miércoles, 29 de abril de 2015

LOCURAS, SOLEDADES Y DESAMPAROS EN VENEZUELA

De Chachopo a Apartaderos (Andes venezolanos)
 Se hace un esfuerzo por mirar al interior del abismo moral venezolano. El objetivo es impulsar las condiciones de posibilidad de colocarle una explicación y superar dicho abismo. En muy pocas ocasiones se ha puesto a la problemática  venezolana en conceptos. Dicha plataforma conceptual es indispensable para comprender y establecer orientaciones sobre lo que ocurre en la organización social venezolana y con ello empezar a solucionar sus problemas. Esta nuestra tarea que viene de lejos edificándose a partir de la crítica a la cultura, en esta ocasión colocamos el poema de Andrés Eloy Blanco para escenificar la locura política de la familia: PALABREO DE LA LOCA LUZ CARABALLO. Nuestro Corifeo adelanta una consideración sobre la soledad del país que puede derivar en su aislamiento (el país se cierra) en vez de orientarse a su desarrollo interior: PAIS EN SU SOLEDAD. Finalmente la conclusión de nuestro libro de antropología política venezolana Tierra Nuestra que estás en el Cielo, evoca el desamparo del pueblo y su reservorio político del país. El título evoca a los apóstoles el día de la Ascensión del Cristo, la que se siente como abandono: MIRANDO AL CIELO.  
monumento a La Loca Luz Carballo
 PALABREO DE LA LOCA LUZ CARABALLO

Los deditos de tus manos,
Los deditos de tus pies:
Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
Seis, siete, ocho, nueve, diez.
     Anónimo venezolano

De Chachopo a Apartadero,
caminas, Luz Caraballo,
con violeticas de mayo,
con carneritos de enero;
inviernos del ventisquero,
farallón de los veranos,
con fríos cordilleranos,
con riscos y ajetreos,
se te van poniendo feos
los deditos de tus manos.

La cumbre te circunscribe
al sólo aliento del nombre,
lo que te queda de hombre
que quién sabe donde vive:
cinco años que no te escribe,
diez años que no lo ves,
y entre golpes y traspiés,
persiguiendo tus ovejos,
se te van poniendo viejos
los deditos de tus pies.

El hambre lleva en sus cachos
algodón de tus corderos,
tu ilusión cuenta sombreros
mientras tú cuentas muchachos:
una hembra y cuatro machos,
subida, bajada y brinco,
y cuando pide tu ahínco
frailejón para olvidarte
la angustia se te reparte:
uno, dos, tres, cuatro, cinco.

Tu hija está en un serrallo,
dos hijos se te murieron,
los otros dos se fueron
detrás de un hombre a caballo.
“La Loca Luz Caraballo”
dice el decreto del juez,
porque te encontró una vez,
sin hijos y sin carneros,
contandito los luceros:
…seis, siete, ocho, nueve, diez.

Andrés Eloy BLANCO,
Poeta y político venezolano.

PAÍS EN SU SOLEDAD

soledad de la Gran Sabana y sus tepuyes (Guayana venezolana)


CORIFEO

Vengo de un reino extraño,
vengo de una isla iluminada,
vengo de los ojos de una mujer.
Desciendo por el día pesadamente.
Música perdida me acompaña.

Una pupila cargadora
se adentra en lo que ve.

Mi fortaleza,
mi última línea,
mi frontera en el vacío
ha caído hoy.

Rafael CADENAS: “Una isla”. Poemas Selectos, bid & co. Editor, Caracas, 2004.

Retumba el valle de Santiago de León de Caracas. Truenos y relámpagos se asoman por todas las cumbres. Segunda quincena de abril. Es el pregón de la primavera del invierno[1]. Estamos a disposición del cielo, y aún de los dioses de arriba.

La tormenta pregonera sobrecoge y encierra a uno en su soledad.

Con el cataclismo social que nos rodea, el país también siente que se queda solo.

Se imagina uno entonces que habita un fantasma, esperando que esas fuerzas de la imaginación no terminen siendo realidades. Pensar en soledad[2] lleva a entregarse a impulsos de alma que al llegar a su clímax terminan por ser tu verdad.

Así comienza la lucha de las imaginaciones: me gusta estar solo para acopiar recursos útiles al servicio del país, pero no ser un como un solo aislado que expresaría a un cierre del país. Macondo  lucha contra las 100 soledades del aislamiento, para que Macondo como país no se quede en solitario dentro de la carrera (tour) de las sociedades.

Al cerrar el país, se magnifican las particularidades como cosas endógenas: la música llanera, el paisaje de aventura, la gastronomía local, la cultura propia. Se ofusca la inteligencia para tapar complejos de inferioridad haciendo creer que el país está feliz porque se le acabó la historia de sus afanes y trabajo.

Larga tradición cultural tenemos en esa lucha de las imaginaciones por alcanzar la soledad como ensenada fértil para el río crecido del país o por desvirtuarla como aislamiento de tormenta destructora. En Bruselas quedó el lábaro de los tercios (militares) con la dedicación de la Virgen de la Soledad. Por aquél entonces (siglo XVI), el desarrollo humano comenzó a pensarse desde las soledades poéticas y a fructificar en experiencias humanas en crecimiento. Los individuos, las instituciones, las naciones comenzaron a desplegarse con vida autónoma. Garcilaso de la Vega escudriñaba la soledad a las orillas del río Tajo. San Juan de la Cruz en su soledad sonora buscaba la verdad de su unión mística con Dios, la máxima Soledad.

Otros poetas comenzaron a titular sus poemarios con la palabra en plural SOLEDADES: Góngora lo hizo en su siglo de arte tenebrista (siglo XVII) y Antonio Machado en la curva del tiempo del modernismo representado por Rubén Darío. Góngora y Machado pretendieron cantarse a sí mismos, o, cuando más, el humor de su pueblo. Tal sofística, aunque era un “buen antídoto para el culto sin fe de los viejos dioses[3], no era suficiente para el sueño de nuevas restauraciones con cuentas herrumbrosas: se innova o se perece (o inventamos o erramos, diría Simón Rodríguez el maestro del Libertador Simón Bolívar).

El Quijote, su autor, que presionó con fuerza para que lo dejaran venir a América, y el Macondo que floreció en estas tierras, denunciaron, con todas las armas de su imaginación, los desvíos malsanos de colocar a nuestros países unas puertas cerradas. Fueron dos grandes poemas que encabezaron la lucha por la libertad, la política y sobre todo lo social.

Si, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado por el paro, corrupción, precariedad, creciente desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos. Si ello es locura, aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla.
“Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa exquisita mierda de gloria de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las hazañas inútiles del coronel Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de Macondo.
“Como dije hace ya bastantes años, la locura de Alonso Quijano trastornado por sus lecturas se contagia a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de locura[4].

Pero llegaron los impostores del Quijote y de Macondo que recluyeron la libertad en una soledad de laberinto. Así desviaron la libertad a vivir entre enredos políticos y la pretendida incapacidad de la economía: solucionar los problemas fundamentales del país se entendió como una quijotada o un realismo maravilloso de Macondo.

Empezaron también las dificultades de aplicación del mito poético al sentir la verdad de la brillante locura del Quijote y Buendía. Se cruzó con la soledad la actuación de los sueños de la razón: sus utopías y sus pesadillas. Segismundo enhebró el tejido en el Auto Sacramental en el siglo tenebrista:
“Y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son
aunque ninguno lo entiende.
………………………………………..
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño,
y los sueños sueños son.

En nuestro mundo cultural, el sueño no representa sólo el trayecto del descanso biológico, se infla también con los soplidos de la imaginación en lucha con la trascendencia de la vida, conducente a la posible locura. Otra vez el siglo tenebrista con Calderón de la Barca aportaba el insumo negativista, que evaluamos al pasar a nuestro apesadumbrado siglo XX de la mano de Octavio Paz. La deserción de los dioses aztecas ante el cumplimiento de su ciclo temporal (esperarán su retorno según el mito) mantiene a los iberoamericanos en una expectación en vilo[5], causa del derrotismo, del cierre y hasta de entrega del país y aún del continente. Nuestra imaginación es la de un soñar despiertos, donde los espejismos que produce nuestra cultura, multiplican las tolvaneras que obnubilan nuestro país real[6].

¿Cuál puede ser la sustancia de nuestros sueños, esta vez con los ojos cerrados, que a su vez pueden dar sentido a nuestro acto de soledad auténticamente productiva?

Persisten en nuestro país venezolano el vacío o la esclerosis de los vínculos sociales, que, como nostalgia del quehacer, encuentran de nuevo en nuestros poetas su mejor habitación para ser remendados. Rafael Cadenas, Hanni Ossott, María Vázquez, y nuestra mística por excelencia Patricia Guzmán con su poemario titulado SOLEDAD INTACTA. De nuevo, nuestra poesía, como un refresco del pensamiento, bebe de la tradición sufí y española, que a veces termina con su fogonazo místico en silencio de contemplación pero pendiente de los problemas fundamentales del país. Así rezuma Mario Benedetti sobre la soledad como un fuego mudo.
 
¿Qué insumos culturales componen nuestros sueños que convierten nuestro campo fértil de soledad en intrascendente ventana para quien mira solo en su aislamiento? ¿Cómo revertir nuestro cierre de país a partir de una imaginación creadora, que acompañe a nuestro compromiso de mantener puertas y ventanas, hasta habitar casas sin techo para que nos llegue toda brisa y aún tormenta, ríos y quebradas, abras de Catia y Petare, limpiando el cielo de Caracas como lo hacen todos los días?

Antonio Machado piensa que la misión del poeta es inventar nuevos poemas sobre lo elemental humano, poemas que viviesen por sí mismos, porque han sido soñados en la soledad de la vida, atenta a la trascendencia de los sentimientos colectivos. No se trata solo de mostrar una intimidad personal, ni el contenido psicológico es la meta. Hay que entrar en las Reglas del Juego[7], en la ley que permite recorrer el laberinto del país, comprender su descubrimiento y adivinar como trascenderlo hacia una gracia de salvación.

Porque alguien inventó este país de Venezuela, y su autor modelo (su cultura) que nos permite leerlo, aún con ficción, nos hace entrar en una apuesta con objeto de detectar la estrategia de su hechura. Introducirnos así en este misterio de país, y no perdernos en el intento, supone atinar con la competencia de que dispone dicho país, que es su cultura misma. La cultura como texto y autor, y su lector (el agente), debemos descubrir las Reglas del Juego (la ley pero también antes en el mito) en el mismo acto que descubrimos que estamos en el laberinto mismo del país en su soledad.

No se pretende descubrir nuestra estadía en dicho laberinto contando con su ontología, o su filosofía, ni siquiera su psicología, a no ser como apoyo a una crítica de la (etno)cultura. Aquí convergen la historia y la poesía. La ciencia de la cultura (la antropología) puede penetrar y fundar tanto las visiones del historiador como las visiones del poeta. La buena historia es un relato de conjeturas y la poesía es una ventana abierta a las apuestas. Ya no se trata sólo de estar en el laberinto del país, sino de obtener una sabiduría del país   

Nosotros apenas hemos logrado llegar a la soledad del país, a sensibilizar y a saber de sus sueños vivos y sus anhelos trepidantes, de sus hambres ancentrales y sus apetitos insepultos. Porque otra vez la lucha es cuerpo a cuerpo con el laberinto mismo: los discursos de sabernos dentro son contradictorios; lucha feroz a veces como la de tres minotauros en disputa, con ansias de liquidar al adversario o para resucitar con él. Lucha difícil porque el ser cultural está amasado con odios agrestes como son los resentimientos.

“En cuanto a mi residencia, me jacto de tener muchas moradas. No sólo habito los “indios” y “negros”, y a los pardos de toda graduación, sino también a los europeos segundos y primeros de América y, muy especialmente, a los que me odian y persiguen en los otros grupos porque no pueden expulsarme de su propio corazón”[8].

El país en su soledad agonística es empujado a desplazarse hacia una situación de aislamiento. La tentación mafiosa[9] es llegar a cerrar su última puerta. Un país aislado es un país de muerte. Nos queda un postrer esfuerzo por conectar las soledades (las almas) de cada individuo para orientar con exactitud la acción para la resistencia de sociedad. En Venezuela venimos retrocediendo abismalmente, cuando todos los países están ya “inmersos en el paso que lleva de una sociedad basada en ella misma, a la producción de sí por los individuos[10].
 
Ahora no consideramos el tipo de soledad que lleva a la depresión, sino a la soledad que conduce al individuo moral (al país) a encontrarse consigo mismo y a reconocerse en sus actos de libertad. Tal es la Regla de Juego, donde el autor (la cultura) que diseña esa soledad necesita con urgencia comunicarse con el lector, para someter a la crítica el valor de los vínculos sociales, necesarios para restablecer el tejido social en su autenticidad originaria (en su soledad).

Si un dios envidioso deshizo nuestra estameña social, es preciso que el hombre creador (venezolano) lo desafíe y reconstituya la soledad dañada del país. Nuestra ciencia de la cultura, como compromiso de lealtad, vela por ese trabajo, aunque como confidente del país, el lector (antropólogo) tenga que alejarse, objetivamente, con respeto[11]. 


[1] En el trópico sólo se tienen dos estaciones: la estación lluviosa (invierno) de mayo a noviembre y la estación seca (verano) de diciembre a abril. Comenzando el período de lluvias y el de verano, pero también entre medias de las estaciones como febrero y septiembre suele haber períodos de floración de árboles y arbustos, a los que podemos identificar como primaveras cortas.
[2] La poetisa Ossott incentiva sus poema con motivos de soledad:
“Y al fondo una ventana
                para quien mira
                               solo”
……………………………………………
“Y después la soledad se acrecentó
                                      infinitamente…
             Para ese tiempo se empieza a escuchar
desde lo solo”
(H. Ossott: Poemas Selectos, bid & co. Editor, Caracas, 2004 62 y 119)
[3] A. Machado: Poesía completas, Colección Austral, 1962, 20).
[4][4] Fragmentos del Discurso de Juan Goytisolo, Ceremonia de entrega del Premio Cervantes, 23 de abril de 2015.
[5] Octavio Paz: El laberinto de la soledad, FCE, México, 1993, 306-309.
[6] Se inspira la idea en la novela Doña Bárbara de Rómulo Gallegos cuando el llanero piensa que la tolvanera es el humo del tren del ferrocarril que llega a civilizar los Llanos de Venezuela.
[7] Umberto Eco: “Personajes imaginarios y ciudades reales”. En T. Hernández (comp.), Ciudad, espacio público y cultura urbana, Fundación para la Cultura Urbana, Caracas, 2010, 64.
[8] José Manuel Briceño Guerrero: El laberinto de los tres minotauros, Monte Ávila, Caracas, 1994,307.
[9] Alberto Gruson y Verónica Zubillaga: Venezuela: la tentación mafiosa, CISOR, 2001.
[10] Alain Touraine: Un nuevo paradigma. Para comprender el mundo de hoy, Paidós, Buenos Aires, 2005, 91.
[11] Véase Fernando Savater “La soledad solidaria del poeta”. En La tarea del héroe, Elementos para una ética trágica, Destino, Barcelona, 379-388.