Monición
Ofrezco el
comienzo de la introducción titulada “La seducción del vacío del caos y huída
del miedo” del libro recién culminado con título y subtítulo siguientes: La
valentía con provisión doliente. Cómo salvar un país de su depresión,
emigraciones y destrucción” con un volumen de páginas de 254. Un libro escrito
con el dolor para contarlo en el texto después de haberlo vivido y estarlo
viviendo, sin apenas espacio para que medie el dolor del recuerdo. Por lo que
el contar está trascendido por la presencia del dolor general.
Introducción: La
seducción del vacío del caos y huída del miedo
Este libro constituye un desafío para (pro) la valentía, y no otra que la valentía de ser país. Donde el
teórico del psi se queda a mitad de
camino en la visión, lindando con la psicoterapia individualizada en Barroso
(1992) y Jiménez, 2022), el novelista no sabe qué hacer con su imaginación más
allá de la fabulación que desemboca en la solución del desengaño como en López
Ortega (2020), y el filósofo aparece embargado por la duda que le encajona
entre dos soluciones alternativas donde la identidad étnica (discurso salvaje)
se da de trompadas con su realidad en los márgenes de Occidente, como ocurre en
Briceño Guerrero (1994).
En este panorama de ver, el antropólogo puede, primero,
aventurarse e ir a un final del camino aplicándose a la crítica de la baja
autoestima de la gente (Jiménez, 2022) como circunstancia propicia para su sometimiento
por parte del Estado; segundo, imaginar nuevas dinámicas del engaño, donde,
como la desilusión (Vegas, 208), el desengaño y hasta el autoengaño cumplan el
significado positivo de llegar a ser despegue de encontrarse con la verdad, la
verdad del sí mismo; y, tercero, ir más
allá de la ‘duda sísmica y su antídoto’ de Briceño G. (1994: 305) y flotar en
el “Descenso del Maelström”,
como la corriente turbulenta de la vida, dotados de la experticia del náufrago
que adquirió la sabiduría del navegante al lograr conducir su falucho hacia
aguas normales o tranquilas.
El problema visto desde la referencia de la cultura étnica
consiste en desbordar las limitaciones a que llegan otras disciplinas, para
entender lo que nos pasa como colectivo social y transcendernos dentro de
nuestra historia y vida. Porque del Estado populista ya sabemos bastante y
sobre todo del gobierno actual que ha desmontado la legitimidad de ese Estado
con el propósito de someternos a su poder total (Jiménez, 2022). La cuestión se
traduce en bucear, con la actitud ética a fondo, los hechos internos,
subterráneos, y las creencias tácitas, de la estructura social venezolana y con
ello lograr captar el sentido etno-genético de nuestra realidad de país.
“Entender lo que nos pasa --social o personalmente—nos pone en mejores
condiciones para sobrevivir, lo que es, al fin y al cabo, el propósito de estas
crónicas”, pronostica en clave ética
José Antonio Marina (2004: 118).
Es el filósofo Briceño el que nos deja la escena de la duda,
pensada como un sismo, que nos rebota más para habilitarla como productiva del
conocimiento. De este modo, inspira nuestra bajada a la realidad (‘descenso en
el remolino’ del sentido venezolano) para ver lo que ocurre en Venezuela. Aquí
no nos queda otra que flotar en las turbulencias que se operan en la
etnocultura venezolana de cara a cómo ésta genera el sentido de realidad. Es
necesario plantearnos una tercera alternativa ante la seducción ejercida por el
caos, la cual se revela como una falsa huída del miedo a la realidad en tanto
verdad vital. Porque el antídoto de la duda deja al filósofo sin vista, sin
reaccionar ante la cuadratura de las dos alternativas fijas como planteamiento y fijadas
en cuanto realidad, como son el estancamiento o el caos. La fijación detiene,
pues, al mismo filósofo:
“La
posibilidad de que Occidente sea el momento necesario del devenir humano en
nuestros días, de que nos toque a todos, ananqué,
occidentalizarnos para poder seguir adelante, de que la alternativa sea
Occidente o estancamiento, cuando no Occidente o caos. Pero cuando me sacude
esta duda me restablezco decidiendo que, si así fuera, yo escogería el
estancamiento o el caos. Me articulo y vuelvo a amolar la risa pensando en
corrientes y coherencias heterodoxas o prohibidas. Entonces otra vez me
zigzaguea en la mirada el relámpago”
(Briceño Guerrero, 305).
Ante este detenerse del filósofo, una tercera alternativa
como trascendente, por supuesto desde la inmanencia de ser, puede lograr el
avance civilizatorio de América Latina tomando en cuenta la identidad étnica
como objeto directo de la perspectiva de la antropología.
Juega también dicha alternativa en el desempate a las dos fijadas también por Simón Rodríguez de
‘inventamos o repetimos’. Tal alternativa pasa por el medio entre las dos
propuestas, inspirada desde la clave ética. Para solventar la dificultad de ir
más allá, se debe tropezar con la necesidad
histórica de no perder lo obtenido en la difusión cultural y social, el de
occidentalizarnos al fin de verdad, como establece Briceño G., casi dejándose
vencer por la inercia ya por
cansancio de reflexión en la especulación filosófica:
“Pero
entraríamos, si no en lo inefable, por lo menos en lo agrafable. Hay secretos
que pueden revelarse en la comunión integral de dos amigos durante alguna forma
de embriaguez, pero esa experiencia sólo deja recuerdos imprecisos. O entre dos
enemigos en la lucidez del combate cuerpo a cuerpo para la muerte o el orgasmo.
Al margen de este abismo, empero, cabe afirmar sin ambages: somos occidentales,
como no” (1994: 309).
La repetición con competencia.
Reorganizando la ‘necesidad histórica’ (frente al historicismo), se trata de emplear la resistencia científica mediante la lucha
que origina la demostración del tropiezo con la realidad y que el carácter de
la conceptualización logra vencer. En este caso se trata de repetir, pero para catapultarnos más
allá de nosotros mismos mediante una auto-invención de trascendencia. Nuestra
proposición es la de repetir con
competencia, otorgando a la repitencia la especie de la propia facultad o
capacidad de poder originario como de ir en retroceso hacia atrás para tomar
impulso. No se va a re-producir lo mismo ni mecánica ni burdamente, sino a
producirlo de nuevo con competencia creadora, Fundamentamos esta osadía con el
concepto de aculturación antagonista de Devereux (1975: 205-235).
En el análisis de este concepto se precisa dejar de un lado
el comportamiento de la inercia cultural, según la facilidad que lleva a
hacer algo irracional “por la sola razón
de que siempre se hizo así”, y afrontar el comportamiento desde la resistencia cultural con objeto de
obtener una medida racional plausible. Es “el análisis estructural del fenómeno
de la resistencia el que constituye, al fin de cuentas, la base misma del
proceso de aculturación antagonista” (Devereux, 1975: 206). Sobre esta base analítica
que describe en términos psicoanalíticos, es decir, en la resistencia
psicológica a la aculturación, Devereux (1975: 213) se conduce hacia “el
análisis de la aculturación antagonista realizado en función del esquema
medios-fines”, ocasionando en esta etapa que el contacto de dos grupos siempre
es un desafío para ambos. En nuestro tema, el problema en los márgenes
occidentales de América Latina, siempre será un desafío para los centros
occidentales de Europa y Estados Unidos. Ocurriendo además que ese desafío no
se retorne como un cambio de aculturación negativa
en la necesidad histórica de centros y márgenes de las sociedad
occidentales.
Devereux es profuso en el análisis del fenómeno de
aculturación con objeto de observar lo disociativo de los insumos culturales,
pero no contempla en absoluto nuestro caso latinoamericano, además de presentar
una extensión y diversidad inconmensurables que le es ajena para análisis
culturales de particularidad minuciosa. Yendo a su aplicación y observando su
complejidad, vamos a simplificar el argumento en el sentido antagonista afirmativo: ante un contacto o
encuentro de una sociedad dependiente o marginal con otra superior y central en
el escenario regional (ecumene), aquella asume los medios sociales de ésta pero
los emplea para sus propios fines mediante una operación disociativa, y son los
fines los que definen el resultado propio de la sociedad marginal.
En el caso de América Latina, se impuso un modo de ser
sociedad, como occidental, pero la cultura no es occidental, sino particular y
propia de la región (Briceño G. 1994: 61 y 62). Bajo el supuesto de que la
acción siempre es social, pero su sentido o señalamiento es cultural, pueden
estar disociados en su lógica de vinculación cultural. Si es real la disociación,
¿cómo plantear y organizar un fenómeno de aculturación antagonista en América
Latina? En concreto ¿cómo se vive (culturalmente) en América Latina la
orientación o señalamiento razonable de su ser sociedad occidental?
Dada la diversidad de los análisis de la resistencia
cultural, podemos adelantar que la aculturación disociativa suele adquirir en
sociedades complejas tres procesos específicos: 1) de regresión (persiste el
modelo de conducta natural o primitiva, anterior a la llegada de Occidente), 2)
pero también puede ocurrir por
diferenciación según un modo de adaptación del segmento-medios de la cultura
manifiesta, pero no del sentido inconsciente de los mitos; esto implica la
creación de formas de comportamiento diferenciadas entre los grupos de la
estructura social o entre las sociedades intervinientes; 3) por la negación que
supone la creación de conductas opuestas a las occidentales, como lo que supone
el cumplimiento de la norma o ley. (Devereux, 1975: 229-230).
En el fenómeno de la aculturación antagonista nos hallamos
permanentemente en formaciones reactivas de aceptación de occidente con
admiración de superficie pero para negarlo después en su sentido profundo al
seguir las formas anti-occidentales de los propios sentires y costumbres. Hay aquí
un complejo de inferioridad que obstaculiza el proceso y lo deriva hacia una
aculturación negativista. En la
comparación cultural, siempre se produce un desafío bilateral. Lo central de
occidente impondrá compulsivamente su proyección, acaso hasta donde puedan, o
América Latina se lo permita de acuerdo a su reactivo cultural. América Latina
tendrá una propensión a adaptarse formalmente en la acción formal, pero
modificará el medio de la acción para adaptarlo a sus necesidades en los
márgenes occidentales. Se mantendrá el desafío de esa contra-dinámica sobre
todo bajo la forma del negativismo social en América, y tendremos a “La
disociación intencional de las costumbres del grupo externo y formación de
‘contra-costumbres’ que expresan el negativismo social bajo la forma
seudo-sublimada” (Devereux, 1975: 231). Hasta que la corriente vital de la
historia ofrezca las oportunidades de que la cultura matrisocial se sobreponga
a sí misma en términos societales y aplique su verdadero señalamiento razonable
a la acción societal.
Referencias
Barroso, Manuel (1992). La autoestima del venezolano.
Caracas:
Galac.
Briceño Guerrero, Juan Manuel
(1994). El laberinto de los tres
minotauros. Caracas: Monte
Ávila editores.
Devereux, Georg (1975). “La
aculturación antagonista”.
Etnopsicoanálisis complementarista. Buenos Aires:
Amorrortu, 204-235.
Frankl, Viktor (2000). El hombre doliente. Fundamentos
antropológicos
de lapsicoterapia. Barcelona:
Herder.
Jiménez, Rebeca (2022). “Al
venezolano lo han desmontado
emocionalmente”.Caracas,
Declaraciones al El Nacional
y
reproducidas en APUCV (Asociación
de profesores de
la Universidad Central), N° 74, 16 de mayo.
López Ortega, Antonio (2020).
“Esta crisis nos ha quitado casi
todo menos los sentimientos
más íntimos”.
En La Gran Aldea.
Entrevista por Milagros Socorro.
Marina, José Antonio y Marisa
López Penas (1999). Diccionario
de los sentimientos. Barcelona:
Anagrama.
Marina, José Antonio (2004). Crónicas de la ultramodernidad.
Barcelona: Anagrama,
quinteto(q).
Vegas, Federico (2007). La ciudad y el deseo. Caracas:
Fundación
Bigott.