jueves, 24 de marzo de 2016

BARCOS DE VERGÜENZA




-Dicen que vienen tres barcos cargados de alimentos.

Algunos avanzan la información con total seguridad.

-Están en alta mar…Pronto llegarán a Puerto Cabello.

Por fuera del supermercado, la cola era una calamidad de larga. Estaba estacionada desde hacía cuatro horas en la mañana. Se esperaba no sé qué artículos, ¡algo!
Toda calamidad es un terreno propicio para los rumores: se alienta la imaginación, se impulsa el respingo profético con el ansia de que se cumpla lo rumoreado.

-¿Cómo es la calamidad, si Antonio Ecarri[1] dice que “la crisis ya pasó. Ahora estamos en el colapso”?

-Entonces hasta que veamos pasar el colapso. Es lo que nos queda como un ritual de cargo. Sin embargo otros invitados a Radio Caracas Radio (RCR) 750, aseguran que estamos en el pre-colapso, y vendrán otros que como videntes asegurados pronosticarán el post-colapso.

En la cola del supermercado teníamos tiempo para oír todo género de comentarios.
Parece que esta vez, ni las palabras tienen la magia suficiente que algunas culturas les tribuyen para referirse al cumplimiento exacto de las cosas.

Algo profundo sobre Venezuela indican los barcos que vienen a alimentarnos: nuestra vergüenza. Venezuela dispone de un territorio de valles fecundos para las hortalizas, los tubérculos y raíces (la mandioca o yuca, la planta caribe por excelencia), y llanuras bajas para una extensa ganadería; surcada de ríos con bosques y selvas para el riego y el abastecimiento de agua y producción eléctrica para alumbrar a un país poco habitado (cerca de 30 millones de habitantes en un área de 916 mil kms2); definida por ser el único país que sin abarcar un continente como Estados Unidos y la Federación Rusa tiene todos los recursos naturales deseados: petróleo, carbón, oro, coltán, hierro, diamantes…

Pero le falta el recurso social más importante: el trabajo humano. Lo poco que de “cultura del trabajo”[2] se había conseguido hasta el siglo XXI, el actual sistema político lo desperdició al destruir el aparato productivo a todo nivel: agricultura, ganadería, industria, agroindustria, y la industria metalmecánica, y profundizar al máximo el populismo.

Sin capacidad para obtener los recursos de alimentación, medicinas e instrumentos de trabajo y trasporte, la sociedad ha sido despojada de lo necesario para poderse mantener en el nivel de su existencia. Existirá población pero no sociedad, habrá supeditación pero no libertad, habrá recolección pero no producción trasformadora. Así muere un pueblo, un país, una nación para salvar una utopía encarnada en un supuesto héroe. Siempre a un héroe impuesto se le califica con la categoría de un dios salvador, y se justifica la condena a muerte del pueblo entero[3].

Este proceso de desigualdad en la relación de héroe/pueblo que ocurre en Venezuela “a costa del pueblo”, lo muestran los barcos que vienen a disimular nuestra agonía. Es el mentís representado en la Venezuela del siglo XXI, siglo de las sociedades en ascenso y de los derechos humanos a realizarse, tal como lo presenta el proyecto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde 1948.

Barcos de comida, medicinas, de artefactos… Barcos de vergüenza que no anuncian sino crisis humanitaria, colapso social, destrucción y muerte de un país. La existencia de lo social pasa por la vigencia de la moral. Hay que tener vergüenza para ser moral, y tenemos así el sentido noble de la palabra como sinónimo de honor; pero está la acepción de entender el uso innoble del término como de baja moral o falta de moral como la deshonra o deshonor. La precisión de su uso depende de su examen por la cultura, que debe reconfirmarse por la vida en sociedad y su ética del derecho.    

Daniel Lara, uno de los conductores del programa radial “Y así nos va” proponía, en la técnica de evaluación de la encuestadora DATOS, que se debía colocar para que la gente midiera la gestión gubernamental, el ítem de la vergüenza a continuación de mala, muy mala, pésima, de vergüenza. “Para indicar si el gobierno tenía vergüenza o no”[4].

Un almirante de nación que no recuerdo, ante una crisis bélica en el mar donde se perdieron barcos en el conflicto, interpretó la acción con su célebre dictamen moral: Tal nación prefiere honra sin barcos que barcos sin honra.

En la antropología del honor[5], tener vergüenza coincide con la órbita del honor cuando la contrabalanza del deshonor coincide con la desvergüenza. Pero en un momento de práctica inmoral, la calificación de vergüenza contiene una carga de negatividad suma al atacar por la espalda al corazón del honor. Llegada la coyuntura de esta tentación mafiosa[6] lo que queda es el retiro o correr con las consecuencias 
del abuso desenfrenado.

Cuando Carlos V de Alemania y I de España renuncia a su cargo, el escritor contemporáneo francés, Montaigne, dictamina que “la abdicación y retiro de Carlos V fue el acto más hermoso de su vida”. Era el primer emperador y rey que pudo decir que en su imperio no se ponía el sol porque en su reinado se midió lo que suponía el descubrimiento de América: el acontecimiento de dar la primera vuelta al mundo en 1521.

Si es verdad que todas las sociedades sobreviven dentro de una crisis permanente, asunto que en positivo se reconfirma por otra parte en pensar la sociedad como proyecto, asunto al que hay que estar atento y cuidarlo como tal, en la situación actual de Venezuela el problema consiste en proponer que la crisis de sociedad se encuentra políticamente programada con el objeto de destrucción de todo posible proyecto de sociedad. La vergüenza (desvergüenza) es que en la lucha del estado contra la sociedad, aquél se colocó en extrema ventaja de suerte que ésta se ubica en una contramarcha tan desventajosa que le obliga a una sobreproducción de valor tal que le es necesaria, primero, para poder sobreponerse a sí misma y luego para vencer y subordinar al estado como lo que es: un recurso para su dominio societario.

En Venezuela actualmente el estado prefiere su política sin honra, al mismo tiempo que escamotea la renuncia o retiro justificando este acto como el más desvergonzado de su política de estado.

El problema se profundiza cuando los poderes culturales del pueblo venezolano muestran una capacidad disminuida para identificar, primero, y aceptar después su propia situación de crisis negativa. Entonces la perplejidad social está construida con tal grado de desorientación que, sin la ayuda de líderes comprometidos (minorías activas), puede conducirla a un colapso total hasta de sus capacidades reactivas. Aquí se puede opacar la crisis problemática al aparecer ésta como una confusión que no permite ver cómo la gestión gubernamental intencionalmente pretende armonizarse con la aceptación de la indolencia de una sociedad esquiva a entrar en razones consigo misma. Por ejemplo, que por ser de cultura recolectora el pueblo venezolano puede pensar que la importación de bienes se entienda como una producción de bienes, complejo cultural que se reafirma en sí mismo desde la situación de emergencia de la crisis humanitaria y el colapso social.    

Este laberinto[7] paradójico de sentidos conduce a una confusión liminal en la que de los valores culturales que orientan la normalidad de la vida venezolana, desactivan los valores que deben llevar a cambiar nuestra mala suerte (crisis negativa y colapso) por un destino mejor asociado a una calidad de vida digna de seres humanos, esto es, por lo que debe ocurrir. Esta proposición del deseo de un destino mejor propulsa un poder ser una sociedad que como proyecto es capaz de dictaminar sobre valores morales no consecuentes con sus porósitos, como puede ser una política irresponsable con relación a la solución de la crisis social. 

¿Cuándo unos barcos y su mar se imaginan que traen en su carga la vergüenza de un país?



[1] Antonio Ecarri es el presidente de la Fundación Arturo Uslar Pietri, en su conversación  dentro del programa radial “Buen Provecho” con Francisco Olivares y Thais Peñalver en Radio Caracas Radio, 26 de febrero de 2016, con ocasión de cumplirse los 15 años de la muerte de A. Uslar P., gran escritor e intelectual venezolano
[2] Véase en Samuel Hurtado Salazar: “La Cultura del Trabajo en Venezuela y la Modernidad”. Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, Vol.  V, N° 2, julio-diciembre, 1999, 71-92. Si se quiere completar bien todo el sentido cultural consúltese del mismo autor “Felices aunque Pobres. La cultura del abandono en Venezuela” en la misma revista venezolana, Vol. VII, N° 1, enero-julio, 2001, 95-122.
[3] Ay de los pueblos que necesitan de un héroe para vivir. Tal es la idea de un dramaturgo del siglo XX de cuyo nombre no quiero acordarme, porque era comunista.
[4] Conductor del programa con Neomar Hernández, En Radio Caracas Radio (RCR) 750, jueves 25 de febrero de 20016.
[5] Esta antropología fue desarrollada por Julián Pitt-Rivers y J. G. Peristiany, fundamentalmente. Es célebre de Pitt-Rivers el libro Antropología del Honor o Política de los sexos, ed. Grijalbo, Barcelona, 1979.  Este tipo de antropología identifica a las sociedades históricas del mediterráneo, cuya cultura orienta sus sentidos a la edificación de la sociedad. Ver la compilación de J. G. Peristiany: El Concepto del Honor en la Sociedad Mediterránea, Ed. Labor, Barcelona, 1968.
[6] Tomo a préstamo el concepto de la obra de A. Gruson y V. Zubillaga: Venezuela: la tentación mafiosa, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2001.

[7] José Manuel Briceño Guerrero explica a nivel de los discursos filosóficos este laberinto venezolano: El Laberinto de los Tres Minotauros, Monte Ávila Editores, Caracas, 1984. A nivel sociológico y cultural, Samuel Hurtado Salazar explica este laberinto como la metáfora del complejo cultual (matrisocial) en que se debate la vida venezolana. Su metáfora a veces es el de una agonía (lucha a muerte) entre la cultura y la sociedad. Véase su libro Contratiempos entre Cultura y Sociedad, Ed. de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2013.

2 comentarios:

  1. El dramaturgo y poeta es el alemán Berthold Brecht (1896-1954) que entre sus célebres frases existe la siguiente: "Desgraciado el país que necesita héroes"

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  2. Esa es una de nuestras rarezas contemporáneas profesor, la sin-vergüenzura, como ejemplo, es ya común que personas que han calificado al gobierno como lo que es, un gran error en resumen; aún sabiendo que su testimonio está grabado, salen ahora a defender algo más descompuesto que aquello que en su momento criticaron.... o el decir una cosa y hacer otra, tan típica de los funcionarios de los últimos años...hay también escasez de vergüenza.

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