miércoles, 18 de julio de 2012

NOCTURNO AURORAL



CANCIÓN DEL VENCIDO

Vuelvo ya, vengo cansado.
He dejado atrás mi par de botas,
mis hojas de laurel, oscuros campos
campos oscuros, retorcidos campos.

Vuelvo ya, vengo cansado.
He dejado mi cuerpo en una piedra,
roto de miedo manchado de muerte.

Vuelvo ya, vengo en silencio.
He perdido la voz cantando al viento,
gritos de vida, que hundió la metralla.

Por fin he vuelto, vuelvo para estar con vosotros

Luis Gómez.Escolar,
En AGUAVIVA: La Casa de San Jamás
Madrid, 1972 (disco: happening musical).

CORIFEO

Declamado a tempo

El canto del vencido describe un duelo para fecundidades.
Sólo germinarán con la vuelta del amor y de esperanzas (con vosotros).
Para alguien que siempre se va o está yéndose
“hay lugar” a pensar que el proyecto societario, por falta de capacidad de realización, deviene en utopía sociológica. Las orillas como las auroras se desdoblan, se multiplican, y pueden enajenarse extrañamente.
Hay cansancios pero no rendiciones.
A veces frustraciones pero no entregas.
Las turgencias (proyectos o utopías) están por verse en cada historia mítica (personal), en la que estallan las huidas o las afirmaciones.


NOCTURNO AURORAL

I

Era la otra orilla mía
a la que inmigraba sin cesar el corazón.
Se vino el estío dando retornos de mito.
El río descubrió sus arenas de soledad
            ensanchada.
Los sauces doblaron más su languidez de espalda.
De pronto, se puso el río su toga de nubes grises
y el vado se hizo el desencontrado.
Fantasma de extrañeza, buscando
            lejanías perdidas.

II

Babel abandonante de sueños y señoríos,
punto espectral del viaje más querido.
Emergió otra patria orillada, con pretensión
paradisíaca.
Descorría el atardecer la senda;
la orilla otra, conducía su nada, molino
que da vueltas aventando la tormenta.

III

Sin aldabonazos, las sombras se dibujaron de hielo;
ni tiritaron los cerezos nocturnidades,
se durmieron felices mostrando
su cosecha en capullo de flor.
Con la fortuna de plastificar sus ilusiones
de cielo, cipreses y cedros desnudaron al resplandor
sus ensueños nevados.
Sólo aullidos lobeznos timbraron las puertas de la aldea.
Las pérdidas gritaron su sentido gráfico.
Los candiles guardianes despertaron sus sincopados
contrapunteos.
Iluminaron su sopor las talanqueras.
Quedó empinada la vigilia.

IV

Acelerada cundió la marcha, pronta de aprendizajes
de sentidos hurgados y urgidos.
En los trópicos hasta las piedras reblandecen sus siglos.
El jaguar desvelado en la selva a duras penas
esconde su bochorno del mediodía.  
Sus vacíos en la enramada buscan los torditos
            atemperar sus lenguajes escindidos.
Sembrada de muerte, la promesa vino a despedirse,
esperanza en duelo fecundada, expectantes
de cultivos los silencios.

V

Espejos bogaré ennegrecidos, Tormes río abajo,
vasto cauce memorioso de correr arenas.
Acallaré los silencios infecundos, fríos, de enfrente
ribera recortada en verde adversivo
inaccesible.
Ceñiré ternuras de aurora,
mientras
lejos y sinuosa,
torcida se extravía la divisoria
de la orilla otra con hechura nocturnal.


La Caranta, Pampatar, Isla de Margarita
Publicado en Imágenes de Villorido
13 de mayo de 2012

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