miércoles, 31 de marzo de 2021

LA FIESTA INTERMINABLE Y DORMICIÓN DE PAÍS

“De esta tierra hermosa, dura, salvaje haremos un hogar y un paisaje” (José A. Labordeta) 

Para hacer ese hogar y paisaje “nos quedan pocos recursos, pero uno de los pocos que tenemos es la fe en el futuro y en la humanidad. Yo la tengo” (Joaquín Fuster, 2021). 

--¿Cómo imaginar ese viaje de fe al futuro si nos hemos dejado arrullar por la hermosura de la tierra sobre la que pisamos? 

--¡Cómo! ¿Acaso quieres decir que se trata de una población encantada en sí misma, con su ser natural? Significa, si entiendo, que hay una gente que rehúye trabajarse a sí misma evitando ser social. --¡Exacto! Lo social lo representan los símbolos del hogar a construir y gerenciar y el paisaje a diseñar y crear. Parece que tenemos la encomienda de transformar lo hermoso de la tierra en la felicidad de un hogar como una sede para organizar la vida, y un territorio salvaje en espacio de un paisaje. Es la tarea de una cultura civilizada (Rodríguez, 2021). 

--¿Qué cuento maravilloso es ese, cuento que debe contar bien todo o no?

--¡Exactamente! Como el papel que debe tener el mito siempre inventado a partir de confirmar experiencias de vida con el fin de dar razón o explicación de las mismas. El mito como el cuento realiza todo: la ida de la experiencia y la vuelta a la misma experiencia para transformar ésta.

 --¿Como una centrífuga en la vida social? 

--¡Cierto! El problema comienza en la ingeniería social, cuando no ocurre la transformación, porque no da o no se hace bien la centrífuga. Hay pueblos que se quedan adorándose en sus mitos, tanto que comenzado el mito, éste sin movimiento de significaciones, se torna como un soniquete interminable, de repitencia de sentido de lo que siempre (de una vez por todas, apas en griego) queremos ser, y aún apetecemos ser. No te extrañes que lo razonable de la vida interrumpa con el grito: 

¡Alto ahí! ¿De qué hermosura terrícola se trata? No de otra que de la hermosura virginal, de lo autóctono silvestre, de lo salvaje, que dice el verso de Labordeta, para hacer la comparación más estruendosa y sobre todo obtener la rima con paisaje. Consigue así una construcción magnífica en la versificación, y lo razonable de la retórica lo aplaude. 

--Con la idea de ‘hermosa tierra salvaje’, algún parecido encuentro con la formulación de el 'buen salvaje’ que el filósofo francés pretendía identificar lo auténtico del mito cultural (Cf. Lévi-Strauss, 1972; véase Rangel, 1976). 

--Claro, se trata de lo hermoso por encontrarse en estado salvaje, virginal. En lo tocante a trabajarlo para su transformación se torna un proceso duro: hay que comenzar desde cero, la elaboración se inicia en lo que se nos da como natural y debemos conducirla a su existencia social. Se trata de un proceso de creación semejante a nacer de nuevo (Savater, 2000). Aquí nos encontramos en los límites de la naturaleza con el fin de emprender el viaje a la sociedad, un camino consistente en hacerlo con arte que incluye una fe en el advenir. Es una experiencia de paso: de lo natural otorgado como ser, a lo social como creación a realizar en tanto innovación de vida. Así se instala la cultura para tener los resortes de nacer a una sociedad y lograr la marca de la ‘denominación de origen’ para ser venezolano de cultura y sociedad (Hurtado, 2014: 352). 

--¿Por qué nos cuesta tanto movilizarnos para adquirir el ser social de un modo bien macerado? --Porque para adquirir el ser social es necesario salir de lo bello salvaje como paradisíaco y confrontarse con la realidad a elaborar, la del hogar con paisaje, en el tiempo que transcurre cuando la tierra se presenta dura como la de un desierto sin oasis o la de un valle lleno de piedras y montarral. 

Si se detiene en la tierra hermosa y salvaje, el pensamiento opera con el principio del placer. Allí organiza la vida como una fiesta permanente. Nadie quiere que se pique la torta como fin de fiesta. La madrugada interminable es su tiempo, aunque moleste con el escándalo a todo el vecindario sin dejarlo dormir… 

--¿No se inventaron las fiestas para librarnos del trabajo?, dice el principio del placer --Más bien, las fiestas son una necesidad para celebrar el trabajo, dirá el principio de realidad, con el pensamiento avanzando hacia la idea de construir el hogar con paisaje. 

--Fiesta y trabajo parece que juegan al escondite… 

--Pues sí, pero el juego se desarrolla según la razón de los marcos o claves que coloques para que se realice el cuento o el mito. Son los marcos con que se modula el sentido de la vida: el principio de realidad lo hace confrontando la vida para mejorarla, el principio del placer consintiendo a la vida para dejarla, abandonada, a su suerte (natural). 

A partir de aquí entramos en picada jugando con el sentido de la vida: o nos vamos a las cumbres de la vida en viaje a la sociedad o entramos en depresión yéndonos por las simas de la vida bajo un disfraz de fiesta interminable, efímera y mortecina. 

Como apetencia y realidad en Venezuela, la cultura matrisocial nos ha traído y nos lleva por el principio del placer. Nuestro ambiente del sentido de la vida es el de una fiesta interminable con sentido de ausencia de realidad y con pretensiones de obviar el trabajo. Si aún la motivación se dice ‘y que para celebrar el trabajo’, la fiesta no se siente como perteneciendo a la estructura laboral, sino como evitación del trabajo. 

Una mentada revolución que deniega de la economía y de trabajo ha encontrado en este país el territorio mejor adaptado al festejo como negación de la libertad. La libertad se realiza en la fiesta pero se legitima desde y sobre la necesidad del trabajo como parte de la realidad de la vida. 

--¿Qué calidad de vida tiene el tiempo de la fiesta interminable en Venezuela? 

--Hemos de comparar esa evaluación con la auténtica fiesta, la referida a la celebración del trabajo. Estamos en la ontología de la cultura civilizatoria inscrita en un proyecto de sociedad, y ello nos permite conjugar bien la libertad con la necesidad. La fiesta auténtica surge como social con el objeto de compensar una necesidad al mismo tiempo que el resultado es unificar las voluntades de una comunidad, definido como la recepción de un bien espiritual. 

Pero en la medida que disminuye el interés de la vida, se rebaja el sentido sagrado de la fiesta (su convocación); el relevo inercial de dicho sentido forja fiestas seudo-sacras, impulsadas por un sentido automático en que se desmejora la significación del ser. “La fiesta, la asamblea, la convocatoria, añaden un plusvalor de fuerza significativa al ser humano…respondiendo a una acumulación de relaciones sociales que detenta un sentido de lo sacro” (Hurtado, 2014: 124). 

Cuando disminuye el interés por lo vital ocurren, en términos de inercia interminable, las fiestas seudo-sacras a favor del aumento instintual de la apetencia del ser. Se tiñe, entonces, de miedo el proceso de la vida, cuando la aspiración festiva debiera ser la libertad; se ahuyenta el ambiente de la democracia y del orden bajo una autoridad justa, y se toma el camino de la dedicación pútrida por el poder con vocación autoritarista. “No tiene futuro la libertad entre el paisanaje que desconoce la autoridad pero profesa devoción por el poder” (Bustos, 2021). El resultado es que la regresión hacia la oscuridad sortaria de la barbarie se torna en depresión para el alma de los pueblos con cultura cerrada como es la matrisocial venezolana, hasta hundirla en una ansiedad que limita con lo patológico. 

Nos detiene ante la patología el desvío mágico de la desacralización operada en la celebración festiva, porque lo mágico nos convierte en encantados, y, de algún modo, nuestras fiestas nos dejan un saber y sabor de maravillamiento de nuestro gran despegue de lo sociable. Pero este despegue no toma la altura de las seguridades, las convicciones, los compromisos, más bien prosperan manipulaciones, estupideces y engaños asociados con los temores de auto-engaños. 

“Al que tiene miedo lo engaña cualquiera, al que degusta libertad, nadie” (Cortina, 2021). Como interés interrumpido nadie habla de nadie, según Cortina. El miedo, junto con la angustia y el espanto se ciernen a lo largo de todas nuestra acciones en Venezuela como estructura de realización del mito cultural, según la edipización de las relaciones sociales (Hurtado, 2020). 

--¿Qué acontece con nuestros resortes culturales para generar reactivos de resistencia a nuestra negatividad social como pueblo? 

--Esos reactivos de carácter matrisocial (1) adolecen de capacidad suficiente, y los que pudieran bastar, están vencidos o entrecortados. 

--¿Por qué? 

--Nuestra cultura matrisocial con su edipo adolescentizado se encuentra anclada regresivamente en la etapa anal. Resulta una cultura del desorden, que termina estacionada en la nada como asunto negativista. Acontece como a Luis XVI, que no consigue ‘nada’ en el saco que carga en la cacería, pero su resultado es que está al pie del cadalso bautizado como guillotina (Posadas, 2021), y cuando acontece algo de significación, no se retoma como confrontación y se cosecha su resultado negativista. La calidad de la vida la mide el mismo mito al ser proclamado: “Como vaya viniendo vamos viendo”. 

Pero aún antes la inercia de lo interminable nos dice, ante los acontecimientos que nos previenen para ponerlos atención: “y aquí no pasa nada” (Leopoldo Castillo. Grado 33, Globovisión, 2006). Hasta se llega a decir que la ‘nada’ es nuestro destino favorito, porque tiene mejores resultados que hacer algo, como es la producción a la que no se aprecia en sus resultados sociales. Nuestra ninguneidad es tal que fallamos en la capacidad de ser positivos como obligación moral (Garrigues, 2021). Si tal moralidad debe ser llevada juntos como colectivo social, constatamos que en Venezuela aún no hemos aprendido a vivir juntos. No aceptamos que en una sociedad debe haber todo tipo de personas, hasta las de conducta extrema y polarizadas; porque todo el mundo debe tener un poco de razón en sus cosas. “No entiendo esa obsesión por querer tener toda la razón” (Garrigues, 2021). Es necesario luchar para que el mito que como cuento nos metemos sea lo más dúctil posible; porque es necesario que tenga la capacidad de transformarse en la medida que transformamos también la realidad. 

Comenzado el mito en tono salvaje, duro, inflexible, si no es interferido por la confrontación con la realidad, se torna interminable en su contextura social. La fiesta venezolana es un ejemplo de esto, debido a que la cultura matrisocial venezolana está colocada en este punto, donde la territorialidad, la pertenecía o arraigo, copan toda la cobertura de la cultura, sin intercambios significativos que la destraben. 

‘Lo hermoso salvaje’ que en su dureza prescriptiva agota nuestra fe en el futuro, no deja pasar lo afirmativo venezolano en toda su autenticidad histórica (Mijares, 1970) con la convocación de conducirnos a ser un país con el paisaje de societalidad, allí donde deben operar los reactivos culturales para remodelar nuestro salvaje interior. Allí está una de las bases de la depresión de pueblo, traduciendo en su profundidad etnopsicoanalítica como lo pide Rangel (1976) la situación de crisis de pueblo, según Briceño Iragorri (1972). 

De lo contrario, lo que resulta del país es tener un estado parasitario con un pueblo adormecido en su vitalidad. Se descubre que la dormición de pueblo se vincula con el sometimiento de bien aprovechado, aunque con no importa que inmoralidad grande que padecemos y que causa nuestra depresión como pueblo. Uno: sometimiento por el principio del placer, otorgado por la etnicidad cultural, y dos: sometidos por ser unos dejados o abandonados a la seducción inercial por la que como pueblo nos adormece el poder político. De ida y vuelta, como una centrífuga, el sometimiento ocurre desde el poder y éste lo hace con el consentimiento nuestro como para defendernos de nuestros propios miedos y ansiedades de pueblo. 

Un ejemplo: el caso de nuestra moneda oficiosa (el dólar) que terminamos inercialmente aceptándola como nuestra moneda real, frente a la oficial (el bolívar), pero el marco del doble dinamismo monetario se inscribe en las mafias, que a su vez obligan a todos a ser unos mafiosos. Porque se acepta creyéndola como lo justo a suceder. “No protestan, se la calan”, replica la crítica deshilvanando el complejo matrisocial, según lo cual, se cree que se está luchando contra la situación negativa cuando en realidad se la está aceptando. 

Así lo natural (silvestre, salvaje, virginal) está muy expuesto a las pestes de todo tipo, como lo estamos hoy día en el país (pandemia biológica, mafias, hambrunas) a diferencia de la seguridad de lo social (garantías, estudio y trabajo, instituciones). No de otro modo de situación resulta que la fiesta sea regresiva, derivando en interminable para afectarnos en lo depresivo psicosocial, como vía a los límites y a los hechos de una etnopsicopatología social. 

Al fin, lo interminable, como especie de la fiesta, no surte la auténtica compensación a la necesidad a la que debe satisfacer: la celebración del trabajo; el trabajo no es un asunto fuerte en el desarrollo de la vida social y la libertad venezolana, que prefiere de un modo absoluto vivir del igualismo social, la causa inicial de su dormición de pueblo.  

Notas (1) Matrisocialidad es el concepto clave del autor con que trabaja epistémicamente a la sociedad y cultura venezolanas. Por cierto, el libro de La fiesta interminable (Hurtado 2019) constituye en su núcleo fundamental la crítica a dicho concepto, para elevarlo de concepto y paradigma a episteme transcendental. La crítica la constituyen tres capítulos titulados: Lo sociable con poder de ser, El deseo con pulsión de ser y La apetencia con constitución de ser. Este planteamiento, como pretensión, constituye una forma de fundar la especie de interminable en el género de la fiesta en Venezuela.  

Bibliografía 

BRICEÑO I., Mario (1972). Mensaje sin destino. Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo. Caracas: Monte Ávila Editores. 

BUSTOS, Jorge (2021). “Pedro I de Estocolmo”. Madrid: El Mundo, viernes, 26 de febrero. 

CORTINA, Adela (2021). Aporofobias (miedo hacia la pobreza y hacia las personas pobres. Video subido por TEDx Talks 

FUSTER, Joaquín (2021). “En el aprendizaje, nada sustituye al estímulo del maestro”. Madrid: ABC, XL Semanal, 1 de enero. Entrevista por Carlos Manuel Sánchez. 

GARRIGUES Walker, Antonio (2021). “Hay gerontofobia. Los jóvenes nos miran con compasión. Y la piedad puede ser durísima”. Madrid: ABC, XL Semanal, N° especial, 21 de marzo. Entrevista por Raquel Peláez. 

HURTADO, Samuel (2014). Agresividad escolar e instalación del edipo cultural en Venezuela. Caracas: EBUC-CDCH, Universidad Central de Venezuela. 

HURTADO, Samuel (2019). La fiesta interminable. Crítica inmanente y transcendental al concepto de matrisocialidad. Caracas: Doctorado en Ciencias Sociales, UCV. 

HURTADO, Samuel (2020). Opúsculo de la ‘sociedad popular’ y el poder. La latinoamericanidad en ensayos de sensibilidad cultural. Caracas: Doctorado en Ciencias Sociales, UCV. 

LÉVI-STRAUSS, Claude (1972): El pensamiento salvaje. México: Fondo de Cultura Económica, Breviario 173. 

MIJARES, Augusto (1970). Lo afirmativo venezolano. Caracas: Ministerio de Educación. 

POSADAS, Carmen (2021). “Nada”. Madrid: ABC, XL Semanal, 29 de enero. 

RANGEL, Carlos (1976). Del buen salvaje a al buen revolucionario. Caracas: Monte Ávila Editores. RODRÍGUEZ G., Guillermo (2021). “La civilización es la patria de la libertad”. Caracas: Panam Post, Boletín de noticias sobre Las Américas, 8 de enero. 

SAVATER, Fernando (2000). La tarea del héroe. Barcelona: Ediciones Destino, Destinolibro 316. 

---- 

Nota: los libros de Hurtado pueden adquirirse por la minishop de Mi Biblioteca de Autor en la dirección d3li.me/samuelhurtadosalazar