domingo, 3 de diciembre de 2023

TIEMPO DE FIESTA EN VENEZUELA: LA NOCHE NUEVA

 

                                            Hallacas, hermosa cocina mantuana

A mis colegas, los antropólogos venezolanos

                                              En especial al profesor Rafael Camero

 

    Crear fiestas de amores

en nuestro amor pensamos,

quemar nuevos aromas

en montes no pisados,

     y guardar el secreto

de nuestros rostros pálidos,

porque en las bacanales de la vida

vacías nuestras copas conservamos,

      mientras con eco de cristal y espuma

ríen los zumos de la vid dorados.

 

Antonio MACHADO: “Del Camino”, XXVII.

Poesías Completas, Austral, Madrid, 1962, 40.

A.               

 L            La averiguación.

Pregunta insistente, como una herida supurante

¿Cuál es la fiesta más grande de Venezuela?

La respuesta se encuentra taponada, como una herida a medio cerrar, que no mana líquido, nada.

Preguntar por la fiesta más grande de un país es zambullirse en el pozo profundo de sus fantasías, de sus sueños. Y lo sabemos a piel florida si se trata de Venezuela, país fiestero por excelencia.

Por eso, sigo preguntando, no doy descanso a mi ansiedad, porque el mito no admite descanso con su chorrera de significados inevitables.

Y pregunto a estudiantes de antropología en mis clases, y es un sufrir el empujar la pregunta para ver si se acierta, eso como un acertijo, con la verdad. Ese saber del país profundo.

Me atreví (porque lo tengo prohibido a mí mismo) descolgar la pregunta a mis colegas, los antropólogos profesionales, a los más avezados con la historia y la hermenéutica en torno a las actividades populares…y me llegó la desilusión a los huesos  No conseguí que se abriera un boquete, una rendija, un senderillo, aunque fuera como sospecha (metódica) en el imaginario inquisidor.

Cundió la zozobra científica para que llegáramos a un acuerdo en la etnografía de las fiestas venezolanas a lo largo y ancho del país: San Juan, San Benito, San Antonio con sus zaragozas (brujas), el Tamunangue… Tuve que desdibujar una estampa en otro nivel festivo y así verme proyectando un ambiente de fiesta que tuviera que ver con la suprema hondura mítica: allí donde convergen el cosmos, la división de las aguas (invierno/verano), la paralización del trabajo de talleres y empresas, la organización social del día y la noche y su red familiar compactada, todo música de aguinaldos y gaitas, ardor de las hallacas y la consagración del beso a la madre, cuando la última campanada de las 12 de la noche y el ruido del cañonazo anunciaran los primeros minutos del nuevo año ¡Síntesis feliz de una cultura total!!!

Todo esfuerzo de la adivinanza cartográfica fue inútil, hasta que llegó al imaginario de los interrogados la mentada del escándalo del cañonazo, y emergió la felicidad animada en sus rostros embelesados y catárticos.

Ay, si…nunca pensábamos que eso fuera nuestra fiesta cultural. Si, es verdad, pero nadie ha escrito sobre eso, prorrumpió la antropóloga más experimentada.

 

B.                           El potlacht y su ambiente.

Aunque no parezca, donde se reúnen todas las cosas de la vida, el resultado se torna una fiesta. Allí se cae en cuenta de lo profundo con que tropezamos con nuestras vivencias. Nos percatamos de diferencias en los significados como aquello de que no todo tiempo es igual en el trópico. No me refiero a los tiempos estacionales de lluvia y sequía. Sino a la luz, al aire, a la montaña. Ellos tienen sus tiempos y nos traen el ritmo del  tiempo arquetipal. El mes de diciembre se reviste de una belleza que le pauta su tiempo: el aire se adelgaza por su leve frescura, la luz se torna elástica, delicada, la montaña se carga de un verde claro y florecido, en su transición de la cálida humedad de lluvia al brillo relente del secano. Convergencia de todos los tiempos y sus proyectos: terrestres y divinales, los propicios para los intercambios totales, los proclamados para la paz y la utopía social. Son los tiempos invitando a entrar en el escenario del potlacht[1] venezolano.

En la segunda quincena de noviembre, la naturaleza anuncia el tiempo del potlacht. Tiempo de vacación, de disposición al disfrute del tiempo, de compensación al desgaste del trabajo, sobre todo de pasar trabajos en el trasporte para ir al trabajo. Tiempo de intercambios y fiestas en serie con motivo del tiempo ritual prescritas (navidad, año nuevo) o con motivo personal, imprevistas, previstas o improvisadas; tiempo de regalos y de estrenos de vestidos, zapatos y ropa interior, de pintar el frente de la casa, de sentarse a la mesa para compartir las hallacas[2], el pernil (cochino), la ensalada de gallina, pan de jamón, como bebida espiritosa el ron, la sangría o el vino, como postre el ponche crema, torta negra y el dulce de lechoza (papaya).

Un tiempo que no se agota en un día con su noche (calendario), porque de lo que se trata es de una noche con su día, aderezado con significados etnoculturales. Es el trayecto del tiempo que va del 15 de diciembre cuya señal fue (y aún sigue siendo en la memoria motivacional) el inicio de las misas de aguinaldo[3], y puede imaginarse su límite el 15 de enero del mes entrante. Pero como todo exceso cultural que conlleva la imaginería popular, especialmente la matrisocial venezolana, en la que se consume todo (con sentido de ritual de cargo: se destruye todo), no quiere decir que el límite para empezar o terminar lo imponga las fechas del 15. Cada grupo, organización, familia, individuo, puede empezar cuando se lo propongan. La ciudad de Caracas lo hace el 1° de diciembre cuando en la noche la ciudad enciende la cruz en El Ávila, montaña que preside la geografía y los sueños de sus habitantes.

Puede terminar el 6 de enero, con la fiesta de los Reyes Magos. Pero cada grupo, y especialmente la organización empresarial extiende su tiempo vacacional antes o después del 15 de enero. Todavía queda como justificación del potlacht el límite del día de las Candelas, el 2 de febrero. Hasta esa fecha tiene aún la oportunidad de hacerse las fiestas de la Paradura del Niño[4], originada en los pueblos de Los Andes. Enero es un mes medio activado para el trabajo, que se va moviendo perezosamente con los compromisos festivos de comienzo del año.

 

C.                       Secuencias y entreacto.

La alegoría del potlacht venezolano se desarrolla fundamentalmente en dos secuencias, separadas por un entreacto central.

La primera secuencia asciende desde el 15 de diciembre hasta la noche del día 24 (cena de Navidad), que es como comienza la gran fiesta de Navidad del día 25: las misas de aguinaldo y la búsqueda del regalo del Niño Jesús, de tradición norteamericana, y la preparación de la gastronomía navideña, entre lo cual se intercalan fiestas en casa de amigos de trabajo y conocidos, fiestas de matrimonios y de cumpleaños. El comercio de calle y los centros comerciales se mueven con el color de las multitudes. La ciudad se vuelve más lenta en el tráfico del metro, trasporte de calle y de autopistas. El cierre de la secuencia se sitúa en la celebración de la cena de navidad con la gastronomía que aludimos arriba, donde la hallaca y el dulce de lechosa  revelan la alegría de Nochebuena, horario que se prolonga hasta la tarde del día 25: celebración del gran almuerzo de Navidad.

La otra secuencia, comienza con nota de descenso, con el ritmo de octava festiva, también desde su culmen el 1° de enero a donde se llega con un ascenso cósmica y socialmente supremo. Termina después del 6 de enero fiesta de los Reyes Magos. La tradición del regalo de Reyes, de tradición española, cedió ante la tradición sajona del regalo del Niño Jesús en Navidad. No se entiende el sentido de esta secuencia, si no se observa el entreacto central que va del 25 al 31 de diciembre.

Si se agotó la primera iniciativa del dar y recibir regalos con el regalo del Niño Jesús para los niños de la familia, recomienza la segunda iniciativa más secular, referida a los regalos para los miembros del grupo familiar. Son regalos de estreno personal, de recursos para incrementar las capacidades de vida del regalado, todo ello símbolos de renovación de la vida, del tiempo de la familia y del entorno emocional de parientes y amigos, de renovación de lealtades. El foco o centro de este orden de regalos son los regalos de los hijos a la madre, gerente de ese orden del intercambio de la reciprocidad familiar.

La exaltación de la figura del Niño (Jesús) cede el paso a la marcha del gran día de exultación de la figura de la Madre (familia). Este día está organizado como el día 24-25, como si fuera una repetición de aquél. Esta apariencia no se corresponde con las tradiciones europeas, ni siquiera con la de España. En Venezuela es muchísimo más importante la noche del 31 de diciembre que la noche del 24. Porque en Venezuela, aunque se sabe que es la última noche del año calendario, empero no se vive como una Noche vieja ¡Todo lo contrario! Se le interpela (a ese año) como alentando su vida nueva, porque míticamente desemboca en lo nuevo del tiempo, inaugura el día nuevo originario.

¿Cómo ocurre esto?

 D.                      

                  El día cultural de la madre: 

la                                             la fiesta mayor de Venezuela.

Una cosa es el tiempo historiográfico (el calendario) y otra el tiempo mítico, el de la cultura o de los significados vividos. El día 1° del año, como un gran significante, comienza con las primeras sombras de la noche del 31 de diciembre; es decir, el día vital (cultural) tiene como primera etapa la nocturnidad, y la segunda la diurna. La noche expresa, con todo su significante del “deus abscóndito”, la profundidad del mito con su ingrediente del tiempo cósmico, cuando el tiempo se rompe en su mismo centro en la hora del medio: las 12 de la noche, como la encrucijada del tiempo total. Su oscuridad permite congregar la vitalidad compacta de la familia, cuya razón de ser no es otra que la figura de la madre. Sin madre no hay familia, y ello ocurre por excelencia cultural en la matrisocialidad venezolana. Lo dicen las hallacas y lo pregonan las canciones, las gaitas, la luz interior que ilumina desde dentro la puerta de la casa abierta a todo allegado que en la nocturnidad puede incorporarse a la fiesta grande de cada familia.

Es, por lo tanto, un pasaje del asombro, de lo más sagrado familiar; aquí, en esta fascinación se consagra el beso, el intercambio de besos, hasta llegar a entronizar el beso en el beso a la madre. Así el dar y recibir el feliz año conlleva el ritual de intercambio de besos y abrazos en la sociedad venezolana.  He aquí la respuesta etnocultural a la inquietud del corazón de la poetisa venezolana en medio del misterio humano en Venezuela.

Dónde, dónde corazón mío

Dónde, amor

en tierra

esta larga tierra

tu errar y mi errar

dónde

Las cosas, las pesadas cosas               

llenas de recuerdo

Los brazos alargados, las piernas lentas y rotas

dónde ahora esta mirada

sobre qué pozos

esta lentitud

Qué puede ser

qué puede ser

Allá lo alto

Esto no sabido

Las grandes cosas

¿Dónde mi beso alcanzará su consagración?[5]   

 

Fiesta del derroche fraterno, pero en torno a la representación maternal. Dispersión y reunión, todo presidido por la todopoderosa figura de la madre (la abuela). Es la gran regalada, dentro de un acontecimiento de adoración. Cargada de besos y regalos, es la dueña del festín de la economía de la reciprocidad, siempre en la familia de Venezuela. Ella lo devolverá todo y siempre al cuerpo filial, donde la igualdad se tiñe con ciertos subterfugios, dudas y sorpresas que hacen a la desigualdad o preferencias parentales, a veces mentando necesidades o excusas. Tal razón de ser de lo recíproco soporta, justifica, afianza el día de la recolección con dispendio, pero concentrada en la noche materna, por excelencia, de la cultura.

Este orden cultural se hace extensivo, como sistema, de familia a familia en el intercambio de hallacas, dulces, pan de jamón, ensalada de gallina, elaborados artesanalmente por cada familia. Se produce así un intercambio muy particular de productos y parabienes de Navidad y Año Nuevo. El potlacht se hace total en la geografía e historia del país venezolano.

La dimensión del día de Año Nuevo se hace inconmensurable en torno a este pozo cultural. No puede sino prolongarse durante una octava festiva, la del vacar. Esos días primeros del año no están declarados como fiesta formal, pero la gente los asume y se ausenta del trabajo. Cuando uno utiliza esos días de turismo por sitios como la Isla de Margarita o en Costa Firme como Puerto La Cruz, Barcelona, Cumaná, constata las deficiencias de los servicios en hoteles y restaurantes. Los empleados no han asistido a su puesto de trabajo. Siguen enfiestados.

En Venezuela, decir octava (y aún la octavita) no significa sólo el contenido y forma de únicamente el día octavo; también contenido y forma afecta a los días que median y trascurren hasta el octavo día. En año nuevo, aunque la secuencia suele acortarse en la forma por el día sexto, día de Reyes, el encuadre del tiempo, con el fin de semana corrido o sus puentes, puede remontar el tiempo de fiesta hasta el día octavo y más.

Tal es la intensidad de potlacht y su habituación como obviedad, que el venezolano no acierta a identificar las grandes festividades que configuran su potlacht. Para mí ha sido necesario encender el dispositivo del extrañamiento cultural, especialmente con el análisis de la estructura familiar como fondo de la organización social, para dar con el manantial escondido de la cultura matrisocial venezolana. Si el profesor Rafael Camero me inspiró la señal de dicho potlacht, ha sido mi lucha lenta y persistente por escuchar a fondo el latido autóctono de la cultura venezolana: el potlacht en su enormidad, presidido en su trono por la gran fiesta cultural de la madre. Y tuve que hacerlo con el corazón en vela, buscando los caminos, como un baquiano ante lo sagrado. El antropólogo se asemeja en sus operaciones al místico, tal como lo dibuja el  método de la poetisa venezolana:

Mis piernas flaquean

mi corazón arde

mi sacralidad me mata

Oh Dios

¿cuál será mi camino?

Escucho voces

pero ¿cuál es para mí?

¿qué puedo decir ante tanto extrañamiento?

“Voces, voces, escucha amor mío,

como sólo lo escucharon los santos”[6]    

 

El antropólogo tiene la vocación del profeta: busca y anuncia lo encontrado, esto es, el sentido de las cosas, los significados de la acción y lo que debe tener la acción con sus deseos y poderes.

E.                    

                CODA: solo y vagabundo.

Del chavismo-madurismo es el gobierno y el estado,

el puerto, las divisas y el resentimiento…

Del pueblo es la voz autóctona del potlacht y la madre.

Aquéllos se apoderan de todo y dejan al pueblo

solo en la miseria y vagabundo en su patria.

Pero el pueblo los deja sin arraigo… ¡desarraigados!

¿Y cómo van a sembrar sus discursos fatuos,

y a cosechar su política destructora

si el pueblo les despoja del sentido de fiesta cultural?

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Nota: Como el agua y la fe, siempre la cultura toma su cauce e insiste como el petroglifo en señalar el  camino, su identidad histórica.


[1] Celebración festiva competitiva entre los indios de la costa este de América del Norte: tlingit, salish y kwakiutl. La decisión de realizar un potlacht venía estimulada por la buena economía que estaba sucediéndose por varios años seguidos. Si lograban un excedente en su economía de subsistencia, lo que comportaba cierta riqueza, el poblado o tribu local podía darse un tiempo de fiesta mediante la cual intercambiaban y consumían los excedentes con objeto de adquirir prestigio. Era su máxima inversión social por parte de los promotores, que venían a ser los ricos del pueblo.

Una versión parecida ocurre en nuestras fiestas patronales, donde los promotores (mayordomos) que las financian, al mismo tiempo que ello significa la redistribución en dones económicos a la comunidad y evitan la malsana envidia, les permite adquirir honor y prestigio. Unas veces ese promotor es el estado, otras veces es un grupo de familia(s). En Venezuela, el potlacht de fin de año está difundido en cada unidad de familia (extensa) y se celebra como un rito anual nacional en torno a la cultura del día de la madre el 1 de enero. 

[2] Especie de empanada elaborada con un guiso de carne de cerdo, res, pollo, pasas, almendras, alcaparras aceitunas, pimentón, cebolla (tradición mediterránea del tiempo colonial) envuelto en una masa de maíz preparada con el consomé de la carne,  y a su vez envuelta con hojas  del plátano. Finalmente se cocina de una a dos horas Son los ingredientes de la tradición indoamericana. Es el plato del mestizaje no sólo culinario sino también cultural por excelencia y, por lo tanto, central en el potlacht venezolano.

[3] De madrugada con su relente refrescante los jóvenes salen a patinar por las calles para culminar con su patinada en la misa de las seis de la mañana cuando sale el sol. Representa el tiempo de acceso a la Navidad el día 24-25, su razón de ser es el de la octava invertida: no es la repetición de la fiesta al octavo día, sino inversamente desplegar la vivencia como tiempo de espera o advenimiento hacia la fiesta, añadiendo que todos los días del intermedio tienen la misma actividad de patinada y misa de aguinaldos.

[4] La Paradura del Niño se caracteriza por la iniciativa y compromiso de cada familia que instaló un nacimiento de Navidad en su casa. Que el Niño se levante y camine (pararse), es la señal de desmontar el escenario construido para su nacimiento y concluir así la larga navidad con el año nuevo. Esta decisión ritual implica hacer un potlacht donde por parte de la familia promotora se distribuyen dulces, refrescos y bollitos a la población concurrente. Como son muchas (varias) familias en el pueblo las que tienen elaborado el nacimiento, cada una organiza la Paradura en distintos días. La segunda quincena de enero viene ocupada por el despliegue cotidiano de la Paradura del Niño con el que se concluye el potlacht total venezolano.

[5] Hanni Ossott: “Cielo, tu arco grande” [diciembre, 1987]. Poemas selectos, bid & co. Editor, Caracas, 2004, 92.

[6] Hanni Ossott: “El circo roto”. Poemas selectos, bid & co. Editor, Caracas, 2004, 162.

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Este texto identifica el capítulo o Entrada 3c de la Primera Parte: 'Escala de las celebraciones', de nuestro libro n° 24: La Fiesta Interminable. Crítica a tres golpes del concepto de matrisocialidad. Caracas: inédito, 2022, 266 págs.

 

 

martes, 21 de noviembre de 2023

LOS TESTIGOS DE LA VALENTÍA DE PAÍS

                                                    Plaza de Altamira  -  Caracas

[Las obras testigos valientes de proyectos 

                    no de promesas].

 

Este es un libro sobre la valentía de ser país a partir de las condiciones en que colocan al país los desafíos de la depresión colectiva, las emigraciones y al fin la (auto)-destrucción en recursos, tejido social y emocionalidad.

Lo que queda indemne es la cultura étnica que siendo una cultura de negatividad social debe vencerse a sí misma, para dejar a un lado su propensión destructivista y adquirir la maduración del sentido social.

Pero aún queda algo de este sentido, disperso, que está anclado en la voluntad del ‘dolor de país’; se identifica como una actitud de sufrimiento con proyección ad infinitum (Frankl, 2000: 249) y con capacidad de aguantar todo peligro (Marina, 1999: 257); como tal puede producir la valentía tanto para la resistencia como para la reacción contra la seducción de las promesas y su falsa huída del miedo.

Para saber del dolor hay que padecerlo (Frankl, 250), y “quién sabe del dolor, todo lo sabe” (Dante Alighieri), sabiduría que le permite la capacidad de dar testimonio de lo que vivió y vive: tal es el auctor como testigo, según Agamben.

Tal es el propósito de este libro, el de vencer la destrucción con la obra (Platón) y con ello ser testimonio de un acto de ‘autor’ para certificar las reacciones que causa la destrucción del país en dolor sentido, y para generar el aprendizaje de la valentía. Son reacciones a autenticar conforme se canalizan en un proyecto, testimonial en sus obras y proactivo en su práctica de acción doliente, que condensa energía con el fin de afrontar el nuevo comenzar a que está llamado a ser, como nación y sociedad, el país venezolano.     

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Epítome del libro de Samuel Hurtado: Valentía de País con Coraza Doliente. Cómo salvar un país de la depresión, emigración y demolición. Caracas: libro inédito, 2022, 266 páginas.