derecho, no sólo como política. Hay que hacer valer al pensamiento, dotado y que se dote de valentía (ética). Véase Savater, Marina, García Bacca, Bueno… es lo que caracteriza al mejor pensamiento español como posibilidad de avanzada, frente al trajinado pensamiento francés de ruptura y siempre en inicio de lo originario como nostalgia (Rousseau, Bachelard, Lévi-Strauss, Althusser…).
d)      Pero pensar lo político como acción de lo público sobre las necesidades sociales puede ser un resorte movilizable o resultar un acicate de movilización reivindicativa, para llegar a alcanzar a pensar lo social como dignidad humana. Y comenzar así el derrotero del pensamiento para observar que la corrupción es un hecho que incumbe a los derechos humanos.

5.      La corrupción domina en el cielo de lo social:
¿Es posible una justificación en lo liminal de lo socialmente justificable?
El lema: “Aquí todo el mundo, de una u otra forma, es un corrupto”, es decir, entra en complicidad para sonsacar algo a la colectividad social o individual. Es un tío conejo para un tío tigre. En esta corriente social, todos entramos con los demás y hasta consigo mismo, hasta operar, sin remedio cultural, con la lógica del robo social. La atmósfera cultural te lleva a entrar en componendas y complicidades en Venezuela, ante la última ocasión que tienes para sobrevivir, y para colmo para no volverse  loco, Devereux dixit.   

La sobrevivencia es la última razón que justifica la componenda o complicidad para poder desenvolverte en la aglomeración social venezolana. Es la razón de la bolsa o la vida, pero también la razón de la defensa propia o en propia defensa, especialmente cuando entramos en regímenes socialista que te regresan a la primitivización, a la selva, donde no es posible sobrevivir sino operando aquello de que todo se vale.

Al final, es la cultura matrisocial la que ‘manda’ con sus instituciones o valores morales antropológicos, y no la sociedad y la lógica de sus instituciones sociales. Es más, en la sociedad compleja en la que nos vemos compulsados a convivir como necesidad (anancástica como histórica) y a la que se añade la necesidad como sobrevivencia, la sobre-significación de la cultura matrisocial ocurre a costa de la acción sociológica ampliamente rebajada en su orientación social (Recordar que uno de los desórdenes étnicos es la desorientación social: en Venezuela no sabemos en qué país vivimos, ni parece que no sabemos de las necesidades sociales, ni de su solución, Vethencourt dixit)[2].

La lógica de la sobrevivencia social y el abismo de caer en la locura mental justifica a radice el que uno termine orientado y organizado en la lógica de la selva: sálvese quien pueda, todo está permitido, todo se vale (sin valentía, sino como abuso) porque en el límite o liminalidad, hay que sobrevivir, como el primer principio principalísimo, y todo ello no como razón de post- o ultra- modernidad, sino como regresión pre-moderna o de autoctonismo, y aún de primitivización, al estar derrumbadas las instituciones de la sociedad, o por no poder contar con ellas. 

6.      ¿Cómo hacer hoy día para salir de la cultura matrisocial, si la cultura social en la globalidad también se encuentra en ambiente de corrupción merced a una lógica de cazador encuadrada en una época de incertidumbre? Bauman describe cómo el “equilibrio de las cosas” que otorgaba la acción del guardabosques por un lado, y, por otro lado, la esperanza de rehacer el mundo merced a la acción del jardinero, “están cediendo el paso a la del cazador” (Bauman, 141). Con una distancia civilizatoria, el cazador trae a colación una similitud con el conuquero venezolano, que lo único que interesa a éste a nivel nacional es explotar el bosque con sentido de abandono implicado en éste la destrucción. No se trata del conuquero tribal, sino el inserto en el talante de lo nacional: “que el planeta pueda quedarse sin nuevos bosques que explotar…no lo verán como un motivo de preocupación inmediata, y desde luego jamás como algo de lo que ellos tuvieran que preocuparse” (Bauman, 141). 

“Hoy día somos todos cazadores”, dice Bauman (p. 141) que es como decir que en Venezuela somos todos conuqueros, convergiendo en el venezolano la cultura conuquera y la cultura del cazador en la globalidad mundial. Este marco social nos incita a que actuemos como conuqueros destructores por el abuso y en aplausos de aprovechados, cuestión que de lo contrario nos encontraríamos bajo la amenaza de ser marginados de los saqueos o repartos de los bienes extraídos del bosque conuqueril y de los extractivos de la minería ilegítima. Los dedicados a la gran industria de la empresa política representan el paradigma de esta situación, pues portan en sus estrategias el señuelo triste que concede el populismo: del líder que otorga la dádiva ilegal y del cliente que la com-padece. De otra forma, unos nos veremos como extraños en el país propio, sin saber que el país se volvió extraño para los propios de nosotros;  o iremos a juntarnos con el grupo de los reclamos, de las quejas, de la quejumbre que no cesa en tiempos de incertidumbre de relaciones sociales premodernas como del consumista postmoderno. Finalmente, buscaremos entre los solitarios a algún sabio que quedó aislado en su compromiso, pero todavía dispuesto a restablecer en la oportunidad un orden apetecido por la comunidad del nosotros en una dimensión acaso utópica, si es que existe ese lugar de consolación.

Por otro lado, lo que se observa es a la gente distraída en cien cosas, evitando el esfuerzo del terrible pensar; ateniéndose a cualquier atractivo, pues la esperanza que otorga la suerte en el reparto de recursos se espera que represente un placer ultimado que agote la posibilidad de los deseos transcendentes. Ya sin deseos del querer puede la gente anticipar un mundo sin promesas y sin luchas; porque ya también no habrá ni motivos ni luchas por qué luchar; todos nos la ‘calaremos’ sin remedio. La corrupción se llevó al país de don nadie los motivos y las causas con las que encender de nuevo con las luchas nuestros sueños.

¿La corrupción será el último reducto donde todos nos encontremos?

No, para la corrupción de donde venga, como lugar de recolectores con metas de destrucción, no existe el instante divinal del tiempo con que llegue a un fin, y menos a un buen fin. No es el instante de un Dios personal y responsable (Mouroux, 1965). Siempre habrá motivos y surgirán causas para robar, saquear y justificar la corrupción, y ello hasta el infinito donde no se agota la tierra ni los bienes del cielo-mágico, aconteciendo ello en un país creído rico por sus habitantes pero crecido en placer de felicidad pobre, y en época de primitiva indigencia y de incertidumbre globalizada. La analogía del cazador con el populista recolector/distribuidor permite entender su convergencia como un encuentro a la orden para dar paso, con motivos, y supuestamente sin motivos, a una cultura permanente de corrupción totalizante, es decir, de todos en sociedad.     
  
Referencias
Acosta, Nelson y Heinrich Gorodeckas (1985). La Adequidad. Análisis de una gramática
política. Caracas: Ediciones Centauro/85.
Bauman, Zygmunt (2008). “La utopía en la época de la incertidumbre”. En Tiempos
Líquidos. México: Tusquets editores, 133-155.
Devereux, Georges (1973). Ensayos de Etnopsiquiatría General. Barcelona: Seix Barral
Gramsci, Antonio (1972). Cultura y literatura. Barcelona: Ed. Península.
Hurtado, Samuel (2001): “La democracia furtiva y el falso mito de la participación”.
INTENTO, Revista del Doctorado en Ciencias Sociales, N° 1, 53-75.
Mouroux, Jean (1965). El misterio del tiempo. Barcelona: Estela.
Vethencourt, José Luis (1990). “En torno a la Psicología del Venezolano”. Nuevo Mundo,
marzo-abril, N° 145, 115-134.


[1] Dicho enunciado que escuchamos en aquellos años de parte de este prohombre adeco,  pertenece “a la aparición en un momento dado de una maquinaria de enunciados en posición hegemónica, que sería la matriz de una ruptura histórica que a la larga consolidaría el modelo democrático en Venezuela” (Acosta y Gorodeckas, 23). Nosotros pensamos que dicha estrategia gramsciana que tomaba en cuenta lo cultural y además popular (Gramsci, 1972), pero de carácter sociológico, en el caso venezolano se va a apoyar en lo cultural étnico, que nosotros identificamos como una cultura recolectora (matrisocial), y eso va a tener un piso muy débil y regresivo de lo democrático en el país (Hurtado, 2001). A la forma de la gramática política, nosotros le añadimos el contenido de realidad de lo etnológico. Sin embargo, los dos autores no andan fuera de la realidad cuando se preguntan “cómo se constituye nuestra cultura política y nuestro etnotipo nacional” (p. 93) y ahí tratan de proponer la hipótesis de que el populismo va a coincidir con lo “nacional-popular” como indicador de la democracia. Frente a una izquierda economicista y pragmatista “Recordemos, a guisa de ejemplo, que a lo largo de la historia política de América Latina, pueblo y socialismo han sido asimétricos; que ha sido la invocación populista la que ha recuperado lo ‘nacional-popular’ y que estos movimientos han sido indudablemente progresivos como catalizadores democráticos-populares frente a bloques dominantes específicos” (p. 93). En este sentido, hay que preguntarse “acerca de la génesis de nuestros actores políticos, de cómo individualizar los múltiples factores que influyen en su procedencia” (p.93). Hay aquí varios puntos que tocar a nivel individual: lo intelectual, lo social, la ideología política de carácter izquierdoso, su afectación etnopsicoanalítica personal, así como su tendencia psicosocial a arribar al poder dentro del despliegue de las condiciones de ascenso social e histórico del país petrolero bajo el criterio de pueblo (adecos) frente a la clase (comunistas) como estrategia política y de la supuesta modernización democrática. En este marco, cada prohombre adeco, en la formulación de proposiciones para la gramática política, contaba con la resonancia étnico-cultural. Algunos en su intelectualidad se percataron del peligro que significaba el populismo, pero pensaron que lo administrarían tácticamente, y que estratégicamente lo dominarían, pero la fuerza del ethos cultural personal y colectivo se los llevó por delante. Era una estrategia que combinó retórica (gramática y su forma) y la realidad cultural que les llevó por delante en su ambición democrática igualista como reproducción primitivamente regresiva.
[2] Antes que Vethencourt (1990) nos hablara del fracaso en el caso Venezuela, ya Acosta y Gorodeckas (1985) nos hablan de la hipótesis de ese gramscismo (maquivélico) de la hegemonía pero para averiguar lo que ya criticamos en esos años de los 80 en las ciencias sociales, y que vemos que han manejado (manipulado) como los mejores alumnos adecos, los actuales revolucionarios bolivarianos con motivo marxista-castrista: el populismo con lo popular-nacional o la cultura matrisocial como el despliegue de las velas de la política en Venezuela. Y así de nuevo, antes 25 años (contando hasta 1985, continuó hasta los 40 (hasta 1999), y ahora ya con 20 años encima, y continuará hasta que el chavismo-castrismo no salga del poder.  Establecen los autores: “En el plano de la realidad política nacional, estas interrogantes se inscriben en el marco de una problemática más general referida a la necesidad de explicitar los resortes ocultos que le han dado estabilidad a un sistema político que en 25 años y en condiciones financieras óptimas ha fracasado en resolver los agudos problemas que aquejan al país” (p. 93).  Esos resortes ocultos deben encontrarse en el plano de los sentidos de realidad que operan en la orientación social de los venezolanos. Y la cultura con su orientación etnotípica es un lugar privilegiado para des-ocultar dichos resortes y colocarlos en el ápice de una de las explicaciones más esclarecedoras. He aquí nuestra proposición del desarrollo y aplicación del concepto de matrisocialidad. Gramsci apelaba a la cultura como una dimensión muy importante para su hipótesis, pero su concepción de lo popular tenía la referencia de una cultura histórica como es la italiana, en Venezuela la cultura es antihistórica y antisocial, igualitarista, y esto traiciona a la proposición democrática de la modernidad social.

RESILENCIA DEL DIOS CRISTIANO DESAFÍO A LA RESPONSABILIDAD HUMANA

Xto y su cruz como sol de justicia



Homenaje a Nelson José MataVillegas
profesor y práctico de la resilencia, 
excelente ejercicio para este momento
de prostación social vivido enVenezuela
 
En medio de nuestra situación de desamparo por la corrupción que ahoga nuestros derechos humanos, pensamos con José María Díez-Alegría que dentro de que “creemos en su omnipotencia (de Dios) y ese es el fundamento de una esperanza indestructible…se da realmente una impotencia de Dios. Si él pudiera impedir el sufrimiento de los inocentes y la opresión de los pobres, no habría sufrimiento y opresión.

El Dios vivo, el Padre de Jesús, no tiene nada que ver con ese Señor impasible que, para su mayor gloria, permite ‘en sus justos juicios’ que las creaturas padezcan horriblemente. Esa impasibilidad es una concepción helénica que se introdujo en la teología cristiana y la alejó del evangelio. Dios se parece más a la mujercita que barre incansablemente en busca de una monedita perdida. Al fin la encuentra y se lleva una gran alegría (Lucas, 15, 8-10).

Jürgen Moltmann ha puesto de relieve que en Jesucristo, condenado por Pilatos, crucificado y muerto, Dios Padre no es impasible. Si el Hijo sufre y muere, con él, de otro modo, pero con la más honda realidad, el Padre sufre y hasta muere.

¿Qué Dios es éste? ¿El Dios de los ‘teistas’ o el Dios de los ‘ateos’?

Es el Dios misterioso y escondido: el Dios humano que, en su Hijo, ha probado el dolor.

Es el Dios que no puede evitar que el Hijo muera, porque lo ha entregado por amor a los hombres. Lo ha hecho entrar en la brega.

Es el Dios impotente, fuerte sólo en su amor. Su debilidad es nuestra salvación.

Pero es el Dios que resucitó a Jesús, abriendo una esperanza allí donde no parecía quedar ninguna.

'Si Dios da una muestra de su divinidad resucitando a este crucificado, ¿dónde estaba y quién era ese Dios cuando Jesús sufría la crucifixión? ¿Acaso toleró Dios todo esto manteniéndose al margen? ¿Se escondió mientras esto sucedía?' (Moltmann)

La real impotencia con que el Padre se entregó en Jesús y en él sufre por y con nosotros, es un acicate enorme que consolida y azuza nuestra responsabilidad.

Dios está en el juego y entra en el juego. Pero sus cartas nos son desconocidas.

En el corazón del hombre es donde más presiento posibilidades de un influjo transcendente, creador de humanidad”

Nuestro asunto humano con respecto a la ayuda que nos puede ofrecer la fortaleza viniendo de la debilidad de Dios es “como decía San Pablo con profundo sentido (es que) no sabemos bien lo que debemos pedir. Pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inenarrables” para que de la profunda debilidad a que nos conduce la 
actual experiencia de vida venezolana, a la que Dios asiste con el hondo clamor de su  debilidad en nosotros, nos armemos de una fortaleza indestructible ante la opresión a que estamos sometidos.
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José María Díez-Alegría: “Clamor de lo profundo”. En Rebajas teológicas de otoño, Bilbao: Desclée de Brouwer, 1980, 127-129 (síntesis de fragmentos)