martes, 15 de noviembre de 2016

LA GRACIA DE ENTENDERNOS

Noria de San Nicolas Ávila, Castilla y León



El 29 de agosto volaba a doce mil metros de altura. Veía además como el avión se deslizaba a 1001 Km por hora. Miré alrededor de mí y observé cómo los pasajeros se recostaban en los asientos y dormían. 

Como íbamos cruzando la noche sobre el mar, levanté por un momento la persiana de la ventanilla: al fondo del cielo aparecía el alba. Era la primera luz del nuevo día europeo. Entorné la persiana, cerré los ojos y encendí la imaginación. Dando vueltas a la memoria sobre mis inquietudes, atiné con los versos de Antonio Machado:

Del mar al percepto
Del percepto al concepto
Del concepto a la idea.
¡Oh! Linda tarea:
De la idea a la mar
¡Y otra vez a empezar!

Recorrí el trayecto de mi explicación científica sobre la realidad social y etnocultura de Venezuela. No eran las conclusiones del conocimiento lo que me importaba ahora, sino cómo había hecho el recorrido de tantos años (48 años) y lo seguía haciendo cada vez con mayor precisión. Pronto me dio vueltas la imaginación según la noria del tiempo y las cosas como si fuera un revoloteo de pájaros incandescentes. 

Recordé a la mula vendada dando vueltas a la noria que Machado describe en otro poema como imagen de las tonteras del pensar lo idéntico identitario, hasta narcisista. Siempre dando vueltas para llegar, siempre también, al mismo principio. Para otra vez volver a pensar sobre lo mismo.

¿No habrá un modo de reformar el pensamiento?

¿Y otro modo de desbaratar la identidad del sí mismo para no volver otra vez a empezar y retornar al sí mismo sin salida alguna?

Y ahí me puse a armar una estructura narrativa en forma poemática de cómo había hecho y venía haciendo progresivamente con la historia de mi investigación:

1) fijando los versos en mi mente insomne y

2) soportando cada verso sobre la inspiración de un autor a partir de mis visitas a una de sus publicaciones productivas.

3) en esta postura empecé a acarrear los materiales: percepción, representación, idea, concepto, pensamiento, 

4) y después a desplegar el juego de sus figuras retóricas con papel de bastidores: metáfora, analogía, ensayo, poema.

5) Los autores hacían el papel de apuntadores en ese teatro improvisado: el filósofo Richard Sennett, el sociólogo Pierre Bourdieu, el estudioso de la ética José Antonio Marina y el poeta Antonio Gamoneda.

Son los autores que llamé en mi auxilio, porque mi afición científica como sociólogo y antropólogo venezolano, venían representando los puntales de mi búsqueda conceptual para soportar mi explicación sobre Venezuela con carácter universal, es decir, para ver lo universal del mundo desde Venezuela. Para ello tenía que saber mucho y bien sobre este país como base de mi visión y hasta de mi propia estima y sobre todo de la estima del propio país venezolano.

Con tal disposición de elementos, comenzó la tarea. Lo que me iba a salvar en el intento no era el deseo sino la obra producida, aunque el deseo era el acicate.

En aquella bodega de la noche en el avión dormido, a 1001 km por hora, con la persiana alzada para ver en ese instante como avanzaba la aurora europea que venía madrugadora a nuestro encuentro, el deseo ideado se hinchó de emoción para cristalizar el pensamiento que se me venía encima como una representación teatral. Después el quehacer técnico que puliría la cosecha fue arduamente trabajado en el descanso con motivo del encuentro familiar.

De regreso al país venezolano, el proyecto concluido no era sino un minúsculo poema rimado sobre el concepto como señal de mi afán intelectual. Era lo suficiente para mostrar los hoyos profundos donde se encajan las pilastras de mis percepciones, conceptos, ideas, pensamientos, y sobre todo, en no haber caminado en una calleja sin salida (era la tentación por agotamiento de imaginación y entendimiento) para conseguir como Antonio Machado una salida de la noria al Campo (a la Sociedad) y haberme mantenido entre naufragios como navegante.

Con idea de metáfora el concepto
Analogía se hace su representación
Pide en ensayo la poética del percepto
Sella el pensamiento en poema la creación.

Sin imaginación no tiene vida el concepto en el modelo explicativo de la ciencia social. Además porque para representarnos las cosas, no podemos hacerlo sin comparación analógica, siendo el fenómeno percibido el que reclama también nuestra sensibilidad para que sea internalizado en la mente (y en el corazón) del investigador. Todo ese ir y venir y volver sobre las ideas del mundo y del hombre no tendría salida sin una puerta que exprese una episteme como un perfil del proyecto de sociedad. En definitiva, una opción ética, es decir, la creación de mundos humanos.

Aquí hablaríamos a los hombres y al mundo, a partir de que ellos también nos miran, nos hablan, nos perciben cuando nosotros al pensarlos nos intervienen como interlocutores en el encuentro, situación básica para generar el entendimiento común, nuestros mutuos reconocimientos. La figura del poema (no hay poema sin pensamiento) nos impulsa a reconocernos en nuestro propio pensar, y a obrar conforme a ello. El poema es la metáfora, la mejor, de la gracia de entendernos.

Abrí los ojos. El avión aterrizaba un día de octubre. Esta vez era de regreso en Venezuela.

Pensé:

¡¡¡Cuántas distancias hay todavía entre nosotros en Venezuela que no nos permiten reconocernos como sujeto social con competencia de despliegue de un proyecto común en referencia al saber vivir juntos, y jugar con esa estima del autoreconocimiento en medio del resto de las sociedades!!!

Nuestro propósito es, lejos ‘de la idea a la mar’ para volver siempre a empezar, construir la Puerta al Campo, es decir, que en Venezuela aprendamos la capacidad de darnos una norma que implique la responsabilidad de cumplirla para saber a qué atenernos todos: este proceso de realidad es lo que representa el verdadero acuerdo social (de sociedad).



 
Objección:

-¡¡Pero hacer sociedad con los acuerdos cuesta trabajo e incomodidad!!
-Todo lo bueno y correcto para obtener ventajas para todos y con garantía necesita invertir recursos y trabajo.
-¿Y si al final inventamos el populismo para autoengañarnos y vivir a gusto?
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Notas
(1) Los autores apuntadores de cada verso en orden de exposición.
-Sennett, R. (19829. La autoridad. Ed. Alianza, pp. 72-73.
-Bourdieu, P. y otros (2011): El oficio del sociólogo. Siglo XXI, pp.79-83.
-Marina, J. M. (2006): Los sueños de la razón. Anagrama, p. 9.
-Gamoneda, A. (2009): Un armario lleno de sombras. Galaxia Gutenberg, pp. 229 y 236.
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(2) La idea ocurrida en el avión de Conviasa: Caracas – Madrid, se inicia su refinamiento retórico en la ciudad de Valladolid el día 3 de septiembre. La inspiración del poema de Antonio Machado se lleva a cabo a partir del ensayo de Juan David García Bacca: “Leer, entender, pensar”. En Estudios y ensayos (III), Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2009. El acicate originario procede de José Antonio Marina: El laberinto sentimental. Anagrama, 2004.
      

SÓLO CON EL AUTOENGAÑO SE VIVE A GUSTO




La comprensión por parte del Lazarillo de la necesidad del autoengaño es alarmantemente desesperanzadora y resignada. Pero de qué sirve apenarse: el intento de cambiar el mundo ha fracasado, la rebelión de los comuneros ha sido aplastada; no queda alternativa: ¡Viva el Emperador!

Quisiera terminar con la jaculatoria de un poeta alemán, Wilhelm Raabe, que estuvo muy ligado a Wolfenbüttel:

No me es posible pedirle algo concreto a Dios, pero si todavía soy capaz de rezar, entonces rezaría cada nueva mañana: ‘Querido Dios, concédeme también para el día de hoy mi ración diaria de necesario autoengaño’.

(Friedrich Niewöhner. “El Emperador y su último sirviente. O bien: Sólo el que se engaña a sí mismo vive a gusto (Lazarillo de Tormes). En Reyes Mate y F. Niewöhner. El precio de la ‘invención’ de América. Barcelona: Anthropos, 1992: 29-41).
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Es la soberbia de la "clase ociosa", que como dice el  modelo émico  venezolano "no tiene oficio". Como la dirigencia del país es vacua, se hincha histriónicamente, incapaz de invertir ni siquiera  un  poco de atención en la  proyección  social. Esta soberbia, "resto de la barbarie"(Veblen, 1995), quisiera elaborar imaginariamente un pueblo dócil que no existe. Si esto no es realmente posible ¡Muera el Populismo!      

 ¡Viva  el Populismo!      

Antes hay que gritar ¡Muera el Populismo!; en las palabras del ritual está inscrito un engaño colectivo que trata de enmascararse para poder seguir disfrutando. Hay que  diferenciar entre el engaño "natural" como mentira  psicosocial  para sobrevivir cuando la conciencia desdichada se encuentra dividida dentro de sí, y el engaño artificial como mentira etnopsíquica para posibilitar el contrato social y poder existir como sociedad. El  engaño "natural" pretende solucionar de un modo feliz la participación infeliz en un juego engañoso. Pero el cierre completo del proceso no tiene lugar sino hasta el autoengaño. En uno y otro engaño, el sujeto individual o colectivo para acomodarse a  o impugnar la situación vigente, tiene que superar el engaño del juego mediante un autoengaño consciente.    

No se sabe si en el "precio de la invención de América"(Mate y Niewöhner, 1992) entra el autoengaño cultural (Cf.  Niewöhner, 37)  o el fracaso social, según el intelectual Uslar Pietri y el psiquiatra Vethencourt (1974). En el fracaso no hay  alternativa para reorientarse, en el autoengaño sí; el fracaso es más simple: hay que empezar todo de nuevo; el autoengaño es más complejo: hay que remodelar lo que se tiene entre manos descontaminándolo. En el  fracaso habría que desidentificarse étnicamente, en el autoengaño  hay que desideologizar el funcionamiento de dicha identidad (étnica).    

Para  pasar por el túnel obscuro de callarse la  verdad, de decirse las medias verdades, de no aceptar que otros me digan  mi verdad, y de decírmela darla la espalda como inexistente porque a los enemigos, que son los únicos que pueden hacerme eso, no se les hace caso. Para pasar ese túnel hay que construirse un disfraz de atrevimiento, el autoengaño cultural: sólo el que se engaña a  sí mismo vive gustoso, diría el Lazarillo según Niewöhner (1992,41).    

Cuando las ideas de la verdad, de la libertad, de la autenticidad, se pretenden rastrear por la comodidad inerte, la parejería  (igualismo), la imaginación negativa, se llega a consecuencias  trágicas. Ello ocurre cuando las fuerzas sociales tratan de introducirse en esas líneas defensivas de carácter cultural  para desbloquear la enorme caja de deseos  placenteros que otorga la cultura. Para impedirlo, la élite (también el pueblo)  comienza a ceder cada vez más derechos al estado, le otorga más poderes, con tal que no intervenga o moleste su  vida de satisfacciones y sentimientos gratos que tiene. El estado se torna absoluto interventor de la sociedad, de suerte que llega a eliminar sus dinámicas, la devora, y al mismo tiempo que es blando con ella, la acepta todo.

El resultado dramático es que el estado se coloca aparte del colectivo desorganizado y comienza a funcionar  como un enclave o colonia que saquea impunemente al país. No servirá al país, sino que se servirá del  país para dominarlo con poder. El estado no cumple tarea alguna en el país, sino que establece un conjunto de puestos (burocráticos) para que sus agentes aprovechen las oportunidades, escalen los puestos y obtengan ventajismos,  logren contactos para hacer relaciones públicas y/o alcancen otras cosas personales, etc. Es el estado populista, que como compensación es también un estado asistencialista de la sociedad.

El  estado populista no dispone del elemento de protección de la sociedad, "y la protección -el amor que sostiene a otros- es una  necesidad humana básica, tan básica como la de comer o la sexual. La compasión, la confianza, las seguridades, son cualidades que sería absurdo relacionar con esas figuras de autoridad  en el mundo moderno" (Sennett, 117). El estado populista pretende sólo ser una copia de los estados modernos (Germani, 1977), pero su lógica profunda dista mucho de ni siquiera  plantearse ni proponerse ni entrever esas cualidades en sus figuras de autoridad; su forma absoluta de devorar a la sociedad  y su alcahuetería con el colectivo (élite y pueblo), empuja a éstos  a vivir del autoengaño en todos los terrenos.     

Si miramos el problema populista más allá del estado y lo hacemos desde la identidad étnica matrisocial, dicho problema puede ser observado también como un modo de vida del colectivo. Este sabe y gusta que el estado le consienta. Parafraseando a Niewöhner  (1992, 40) en su comentario al  Lazarillo: Así, el engaño del  estado es de nuevo  superado por el autoengaño consciente de la sociedad, como necesidad existencial para  vivir con satisfacción. La sociedad se convierte en un lugar populista más originario que el estado: su rechazo al estado se torna en una trampa en la que el rechazo hace de estímulo para que el estado se ocupe de la sociedad y la consienta. Con ello la desvía de los grandes problemas del poder, de la obediencia, de la ley, del  trabajo.

Pero el orden no se quiebra, sino que se refuerza. Si alguien se pone a pensar en frío sobre una dirigencia resbaladiza y ‘guabinosa’, montada sobre promesas engañosas, no lo aguantaría. Tal aguante por parte del colectivo se encuentra  soportado sobre un ilusionismo que no admite que se diga la verdad, porque el pueblo venezolano esa sí que no la aguantaría. Y ahí está el trabajo de la cultura matrisocial: la de producir una disfraz que enmascare el trabajo de la realidad referido al proyecto societal de tal forma que dicho trabajo esforzado no interfiera en el mundo placentero del colectivo.

Con miras a permanecer en relaciones gratas, el colectivo venezolano aguantará  todos los daños que le haga el estado, se infligirá él mismo daños, e irá a quejarse al estado cuando éste no cumple con su papel asistencial (consentidor) a cabalidad. No buscará protección, porque ésta se ubica en las relaciones de derechos y deberes, de trabajo y verdad, sino asistencia y promesas, que se encuadran más cómodamente en la relación del privilegio y el regalo. Si no es atendida la queja, no importa, pues el "cariño es el  mismo". Para obtener asistencia "se desearía" un estado más fuerte y eficaz, pero el mundo de los deseos como imaginario negativo en la matrisocialidad, no se corresponde con la realidad.    

Este trasfondo cultural hace que el populismo venezolano se diferencie  de  otros populismos históricos como el ruso y el estadounidense (Ionescu y Gellner, 1969).Cuando decimos que el caudillo o el presidente "gomero" no es un padre sino una  figura machista, se indica que el populismo no es sólo una superestructura o sistema político, es ante todo una cultura o producción autónoma de significaciones en la vida del colectivo. El colectivo venezolano no tiene otra tecla de pensamiento que no sea populista, porque dicho pensamiento tiene su anclaje en la identidad ubicada en el ethos matrisocial. Parece que no hay alternativas por ahora; hay que adaptarse ¡Viva el Populismo!      

El índice de "el fracaso venezolano", formulado por Uslar Pietri (1994b) hace de motivo para entrar al  problema de la verdad en el país. De los 13 auto-etnógrafos, 5 sostienen que tanto el estado como la sociedad han fracasado; 3, que sólo el estado, mientras que otros 3 dicen que sólo la sociedad. En total, 11 afirman que hay una situación de fracaso en el proyecto de país, coincidiendo así con el motivo pretendidamente ideológico. Pero fracaso o no, el problema tiene un sentido más hondo, según cómo se construya el proceso del  sentido en la relación de estado/sociedad: ¿se trabaja esa relación  o se consiente placenteramente? Los 2 defensores del  no-fracaso, sostienen que la sociedad siendo pobre asiente por convencimiento a los bienes que le otorga el estado rico. En cambio, los otros 11 afirman que no hay convencimiento sino consentimiento activo de tipo chantajista; de ellos 4 afirman que el estado y la sociedad se chantajean mutuamente;  solamente 1 dice que únicamente el estado es el chantajista y consentidor de la sociedad;  finalmente, 5 sostienen que el estado es consentidor, pero sobre todo la sociedad es la que acepta ser la consentida.     

Si se quiere cambiar esta situación, es difícil como alternativa,  pues hay ausencia de conducción, según 4 de los 11 auto-etnógrafos que defienden el fracaso venezolano;  sí hay posibilidad de alternativa, según otros 5, pero la formulan como un deber ser fantaseado a partir de la crisis o realidad dura que no permite la falta de alternativa; los otros 2 afirman que la alternativa  seguirá estando en la inercia del ritual de hacer y deshacer el país permanentemente.

De un modo conclusivo, la única posibilidad de conseguir un rumbo dinámico sería reconocer el fracaso y comenzar de verdad el proyecto de país, pero sería una proposición auténtica si se puede decir la verdad al pueblo.  Los 2  que no admiten el fracaso sostienen que no se ha dicho la verdad; es ahora cuando ya se le comienza a decir; 8 afirman que no se puede decir porque el pueblo no la aceptaría, y 3 dicen que sí se ha dicho pero es inútil porque no está acompañada de inversión  de recursos para producir soluciones. De una y otra forma, la verdad (societal) está en entredicho debido a la situación populista (matrisocial).
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Entre la "anticultura" de los valores y la "sociedad enferma" hay  que averiguar  la estructura cultural y su origen en la organización social (antropológica) y el objetivo que nos interesa: las relaciones con su producción de sentido de lo social. Es posible que se conceptúen aquellos términos como "desórdenes étnicos", según la clasificación de Devereux (1973) y es posible frente a una cultura tan exuberante como la matrisocial, que la producción de lo social tenga problemas de salud mental, como describe Laplantine (1977). Sin embargo, cierta patología social es necesaria para vivir en Venezuela, según el etno-psicoanalítico venezolano Martín (1994).
     
"No hay verdad sin proyecto, y como carecemos de él no ha sido posible decir la verdad al pueblo. No se la dicen. Nunca se la han dicho. El pueblo venezolano nunca ha sido confrontado con la verdad. Creo que le gustaría la verdad, si ésta se encuentra dicha dentro de un proyecto político. Pero hoy y antes en Venezuela no ha habido proyecto político. Podría haberlo si los sectores sociales como los intelectuales empujan en este sentido. [¿Pero se empuja con soluciones? ¿Las han dado en Venezuela los intelectuales?] Soluciones se dieron en tiempos de López Contreras y  Medina Angarita y al principio del primer populismo [¿Cómo habría que entender eso de hacer y  deshacer el país? ¿Sería eso la historia venezolana?] También en la historia europea ha habido vaivenes y ciclos históricos, estéticos, políticos, económicos. Pero aquí siempre hay dos proyectos el que se propugna y el que se impugna. Parece que en Venezuela hay una impotencia por  producir el proyecto. Y ello está en el mismo venezolano,  sea empresario o proletario,  sea dirigente o dirigido, sea amo o cliente. Tenemos proyectos verbales: se repiten las cosas, pero se hace lo contrario"(Intelectual Ilustre). Parece que el Intelectual se conectó con la reflexión de Simón Rodríguez citada en la Introducción de este estudio.   

Como en la cultura matrisocial el decir no tiene nada que ver con el hacer o actuar las obras, aunque se hubiera dicho la verdad al pueblo, éste hubiera sido el primero en tomarla como retórica. "Sí, se le puede decir la verdad al  pueblo y se la han dicho. Muchos elementos de esa verdad le serían agradables. Pero aunque se la han dicho, no la han llevado a la práctica. Por eso el fracaso no es del pueblo sino de los dirigentes. Estos no han dado las soluciones que espera el pueblo"(Brillante Científico Social). Al sesgar el fracaso del decir la verdad  hacia un sólo lado, no se toma en cuenta el criterio del proyecto. Lo mismo ocurre cuando se aísla el problema del paradigma de la educación con respecto al modelo cultural de un pueblo. Este modelo es la base que comparte el colectivo y le soporta como tal; pero además es el fondo del escenario para el surgimiento del sujeto. La acción aislada de "hormiguitas" debe articularse con ese modelo sino se aísla de un todo sin impactar en el colectivo. Uno de los efectos sería acomodar en algo el modelo matrisocial para darle una oportunidad al sujeto social en Venezuela. Veamos la acción del dirigente episcopal:
    
"Se debería decir la verdad. [¿Pero se puede?]. Si  digo se debería incluyo que se puede decir la verdad al pueblo. [¿Se le ha dicho alguna vez?] Hace mucho tiempo que no se le ha dicho. No es sólo decir que hemos fracasado. Hay que decir: Mire nos equivocamos de rumbo. Tenemos que volver al punto de partida. Y eso quiere decir que hemos perdido tiempo y esfuerzo. "Los que se la hemos dicho y se la decimos, nos llaman populistas, aprovechadores de la crisis, faranduleros. [¿Más allá de la `criticadera' hay soluciones a partir de esa verdad?] No se han dado soluciones, sino sólo maquillajes de solución. Uno de los elementos esenciales no aparece: lograr el consenso y  presuponer el consenso para que la solución sea viable en el colectivo. Hasta ahora el consenso viene dictado desde arriba por las cúpulas. Para  eso se requiere una profunda reforma  social  del país que es la educación. Por eso te decía que había que  ‘cerrar el país’ como se cierra un negocio [¿Y entonces se acabó todo?]. Pero si seguimos así, no se va a cambiar nada. Los nuevos líderes repiten a los viejos, y siempre igual y aun peor. [¿Pero entonces no hay nuevos ‘nuevos líderes’, no surge nada en el país?].

"Bueno, te dije lo de que los nuevos líderes repetían  el estilo del viejo liderazgo. Pero también hay nuevos líderes que están emergiendo en todos los ámbitos del  país, que hemos cambiado de estrategia: ¿la sociedad surge de las bases o no?  Desde arriba vemos que no. Hay que abrir el país a este nuevo liderazgo que está abriendo espacios nuevos en Venezuela. Estos aun no se ven, porque el cambio no es una revolución de golpe; además así no cambia nada de hecho. El trabajo de hormiguitas en las bases es lo que va a tener fruto con el tiempo".    

La alternativa al populismo luce un tanto ambigua: obligación de decir la verdad al pueblo, se dice en parte o de a poquito, no se dan soluciones, el pueblo se encuentra pasivo como descarriado. “Yo creo que el pueblo venezolano con los golpes y  decepciones está más maduro para darle el respaldo a quién le diga la verdad. Pongo el caso actual de la gran audiencia que tiene el ministro de CORDIPLAN, Petkoff. La gente hace 5 años lo hubiera rechazado. Siempre se ha tratado de endulzar la realidad al pueblo venezolano: halago a sus cualidades, halago a sus esperanzas...No hay soluciones. Tan es así que estamos en la situación que estamos. Estamos mal en todo lo que concierne al estado" (Empresario Reputado).    

"No se trata de si se podría. Es que hay que decírselo; ya no tenemos alternativas a eso. Decir la verdad al pueblo es lo más revolucionario, decía Gramsci. Aquí nunca se ha dicho la verdad al pueblo. Esa es la base de las campañas electorales. Le prometen y nunca cumplen. El pueblo mismo sabe eso, y hasta le gusta caer en eso de creerse sólo las palabras. Los líderes en este sentido nunca le han enseñado al pueblo a oír la verdad.  Es mejor no decirla, y para el pueblo mejor no oírla"(Egregio Militar).     

Este autoengaño del pueblo se corresponde con la lógica de enclave en que actúan ciertas personalidades que son líderes y dicen la verdad. Esta acción no la recicla la cultura del país. Las marañas sociales son instrumentos que impiden ese reciclaje. "Ya lo creo que hay cantidad de personas que dicen la verdad, entre ellas me cuento yo. Lo que pasa que eso no se recicla en la masa pensante y luego va al pueblo, porque aquí se generan las marañas del poder político y económico. Caldera tiene que beber de la misma agua que Carlos Andrés Pérez: imponer las medidas del paquete. Pero ves, Acción Democrática no apoyó a Pérez, su partido, hasta lo expulsó de sus filas; ahora políticamente apoya a Caldera. El problema grave es que lo hace por interés, no por convencimiento. Cuando cambien los intereses, también cambiará el partido, y otra vez se llega al rollo del país. Yo creo que la destitución de Carlos Andrés Pérez no fue saludable para el país;  ahora están  pidiendo la cabeza de Caldera, y creen que con eso se solucionan las cosas, cuando en realidad postergan su solución y con ello agravan el problema del país" (Egregio Militar).    

En nuestra argumentación se observa el callejón sin salida o "impasse" de la alternativa al populismo. Si miramos hacia atrás vemos de nuevo que el populismo no es sólo un sistema político, sino que es una cultura, donde entra pensamiento y acción  organizados en torno a una manera de producir sentido sobre la vida, el mundo y la sociedad. A esa cultura nosotros, después de ardua investigación la conceptuamos como cultura matrisocial, y es en ella donde se enuclea la identidad étnica. Es esta cultura la que dificulta el desmontaje del populismo, porque para ello hay que desmontar la cultura venezolana misma.

El Obispo hablaba de cerrar el país, pero en la órbita del fracaso; sin embargo, parece que la cosa es más profunda, más enmarañada que decir que el estado congeló la nación como dice el Periodista Renombrado. Si el estado devora la sociedad, la sociedad va más allá, "haciéndose el loco" como dice la frase criolla para significar el como quién no sabe la  cosa, y se hace también el complacido con un estado asistencialista y complaciente. Este modo de supervivencia social no deja margen para generar proyectos de trabajo y bienestar. Los que pueden "hablar" de proyectos se quedan "aislados", porque el pueblo no los sigue. Es cierto que hay personalidades con capacidad de idear proyectos, pero parece que el colectivo no los acompaña; y sin la presencia del colectivo los proyectos personalizados se quedan en el vacío cultural, sin fuerza alguna. Si funcionan lo harán como enclaves.      

Este proceso recoge en apariencia una resistencia cultural, pues en realidad estamos en presencia de una inercia cultural, inspirándonos en  Devereux (1975). Lo que hace el colectivo, élites y pueblo, es ceder todo su poder al estado, para que cómodamente se los vaya devolviendo mediante la redistribución asistencialista, aunque sean cada vez menos en número y más devaluados en calidad. La resistencia auténtica tendría que canalizarse contra el estado populista, la sociedad contra la cultura (narcisista). ¿Pero si ésta deja inerme a las fuerzas sociales, qué hacer? Queda apelar a la realidad, como hace el Preclaro Orientador Social, ir "más allá del  principio del placer", y aprovechar a favor el viento y el contraviento de la realidad para empujar hasta colocar límites a la acción de la cultura matrisocial.

Es preciso hasta voltear las fuerzas del cambio cultural para propiciar el esfuerzo y con éste dar lugar a la impugnación social. ¡Muera el Populismo!, dicen los diagnósticos sociales sin dar soluciones ¡Viva el Populismo!, contradice la vivencia, la cultura. Entretanto, el proyecto de modernidad coloca en la identidad social el precinto de sus contraindicaciones: este producto no es apto para los portadores de una cultura que no reúna las condiciones para aspirar al bienestar en el cual estamos empeñados todos en perseguir y poco a poco en disfrutar con garantía.  
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El texto presenta la entrada y la salida del análisis del populismo en el libro Élite Venezolana y Proyecto de Modernidad de Samuel Hurtado Salazar, Caracas: Ediciones del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela, 2000. Se obvia el centro del análisis por los 13 autoetnógrafos debido a su volumen. En la investigación la variable del populismo va en contraindicación con la verdad, y su papel es el del tutti de una sinfonía, es decir, como la función final y total de la última secuencia del Túnel Oscuro. A continuación se trascriben las preguntas de la entrevista, para que todo el que conozca un poco a Venezuela pueda responder y así incorporarse a la investigación:

XII. VERDAD                                               /POPULISMO  

44.1. Hay un intelectual venezolano (A. Uslar) que ha dicho que  Venezuela ha fracasado,
¿quién ha fracasado el estado o la sociedad? 
45.2. Pero científicos sociales venezolanos hablan de que en Venezuela, la economía, las
clases sociales, la política, las instituciones…son endebles porque todo pasa o depende de la acción del estado ¿es el estado el que chantajea a la sociedad o es la sociedad la que gusta de ser chantajeada y consentida por el estado (populista)? 
46.3. ¿Habrá otra alternativa al populismo en Venezuela? ¿La gente la aceptaría?
47.4. ¿Se podría decir la verdad al pueblo? ¿Se la han dicho alguna vez? Más allá de la
‘criticadera’ (crítica retórica), ¿los políticos, empresarios, intelectuales, militares, obispos…han dado soluciones (no retóricas) a partir de esa verdad?
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Referencias:
Devereux, Georg. Ensayos de etnopsiquiatría general. Barcelona: Seix-Barral, 1973.
Devereux, Georg. Etnopsicoanálisis complementarista. Buenos Aires: Amorrortu, 1975.
Germani, Gino. Política y sociedad en una época de transición. Buenos Aires: Paidós, 1977.
Ionescu, Ghita y Ernest Gellner (Eds.). Populismo. Su significado y características nacionales.
Buenos Aires: Amorrortu, 1969.
Laplantine, Francois. Las voces de la imaginación colectiva. Barcelona: Granica, 1977.
Martín, Gustavo. “Lecciones vivas de G. M.”. En Omar Rodríguez, El antropólogo como objeto.
Caracas: Trópikos, 1994: 161-210.
Mate, Reyes y F. Niewöhner. El precio de la ‘invención’ de América. Barcelona: Anthropos, 1992.
Niewöhner, Friedrich. “El emperador y su último criado”. En Reyes Mate y F. Niewöhner, El precio
de la ‘invención’ de América. Barcelona: Anthropos, 1992: 29-41.
Sennett, Richard. La autoridad. Madrid: Editorial Alianza, 1982.
Uslar Pietri, Arturo. “El fracaso venezolano”. El Nacional, Caracas 19 de junio 1994.
Veblen, Thorstein. Teoría de la clase ociosa. México: Fondo de Cultura Económica, 1995.
Vethencourt, José Luis. “La estructura familiar atípica y el fracaso histórico-cultural en Venezuela”.
Revista SIC, Caracas, febrero, 1974: 67-69.