sábado, 29 de abril de 2023

FUNCIÓN TÉCNICA


 

XII Jornada de Investigación

Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales

Facultad de Ciencias Económicas y Sociales

Universidad Central de Venezuela

26 al 30 de Junio de 2023.

Ponencia: Función Técnica

(Resumen)

 

Función: no se toma esta idea como instrumentalista con razón de juego psicosocial, sino en su carácter matemático según su razón ontológica en el juego del movimiento de las cosas del mundo. Técnica: se rebasa también su sentido instrumental para ser colocada su idea como principio del pensar mismo, y como dando qué pensar sobre sí misma. La relación de función y de técnica se organiza como concepto en el marco del dicho atribuido a Arquímedes: Denme un punto de apoyo y moveré el mundo. Es el pensamiento, entonces, el que toma el papel del ‘mover’, mientras el punto de apoyo es la función en estado genérico, y la medida del mundo la calibra la especie de barra de la palanca técnica. El resultado producido es el movimiento mismo como ser y actuar del mundo y su apoyo en un punto del pensar con escala matemática. El gran problema de la política es que el mundo se mueve, el de Galileo, el de los modernos (Copérnico), porque el de los antiguos, el de Arquímedes, no se movía (Ptolomeo). Si no se afinca bien el punto de apoyo (la función matemática), y si no se sabe apalancar bien (técnica con ética = pensamiento con inteligencia creadora), el movimiento del mundo nos pasará por encima o tendremos que cargar (sufrir) con él, y cargarlo completo como Atlas ¿Tendremos al menos la virtud del infatigable gigante? Con culturas diferentes, los pueblos que tienen que pertenecerse juntos sorteando los problemas de ecología, salud, economía, política, feminismo, moral…, todos no se mueven igual como vemos desde Latinoamérica. La función técnica demanda pensarse, con historia y mito juntos, para entender la lógica matemática y la razón del movimiento del mundo con sus sociedades y culturas diferenciales. 

Palabras Claves: Función, técnica, matemáticas, movimiento, pensamiento.

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Se trata del resumen del último capítulo con papel de capítulo bandera, del libro Duelo de País a Contramarcha. De la ilusión de la 'tierra de gracia' al retroceso del 'golfo triste'.

EXILIO DE SÍ Y LOCURA FABULADA HACIA LA PERFECCIÓN

Rafael Cadenas, Premio Cervantes, exilio poético para ser un panóptico del país.


                               “La compra de más libros de los que uno puede leer 

                                es nada menos que el alma buscando el infinito” 

                                            (Alfred Edward Newton)

La trayectoria hacia el infinito como un decir de la perfección de lo humano, contiene saltos formidables que únicamente pueden salvarse con el cuerpo y el alma juntos después de fuertes dosis de preparación. Uno de esos saltos identifica a la etnopsicoanalización para entender la matrisocialidad en tanto cultura propia en Venezuela. Su aplicación va a requerir reconstituir, los modelos de análisis dicotómicos, en formato tricotómico de acuerdo a una dinámica centrífuga con que logre reconducir a fondo la comprensión de la cultura propia. Este proceso de comprensión necesita una preparación epistémica ineludible con requisitos a su vez previos para organizar la teoría en distintos tomavistas como modelos de visión[1].

En primer lugar se requiere adquirir un talante de reflexividad en el que cuerpo y alma, como conjunto configurativo del entender, organicen su estrategia para acometer los obstáculos que ofrece la vida en sociedad (su referencia ontológica), y asuman los desafíos de éstos encontrándose a veces con el pensamiento en noches de honda oscuridad.

En segundo lugar, lo reflexivo puede arribar a una situación asilvestrada de suerte que al ejercitarlo pueden producirse en su interior roturas o deslaves, que es preciso suturar o limpiar para su aplicación técnica o conceptual como cuestión imprevista de carácter epistemológico.

En tercer lugar, se trata de ir aprendiendo la capacidad de ver en los escenarios mantenidos en opacidad, y eliminar los diversos ‘ídolos’ o errores adquiridos en la tradición (Francis Bacon); además si es necesario, despejar lugares sustantivos requeridos por la trayectoria de la visión sometida cada vez más a ráfagas de luz y sombra, es decir, a una experiencia paradójica tal como se presenta la realidad a los seres humanos (Barroso, 1987).

¿Cómo combinar lo propio y lo ajeno, cuya conjunción se presenta como meta de infinito en el resultado al mostrarse como tal en la formulación de extranjería de lo propio, saltándose por encima del ‘ídolo’ de la simple enajenación o ideología? ¿Cómo vivir simultáneamente en la intimidad y la extrañeza, o en la cercanía y la distancia, cuando la experiencia vital constituye una única configuración, (más allá de los metonímicos procesos que como partes se generan en lo observado en cuanto a lo propio del observador, que debe dar cuenta de la misma observación como ajena de sí mismo)? ¿Cómo sobre-montar el falso dilema de lo secular y lo divinal, cuando el mandato está inscrito en la libertad digna del trabajo humano, aquel que proviene de la ética según el cual nos pertenecemos unos a otros (we belongs together), y por lo tanto, compelidos a vivir juntos como extranjeros aún en nuestro lugar propio, nativo?

Esta trayectoria para el no-valiente, esto es, carente de valores que inscribir en el desafío, se presenta como una locura de los dioses impuesta a los humanos. Pero hay un lugar al que los dioses contribuyeron para remediar la precariedad humana: este lugar como una gracia de la naturaleza que se nos dio a los humanos es la cultura[2]. Esto obliga a tener y desarrollar un comportamiento prescriptivo, tal como dice Linton en su formulación de cultura y personalidad: No te vuelvas loco, pero si pretendes volverte loco, tienes que hacerlo dentro de tu cultura propia.  Esto es válido aun para entender la ‘locura’ particular de tu trayectoria emprendedora en los posibles saltos exigidos para alcanzar la perfección de tu comprensión de eventos y sentido de las cosas; tu vivencia existencial propia no puedes hacerlo sino dentro de la cultura, la tuya propia, colocada además en la mira de la ajenidad transcendental.

¡Qué bien la imagen!: ¡seguir en la locura bajo la protección de la cultura misma! ¿Será el proceso expresivo de la dulce locura cultural? ¿Qué más podemos hacer aún en nuestro mundo visto como un lugar de exilio? ¿A qué más transcendencia se puede uno aventurar considerando lo propio como ajeno, es decir, extrañando a la misma intimidad de sí mismo?

Hay un escalón más abajo apuntando a la hondura de la adquisición de ser de cuerpo y alma (cultura y personalidad, en su relación etnopsiquiátrica) como configuración total si apuntamos a la comprensión de la cultura propia con referencia al país de pertenencia cercana por su raigambre en el inconsciente. Si optamos por imaginar un escenario que pretenda hacer sensible al país en su talante cultural, podemos argumentar: No se te ocurra imaginar tal escenario, como por ejemplo escribir una novela o una etnografía, para explicar en ese proceso de fábula al país…, pero si al fin te pones en ello no puedes hacerlo sino dentro de tu cultura y la del propio país ‘objetado’. ¿Cómo entonces poder ‘leer’ una cultura que nos atañe de pertenencia por la gracia del arraigo natural, inconsciente?

De ello aducimos la fórmula de Animal in fábula, no para quedarnos en la semiótica de U. Eco (2010: 43-47): Lector in fábula, ni de Mangieri (2010: 79-82): Lector in urbis, sino en la etnológica de Animal in urbis (Hurtado, 2017: 176-180) para operar Animal como la metáfora de naturaleza o barbarie, referida al entendimiento de la cultura antropológica, esto es, la etnicidad. Tal es la trayectoria que pretendemos otorgar en el presente texto de Animal in fábula. Aquí la sub specie de fábula hace la función de foco dentro del marco metafórico de Animal en el texto del inconsciente donde arraiga, como principio y opera con miras a la realidad, el mito mismo de la cultura étnica. De este modo, el mito en cuanto fábula se presenta como una estrategia de sentidos reales y posibles, según compromiso que adquiere el observador de sí mismo. El juego de la cultura, subjetivo y objetivo, permite toda esa estrategia del sentido multi-visionario de la realidad.     

Ya no se trata sólo de aplicar in fábula la objetividad del país venezolano, sino también, y sobre todo, la de fabular la propia experiencia expresando el mundo real y el mundo posible por imaginar en la conciencia al acceder a la comprensión de la cultural propia e íntima como ajena y extraña  (Eco, 2010: 48). En este proceso de generar el conocimiento como avance de perfección, el observador entra al interior de sí mismo con la idea de  autenticarse bajo la guía ecológica de la autoestima (Barroso, 1987); ello tendrá como correspondencia simétrica el adentrarse en las profundidades, además, del país propio, el verdadero país adentro.

De esta forma y siguiendo el camino etnopsicoanalítico alcanzamos al sustrato de la etnicidad[3], que resulta ser, asumiendo el término y la realidad psicosociales, el sí mismo colectivo, funcionando éste como centrífuga en la tricotomía de los términos con el fin de afianzar en el análisis la objetividad científica en las ciencias del comportamiento. Estamos apuntando a la técnica de la contra-transferencia (Devereux, 1989b: 69). ¿Cómo se puede hacer para aplicar este proceso técnico, aún sabiendo, o para saber, combinar los términos dicotómicos de la intimidad y la extrañeza, de lo propio y lo ajeno, de la cercanía y la distancia, en tanto que de entrada se muestran como paradójicas descripciones de la vivencia sustancial del sí mismo?

Referencias

Barenboim, Daniel (2003). “La finalidad del Estado

es la libertad”. La Nación. Buenos Aires,

http://www.lanacion.com.ar/03/12/26/do_558430.asp

Barroso, Manuel (1987). Autoestima: ecología o

catástrofe. Caracas: Galac.

Bueno, Gustavo (1991). “El reino de la cultura y el

reino de la gracia”. Basilisco, segunda época,

n° 7 invierno, 53-56. Reproducido en Proyecto

Filosofía en español, Symploké, Seminarios.

Bueno, Gustavo (1997). El mito de la cultura. 

Ensayo de una filosofía materialista de 

la cultura, Barcelona: Prensa Ibérica.

Delgado, Manuel (s/f.). Bases teóricas de la  gestión

cultural. Universitat de Barcelona / Institut

Catalá d’Antropología. Documento de

reflexión y debate N° 17.

Devereux, Georg (1989b). De la ansiedad al método

en las ciencias del comportamiento. México:

Siglo XXI, 5ª edición.

Eco, Umberto (2010). “Personajes imaginarios y

ciudades reales”. En Tulio Hernández, 

Ciudad, espacio público y cultura urbana. 

Caracas: Fundación para la Cultura 

Urbana, 41-65.

Hurtado, Samuel (2017). El animal urbano. 

 Espacio y proyecto de sociedad en la 

ciudad de Caracas. Saarbrücken: 

Editorial Académica 

Española.

Mangieri, Rocco (2010). “Espacio urbano 

y estrategias narrativas”. En Tulio Hernández, 

Ciudad, espacio público y cultura urbana. Caracas:

Fundación para la Cultura Urbana, 77-111.

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Apartado I del “Panóptico etnopsicoanalítico en las ciencias del comportamiento. El acto de observación”. Caracas, 10 abril 2023, 50

Índice

I. Exilio de sí y locura fabulada hacia la perfección.

II. Remontando el sí mismo para poder ser.

III. El problema del sujeto y la sociedad.

IV. Contratransferencia e inspección total al hombre.

V. Conexión paradójica entre miradas intersubjetivas.

VI. Deslinde subjetivo y conciencia creadora.

VII. Operación del sentido y análisis del inconsciente sociologizado.

VIII. Conclusión aplicativa en investigación etnopsiquiátrica.

Referencias.

 



[1] No escatimamos decir que ya desde el principio estamos planteando con lo epistémico una cuestión ética. “La Ética es la mejor escuela del intelecto, porque Spinoza enseña, como casi ningún otro filósofo, la libertad radical del pensamiento. Únicamente un hombre que reflexiona y se interesa por todas las consecuencias es capaz de encontrar alguna forma de felicidad. Comprenderlo representa para mí un cierto modo de auto-análisis prefreudiano. Spinoza me ayuda a verme desde afuera, como alguien ajeno a mí mismo. Aún en los momentos de mayor sufrimiento, la vida se torna soportable y el mundo alcanza, con la sabiduría de la Ética, una dimensión digna de ser vivida” (Barenboim, 2003).

[2] Estamos jugando aquí con las disertaciones de Manuel Delgado y de Gustavo Bueno cuando tratan de conectar el contenido de la cultura de la deriva de la gracia en las religiones, aunque su concepción moderna se origina en el romanticismo alemán. “La noción de cultura que estamos manipulando todos –incluyendo ahora a los propios antropólogos- no constituye sino una transformación laica fácilmente reconocible de aquel desplazamiento en la idea de gracia que en el siglo XIII opera la escuela franciscana, diferenciando la gracia creada del habitus o gracia otorgada, para denotar el resultado de la capacidad humana de producir este don o auxilio para la salvación a partir de sus propios méritos. La idea convencional de cultura, en el sentido de <<las artes y las letras>>, no hace otra cosa que reconocer esta base mística de la idea general de cultura que manipulamos” (Delgado, 4). En el libro de El mito de la cultura, G. Bueno (1997) desarrolla a fondo filosóficamente esa idea en el plano de la subjetividad para criticar el preconcepto alemán ya inserto en Herder como “el espíritu de los pueblos”. Sintetiza la idea en “El reino de la cultura y el reino de la gracia” en la revista de El Basilisco: “En las sociedades cristianas…a partir de los siglos IV y V…mantuvieron una unidad ideológica muy potente, y esta unidad se veía a sí misma como recubierta, protegida e inspirada por una cúpula sobrenatural, el <<el Reino de la Gracia>>. El Reino de la Gracia viene de arriba, pero no se queda arriba, en un mundo angélico; desciende a la Tierra, pero no solamente para rehacer una naturaleza abortiva o aberrante, sino para <<elevar>> a la naturaleza humana a un estado superior y casi divino, el estado en el que Dios puso a Adán al crearlo en el Paraíso” (Bueno, 1991: 4). Nosotros le damos la asignación de gracia asilvestrada, como de origen y deriva óntica de la naturaleza, con la capacidad de asumir ésta transformándola en un bolsón de sentido que envuelve y desarrolla a la realidad con la presencia humana.     

[3] Touraine nos remite a la acción de la etnicidad que nos guía hacia el descubrimiento del sentido. “Ahmed Boubeker tiene razón al anticipar aquí la noción de etnicidad, que no introduce las pretensiones asfixiantes de la idea de comunidad (y sobre todo del comunitarismo) y se aleja al mismo tiempo de las categorías puramente económicas y sociales. La etnicidad es la capacidad de un individuo o grupo de actuar en función de su situación y sus orígenes étnicos. Se trata, pues, lo repito, de una orientación de la acción y no de una situación” (Touraine, 215).