sábado, 25 de abril de 2020

PÁNICO EN REDOBLE. ESTRAPERLO Y COMIDA CANÍBAL

tierra baldía como muerta o de escasez suprema


Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.

(T. S. Eliot. La tierra baldía. The Criterion,
Londres, octubre 1922).

April is a cruelest month. Comienza T. S. Eliot, premio Nóbel 1948, su gran poema La tierra baldía (the waste land), cuya primera parte la preside el Entierro de los muertos. El tiempo elegido es el mes de abril, entre el arropado invierno con la nieve y la primavera que se anuncia con el final de Lo dijo el trueno. El escenario del poema se siente como un parto tormentoso y como un autonegociado entre la tierra de los muertos y el firmamento-cielo de bronca palabra.

Vamos hacia el final de abril. Aquí en el trópico el escenario lo compone la estación seca con la bruma de calina y con la que tardan de madrugar los días, bajo la idea del calor de mediodía. No se dice de tormentas, tampoco aún despiertan del todo las flores. Lo que si nos viene trastrabillando como peste en un corral es la paralización, la parada, que como enclaustramiento nos tiene retenidos sin saber para dónde vamos, y además en espera de lo peor.

El motivo es la pandemia del coronavirus y la sobrevenida cuarentena decretada por el gobierno (naturaleza de las cosas); pero la escasez en todo como política socialista del comunismo nos ha descotado como sociedad, y como un furúnculo suicida nos ha prevenido el estraperlo que recrudece la escasez llevando a la sociedad al abismo del desplome como sobrevivencia (historia de los seres sociales).

Salta  el pánico ante la escasez programada que viene en aumento por la inveterada política comunista, pero se sobresalta ante la escasez a que lleva el sobrepujo de los estraperlistas; ese grupo de seres sociales (inhumanos) que vio en la escasez sacarle provecho a las reventas ilegítimas. Como alarma en redoble continuado, el pánico se estrella irredento contra el muro del destino. Porque parece por lo que somos de cultura étnica acomodaticia (flojera) que ni la sangre  o  muerte, el sudor o la pena-castigo, ni las lágrimas o escarmiento –que alguien heroicamente generoso pudiera ofrecernos-- tuvieran el poder de salvarnos, de una parte, del autoritarismo comunista del estado, y, por otra, del mercado con sus trapisondas especulativas y chanchullos.

El pánico es tal que sin aliado que nos asista, ayude y nos guíe en la contienda, toda impugnación al estado y al mercado resulta inútil porque se queda en la rebelión baldía, que como la queja se muerde la cola con la represión del estado y con el chanchullo de la reventa ilegítima de altos costos por el producto. La reacción de nuestra parte, por lo que somos, es de denuncia con aceptación, (cuyo tercer término es la renuncia), como decir que si esto no se normaliza (la trapisonda de la escasez de la gasolina) nos va a ir mal a todos: “prácticamente el pueblo se está comiendo al pueblo” (EFE, en Panam Post. Boletín diario, abril, 21, 2020).

La imagen de la comida es la más sintomática del pánico actual en Venezuela, por la escasez de los alimentos que da lugar al hambre, real y ansiógeno. Lo caníbal emerge como lo más cruel de abril en Venezuela. Y con el hambre caníbal, el escenario que pro-voca (llamar hacia adelante) la cuarentena por la pandemia del virus: la paralización del trabajo y de la actividad económica; viene después la disminución de ingreso económico además de su disminución del poder adquisitivo por la hiperinflación, porque se detiene el turismo, aún el interno, y las exportaciones, con los que se moviliza lo social (la vida) como economía.

Y si algo faltaba a la catástrofe por dis-funcionar, se junta con el capitulo del colapso de la producción del petróleo y su refinación, y como remate la caída record de los precios del petróleo. Tal es el drama que el presupuesto de la nación se alimenta con los ingresos por concepto de venta del petróleo, en un 96%. Sin renta petrolera, (que nunca, por cierto, hemos tenido ni disfrutado como cultura), y sin venta de remesas por la exportación petrolera, el escenario para Venezuela se presenta con un repunte del redoble en el toque a pánico tendido.

Pues si faltara aún algún instrumento por tocar, se encuentra éste se encuentra en lo más sensible de la economía moderna, lo energético, que es lo que mueve al todo del mundo de la economía y de la sociedad: la gasolina y su escasez, y que ello ocurra en país de más de un siglo de alta tradición petrolera. Este remoquete raya en el colmo de la vergüenza nacional ¿Hay alguien ---persona y/o institución—que cargue con esta vergüenza, que al fin nos salve en la historia de los seres sociales?      

Hemos sostenido --porque además así lo hemos sentido y vivido—que desde al menos el Caracazo de 1989 (acontecimiento de saqueos de la gente común) las condiciones en que vivimos en el país son (o corresponden) a las de una vida de postguerra ¿Por qué? Las condiciones de escaseces de alimentos y servicios públicos, inseguridades, fracasos políticos, sociales y económicos, pérdidas de enseres, recursos como el tiempo, la fuga de cerebros y otras emigraciones, las crisis financieras terribles de los años 90, crisis históricas de la democracia (defenestración del presidente de la República Carlos Andrés Pérez), etc. todas esas circunstancias se conectan con la crisis, ya no sólo de pueblo mi estimado Briceño Iragorri (Mensaje sin destino, 1951), sino también de país y del escamoteo de constituirse en una sociedad seria.

¿Postguerra sin haber pasado or una guerra? ¿Sin país y sin sociedad con los grandes recursos de que nos dotó la naturaleza (o el dios de la magia): petróleo, hierro, oro, bauxita…? Si no se entienden estas paradojas es porque nos detenemos ingenuos y/o ignorante en la naturaleza de las cosas de un modo simplista, y no avanzamos en la historia y preguntarnos por la forma de cómo se configura la acción de la base étnica de nuestra estructura social. 

No estamos marcados por una guerra, pero estamos signados por un desorden originario que hace de nuestra organización social un enredo o embrollo en sus comportamientos. No tenemos aún el nombre o concepto alguno para capturarlo y sacarlo de nuestro proceloso mar, y extraído en la playa analizarlo para averiguar cómo salimos del laberinto complejo en que interactuamos institucionalmente. Allí están los conuqueros que pasaron a nuevos ricos pero la mente seguía como recolectora (cosechar sin trabajar), moldeada por el rancho y conuco, y aún por el  monte y culebra. Mentalidad que nos permite vivir (con denuncia pero con aceptación) el orden del redistribuccionismo comunista (igualismo) y el orden del estraperlo: órdenes de escaseces porque además se apoyan en la historia de donde vienen, esto es, de la abundancia del derroche y del despilfarro, y añadiendo que son de lógica recursiva, es decir, de la espera del desquite o revancha de cuando a mi me toque como político, negociante o bachaquero;  por supuesto ello ocurrirá con el abuso que me conceda mi posición dominante, y la cultura me obligue además a aprovecharla, para no pasar por bobo y demás cosas.

¿Cómo sobrepasar esta guerra de las escaseces y los abusos de las posiciones dominantes en la política y en las ventas ilegítimas? 

Frente a los aprovechados, pícaros o miserables, se encuentran los esforzados, abnegados y los generosos, que se colocan del lado de los despojados por las escaseces. Les acompañan con la atención a sus problemas, sus ayudas y su aliento para que no desmayen y mantengan la resistencia con la esperanza del día de la salvación. Día duro de la espera, aun con el sostenimiento extra que viene del abnegado, cuando “el FMI prevé un caída del 15% de la economía venezolana en 2020, lo que es una prueba evidente de que aún estés en el sótano cuatro puedes seguir hundiéndote. Venezuela es la prueba de que la caída de un país no tiene límites, siempre hay una forma de estar peor” (Laureano Márquez, @laureanomar, 15, abril, 2020).

En ocasiones anteriores hemos aludido en el blog a este “efecto Venezuela” con José Luis Vethencourt en su texto de 1990. Este “efecto”, además de crónico, hoy día se agrava en todas las direcciones debido y expresado en las escaseces, tanto que llegan al resultado de que a todos nos ha ido (nos va) mal. En este momento parece que ha hecho metástasis con proyección, si no se le pone remedio, a la región latino-americana; es tal su pretensión que con la desolación causada por la coronavirus que el mundo completo se encontrara “como si el chavismo se hubiese apoderado del planeta entero” (@laureanomar, 20, marzo, 2020).

Si tal pretensión se juzga como aparente para el planeta-mundo, la ONU nos advierte por lo que respecta a América Latina: “la pandemia de hambre en Venezuela, podría matar a más que el coronavirus” (Mamela Fiallo Flores, Panam Post, 23, abril, 2020). Y como primer resultado es que “el hambre crece en Latinoamérica empujado por Venezuela” (Mamela…o. c.). Así pues “la crisis en Venezuela agravó el hambre en la región. La multiplicó por cuatro, 6,2% entre 2012 y 2014 al 21,2% entre 2016 y 2018”… “Aunque África lidera el índice, la situación en Venezuela ha logrado que América  del Sur influya en el incremento de la subalimentación en el mundo, según un informe realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)”… “Sólo en el 2018, 42,5 millones de persona fueron afectadas por el hambre, un flagelo que golpea con especial fuerza a Venezuela, alertó la ONU” (Mamela F. F., o. c.).

En conclusión, con ocasión de la pandemia del coronavirus, el problema del hambre se agrava con la escasez del suministro de gasolina que paraliza el ya reducido aparto de la economía y que la entrada de los bachaqueros y su práctica de estraperlo eleva a mayor problema dicha escasez. Si éstos acumulaban antes productos de necesidad primaria y los revendían aprovechando la crisis de los mismos por la escasez perpetrada por la “guerra de política comunista”, con la captación ahora del producto económico estratégico como es la gasolina, se coloca en una super-cuarentena de pánico a la sociedad en Venezuela. Tal es el motivo en los días que vienen (que ya están más allá de la cuarentena, de los cuarenta días), para que se generen disturbios y saqueos y su contraparte de represión, dolor y muerte (Delia Pérez, Panam Post, 24 abril, 2020). Estos hechos de reclamo producidos por el hambre, no tienen canalización política de salvación, por  los líderes políticos y su incapacidad de visión y acción.

¡Qué crueldad más aviesa esta del mes de abril 2020 en Venezuela, el mes más cantado en nuestro ambiente poético y en nuestra lengua de Castilla, para esperar arropados por los colores vivos y frescos de la primavera!

Si abril es el mes de problemas para países a los sensibilizó T. S. Eliot, en Venezuela nuestro poeta Andrés Eloy Blanco, imaginó al mes de abril con su luna llena y a los pechos femeninos como el símbolo de abundancia con que retozará el niño amamantándose. Es como para soñar con las cornucopias imaginadas en lo cultural americano ¡Qué otros resultados hubiéramos imaginado de abundancia y no de pánicos y comida caníbal para nuestro abril de 2020!

LUNA DE ABRIL

Luna de abril, descotada,
con aguazul circunscrito,
desnuda, con desnudez
pura de pecho con niño.
Luna llena, ubre de vaca
con lucero becerrillo;
¡Qué puro se pone el pecho
cuando se le cuelga el niño!

Esta noche yo no siento
ni sombra de odio por nadie
ni pena de verme preso
ni ganas de que me quiten
los grillos que me pusieron.

Nada hay más impuro, nada,
que el pecho de las mujeres,
pero no hay nada más puro
ni mejor para mirarlo
que un pecho fuera del pecho
y un niño al lado.

Andrés Eloy Blanco.