viernes, 21 de junio de 2019

TOMAVISTAS DEL PAÍS DE DON NINGUNO

Hotel Humboldt en la serranía de El Ávila (Caracas)


TOMAVISTAS DEL PAÍS DE DON NINGUNO[1].
Venezuela en contraseñas matrisociales.

En un país en el que el tiempo no existió,
en el que la luz fue sólo un recuerdo,
estaba la casa de San Jamás.

Era un país en el que la noche no tenía nombre,
en el que al cielo llamaban mar y al mar espuma.

En un país en el que la gente dormía boca-abajo,
abrigándose con una capa de tierra y de raíces,
estaba la casa de San Jamás.

Era un país en el que el cuento se hacía historia,
la conversación poesía y la leyenda ley.

En un país en el que las casas eran de escayola
de cartón, de papel de celofán, de plástico y de chicle,
estaba a casa de San Jamás.
………..
En un país en el que no existía el día de mañana,
ni de ayer, ni el de pasado mañana,
ni el de nunca,
estaba la casa de San Jamás.

Luis GÓMEZ-ESCOLAR. “Balada de la casa
de San Jamás”. En Aguaviva: AC-4-LP, 1972
(happenings).
INDICE
Presentación: El pensamiento
                                    en desvelo de país.
País en su soledad
                                     y sabiduría de país.
País de la ausencia
                                     y de la tierra de nadie.
País de cierre feliz 
                                     por inventario.
País de la pena:
                                      del marido o del compadre.
País del destierro
                                       urgido de siembra y consolación.
País del estropicio
                                        y profecía cultural autocumplida.
País de los iguales
                                       sociedad con rencor.
País de las quejas
                                       sin aprendizaje de la sociedad feliz.
País de la verdad a oscuras
¿qué será de nosotros?
País de la vergüenza
                                          malograda.
País extraño
como oficio y desvelo.
País incierto
en extramuros de lo serio.
País encantado
                                          política enclenque.
A País revuelto
ganancia de mangantes.
País de caciques-divinales
y amor brujo del poder.
País subalterno
                                          con poder aprovechado.
Sin dolor de país
no hay aprendizaje societal
Sin trabajo de país
no habrá fiesta de verdad.
País necesitado de ayuda extra
                                          de pensamiento y acción.
País ulterior.
País …..........………… donde no hay país.
Sinopsis

PRESENTACIÓN
EL PENSAMIENTO EN DESVELO DE PAÍS.
(fragmentos)

En toda casa se respira el olor del país. Se siente su intimidad familiar; en su patio y sus balcones, se despiertan los sueños que dibujan cármenes de sociedades fantaseadas; con sus desnudas paredes el inconsciente tienta la dureza del vacío donde no habita ninguno; sus puertas y ventanas permiten las salidas a viajar en el tiempo de lo posible.  

La casa presta los insumos a la imaginación para el diseño de diversas tomas etnográficas que evidencian el interior profundo de un país. Allí se relata desde la situación en que un país se encuentra, si está a medio hacer, o en lucha consigo mismo por conocerse o entenderse, o apenas amaneciendo en la fosforescencia de lo sociocultural, o anocheciendo en vésperos de aquelarres que denuncian sufrimientos de país.

La historia de vida de la casa representa la narrativa de mitos de la cultura, y de exteriores del edificio de la sociedad, ambas dimensiones de contenidos que debe portar un concepto de país. Un país no es un simple pueblo sin macerar sus sentidos socialmente; debe ser un pueblo con aspiración ciudadana consumada, social y política (Cf. Zambrano, 1988). En este tránsito se revelan sus fulgores y sus sombras, sus tiempos de plenitud y sus lugares de convocación a medio construir merced a sus violencias inclementes, sus necesidades de igualdad, y sus libertades en crisis.

Sus fracasos y luego sus desengaños no han sido motivos de aprendizaje social, pese a la ocasión que propone el escarmiento, porque este mismo es escamoteado de la conciencia colectiva. Porque el escarmiento no es reconocido como experiencia propia, y menos como experimento ajeno. En síncope de su media locura (Garmendia, 2000) no siente la capacidad de asumir el trabajo del pensamiento para alcanzar reflexivamente la causa de sus placeres (y disfrutes inconscientes), ni de sus desesperos (y malestares conscientes).

Allí se ciernen sus regresiones después de sentir que la megalomanía ha traicionado sus deseos ideados por su yo narcisista; lo que le queda es retornar a la dureza de su pobreza de espíritu y materia. Y regresar así a su ‘casa pobre’ como país. Apenas el repique cultural le ha hecho sentir que sus depresiones no pueden convertirse en evasiones de su complejo de inferioridad, estremecido por el triunfalismo del país singularmente rico y por lo heroico con que vivencia su historia siempre en regresión a los orígenes libertadores y a colocar en su hornacina política el totem del bolivarianismo. 

¿Dónde encontrar el mito de país desde el que debe despegar el vuelo de su propio sentido? El referente etnocultural del mito originario se sitúa mucho antes, en la pre-comprensión, sin necesidad de esperar al vuelo de la lechuza al atardecer filosófico de Hegel o de la alondra del mediodía sociológico de A. Touraine (2005: 102-105).

Pero también antes de la historia de la violencia política, como el golpe de estado en tanto aventura depresiva de la barbarie; antes también de la historia de nervios de las campañas electorales, como carreras de prestidigitación brujesca, pre-moderna; antes, mucho antes, en que el ser (cultural) ocupara y luchara contra el impávido poder centralizado del estado por establecer un orden con pretensiones de eternidad; antes aún del pensamiento del caos que desorienta a los intelectuales venezolanos que les impone pensar sólo hasta la mitad (Urbaneja Blanco[2]) y alimentar la ideología de clase de un grupo social alto.

En el fondo se halla el sub-mundo, donde están prendidas las extremas raigambres de la etnocultura, allí en la medida profunda de la tierra que los acoge y los expulsa hacia arriba en señal de vida y sentido territorializado, para que con auto-ctonía sostengan el mundo de vida ocurrente en la superficie de las relaciones sociales, de las situaciones de circunstancia y de las estructuras de pensamiento. Es lo que demanda la constitución de un país, en nuestro caso, el país llamado Venezuela.

En aquel sub-mundo habita la infraestructura del sentido mítico que demuestra el tejido de la cultura cuya operación mental se encuentra en Venezuela “bastante extendida, que se activa y se potencia en momentos de crisis, movida por el oportunismo y el aventurerismo políticos. La misma mentalidad que movió los golpes del 4 de febrero y del 27 de noviembre, el viejo golpismo de siempre, saboteando los esfuerzos que hacemos para construir un movimiento democrático y un tejido institucional”…

Ahora “hay otra manera de ver el fracaso. No ya buscándolo en unos y otros, minimizándolo como error o equivocación, sino sintiéndolo como un fracaso de esa actitud triunfalista, cegada por el poder, que no admite derrota ni aprende de ella. Pensar que se fracasó porque ‘no se triunfó’ es una estupidez que nos llevará, una y otra vez, a repetir el mismo ‘error’” (Palacios, 2002).

He aquí cómo se barrunta el lugar del mito como principio de una historia, y cómo los actores políticos que portan la cultura que conceptuamos como matrisocial, actúan con artilugio brujesco o razón mágica, condenados a no aprender, al revés de como lo haría críticamente un científico, con base en el ensayo y el error de un modo sistemáticamente razonable. Se contentan con excusarse con su desacierto, falta de tino o mala suerte (Marina, 1995: 337). Y así atrapados al hacer lo mismo en sus incesantes repeticiones, y con el fatal resultado de cometer el mismo error. Como brujos de la política lo que aciertan por casualidad con su resultado afirmativo lo consideran un triunfo, aunque sea transitorio.

¿Por qué el intento de regreso a la ‘casa pobre’ que es Venezuela en su realidad cotidiana, cuesta tanto fracaso y desengaño? Porque en el fondo la cultura, ceñida al disfrute narcisista que produce en el ser venezolano, deniega hasta el surgimiento del deseo de ser algo más, algo mejor, o quizás otra cosa cuya razón de ser sostenga al mismísimo ser social. Así se produce sin remedio, como un bucle de sentido, el autoengaño (Hurtado, 271).

Con esta solución cultural, el venezolano vive a gusto, como antídoto al pánico a la realidad que sufre estructuralmente todo ser humano, pueblo y país (Zambrano, 1988). Es la estructura cultural que se corresponde con la estructura moral de reaccionar con libertad (Aranguren en Camps, 33). El amaño que genera el autoengaño, rompe el proceso de desarrollo moral, que tratando de esconder la desmoralización pretende solucionar el problema de su pánico al desviarlo a la seducción del pueblo por un líder, a las promesas de un cacique divinal y al refugio en el poder del estado.

Esta situación donde se espera como correspondencia la auto-seducción, la promesa divinal por cumplir, el asistencialismo clientelar burocrático, se presta para que el estado sea apoderado por el hombre fuerte (dictador), por el presidente ‘gomero’ de la democracia presidencialista, por el cacique local que juega a la política como caporal de hato llanero, y aún por el o la vidente que con señales mágicas de su inconsciencia orienta las acciones a tomar por parte de los agentes sociales y políticos.

Con la intención de evitar el gran pánico matrisocial a la realidad por parte del pueblo venezolano, el país se deja caer bajo el amparo de pro-hombres de armas, de sabios de la magia, y de bendecidos de la democracia ‘gomera’, para reactivar y aún potenciar, según el tipo de crisis o situaciones, los derroteros del país supeditado al poder del estado, país que nunca ha calificado para ser país macerado en sociedad, país de verdad, país serio consigo mismo y con los ajenos, y con vergüenza deficiente expresada en sus desvaríos culturales y fracasos históricos (Vethencourt, 1990: 115; Uslar, 1994).

A nivel de la clave cultural matrisocial, con que se actúa este Tomavistas del País de Don Ninguno, y desde su repisa moral, el venezolano se estructura como desmoralizado: es, por su decir, de no tener posesión en cuanto autoestima de sí mismo, y, por su deposición, de no tener ganas de hacer nada por la realidad de su país con sentido de transformarlo en pro de su mejoría.

Se trata de una desmoralización conectada con la inercia sortaria, de una acción primaria guiada por aquella reflexión naturalizada de como vaya viviendo vamos viendo. Es la reflexión procedente de un individualismo de desarrollo primitivo, en el que aún no ha crecido la responsabilidad con la realidad, y ésta se halla dejada[3] a su propio deterioro y destrucción natural (Cabrujas)[4]. El corolario: una frustración de lo social.

Ya antes de comenzar a despuntar la posibilidad del deseo, el venezolano se agota en el ser de la energía de su moral cultural, energía que termina su activación en el placer narcisista de disfrute existencial. Podemos estar en problemas, dificultades, atropellos, pero la atención y aplicación a la solución de éstos se abandona ante nuestra guía placentera de que estamos en Venezuela y en tal país de que se goza, se goza. La compensación de la desmoralización se consigue a como de lugar como brújula vital, de desahogo existencial primario (Cf. El discurso salvaje, en Briceño G. 1994).

La crítica inmanente lleva un largo trabajo de diagnóstico sobre su negativismo social. Dicho trabajo se extiende a través de toda nuestra trayectoria de investigador propio y de asociado como tutor de tesis de grado universitario. En octubre del año 2017 anunciamos que debíamos pasar a la crítica transcendental mostrando las condiciones de posibilidad afirmativa de dicha cultura (Gruson, s/f.); en el fogueo sociopolítico se interpuso el tema de país y su problemática del no-país, en debate con el ex-país formulado por Agustín Blanco Muñoz, coordinador de la Cátedra Pio Tamayo (Universidad Central de Venezuela). Ahora debemos pasar, a partir del mes de junio de 2019, a exponer en qué consiste la crítica inmanente como acicate fundamental en que debe soportarse la crítica transcendental. La inspiración nos la otorga José Antonio Marina (2011: 82-84) en su teoría crítica de la inteligencia social. 

Porque es necesario romper la unidad identitaria de la cultura matrisocial, y descomponer sus elementos para autenticar con garantía la identificación de los portadores de la misma con la historia del despegue de cada elemento del ethos cultural (García Bacca, 2009: 168-170). Porque hay que progresar en la investigación mediante la innovación del ser venezolano conservando lo fundamental de su sentido de realidad. Sólo así la operación transcendental en torno a la matrisocialidad será verdadera o tendrá verificación en la realidad social.

“Quiero decir que, culturalmente hablando, hay una riqueza que sólo aparece cuando nos empobrecemos, cuando perdemos ciertas facultades, cuando aceptamos nuestros límites y escarbamos en la escasez. Creo que los tiempos de crisis, los desastres, las caídas y fracasos sirven de abono a esos sentimientos depresivos y pueden estimular cambios en la conciencia de un pueblo, y esos cambios ya son una ganancia” (Palacios, 2002).   

En conclusión y entretanto, está el país de don ninguno, tratado como tierra de nadie, de ausencia de compromisos. Es la condición más propicia para que cualquiera[5], como cacique divinal, se lo apropie y ejerza de amo. Sin ningún movimiento social de verdad, no puede haber impugnación seria contra un proyecto de sociedad que ni el amo en el poder tampoco detenta. Sin conducción social no se tiene viento favorable (Séneca) para ir a ninguna parte. Ítaca no existe ni en ensueños, porque no hay viaje (proyecto). En la aglomeración poblacional, lo que pueda quedar de país es el virtual reconocimiento, -en el trabajo y el dolor-, de su nada ancestral, esencial referencia para que cristalice su ser posible.

Referencias

BRICEÑO Guerrero, José Manuel (1994). El laberinto
de los tres minotauros. Caracas: Monte Ávila editores
latinoamericana.
CAMPS, Victoria (1996). El malestar en la vida pública.
Barcelona: Ed. Grijalbo.
GARCÍA Bacca, Juan David (2004). Ensayos y estudios (II).
Caracas: Fundación para la cultura urbana.
GARCÍA Bacca, Juan David (2009). Ensayos y estudios (III).
Caracas: Fundación para la Cultura Urbana.
GARMENDIA, Salvador (2000). “El país no sabe hablar”.
El Nacional, Caracas, 23 de julio. Entrevista por Rubén Wizotski.
HURTADO, Samuel (2000). Élite venezolana y proyecto
de modernidad. Caracas: Ed. del Rectorado, UCV.
MARINA, José Antonio (1995). Teoría de la inteligencia
creadora. Barcelona: Ed. Anagrama.
MARINA, José Antonio (2011). Las culturas fracasadas. El talento
y la estupidez de las sociedades. Barcelona: Ed. Anagrama.
PALACIOS, María Fernanda (2002). “Frente al autoritarismo
e intolerancia”. El Universal, Caracas: Verbigracia, N° 29/Año
V: 1, 20 de abril. Entrevista por Iralis Fragiel.
TOURAINE, Alain (2005). El nuevo paradigma. Barcelona: Paidós.
USLAR, Arturo (1994). “El fracaso venezolano”. El Nacional,
Caracas, 19 de junio.
VETHENCOURT, José Luis (1990). “En torno a la psicología
del venezolano”. Nuevo Mundo, Caracas: marzo-abril, N° 145.
115-134.
ZAMBRANO, María (1988). Persona y democracia. La
historia sacrificial. Barcelona: Ed. Anthropos.






[1] Libro publicado en Ediciones Digitales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, 2019.
[2] Ministro de Justicia en la presidencia de Pérez Jiménez. Alude a la idea su hijo Diego B. Urbaneja en la entrevista para el libro de Hurtado (2000): “Mi papá decía que el venezolano piensa sólo hasta la mitad. Ahí sí que hay un problema importante; el trabajar a medias se vincula con el problema de que no se mantienen las cosas. Las hacemos y las dejamos que se pierdan, que se oxiden”… “No sé, debe ser una cosa profunda, porque eso sí que es verdad. Similar a nuestra debilidad de espíritu público. Lo público como que está a medio hacer en Venezuela, y no nos interesa, hasta lo deterioramos si trata de surgir” (p. 195).
[3] “El salvaje es salvaje por vivir en un mundo que casi, casi es sólo universo, por vivir en lo natural dejado a sí mismo, y dejado el hombre mismo a sí mismo, con la fuerza de la palabra castellana ‘ser un dejado’” (García Bacca, 2004: 42).
[4] José Ignacio Cabrujas es dramaturgo e intelectual venezolano,  autor del “Estado del disimulo”. Estado y Reforma. Caracas, N° especial: “Heterodoxia y estado”. Entrevista por L. García Mora y R. Hernández.
[5] Ninguno no es simplemente el reverso de todos; Más bien corresponde oblicuamente con el anverso de cualquiera, es decir, a uno de todos donde todos (como sumatoria de cualesquiera) y a cada uno de todos (como masa) se presenta como socialmente descalificado (como ilegítimo: amo, tirano, ignorante…), aunque en Venezuela pueda ser culturalmente aplaudido. De fondo acontece una masa de individuos primitivos o primitivizados por falta de funcionamiento de las instituciones sociales (Marina, 2011: 66, citando a Gehlen: así cuando las instituciones se derrumban “se produce una primitivización”). En esta situación para tener la medida de país ocurre que con tal talante primitivo, tales individuos terminan contando como ninguno.  Este razonamiento puede observarse en “Ahora Venezuela es de todos” (afiche del periódico Tal Cual con Hugo Chávez y fondo icónico con el líder caribeño). De todos implica de ninguno, que es como decir de cualquiera. La “Tierra de gracia” que reseñó C. Colón para la futura Venezuela se hizo propicia para ser “tierra de nadie”.

LA FIESTA Y LA CRÍTICA TRANSCENDENTAL DE LA MATRISOCIALIDAD



La fiesta es el motivo para una crítica transcendental de la matrisocialidad. Porque el problema consiste en que la matrisocialidad como cultura cuya dinámica inmanente se caracteriza por ser una cultura cerrada, se conduce además como antisocial. Nuestra trayectoria de investigación demanda el objetivo con referencia a constituir un pensamiento transcendental que atienda a cómo la cultura matrisocial cambia de sentido si logra emprender  su propio viaje a la sociedad, con transcendencia de sí misma desde una crítica inmanente. La metodología supone asentar una axiomática en la relación de cultura/sociedad. Cultura socialmente negativista y regresiva, la matrisocialidad es colocada en la acción con la vivencia fuerte de su talante festivo. La evaluación teórico-técnica se hace desde una idea compacta, la societalidad, categoría ontológicamente maciza como proyecto de sociedad para afrontar los sentidos resbaladizos matrisociales. El análisis se lleva a cabo como un ejercicio hermenéutico de estudio de caso referido a un ítem cultural con su faceta de rasgos y sobre todo con su ethos o estilo de sentido. La explicación va de mano de la función (y estructura) de la fiesta como elemento social liberador, pero en la matrisocialidad resulta regresiva, socialmente evanescente. La fiesta matrisocial en vez de liberación cumple el papel de huída de la realidad, que como alienación social sólo realiza una catarsis psicosocial. El modelo de análisis es sociable/societal, cuyo fin es desprender el valor de sentido posible, inscrito en la inmanencia de lo social para que lleve a cabo su auto-transcendencia conforme a una reflexión socialmente eficaz. Se interpela a la matrisocialidad desde el pensamiento del modelo conceptual de societalidad (no socialidad ni sociabilidad psicosociales), respecto de lo sociológico práctico. Como toda fiesta contiene gérmenes libertarios expectantes de afirmación social, el análisis sociológico se ayuda con la cuatricotomía ética de cara a la urgencia transcendental de lo sociable, cuyo fin es saber del capital social inmanente que como etnicidad se tiene en lo posible para la transcendencia cultural de la matrisocialidad. El objetivo conclusivo de inquietud fundamental en la investigación es pasar de lo analítico-hermenéutico a la mayéutica. 
  
Palabras claves: cultura, sociable, societalidad, matrisocialidad, transcendental.



[1] Resumen de Ponencia presentada en la Xa Jornada de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 28 de mayo de 2019.