jueves, 23 de julio de 2015

INCERTIDUMBRE Y MINORÍAS ACTIVAS

Caracas: valle y montaña de El Ávila, la montaña de la nostalgia.



Aquí no hay bosques. Lo que se consiguen son selvas. Impresiona cómo hicieron desaparecer las selvas húmedas de Caracas. Como sustituto en esta ecología tropical revienta el matorral cuya difusión selvícola es favorable a las relucientes quemas en las noches de la estación seca de cuaresma.

Oh, el bosque, evocación de un orden monocultural.
Sorpresiva la selva, seducción de la maraña policultural.

Con los matorrales como monte, “regresan los lobos”[1]. Bueno, si no hay lobos aquí, será la anaconda, el cunaguaro (tigre americano), la guacharaca (gallina voladora), el araguato…Todos ellos sitiarán nuestras incertidumbres, arrinconándolas entre las ansiedades de nuestra existencia personal y social.

Surcando las selvas, entre montañas verticales  y umbrosos valles, llegan las aguas de una ideología y se cruzan con las aguas de otra. Ahí en el corazón de la selva (y la ciudad), se juntan sin mezclarse con sus acciones y pensamientos. En un momento de sofoco, configuran un río crecido que mostrará la posible catástrofe política de la nación.

Así en el alma de la Adequidad[2] tardaron en fusionarse las aguas exacerbadas de la política comunista del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el tenebroso aborrecimiento al pueblo venezolano de parte de las ideologías populistas[3].

¡Ah, el populismo, qué placer! Y para más ñapa el populismo latinoamericano.

En el empuje de mis búsquedas y críticas, venezolanas, recuerdo a mi llorado Simón Sáez Mérida,[4] mi profesor de Historia de Venezuela, tutor de mi libro Ferrocarriles y Proyecto Nacional en Venezuela, 1870-1925, cuando al final de los años 1970 teníamos aquellas tertulias improvisadas sobre tópicos políticos del país. Él atisbaba como si fuera un formidable profeta con su experiencia histórico-política que a la vuelta del siglo, el proceso político de Acción Democrática, el partido de la supuesta modernidad venezolana, nos llevaría a un desastre político semejante al que ocurrió con el Liberalismo Amarillo en 1899. Presumía como avezado observador de la política venezolana que se produciría, tal como iban las cosas, un ritual de repetición política debido al desastre a que nos conduciría la Adequidad. Así me aparece la profecía cumpliéndose por sí misma, cuando en 1999 sube al poder un velado dictador correspondiéndose con la dictadura del partido del Liberalismo Restaurador de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez empezando el siglo XX.

La condición de haber fijado la conjetura cumplida del profesor Sáez Mérida, es que una vez oída la cargué en las alforjas de mi viaje crítico de la situación económica y política que comenzó a sentirse como problema en el paso del boom placentero del “ta’barato dame dos” y “Miami nuestro” (1980)[5] al viernes negro del 18 de febrero de 1993. Negrura que comenzó a ser intensa con el caracazo[6] del 27 y 28 de febrero de 1989. Siguió la postración política con el golpe de estado (fallido) del teniente coronel Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992, que repercutió el 24 de noviembre del mismo año con otro grupo de militares. A salto de mata fue balanceándose la crisis financiera de los años 1994-1995, para precipitarse con fondo cada vez más negro en el período actual con el chavismo que comenzó en 1999, y que continua en el abismo hasta el día de hoy.

Cuando me propuse (1995-1998) ahondar en su raíz el fundamento sociológico y establecer la episteme comprensiva para Venezuela antes del fin de siglo, me encontré con un ejercicio de doble código recorrido por el análisis del conocimiento. Tal hemos ido dibujando la realidad venezolana como un tejado a dos aguas: lo afirmativo cultural se afianza desde su propia negación a ser una nación moderna, la del vivir del trabajo.

Nada es extraño, porque todo es y se vive como lo más propio, esto es, como siguiendo su vida desde su cultura matrisocial correspondiendo con su ganarse la vida a partir de su estructura social recolectora. Desde aquí se afirma al ser, a lo que somos, negándole las oportunidades asociadas al deber ser, a su mejoramiento. Porque en el trascurso de un polo a otro se anulan los deseos posibles del querer ser y los esfuerzos eficaces del poder ser. Al quedar guindando el ser sin puentes con el deber ser, esta proyección ética se obscurece como una cosa abstracta y enajenante.   

Así nos quedamos retozando en el descanso de lo que somos (cultura), cercados por un matorral selvícola con lobos, anacondas, cunaguaros, guacharacas, araguatos… aparecidos todos desde cualquier sitio como la policultura animal, al mismo tiempo que vividos como una incomparable megalomanía prolongada en nuestros comportamientos mágicos en la economía y la política (como vaya viviendo vamos viendo, porque en el camino se enderezan las cargas, y se sale del problema como quien no quiere la cosa).

Pero al incorporarnos del descanso bajo el samán de Güere[7], para emprender el viaje de la sociedad, no atinamos a cruzar jardín alguno elaborado por las relaciones de sociedad. Nos detuvimos, pues, para quedarnos en el descanso (del viaje) para sentirlo placenteramente como un refugio, a veces como un enclave del cazador, para asaltar a los pasajeros que pretendan sembrar vergeles en el viaje de la sociedad.

En choque entre el cazador real y el jardinero posible, sin ni siquiera suponer al guardabosque, propulsa conflictos que lucen naturales, como de lógica silvestre, a la que hay que aceptar casi con inocencia, pero que en realidad se trata de una fuente de incertidumbre a la que acompaña una dosis de ansiedad considerable. Ambas se instalan en el interior de las personas y también, aunque de un modo crecido, en el interior de la sociedad.

Incertidumbres, ansiedades, miedos como corolario, derrumban personas y sociedades. Porque las debilitan en sus resistencias normales, para después intervenirlas sugestivamente y dominarlas. Así las paralizan, y las reducen a un reposo permanente de pasividad. Está claro que el desencadenamiento de la incertidumbre es el objetivo del poder de dominación (no de gobierno) que pretende mantenerse en su sitio por siempre y sin fin. Así su política es no informar; al mismo tiempo que disminuir las posibilidades de la información paralela: cierre de canales de TV y de la radio o su compra por personas afines al gobierno, negación de divisas para la compra de papel para la prensa periódica, y al final alzarse abusivamente con la hegemonía comunicacional.

Difícil se ve cómo podría modificarse la situación para mantener la libertad de acción. El supuesto es que las personas y la sociedad pasen de un estado de reposo a un estado de movimiento, de la pasividad a la activación por preguntarse sobre los desacuerdos provocados por la incertidumbre, y sobre las huídas tocantes a marcharse del país (emigrar). Difícil, porque el poder pretende que aceptemos nuestra derrota actualizando la culpabilidad social que nos proviene de nuestra bastardía social (falta de paternidad) y de nuestra poca constancia en el comportamiento social (aquí no se puede hacer nada).

 ¿Cómo cambiar nuestra suerte?

Poca cosa es pensar que reducir la incertidumbre va a librarnos del estado de reposo y dependencia. También insuficiente imaginar que con evitar la incertidumbre, no va a tocar a nuestra puerta el problema de la ansiedad. Lo correcto es pensar como ineludible el enfrentar el conflicto, y mejor aún que lo perfecto es crear el conflicto para controlar y organizar la incertidumbre de un modo protagónico, para que la incertidumbre juegue a nuestro favor.

La reducción implica mantenerse en la conformidad con lo que ocurre: se amortigua el conflicto pero el problema sigue. La evitación supone imaginar que la situación ha entrado en un estado de normalización del conflicto, por lo tanto éste, al hacerse costumbre, se disuelve y deja de representar un problema. La aceptación del conflicto (para enfrentarlo) y aún la producción del conflicto, dan la pauta para activar un punto de innovación, como principio del cambio social que transcienda la incertidumbre negativa. Allí donde no había conflicto, la innovación se encarga de crear uno mediante la intensificación de las divergencias sociales. Tal es la condición indispensable para empujar un estado de dependencia y mentira, a un estado de libertad y verdad.

La evaluación de un cambio auténtico en Venezuela pasa por una acometida contra el conflicto actual desde una postura de innovación. El sujeto que la desencadenaría no puede sino referirse a la generación de la base social de una minoría activa; minoría nómica cuya actuación no se apoya en una posición de privilegio social, ni en su competencia de autoridad (desde arriba), sino desde su reconocimiento desde abajo, de donde emergiera aún su liderazgo visible. Se trata de generar un contra-poder, que desencaje la normalización de los compromisos o componendas, las negociaciones y las concesiones mutuas, para proponer otras opciones con criterios bien definidos. Esta definición asegura la posibilidad de otro comportamiento con una base firme de acción que canalice los interrogantes que se suscitan en la mayoría poblacional, perpleja ante el incremento de sus propias incertidumbres.

Es así como la minoría activa, disidente, puede producir un efecto de demostración que permita la justificación de un proceso de innovación social. No importa si la minoría sigue utilizando el mismo lenguaje, y se continúan haciendo los mismos actos, empero el contenido de desempeño (performance) es otro, uno nuevo. Es lo que se conoce como reconversión en un proceso de cambio total. Puede que la innovación luzca como conformismo, cuya correspondencia sería la recuperación, cuando en realidad la minoría activa innovadora está proponiendo un contra-conformismo, cuyo resultado será el de un movimiento social con efecto sobre la sociedad como un todo. La autenticidad de esta minoría es que se inscribe en lo nómico del orden para crearlo de nuevo como tal desde dentro; no es una minoría anómica, ni subversiva ni perversiva.

La consolidación innovadora radica en que la perturbación causada por la incertidumbre, se incorpore a la acción conflictiva,  no sólo para controlar el proceso conflictivo, sino para curarlo en sus efectos perversos ubicados en el interior de las personas y de la sociedad. Estos sujetos tienen que trabajar la incertidumbre y la ansiedad asociada en ellos mismos para generar resistencias al miedo que les pretende sitiar. Se trata de aprender de la incertidumbre con orientación al desarrollo de la capacidad de la innovación propuesta por la minoría activa.

En este engranaje, la transformación obedece a distinta medida: si es personal o si es social. Es decir, la medida de la acción se ejecuta si es un área de acción micro (pequeña, la del in-group) o si es la de un área de acción macro o del movimiento social. Si no se manejan bien estas medidas o niveles, puede permanecer la incertidumbre negativa en la acción transformadora, y con ello la frustración y la vuelta a la inercia y la pasividad (aquí no pasa nada, aunque esté pasando de todo).

La sociedad venezolana tiene una ocasión de oro para aprender su viaje a la sociedad, con ocasión del estado de destrucción social y política actual del país. Es necesario salir del descanso cultural matrisocial y ponerse a trabajar la selva haciendo de ella un jardín, y domesticar sus anacondas, cunaguaros, guacharacas y araguatos (aún en la ciudad). Se trata de abrir en la selva no ya conucos[8] ancestrales, sino haciendas agroindustriales, y aprovechar las aguas de ideas promotoras para producir energía de industria cultural, sembrando así el petróleo. Pero por sobre todo, la sociedad venezolana necesita producir minorías activas, que estimulen los deseos de ser en la gente, para que ésta se reconozca en sus poderes de ser, y llegue, al fin, en el viaje de la sociedad, a donde debe ser y estar.


[1] Referencia al título del libro de Luis Díaz Viana: El regreso de los lobos, con cuya imagen elabora una investigación sobre la respuesta de las culturas populares a la era de la globalización. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, 2003
[2] Así se titula el libro de N. Acostas y H. Gorodeckas que analiza la gramática política del Partido de Acción Democrática, partido socialdemócrata miembro de  la internacional socialista. Centauro, Caracas  1985.
[3] “¿Qué frase retrata hoy al país? –En la Venezuela de hoy hay un gobierno que no quiere a los venezolanos” Final de la entrevista a Moisés Naín por Patricia Spadaro G. El Nacional, sección de Siete Días, 19 de julio de 2015. La ocasión de la entrevista es por la publicación del libro El fin del poder, donde analiza los límites del poder. En dicha entrevista, Moisés Naín enjuicia al populismo como catástrofe en tiempos de modernidad, es decir, del trabajo; lo manifiesta cuando dice: “Venezuela lo único que tiene que mostrar es una década en la cual a muchos venezolanos el gobierno les regaló la posibilidad de sobrevivir sin trabajar”.
[4] Inició su militancia política en las filas de Acción Democrática en los años de 1960. Fue líder dentro de la juventud adeca, y junto con Domingo Alberto Rangel y Moisés Moleiro fundaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, separándose del grueso del partido y asumiendo la lucha armada. Su práctica se concretó siendo uno de los jefes, el político, en la revuelta del Carupanazo (Carúpano es una ciudad costera del oriente venezolano). En la pacificación del presidente democristiano Rafael Caldera el año 1970, se dedicó a sus enseñanzas de historia y a su actividad política universitaria. Como mente lúcida nunca aceptó las propuestas del teniente coronel Hugo Chávez que significaron para él el cumplimiento de su conjetura. Aunque ya no recordaba su conjetura, tuve la ocasión de recordársela en los primeros años del siglo antes que unos malandros le causaran la muerte con un hierro lanzado sobre su vehículo automotor desde el puente Longaray en la autopista Valle-Coche. El se extrañó mirándome a fondo: “¡yo dije eso!”, para volver a pensar en su trayectoria de vida, salpicando.la conversación con suspicacias críticas al chavismo en auge.     
[5] Compra de segunda vivienda en Miami para el disfrute vacacional por parte de la clase media.
[6] Se refiere a los saqueos de supermercados y fábricas por parte de los sectores populares de los barrios ocurridos en la ciudad de Caracas como respuesta a los ajustes económicos que propuso el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que suponían un duro golpe a la economía basada en el populismo y que incidía fuertemente en los sectores populares. Aunque considerable volumen de la clase media también se aprovechó del ambiente de los saqueos.
[7] Árbol de copa inmensa que alberga una sombra fresca en la vega tropical. Güere es un sitio de producción de samanes en el estado Aragua que se ha establecido como un mito histórico: en el descansó el Libertador Simón Bolívar en la guerra de independencia. Cuando se ha querido evocar la culminación de la independencia por diversos gendarmes históricos se ha ido a juramentar bajo el Samán de Güere. Así ocurrió con Hugo Chávez y su coalición militar para justificar el compromiso del golpe de estado.
[8] Es un claro en la selva; como unidad de producción representa al sistema de agricultura itinerante, de trabajo extensivo o natural, y de un pluricultivo de dieta rural (tubérculos y raíces), en el que las plantas se mezclan según un orden selvícola con objeto de defenderse de la lluvia, el sol, las plagas, insectos y la excesiva humedad. Por oposición al huerto que guarda una semejanza con un orden de bosque, con su trabajo intensivo y sus productos especializados para la dieta urbana (las hortalizas), orden monocultural al fin, aunque sumen varios cuadrantes en el universo del huerto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario