lunes, 11 de marzo de 2013

EDUCACIÓN PETROLERA (CONT.)

A











APUNTE

Tengo entre las manos el apunte del siguiente día
unas líneas de sol, muy simples
tan simples como se despliega un ala
tus manos elevando las cosas familiares
una sed del sentido
Los ausentes que vuelven por instantes
en una ondulación del aire
una prisión de seguir
una enredadera donde beben los pájaros
algo que nos yergue
                   de pie a cabeza

Alfreso SILVA ESTRADA: Al través, 2000.
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PARA UNA "CULTURA DE LA EDUCACIÓN PETROLERA" EN VENEZUELA (Cont.)

Índice Parcial
C. LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD Y SU DESDÉN ETNOCULTURAL
D. ENCLAVE PETROLERO Y EDUCACIÓN NACIONAL.

 C. La Percepción de la Realidad y su Desdén Etnocultural.

Aquí  se nos vienen encima dos grandes problemas:

1)      Si no atendemos a lo que somos con relación a la realidad, lo que llamamos nuestra opción antropológica, cuando tratamos los problemas de la sociedad en Venezuela, tales como la educación y el petróleo, estamos bailando en el aire, fuera de realidad.

2)      El otro problema, que entra en las honduras es preguntar y averiguar por la esencia y principio de nuestra opción antropológica, que está en la base de lo que constituye el sujeto colectivo venezolano.

Si el primer problema pertenece a la organización de la episteme del investigador, pensador o teórico venezolano, el segundo problema constituye la configuración de la realidad misma como objeto de la acción investigadora o reflexiva. Es la forma de tematizar en los sujetos-realidad de Venezuela, en el presente caso, el problema de la educación petrolera.

Así cuando hablamos de la “educación petrolera”, estamos preguntándonos cómo el colectivo de un lugar o región  venezolana puede captar y como debe captar aquél problema a partir de las herramientas o instrumentos de trabajo con los que el mismo colectivo reelabora el problema y construye su solución. Ese instrumental de trabajo no es otro que la cultura o proceso de cultivación de la realidad, de darle significados, para que después puedan venir los procesos societales del pensamiento, del análisis y de la interpretación o visión de la realidad. Al referirnos a la cultura, no nos quedamos en las señales de ella, en lo que llamamos rasgos fenoménicos, objeto del culturalismo; penetramos hasta los signos de la misma y hasta la pensamos como un aparato detector del sentido. Llegamos hasta el  mito vivido o ethos o molde cultural, que es el estilo de trabajo con que la cultura elabora significaciones de realidad en cada lugar. A cada cultura, la define un proceso de trabajo y un estilo de hacer ese trabajo.

¿Cuáles son los signos de la cultura en Venezuela?

Responder a esto es, en términos médicos, hacer por lo menos medicina preventiva . La medicina preventiva pertenece a la solución a través de las responsabilidades del sujeto (individual, colectivo). Aquí tenemos que distinguir dos sistemas de valoraciones para no confundirnos en la lectura de los signos, el sistema de valoración antropológico (las valoraciones de la cultura) y el sistema de valoración sociológico(las valoraciones que miran a la producción de la sociedad). En términos de personalidad, existen las valoraciones y transvaloraciones que se producen en el yo real (étnico) y las que se originan en el ideal del yo (societal).                     

La epistemología y la ética se encuentran en la dimensión societal, por lo que una cultura no produce como tal moralidad o inmoralidad. Las culturas no son ni buenas ni malas; eso sí, tienen dispositivos para conectar la moralidad o no conectarla, y podemos representarlos como sistemas axiológicos particulares. Si decimos que una cultura es amoral, como suele caracterizar Mikel de Viana al familismo venezolano, lo podemos decir sociológicamente después de confrontarlo con la filosofía, la sociología, la epistemología, la ética..., no antes, o al aire o al vacío como si la cultura o mundo de significaciones de la realidad no existiera. Pero ello no quiere indicar que antes de la confrontación societal, la existencia de aquellos dispositivos y su operación, así como muestran órdenes, también muestran desórdenes étnicos, que afectan positiva o negativamente el proceso de valoraciones sociales, por ejemplo, la educación y la economía petrolera. Es una afectación esencial, pues la cultura es la que especifica el sentido u orientación de la estructura social.

Si las culturas se definen por su particularidad, también se especifican por sus dispositivos de conexión o articulación social, que son basales en la producción de la sociedad, y que también resultan diferenciales de una cultura a otra. No son los mismos en las culturas orientales, que rechazan la realidad material y se recluyen en la mística procurando un conocimiento interior, divinal, que en la cultura occidental que acepta la realidad exterior y hace esfuerzos instrumentales para transformarla, que en las culturas narcisistas, como la venezolana, que asumen la realidad con desdén, lo que les priva de trabajarla y obtener ventajas de sus beneficios. Este desdén cultural tiende a coexistir con estructuras sociales de carácter recolector distribucionista, según el dicho de cosechar sin sembrar, y con predominio de las significaciones emocionales.

De esta forma, anunciamos la ubicación de la cultura venezolana que nosotros venimos conceptuando como matrisocial. Es la figura de la madre la que es creada con un exceso de significación a costa de la figura paterna que es producida “in absentia” (en ausencia); es en el punto del exceso que se ubica la matriz o fuente de las significaciones de la cultura. El desequilibrio de la producción simbólica no supone sino una conexión negativista con la realidad, de la cual es “responsable” el orden cultural total, no lo es la figura materna por exceso, ni la figura paterna por defecto. El mito vivido se localiza en la sobreprotección materna que impide al niño confrontarse con la realidad. Ello origina una relación de confusión con la realidad, cuyo resultado es considerarla como una cosa que no tiene valor, ni es digna de valor. La educación en Venezuela pasa por este desdén y abandono cultural de la realidad, que no deja ver bien la realidad de la educación. Si hay tanta “atención social” respecto de la educación y el petróleo, que copa casi toda nuestra estructura social, y debido a ello el pensamiento social apunta a su transformación y excelencia educativa, o a mentalizarnos con un aire petrolero como el renglón del estatus social, ello no transciende los límites de una operación mágica. Por eso no logramos organizar bien la realidad, y tenemos razón cuando vemos y sentimos que la realidad va de peor en peor, de que lo conseguido no se mantiene, y si se mantiene, no se sabe en qué momento puede venirse abajo.



      D. Enclave Petrolero y Educación Nacional.



Yo tenía una aprensión  sobre esto, pues en las clases de Doctorado, los alumnos enfilaban las objeciones contra mi hipótesis desde el fenómeno de las Escuelas Experimentales de los años 1940, y desde la excelencia de escuela pública frente a la privada. Yo estaba contra las cuerdas en el ring; pero la teoría no estaba falla, era la construcción del dato. Cuando al fin, hice la etnografía de la investigación sobre la elite venezolana, encontré los insumos para la construcción del dato de las Escuelas Experimentales. Como la producción petrolera, las escuelas experimentales funcionaban como enclaves o islas en el colectivo venezolano. “Mire, -le pregunté al Egregio Militar que me contaba aquella maravilla de Escuela Experimental en Artigas donde él fue un alumno protagonista-, ¿y el resto del país cómo estaba?.  – Ah, no, lo demás seguía igualito de abandonado”. Me lo dijo con añoranza de su adolescencia dorada que transcurrió en la Escuela Experimental, pero era una añoranza porque el resto del país se había devorado el enclave educativo. Lo normal (la norma del desarrollo social) hubiera sido lo contrario. El ejemplo de la Escuela Experimental debía haber arrastrado al resto del país a una condición de excelencia.

El destino del desdén de la cultura matrisocial había arrasado el enclave, con base en la  “re-ducción” de la realidad al abandono. El dispositivo cultural matrisocial trabaja negativamente la realidad; y, por lo tanto, está expuesto más que cualquier otro dispositivo a ser infectado por fuertes impurezas ideológicas, que pueden hacer que los mitos vividos funcionen en falso o al revés, en contextos societales, como, por ejemplo, la educación y el petróleo, tal como hemos argumentado en “La ‘agonía’ entre la cultura y la educación”.

            En el caso del petróleo, pensamos con la idea de la renta del subsuelo. Esta verdad como adhesivo histórico en la estructura social venezolana, opera como ideología, pues en el fondo lo que se significa, procede de la mentalidad recolectora: no se habla de producción, sino de redistribución de la renta. Si por casualidad se habla de la producción, nos viene la imagen de la “siembra” del petróleo como una significación cuasi mágica: al paso que es una imagen agrícola, fruto de una imaginación avejentada, en los marcos culturales matrisociales (no en la personalidad de A. Uslar Pietri) nos trae a colación la imagen divina del paraíso recolector. No en balde, nuestro substrato rural es campesino conuquero. Así con la “idea” del enclave petrolero y de la renta producida se espera mágicamente que el líquido negro se siembre en los campos venezolanos, y éstos produzcan permanentemente, sin trabajarlos, frutos abundantes.

Si no llegamos hasta el fondo, hasta el mito, que hemos sucintamente descrito en la cultura y en su correspondiente especificación de la estructura social, los pasos en falso de nuestro pensamiento se ponen de manifiesto. Atención, el mito no es la creencia. La creencia pertenece a lo superficial sociológico; el mito a la hondura etnológica. El mito se autentica por sí mismo; la creencia debe autenticarse confrontada con el mito vivido. La psicología social y la sociología que van buscando las percepciones y creencias de la gente respecto de la realidad, terminan sólo construyendo los datos a medias, por no decir en falso. El problema se hace muy sensible cuando el científico social propone los procesos del cambio social; lo que hace es proponer el cambio de una pieza por otra como en el juego del ajedrez a partir de un deber ser ideal, pero no va al fondo del juego mismo y sus reglas. Las verdaderas dificultades se encuentran en las reglas (mito), no en sustituir una pieza por otra (creencia).

            ¿Qué hacemos entonces con la educación petrolera?

Hay que cambiar las “reglas” de la producción, y no permanecer en la idea de la renta, que asociada al peaje recolector (recuérdese el fifty-fifty), es realizada en  operación circulacionista mercantil. La acción de la estructura social con base productiva debe a su vez  conectarse con el mito matrisocial con el propósito de quebrar su lógica prescriptivamente totalitaria mediante su limitación operatoria en las relaciones sociales. La dificultad reside en cómo cambiar la suerte o sentido de la estructura social. La praxis socioeconómica podría tomar partido de un modo más decidido a través de un intento de cambiar el modelo primario, que mantiene a la clase dominante como una clase ociosa (no trabajadora). Con ello se derribarían los falsos mitos o ideologías que todavía acechan en la vida del colectivo, según el relato de R. Gallegos: Reinaldo Solar “llegado el momento, en la taquilla de la agencia de viajes, se olvidó de aquel pequeño heroísmo y pidió pasaje de primera”.

La educación petrolera debiera soportarse sobre una cultura del petróleo, pero no entendida como mentalidad, ideología o moda. Así como nos referimos a los “grandes cacaos” del siglo XVIII, a los prósperos cafetaleros del siglo XIX, nos sale en el siglo XX decir la “Venezuela Saudí” donde el nuevorriquismo se alimentó de las consignas “ta’barato dame dos”, “mayami nuestro”, etc. Son hechos culturales ideológicos con sentido o dinámica sociohistórica, semejantes a la ideología de la “España del oro”. Esto origina el falso mito de que “Venezuela es un país rico”; falso mito que funciona al tope en la actualidad empobrecida venezolana. La falsedad es sumamente antieducativa, y más cuando se pretende que una falsedad etnicista corra paralela a la educación.

Hay que preguntarse si la “cultura del petróleo” se hunde en el ethos cultural, de suerte que la acción de la estructura social (el petróleo) pueda alcanzar al mito matrisocial/recolector en su raíz. Para que ocurra esto, hay que contar lógicamente conque la acción de la estructura social se inserte en el proceso de trabajo productivo del petróleo, el cual no es otro, dentro del desarrollo capitalista, que el de la industrialización del petróleo en el país. La industrialización es la pauta de una cultura del trabajo sobre el trabajo,  pauta de la “cultura del trabajo” que nos ha proporcionado la historia social. Se trata de generar una configuración de trabajo interno coherente con la exportación de este trabajo en la forma de productos industriales petroleros. Este sería el fin de la mentalidad recolectora, y con ello se le quitaría la base socioestructural a la cultura matrisocial.

Por su parte, el modelo exportador de la materia prima petrolera viene negando nuestra realidad de generar el proceso industrial, y con ello el principio de una cultura productiva distanciada de la cultura recolectora. Con este modelo primario exportador se origina permanentemente y se mantiene como tal, la ideología de la relación entre cultura y petróleo, pues nos priva de analizar de un modo claro la realidad para luego transformarla. Tal relación ideológica no ha tenido, como hemos expuesto, ni tiene capacidad para soportar con autenticidad una educación petrolera.

Mientras no acontece el cambio de la acción en la estructura social (petróleo) y se mantiene inconmovible el mito matrisocial, sin embargo, es necesario impulsar y afinar los resortes verdaderos de la educación, como valor societal. No como un instrumento mágico salvacionista del desarrollo social; si no como el lugar posible del pensamiento, y de que no muera éste como señal de esperanza. Queda la recomendación de que donde la educación logre marcos universales de realización, no se quede operando como enclave, y que sus promotores (pensadores, teóricos, agentes de organizaciones sociales) deben proseguir su cometido sin desmayo, abriendo brechas hacia delante en el colectivo venezolano. El petróleo como motivo mundializado, puede ser un campo de inspiración para procesar y construir un pensamiento educacional que aglutine a gente cada vez más interesada en resolver el país como problema.



Obras referidas del autor:

Ferrocarriles y Proyecto Nacional en Venezuela, 1870-1925. Ed. Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales, UCV, Caracas, 1990.                           



Matrisocialidad. Exploración en la estructura psicodinámica básica de la familia

venezolana, Coed. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales y La Biblioteca de la

 UCV, Caracas, 1998.

“La ‘agonía’ entre la cultura y la educación”. Ponencia en el 2º Encuentro Latinoamericano

de Profesores Universitarios, 18 al 22 de octubre de 1999, organizado por el CALA. Se

 encuentra en publicación en revista de la UPEL.



Elite Venezolana y Proyecto de Modernidad, Ed. La Espada Rota. Coedición del

Rectorado y Vicerrectorado Administrativo, UCV, Caracas, 2000.
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Capítulo del libro de Samuel Hurtado: Contratiempos entre cultura y sociedad en Venezuela, ediciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2013








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