ÉRASE UNA VEZ
cantábile
Érase una vez
un lobito bueno,
al que maltrataban
todos los corderos (bis).
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado (bis).
Todas estas cosas
había una vez
cuando yo soñaba
un mundo al revés (bis).
José Agustín GOYTISOLO
En Paco Ibáñez: La poesía española de hoy y de siempre.
1970, Edition-Totale MN (happening musical)
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Érase una vez un padre, cuenta San Lucas
(15, 11-24), que tenía dos hijos. Uno de ellos, el más mozo, le pidió la mitad
de la herencia, y se fue a tierras lejanas a vivirla.
Que se alzase con la herencia,
despojando al padre, implicaba un desprecio radical de la figura del padre.
Pero con la herencia, se iba también la realidad del hijo. El padre sufría
doble despojo, el material y el moral.
Porque el hijo es la alegría del padre,
en torno a cuyo fogón el padre se deleita; allí recibe el calor de la razón de
ser padre. Así como los alumnos son el gozo, en cuyo jardín se recrea la razón
de ser del profesor. La profesora María Fernanda Palacios reseña que el
reconocimiento que, como profesora, le hace la Universidad Central
de Venezuela, su universidad, encuentra su base de fundamentación en la
vivencia que le otorga la interacción con sus alumnos:
“He querido dejar constancia de cuanto le debo a esta universidad,
en especial a mi Escuela de Letras, a mis profesores, colegas y sobre todo a
los estudiantes que han pasado por mis cursos, porque sin ellos nada tendría
sentido y por ellos siento que esta vida vale la pena cada día” (Correo
Ucevista, Año 5, nº 160, junio 2009, UCV, Caracas)
Los alumnos van adquiriendo, según grado
y roce social, la categoría de hijos, y a la larga, en la parejería de colegas,
el de (grandes) amigos. Porque son los herederos de las gracias (personales,
académicas e intelectuales) del profesor. No en vano, la maestra ya es pensada
como una madre social. Ocurre una hibridación de hijo-alumno en la marcha
civilizatoria entre el padre socio-biológico y el padre académico-social en lo
que respecta al proyecto social que adquirirá (que trabajará) el hijo y el
alumno.
Pero en la parábola, San Lucas refiere
que el hijo se alza sin ton ni son (sin razón de ser) con la herencia del
padre. Así también hay parábolas que tienen como narrativa que el alumno se
apropia impunemente de la acumulación del saber del profesor en su “provecho”
personal. Las gracias de la herencia se convierten en desgracias, que terminan
con la in-gratitud del alumno. Un “aprovechado” asi, lleva plomo en el ala
(historia vital). La herencia, cualquiera que sea, siempre es un bien
colectivo, le pertenece a muchos.
Con la in-gratitud, como capacidad de
generar lo des-graciado, tanto el hijo como el alumno, dibujan la posibilidad
de su desaparición (muerte) en la historia de vida del padre o del profesor.
Aquéllos desalojan a éstos (lo pretenden) del capital social y de su entorno
que les pertenece como asuntos personales trabajados por ellos. Hijos y alumnos
así, producen una muerte mutua, sea en la relación de padre-hijo, sea en la
relación de profesor-alumno: la amistad se convierte en enemistad, y el amor en
desmerecimiento. El mundo termina recomponiéndose al revés: el hijo-alumno se
figura como el bueno, quedando la figura propicia del padre-profesor como la
desgraciada.
Pese a todo ello, hay una vuelta de
rosca: el padre de la parábola se atuvo y contó siempre con el regreso del
hijo. La filiación no desaparece como virtud o fuerza social, como tampoco la
relación de alumno, pese a sus desvíos, olvidos o desconocimientos con respecto
al profesor. El padre permaneció en vigilia diaria, deseoso del regreso del
hijo. El regreso de éste fue celebrado por el padre con inmensa alegría, porque
su hijo perdido había sido rescatado. El buen profesor que siempre estuvo en
vela esperando al alumno para la clase, ahora en el avatar de la vida celebraría
el rescate de la herencia intelectual perdida: celebrará la valentía del
retorno del alumno a la escuela intelectual de la casa académica.
La función civilizatoria (de una ética
social) del padre y del profesor puede pensarse como un sueño de un mundo al
revés; no como el de las mascaradas carnavalescas, sino como el de las gracias de
las fiestas de Navidad. Tanto el hijo como el alumno detentan la osadía inicial
del regreso; aunque el padre y el profesor tendrán a su disposición las gracias
o dones de la herencia social.
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