miércoles, 21 de junio de 2017

CÓMO AVANZA LA POLÍTICA VENEZOLANA (2° ENTREGA)



No es necesario hacer mucho esfuerzo para detectar cómo el inconsciente colectivo venezolano fabrica las relaciones sociales. Si se consideran a éstas en el escenario político, todavía se puede ver mejor su fabricación porque son las relaciones que afloran más en la superficie social; su detección se torna más directa obteniéndose “in medias res” la estructura de sentido. Cualquier acontecimiento político puede revelar dicha estructura, pero hay algunos que lo hacen de un modo tan claro, que los actores políticos mismos se encargan de, al decirlos, jugar interpretando la acción protagonizada. No de otra forma asistimos a su representación al escuchar: “Según Albornoz, en el Congresillo1 existe , es decir, se toman las decisiones y luego se participan”. Lo dijo en TV, el miércoles 21 de junio de 2000 y lo recogió el tabloide “Tal Cual”, el 22. La sorna con que lo dijo hacía de clave interpretativa de la inaugurada revolución democrática  venezolana.
               
El Taita o La Comunidad del Falso Amor.

¿Dónde reside la carga de esta clave de la política venezolana? En el modelo del     
“taita”, que podemos re-figurar como un tótem. En éste los desplazamientos en el tiempo y espacio se producen sin cambiar el eje del desplazamiento. No me dejó usted concluir. Pienso que la guerra no es solución eficaz, porque guerras ha habido siempre; pero que yo sepa, de ninguna de ellas ha salido el estado de orden y progreso que sea. Y no ha podido salir, porque la revuelta armada ha sido entre nosotros una forma violenta de evolución democrática” (R. Gallegos[1], ‘Reinaldo Solá’). Los actores se mueven y las estructuras se desplazan de acuerdo a la orientación que le da el sentido originado en la cultura (antropológica) del colectivo.

El acontecimiento de la evolución democrática actual proviene de los intentos fallidos de los golpes de estado del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, pero el eje estructural persistente se encuentra en el ethos cultural expresado en la compulsión o demanda del taita en el colectivo venezolano. La persistencia de dicho mito o eje produce la ambigüedad interpretativa que sin embargo nos lleva a la precisión explicativa de la institución venezolana “El taita es un demócrata”. “Cuando Juan Vicente González, llamó (a Boves2) el primer Jefe de la Democracia Venezolana, penetró hondo en las entrañas de nuestra revolución” (Vallenilla, 56).

El mismo choque del(os) sentido(s) instituido(s) antropológicamente, se puede detectar en El Magistrado de “Tal Cual” (26/05/2000): “Estando tan cerca de las megaelecciones queremos saber ¿por quién  de los candidatos tendrá el favor de su voto? Claro, mi voto será por el comandante...?” Cada género literario aprovecha la utilización de la clave antropológica  para provocar que el choque de los sentidos termine en una resolución contradictoria de otro sentido totalizador, y así crear una explicación o un chiste, porque los dos candidatos en liza electoral son comandantes. Cuando el “último venezolano”3 interpretaba a Boves, su pensamiento podía aplicarse a todo jefe (dictador o demócrata) de la política venezolana y su “revolución”.

En la institución sociopolítica “el taita es un demócrata”, lo ‘demócrata’ amplifica la institución dándole el ‘marco’, pero es el término ‘taita’ el que como ‘palabra focal’ le da el sentido y proyecta las consecuencias institucionales. En la relación del ‘taita’, y no en la de ‘demócrata’, se observa que el “taita democrático” quiere mucho a su pueblo; de suerte que el ‘pathos’ de su autoridad se concentra en la asociación profunda del jefe con su pueblo, con el propósito de alcanzar una comunidad personal. Ya no es ni la iglesia, ni aún el ejército el recurso, sino la relación del noviazgo, como el lugar previo a la constitución de la familia.

El trabajo del taita consiste en ‘enamorar’ al pueblo, es la dicción del presidente Hugo Chávez, y el pueblo debe caer en las redes del enamorado jefe. Su pueblo es el más hermoso del mundo. Los límites de la lisonja amorosa del jefe/pueblo se sitúan  en la amenaza contra el pueblo, si no se somete a las carantoñas del jefe. El pueblo se convierte en un subordinado que nunca podrá transcender –entre el amor y la amenaza- los términos del poder manoseado por el jefe o “autoridad del falso amor” (Sennett, 55). Actuar con criterio propio o individual significará una ‘desobediencia’ o ‘deslealtad’ en dicha ‘comunidad de amor’. La defensa de los derechos sociales y políticos puede contaminarse con una ‘traición a la soberanía del pueblo’. En términos del taita, los gobernadores que exigen sus derechos estadales son calificados de ‘malagradecidos’, como los llamó el jefe de El Congresillo, L. Miquilena, en entrevista de Globovisión, jueves 22 de junio.

El taita no consulta. Eso sería una debilidad del hombre fuerte. La ‘comunidad de amor’ se refiere a una expresión del igualismo del jefe con los suyos. Pero si participa en la ‘comunidad’ como uno de tantos  (‘inter pares’), el jefe no decide en asamblea de comunidad, como posible expresión de libertad; sus decisiones se canalizan en la lógica de la ‘información’ unidireccional. Esta, desencadenada, se impone como tal, como un hecho dado. Es la prescripción la que domina el proceso ‘informativo’. “Se participa” tiene el significado jerárquico de la prescripción, la cual no puede dejar de acatarse, pues de lo contrario automáticamente se genera el desacato a la estructura jerárquica.

El resultado es que el “súbdito”, al que el taita dice dignificadamente “soberano”, se siente “participado”. Este participio es pasivo gramaticalmente, porque primero lo es socialmente. Si tiene cierta actividad, ésta se limita al “recibido y en cuenta”. Así se consignan las participaciones de la vida social, como las tarjetas de invitación a una celebración o fiesta, las esquelas para notificar la muerte de fulano, los carteles de amonestaciones para anunciar los matrimonios, etc. Estos ofrecimientos son, como la información ya procesada, decisiones tomadas de antemano. Identifican relaciones sociales que se fabrican según la economía del don (Cf. Mauss, 1971).

La estructura de esta lógica es la del sistema de reciprocidad, cuyos órdenes o tramos estructurales detentan una obligatoriedad de tipo primario: 1) la obligación de dar (de comunicar la decisión, en nuestro caso político); 2) la obligación de recibir (la de sentirse participado o darse por enterado de la decisión); 3) la obligación de devolver (la de consentir en la decisión mediante la retribución del agradecimiento o lealtad total). Si se rompe de alguna forma el curso de este sistema “lleno de gracia” (dones) inoculada por el espíritu del taita, se puede llegar a ser un “malagradecido”, por no decir que se llega a ser políticamente un traidor o enemigo, según la lógica tribalesca.

En el modelo del taita, se inscribe el protagonista de nuestro caudillismo. Nuestro caudillo o cacique no es un producto de una soledad romántica, y, por lo tanto, no tendrá ni siquiera una concepción romántica de la política, según Viana (en Blanco, 2000); pertenece a otro tipo de elaboración cultural, que nosotros venimos caracterizando con el concepto de matrisocial (Hurtado, 1998). Si el caudillo resulta un solitario, es porque es producto de una soledad machista, originada en y por una excesiva proyección libidinal maternal sobre la psiquis y significaciones varoniles con respecto a las relaciones sociales y mundanas; dicho proceso deja al hombre (y a la mujer, hembrismo) sin crecimiento individual y expuesto a las necesidades básicas de la supervivencia personalista primaria. Esta figura del igualismo elemental genera contratransferencias con un colectivo gregario regresivo. En esta relación del caudillo con su masa gregaria se juega el porvenir político del colectivo social.

Referencias
Blanco, Carlos. “El cuento de la Caperucita institucional”. El Universal, 
Caracas, 3 de junio de2000.
Hurtado, Samuel. Matrisocialidad. Exploración en la estructura 
psicodinámica básica de la familiavenezolana. Caracas: 
Ed. FACES-EBUC, 1998.
Mauss, Marcel. Sociología y antropología. Madrid: Editorial Tecnos, 1971.
Sennett, Richard. La autoridad. Madrid: Editorial Alianza, 1982.
Vallenilla, Laureano. El cesarismo democrático. Estudio sobre las bases 
sociológicas de laConstitución efectiva de Venezuela. Caracas: 
Bloque de Armas – Revista Bohemia, s/f.
En presente texto es el fragmento inicial de Samuel Hurtado S.: “La democracia furtiva y el falso míto de la participación”. INTENTO, Revista del Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, n° 1, 2001: 53-75.


1 Es el término coloquial con que se designa a la “Comisión Legislativa Nacional”(CLN) que hace las veces de la Asamblea Nacional en el período de transición.
[1] Novelista venezolano que llegó a presidente de la República en 1945, como el primer civil en el siglo XX.
2  José Tomás Rodríguez Boves fue un marino asturiano de Gijón que fue confinado por la autoridad española en la población de Calabozo, en Los Llanos centrales de Venezuela. Surgida la revuelta independentista, logra que un ejército de gente de color negro, mulato, mestizo, zambo, etc. le siga para enfrentar a la clase alta oligárquica y a las ciudades ricas del norte que habitaba. Derrotado y muerto en Urica (Estado Monagas), su mesnada pasa a la causa patriótica por otro caudillo llanero, José Antonio Páez. En el imaginario venezolano, Boves representa el antihéroe frente a Bolívar que es el gran héroe.
3 Así se auto-calificaba en sus “catilinarias”, Juan Vicente González, escritor venezolano y vocero del partido conservador en la diatriba política  en torno a 1850.

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