CANCIÓN DEL VENCIDO
Vuelvo ya, vengo
cansado.
He dejado atrás mi
par de botas,
mis hojas de laurel,
oscuros campos
campos oscuros,
retorcidos campos.
Vuelvo ya, vengo
cansado.
He dejado mi cuerpo
en una piedra,
roto de miedo
manchado de muerte.
Vuelvo ya, vengo en
silencio.
He perdido la voz
cantando al viento,
gritos de vida, que
hundió la metralla.
Por fin he vuelto,
vuelvo para estar con vosotros
Luis Gómez.Escolar,
En AGUAVIVA: La Casa de San Jamás
Madrid, 1972 (disco: happening musical).
CORIFEO
Declamado a tempo
El canto del vencido
describe un duelo para fecundidades.
Sólo germinarán con
la vuelta del amor y de esperanzas (con vosotros).
Para alguien que
siempre se va o está yéndose
“hay lugar” a pensar
que el proyecto societario, por falta de capacidad de realización, deviene en
utopía sociológica. Las orillas como las auroras se desdoblan, se multiplican,
y pueden enajenarse extrañamente.
Hay cansancios pero
no rendiciones.
A veces frustraciones
pero no entregas.
Las turgencias
(proyectos o utopías) están por verse en cada historia mítica (personal), en la
que estallan las huidas o las afirmaciones.
NOCTURNO AURORAL
I
Era la otra orilla
mía
a la que inmigraba sin cesar el corazón.
Se vino el estío
dando retornos de mito.
El río descubrió sus
arenas de soledad
ensanchada.
Los sauces doblaron
más su languidez de espalda.
De pronto, se puso el
río su toga de nubes grises
y el vado se hizo el desencontrado.
Fantasma de
extrañeza, buscando
lejanías perdidas.
II
Babel abandonante de
sueños y señoríos,
punto espectral del
viaje más querido.
Emergió otra patria
orillada, con pretensión
paradisíaca.
Descorría el
atardecer la senda;
la orilla otra,
conducía su nada, molino
que da vueltas
aventando la tormenta.
III
Sin aldabonazos, las
sombras se dibujaron de hielo;
ni tiritaron los
cerezos nocturnidades,
se durmieron felices
mostrando
su cosecha en capullo de flor.
Con la fortuna de
plastificar sus ilusiones
de cielo, cipreses y cedros desnudaron al resplandor
sus ensueños nevados.
Sólo aullidos
lobeznos timbraron las puertas de la aldea.
Las pérdidas gritaron
su sentido gráfico.
Los candiles
guardianes despertaron sus sincopados
contrapunteos.
Iluminaron su sopor
las talanqueras.
Quedó empinada la
vigilia.
IV
Acelerada cundió la
marcha, pronta de aprendizajes
de sentidos hurgados y urgidos.
En los trópicos hasta
las piedras reblandecen sus siglos.
El jaguar desvelado
en la selva a duras penas
esconde su bochorno del mediodía.
Sus vacíos en la
enramada buscan los torditos
atemperar sus lenguajes escindidos.
Sembrada de muerte,
la promesa vino a despedirse,
esperanza en duelo fecundada, expectantes
de cultivos los silencios.
V
Espejos bogaré
ennegrecidos, Tormes río abajo,
vasto cauce memorioso
de correr arenas.
Acallaré los
silencios infecundos, fríos, de enfrente
ribera recortada en
verde adversivo
inaccesible.
Ceñiré ternuras de
aurora,
mientras
lejos y sinuosa,
torcida se extravía la divisoria
de la orilla otra con hechura nocturnal.
La
Caranta, Pampatar,
Isla de Margarita
Publicado en Imágenes de
Villorido
13 de mayo de 2012
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