domingo, 6 de agosto de 2023

POST MORTEM: CON LOS PLAZOS NO VENCIDOS DE LA DEUDA

 

                                                          Costa de Choroní, (Edo. Aragua, Venezuela)
 Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir                        (Jorge Manrique)
                                                                        Homenaje a Alberto Gruson

Dichosos los que han participado  

con él en su vida de fe y ciencia

 

LARGO AMIGO

AMIGO: largo amigo de los sueños.

Ola de mar que sube por las manos

rodando conchas y algas misteriosas.

La sal con que se adoba el pan diario.

Lengua secando a fiebres la constancia.

Austro. Racimo amor. Perfume ardiente.

Crisálida del alma. Siempre al sol.

Nivel abierto a ciegas maravillas

de corazón en voz de terciopelo.

Alrededor abeja. Sitio. Nuestro.

Talud para el descanso nunca límite.

 

Timoteo Marquina. Hombre para morir.

Madrid: Ágora, 1961: 34.

 

-Yo, aquí me quedo. Ya he subido al carruaje (féretro).

-¿Y como te vamos a saldar la deuda si los caminos nos separan?

-Tomaré el atajo para llegar de inmediato a la casa del Padre. Allí se rematan todas las cuentas.

-Nosotros hemos de proseguir el viaje a la sociedad. Allí se regocijarán nuestros anhelos al traer tu presencia con las alforjas llenas de la memoria de tí. Allí se irá saldando nuestra deuda según vaya cambiando la geografía social de nuestro pensamiento.

-Enjugad bien vuestra valentía con el sudor cognoscitivo de las realidades nuevas. Os acompañará el tiempo y el sentir de sus mitos. No desmayéis ante sus desafíos. Habréis de aprender a comenzar de nuevo en cada curva persistente del viaje, con nuevos tropiezos de realidad. 

-Nos veremos pronto entonando cuando un amigo se va (para la hystoría). Pero la canción se nos devuelve cuando un amigo se queda (para el misterio)[1].

 

Largo sueño para un largo amigo: entre el presente eterno que llegó y el futuro en el tiempo por despejar, la comunicación persiste en la idea sociológica del sentido de seguir haciendo lo social juntos; se salvarán así las distancias porque todos nos pertenecemos entre la tierra y el cielo, entre la casa del Padre y la tienda en el campamento de la sociedad. Tremendo camino el de nuestro viaje entre los despojos a dejar y los conocimientos a adquirir con que trabajar la herencia sociológica del amigo colocado ahora en la dimensión otra de lo humano transcendente.     

 

La herencia está signada en el tiempo de la experiencia del alumnado y de la orientación de tesis de grado en Sociología de la Universidad Católica Andrés Bello, también en los diversos postgrados que han circulado en otras universidades del país, pero sobre todo en el historial del Centro de Investigaciones Sociales (CISOR) como la obra por excelencia de su acción en Venezuela. En ese trayecto viandante nos cayó en suerte la de abrevar nuestro pensamiento sociológico y pensar de nuevo lo aprendido sobre la sociedad y el país en la perspectiva marxista de la escuela de sociología en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

 

En la encrucijada ocasionada por la búsqueda de tutor de tesis para finalizar el postgrado en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), aconteció la oportunidad de encontrar a Alberto Gruson. Era la investigación de explicar las organizaciones en los barrios (marginales) de Caracas donde vivíamos y desarrollábamos nuestra acción como presbítero. El dar cuenta de un hecho objetivo interviniendo en ello la presencia subjetiva del autor era un imposible científico para el departamento de antropología del IVIC, a donde habíamos llegado para seguir estudiando la organización social en Venezuela. El tutor, también presbítero, y avezado a tratar con finura técnica los problemas de la objetividad en la ciencia sociológica, nos solucionó el percance científico que crecía con aguda preocupación de cara a la elaboración de la tesis de la maestría[2].

 

El objeto de estudio, ajeno a los estudios marxistas con respecto a los grupos de comunidad, hizo pensar al tutor sobre nuestra endeble preparación intelectual, pero nuestra formación salmantina, pudo remontar rápidamente el desafío, de suerte que sin terminar el tiempo del IVIC, nos contrató para ser jefe del departamento de investigaciones en (CISOR). Estaba aconteciendo en este Centro la investigación sobre los jóvenes y niños en el campo venezolano (años 1980-1982); en reunión de toda la oficina, Gruson nos enseñó a colocarnos frente al planteamiento del problema en la investigación y de su solución.

 

Dotado de la preparación académica, en seguida nos impusimos en el proceso; cuando llegó la crisis del ‘viernes negro’ en febrero de 1983, se vino abajo el financiamiento del estudio, y el grupo investigador se dispersó. Un interés particular nos impuso la tarea de redactar la investigación ya pergeñada, de suerte que años más tarde se publica con la doble autoría: Alberto Gruson aparece el segundo autor en el libro que recogía la investigación de gran calado de Gerencias Campesinas en Venezuela. La obra era un producto del trabajo de CISOR, y ello era un timbre de gloria para el Centro, que personifica a Alberto Gruson, como fundador y realización del mismo.

 

Comenzábamos a iniciarnos como investigador social bajo la protección y garantía de un gran sociólogo que hizo de Venezuela su campo de estudio y al mismo tiempo dejar una estela de enseñanza a sus alumnos y posibles seguidores. Aquí aprendimos a utilizar la antropología para hacer sociología, y evitar la deriva antropologista que ya advierte Kroeber (1948) en el modo de hacer antropología.

 

Para aprender de una vez, repetimos el experimento en la investigación de Trabajo Femenino, Fecundidad y Familia Popular-urbana, trabajo de ascenso en la UCAB y que publicado en el Consejo de Desarrollo de la UCV, obtuvo el premio de la Municipalidad de Caracas en 1996. No era poco para aquél decenio de los años 80, porque al final de esa década Alberto Gruson nos encomendó el trabajo de investigación en la península de Paria para ‘explorar la orientación de proyectos sociales’, desde la sede que tenía el Centro al Servicio de la Acción Popular (CESAP) en la población de Los Arroyos, población cercana a El Pilar.

 

La motivación provenía de CESAP, y Alberto Gruson fue el intermediario y el mentor. Se juntaba aquí la conexión del proyecto de ‘Jóvenes de Acción’ de CESAP, donde se había conectado nuestra acción social con los jóvenes desde la parroquia del Prado de María. CESAP era impulsado por el grupo de sacerdotes católicos venidos de Bélgica en el decenio de los años 60, en el cual Alberto Gruson fungía del actor intelectual por excelencia (Parra y Zubillaga, 26 y ss). Ecología, Agricultura,  Comunidad, era el título que inspiró Alberto, para dicha investigación; siendo un estudio muy socioecológico de la estructura económica y cultural de comunidad, conseguimos los clásicos tropiezos para su publicación en la UCV con tanta mentalidad marxistoide.

 

De nuevo los ambientes, marxista universitario y petrolero de la sociedad venezolana, hacían difícil el interés por lo rural y lo campesino en los espacios de la ciencia social en la UCV. Aunque la autoría va de nuestra parte en solitario, sin embargo, la forma de investigar lo social va a indicar la originalidad (frente a mis colegas de la UCV) impresa ya en nuestra trayectoria de investigación que denota la influencia de la mente de Alberto Gruson. 

 

Junto a otra trascendente investigación sobre el proyecto nacional, el de la motivación de los ferrocarriles históricos, de la mano de Alberto Gruson nuestra trayectoria de investigación en dirección al proyecto de sociedad, lo va a motivar el objeto de élite venezolana; pero ya no va a ser la economía histórica, sino el inconsciente cultural el que nos va a permitir hundirnos en las profundidades de la cultura; supondrá reconfirmar el giro grusoniano de carácter etnopsiquiátrico que se nos aconteció en el decenio de 1990. 

 

Había que preparar ese sendero que iba a implicar el replanteamiento del estudio de la “organización social venezolana”. Comenzando el decenio se inicia dicha preparación: se concreta con el atrevimiento y precisión con lo Alberto Gruson conocía ya de nuestros intereses. La ocasión se origina en la condición de plantear y armar la tesis en el Doctorado en Ciencias Sociales de la UCV.

 

En esos años en dicho Doctorado se formuló la condición de rigor que para realizar la tesis el doctorando además de conseguir un tutor, éste debía estar en actividad en un centro o instituto  de investigación; así la actividad de la elaboración de la tesis tendría el aval de la formalidad académica. En esta segunda ocasión de enfrentarse a las condiciones que suponen para el tránsito de hacer la tesis, ambos objetivos se nos ofrecían de un modo directo y normal, sin problema alguno con que tropezar. Alberto Gruson ya estaba listo para cumplir con la tutela, así como el de ofrecer el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CISOR) como el lugar académicamente acreditado. CISOR amplificaba el papel de tutela de Alberto Gruson, y la calidad científica del tutor le daba la garantía académica la Centro mismo. Fuimos, así, el primer estudiante acogerse a dicho ideal en el Doctorado de Ciencias Sociales de la UCV:

 

¿Qué circunstancias acontecieron en aquella inicial del nuevo despegue de nuestra trayectoria de investigación?   

-En lo infraestructural fueron Alberto Gruson y CISOR los que hicieron la circunstancia de base.

-La estructura de su tutela cubre la inicial de su acción condicional. De entrada Alberto nos insinúa: el estudio será la organización social desde el análisis de la familia venezolana, y la forma de trabajo que sea la  etnopsiquiátrica.

-Si queríamos ir más allá del escenario de los barrios marginales urbanos y de la organización popular, teníamos que colocarnos en otro punto de mira, distinto a una antropología social cualquiera, y enfrentarnos a una conceptualización innovada. Íbamos a psicoanalizar la cultura y a mirar a través de la observación de una estructura familiar que deniega el código civil. El concepto de matrilinealidad debía amplificarse, y dejar de lado el de matrifocalidad; se podía incorporar el del matricentrismo psicosocial reducido bajo la lente etnopsiquiátrica al análisis de lo matrilocal.

 

La confrontación fue dura en la defensa de suerte que frente a la crítica con lugar de la matrilinealidad, aceptamos la oportunidad de actuar con ventaja—al estilo societal de Alberto Gruson—, y obtener en el esfuerzo de imaginación teórica el concepto de matrisocialidad[3]: la sociedad no es y no puede ser una madre, pero la  elaboración lingüística del concepto les gustó a los profesores que fueron jurados en el examen: el médico psiquiatra José Luis Vethencourt, y al sociólogo Alberto Gruson, el tutor.

 

No quedaba otra que el modelo conceptual de matrisocialidad adquiriera la competencia de paradigma en comparación de otros en similar lid de explicación. Es como fue sometido a prueba en la investigación para ascender a la categoría de Profesor Titular en la UCV, cuyo título reza Élite Venezolana y Proyecto de Modernidad. Este texto largo, junto con el artículo de Felices aunque Pobres van a mostrar a ese concepto el nivel de ser paradigmático, y en ese cometido Alberto Gruson tuvo su trabajo de corrector, en la función de jurado en el examen del primero, y de árbitro para la revista de Análisis de Coyuntura en el segundo. Su iluminación hizo de lucero de la mañana con sus intervenciones de ajuste maestras en nuestro derrotero de la conceptualización.

 

Quedaba el trabajo de elevar el concepto de matrisocialidad a la categoría de epistémico, papel que van a cumplir las dos grandes investigaciones de los primeros decenios del siglo XXI; allí la explicación de la organización social venezolana quedaba conceptualizada transcendentalmente en toda su estructura y sentido, para así responder al encaje de pensamiento que necesitaba cualquier problema de la sociedad venezolana. Alberto Gruson estará ya en la distancia, pero su presencia estará activa en la vigilancia teórica que daremos cuando llegue la crítica transcendental a dicho concepto, crítica que ocupa al libro de La fiesta interminable de 2020.

 

De aquí en adelante, nos veíamos en una deuda impagable con respecto a A. Gruson. La forma de pago comenzó a ser viable bajo la forma de llegar a una verdadera amistad. El ambiente en que se estructuró el país con la desenvoltura chavista, y más tarde la pandemia del Covid, su destino de habitación en la casa parroquial de Nuestra Señora de la Paz en Montalbán, cercano a la sede de CISOR en la Paz, el Paraíso, fue nuestra referencia de lugar a donde acudíamos de visita con nuestra esposa, para encontrarnos sin dificultades. Teníamos conversaciones sobre la actualidad del país, así como de intercambios en los análisis conceptuales sobre problemas que habría que estudiar; el encuentro se desarrollaba con obsequios de dulces y refrescos. Cuando había regresado de sus vacaciones de Bélgica, nos traía los obsequios expresos para nuestra visita. Era una alegría compartida.

 

Hay otros momentos en que hemos ido pagando a plazos dicha deuda. Nuestra asistencia a la exposición de Alberto Gruson y Verónica Zubillaga en “Venezuela: La tentación mafiosa” (2002). Allí revoloteó como marco de interpretación el concepto de matrisocialidad como cosecha de su esfuerzo por enseñar a investigar en Venezuela. Más tarde, cuando Verónica y otros estudiantes de UCAB y CISOR, quisieron organizarle un homenaje a sus 40 años de vida en Venezuela mediante una publicación, nos pidieron un texto sobre Alberto Gruson como aporte; con gusto organizamos el texto a partir de un artículo encontrado de Umberto Eco (2003) en que nos inspiró el tema del pago de la deuda a plazos. Así escribimos “Un reposo en el viaje (con Alberto Gruson)” (Hurtado, 2013). Este segundo texto de homenaje a Alberto Gruson también ahora post mortem, obedece a seguir cumpliendo con esa deuda a plazos, que pretende no tener vencimiento, porque el pensamiento es infinito por su deseo de perfección o plenitud (Hurtado, 2003). 

 

Fue un gran honor participar en ese texto homenaje a Gruson, organizado por Parra y Zubillaga que logra su publicación en 2013. Allí se muestran las grandes novedades en el camino de la investigación desde Alberto Gruson, novedades que indican comienzos de renovaciones en la forma de inquirir y explicar y en la función de inspirar y estimular a investigar como un gran intelectual que está buscando sitios y boquetes de observación del país llamado Venezuela. De aquel año (2013) hacia el tiempo acá, nuestro caminar en el conocimiento se fue haciendo con su compañía. 

 

Hoy, cuando Alberto Gruson se nos quedó en el camino del viaje a la sociedad (Cf. Lévi-Strauss, 49)[4] nosotros estamos obligados a proseguirlo, aunque sea por propia pervivencia; repetimos, como en la edad de la piedra, al grupo de cazadores que tenía que proseguir su movimiento de 20 kms al día para sobrevivir aun deambulando dentro su propio; el que no pudiera seguir, se le dejaba para quedarse a morirse a un lado del camino. (Cf. Service, 1984; Gourhan, 150-156). La forma del simbolismo ha cambiado, la lógica sigue impertérrita cumpliéndose. Hay que seguir caminando en la vida casi como un mandato de sociedad por parte de los que han declinado en el camino.

 

Lo que nos queda es saber cómo llevarlo en nuestras alforjas de la memoria ¿Dónde está el contenido de su memoria? En una cuestión objetiva: sus obras; y otra subjetiva: en el testimonio de los que prosiguen su enseñanza disciplinar.

 

Las obras nos las traen para su presencia los archivos y relatos en documentos que objetivan lo que él hizo en organización y en la razón del sus investigaciones; el testimonio se encuentra en la vida existencial y el pensamiento de sus alumnos y seguidores, de sus amigos y pupilos, escriban o no sobre lo que acontecía en torno a la proyección de la acción de Alberto. Como el testimonio es muy difícil de precisar por su expresión de disyunción, más no por su oposición, la resurrección de Alberto entre nosotros puede hacernos sentir una locura; pero esta debilidad supuesta es más fuerte que la sabiduría más verdadera. Aquí nos situamos en una transcendencia social que nos lleva a una existencia humana más allá de la muerte física y que nos permite sentirla en el discurrir de nuestro pensamiento[5].

 

Por su parte las obras pueden autonomizarse respecto de la marcha del pensamiento, al menos en el análisis, no así en la síntesis donde la existencial totalizante no puede desaparecer de la vida del investigador. Por ser las obras más expresivas en su conjunción con la demostración de la permanencia de Alberto Gruson entre nosotros, nos atrevemos, aunque sea con cierta alevosía, a aplicar en el hecho de Alberto el discurso que armamos como Coda en el artículo del blog[6] (27 julio 2016), cuya segunda parte recoge la Apostilla a la Coda cuando colocamos el texto en el Apéndice de nuestra autobiografía (Hurtado 2023): “El pensamiento en estado de sitio”;  para allí concluir con el ‘pensamiento de país’, y devolver al país venezolano lo que a Alberto Gruson y a nosotros el país mismo nos ha permitido y aceptado hacer: lograr pensarlo mediante nuestro esfuerzo según la investigación científica.

 

“CODA:

 

Dejé la guitarra (música) por el libro (pensamiento). Las promesas políticas se florearon como “descripción de la mentira”, y el pensamiento, aunque no abandonado, ni dejado a la deriva, contrajo la condición del estado de sitio, debido a promesas para no cumplir y a una dominación tiránica para estatuir el cerco del asedio.

¿Qué salidas tiene un pensamiento sitiado?

La transcendencia, siempre su transcendencia: vencer al estado de sitio con su obra; como el guitarrista Francisco Tárrega: “vencer la muerte con su propia obra”, según Savio (p. 3[7]). Para reconfirmarse, Savio apela a Platón que al soñar “con un mundo mejor, dice que la muerte sólo se vence con la obra”.

 

APOSTILLA A LA CODA:

 

Nuestras obras de investigación, con base en un pensamiento de país, realizan ya con su simbólica material que el país (sitiado en su cultura) se esté venciendo a sí mismo, porque nuestras obras son también sus obras. Quedarán dichas obras como testigos de su pervivencia, a la cual se acoge el autor, como primicia de salvación del país, luego de haberse vencido, también, a sí mismo en razón de su autobiografía. Porque si no pervive el país, como su circunstancia sustancial, tampoco él pervivirá,  con trascendencia propia, sobre su propia muerte”.

 

En conclusión: reproducimos aquí el deseo de Alberto Gruson, cuya razón es la de un mandato con disyunción: la de proseguir el viaje de nuestra existencia, y llenar bien, hasta el tope, nuestras alforjas de su memoria, la que hemos apuntado. Seremos cuanto él quiso que fuéramos. Felicidad a su cuerpo y alma. Adiós Alberto, aquí te dejamos en el camino, mientras tú subes a la casa del Padre y nosotros seguimos aquí abajo en el campamento de la sociedad. Te diré que algunos informados lamentan tu ida dándome el pésame completando mi dolor como uno de tus amigos en el compartir ciencia y fe. Por todo, seguiremos depositando a tu cuenta para ir venciendo los plazos de la deuda contigo, alimentando así la ‘esperanza de país’ en cuya geo-sociedad ha acontecido la suerte de encontrarnos desde distintos sitios de La Europa.

 

Referencias

 

Badiou, Alain (1999). San Pablo. La fundación del universalismo. Barcelona: Anthropos.         

Eco, Humberto (2003). “Cómo pagar una deuda a plazos”. Caracas, El Nacional, 7 de diciembre,

Opinión A.

Gruson, Alberto, y Verónica Zubillaga (2004). “Venezuela: la tentación mafiosa” en Una lectura

sociológica de la Venezuela Actual. Caracas: KAS/UCAB, 7-33.

Hurtado, Samuel, y Alberto Gruson (1993). Gerencias campesinas en Venezuela. Caracas: Consejo

de Desarrollo Científico y Humanistico (CDCH), UCV.

Hurtado, Samuel (1991). Dinámicas comunales y procesos de articulación social: las organizaciones populares. Caracas: Trópikos/APUCV. Hay segunda edición digital (2019).

Hurtado, Samuel (1995). Trabajo femenino, fecundidad y familia popular-urbana. Caracas: CDCH-UCV. Hay segunda edición digital (2019).

Hurtado, Samuel (1998). Matrisocialidad. Exploración en la estructura psicodinámica básica de la

familia venezolana. Caracas: EBUC/FACES-UCV. La segunda edición corregida y aumentada en Saarbrücken (Alemania): Editorial Académica Española, 2019.

Hurtado, Samuel (2000). Élite venezolana y proyecto de modernidad. Caracas: ediciones del

Rectorado, UCV.

Hurtado, Samuel (2001). “Felices aunque pobres. La cultura del abandono en Venezuela”. Revista

venezolana de análisis de coyuntura. Caracas: Vol. VII, N° 1 enero-junio, 95-112.

Hurtado, Samuel (2013). “Un reposo en el viaje (con Alberto Gruson)”. Parra de Niño, Matilde, y

Verónica Zubillaga (Coord.), Hacer SOCIOLOGÍA en Venezuela juntos con ALBERTO GRUSON. Caracas: UCAB, 311-323.  

Hurtado, Samuel (2020). La fiesta interminable. Crítica inmanente y transcendental del concepto

de matrisocialidad. Caracas: FACES – UCV.

Hurtado, Samuel (2023). Bajo la enseña de mi padre. El antropólogo en la vía de la fe y la ciencia.

Caracas: EBUC, UCV. (autobiografía)

Hurtado, Samuel (2023ª). “Panóptico etnopsiquiátrico en la ciencia del comportamiento. El acto

de observación” (mimeografiado).

Kroeber, A. L. (1948). Anthropology. Nueva York: Harcourt, Brace and World.

Leroi-Gourhan, André (1971). El gesto y la palabra. Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la

Universidad Central (EBUC).

Lévi-Strauss, Claude (1974). “La familia”. En Lévi-Strauss, Claude, Melford E. Spiro y Kathleen

Gough, Polémica sobre el origen y universalidad de la familia. Barcelona: Cuadernos Anagrama, 7-49.

Lobo, Ildefonso M. (1965). “Introducción a la edición española” de J. Mouroux, El misterio del

tiempo. Barcelona: Estela, IX-XV.

Marquina, Timoteo (1961). Hombre para morir. Madrid: Ágora.

Mouroux, Jean (1965). El misterio del tiempo. Barcelona: Estela

Parra de Niño, Matilde, y Verónica Zubillaga (2013). Hacer SOCIOLOGÍA en Venezuela juntos 

               con ALBERTO GRUSON. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.

Service, Elmer (1984). Los cazadores. Barcelona: Labor. 3ª edición. 

Savio, Isaías (1973). Tárrega. Doce composiciones para guitarra. Buenos Aires: Ricordi.

Presentación y revisión.

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Sinopsis escueta de los datos biográficos de Alberto Gruson.

Nace el 5 de julio de 1936 en Mouscron (Bélgica), es ordenado sacerdote el 29 de junio de 1960, llega a Venezuela en 1965, muere en Caracas el 8 de julio de 2023. Tres días después de haber cumplido 87 años de existencia. Nosotros colocamos este memorial al mes de su fallecimiento.



[1] Jean Mouroux (1965) permite entender este vaivén de la realidad vivida con motivo de esta encrucijada en que nos coloca la muerte de Alberto Gruson. “La temporalidad y el sentido de la historia han constituido siempre un misterio profundo y una preocupación angustiosa para la mente y la conciencia humana. Un misterio porque el tiempo nace de lo eterno y expira en la eternidad. Una preocupación porque todo lo creado, según el mismo Génesis, está en función del ser racional, el único capaz de observar, racionalizar, dirigir y finalizar. La historia no existe sin el hombre. Y el hombre no se realiza fuera del tiempo. Tiempo, historia y humanidad son realidades totalmente entrelazadas e interdependientes. Esta es la razón por la cual el hombre no adquirirá una visión coherente de sí mismo, de Dios y del mundo hasta que no haya concienciado su carácter temporal y no haya analizado sus relaciones profundas con respecto a lo eterno. Veritas filia temporis, reza el adagio griego citado por Aulo Gelio” (Lobo, IX). Mouroux explica a fondo este contenido introductorio en el apartado de ‘El tiempo radical’ págs. 40-44. 

[2] El propio Alberto Gruson relata cómo fue el desafío que cargaba sobre él en la solución del problema científico de aquél nivel de doctorado que detentaba la titulación del Magister Scientiarum en Antropología Social: “Como tutor tuve que respaldar su pretensión de redactar una tesis sobre algo que conocía. El problema no era que supiese de lo que iba a hablar, sino que, por estar involucrado personalmente en el tema de estudio, podía faltarle objetividad. El asunto se resolvió con un voto de confianza que se me dio a mí: garantizaba que la tesis sería científica. Me gustó trabajar con Samuel; y supongo que el gusto fue recíproco, porque reincidimos con la tesis doctoral, después de haber trabajado juntos unos años en CISOR” (Parra y Zubillaga, 102). La investigación y su tesis se refiere a nuestra obra de Dinámicas comunales y procesos de articulación social: las organizaciones populares. Caracas: Trópikos, 1991

[3] Aparte de nuestra acción intelectual con dicho concepto al mismo tiempo que su crítica (triple) en el libro de La Fiesta Interminable (2020), Alberto Gruson lo incorpora a sus investigaciones y alardea de él como su cuasi coautor, lo que me alegra enormemente (Cf. Parra y Zubillaga, parte de ‘La Familia y la Cultura’, 97-116). Aparte de todo eso en nuestra autobiografía identificamos la adquisición y trabajo de dicho concepto, (por lo tanto el vocablo y su sentido mismo) como la cúspide de nuestra trayectoria de investigación científico-social, lo que nos afirma el no haber venido en vano a trabajar por Venezuela. Desde el ‘giro grusoniano’ en 1995 toda Mi Biblioteca de Autor (libros, opúsculos, revistas y libros de colaboración) juega a ser un ‘teatro panóptico’ sobre Venezuela (y América Latina) iluminado por el concepto de matrisocialidad, definido con precisión en la primera conclusión del libro Matrisocialidad, en su 2ª edición (Hurtado 2019). 

[4] “La vida social impone sobre los stocks consanguíneos de la humanidad un viaje incesante de una parte a otra; la vida familiar es poco más que la expresión de la necesidad de aflojar la marcha en los cruces y tomar la oportunidad para descansar. Pero las órdenes son de continuar la marcha. Y no puede decirse que la sociedad esté compuesta por familias de la misma forma que no puede decirse que un viaje esté formado por las paradas que lo descomponen en una serie de etapas discontinuas. En conclusión, la existencia de la familia es, al mismo tiempo, la condición y la negación de la sociedad” (Lévi-Strauss, 49).

Esos descansos en el viaje a la sociedad pueden ser cambiados por la institución de la amistad en el texto de Lévi-Strauss, y la amistad como la familia puede tener un problema similar en los equipos de seguidores dentro del grupo o escuela de investigadores. La presencia de la muerte como parte antónima de la vida, similar a la del tiempo con la eternidad, y con más razón la muerte del largo amigo ocurrida como en un cruce de descanso en el camino, conlleva una  negación como pérdida y al mismo tiempo la condición como oportunidad de crecer en responsabilidad hacia el viaje a la sociedad, mientras investigamos este viaje mismo. Por lo que la compulsión de seguir es conminatoria en las órdenes de continuar la marcha en los que sobrevivimos. Es la concreta señal post mortem que nos sobreviene desde Alberto Gruson.

[5] Alain Badiou acude a soportar nuestros enunciados con ocasión de la experiencia de San Pablo. “Los filósofos se habrían echado a reír en el momento en que la arenga de Pablo había tocado el único real que importa, que es la resurrección. Esa risa nietzscheana, en el sentido del Anticristo, es la expresión de una disyunción, y no de una oposición. La fórmula disyuntiva es: <<Pues lo que en Dios parece locura, es más sabio que los hombres; y lo que en Dios parece debilidad es más fuerte que los hombres>> (Cor. I, 1: 25). El primado de la locura sobre la sabiduría, de la debilidad sobre la fuerza, organiza la disipación de la fórmula de maestría sin la cual la filosofía no puede existir. Desde ese momento, no es ni siquiera posible discutir de filosofía, hay que declarar su perención efectiva, al mismo tiempo que la de toda figura de maestría” (Badiou, 62).

[7] Isaías Savio: Tárrega. Doce composiciones para guitarra. Ed. Ricordi Americana, Buenos Aires, 1973. Presentación y revisión de I. S.