Monición: En esta segunda parte se trata de exponer el método de demostración de la investigación en el libro de Podremos hacer País?
No es fácil para un colectivo social aprender de su memoria en cuanto a ponerla en práctica trascendente, es decir, en resultado de orientación del quehacer de un pueblo. Si no lo logra quedará la memoria como una inmanencia de exposición, y entonces acontece que lo único que hacen esos pueblo es vivir de la memoria sin consecuencias para su desarrollo afirmativo en el porvenir. Todavía se pudiera decir que la memoria es una pieza ausente en la configuración de un país, ausencia para a ser proferida en su decir performativo como cuando se dice que los “venezolanos no tenemos memoria”; por eso cometemos los mismos errores al no aprender de lo nuestro en la historia (Cf. Vethencourt, 1990)[1]. Y como no podemos dejar de no tener memoria como seres naturales, su ausencia quisiera decir también que no funciona cuando nos proponemos tenerla como seres sociales. ¿Estamos condenados a repetir la historia al no tener memoria sapiente de ella? ¿Acaso del decir se puede deducir el hacer a partir de colocarnos en un principio del conocimiento desde donde se puede analizar que la cultura matrisocial no tiene los dispositivos del salto vinculatorio, trascendente, con la sociedad como deber ser?
Pasamos a evaluar dicha situación en la confrontación de los márgenes, el de las significaciones de la cultura, y el de las acciones de la sociedad. Aquél como ser instalado de un modo natural, éste como deber ser por alcanzar haciéndolo en los acuerdos inventados de un modo social. Comenzamos con un Punto de Inflexión como primer apartado, donde la memoria aparece con la metáfora de visión, de terapia para curar al país de la violencia y como aceptación de país como esfuerzo para colocarnos en sintonía con su ser. ¿Acaso hemos perdido la visión de país? Es urgente su recuperación. Recuperar indica en este tratamiento volver a empezar, es decir, el volver se piensa de nuevo, así como debe ser toda creación o invento para dar con la autenticidad o seriedad del ser al que se propone conseguir. Se trata de un ser originario y original para ser inventado con su verdad. Empezar implica ese esfuerzo de innovación primera relativa a un invento o creación. Más allá del simple repetir, sin creatividad alguna, si el caso es de repetir es necesario hacerlo con competencia, es decir, sub specie creativa. Aquí se presenta la terapia como recuperación de orientar la violencia como energía positiva, y lo mismo la capacidad de la aceptación en medio de las dificultades del país.
En el aparte de Cultura y Comunidad, se acometen los capítulos juegan con la recuperación del concepto de cultura en su aplicación al globo de la comunidad, pero bajo la perspectiva de iniciar con la especie de reconversión, metáfora tomada del pabellón industrial para ir trascendiéndolo bajo la especie de innovación en los términos de la competencia conceptual. Allí se encuentran los marcos de lo ancestral con el moderno reglón de lo turístico, y entre ellos el forzar las fronteras culturales de la comunidad, desde la comunidad conuquera hasta la gestión patrimonial, el valor de la identidad, su dinámica de acogida y la problemática nacional a partir de la animación totémica del héroe mesiánico. La comunidad aparece atravesada por los flechazos múltiples que de asesta la cultura, ambas en conceptos de estiramiento.
En el aparte de Política y Pueblo, se pasa al margen de lo político y lo comunitario raigal se encuentra con la organización de pueblo. Encantamiento y magia desde la etnocultura funcionan al tope en lo político para anublar las responsabilidades políticas del pueblo. El extravío en la orientación social del pueblo es cónsono con su retraso sociopolítico, siempre expuesto a ser seducido y a disfrutar en la seducción esperada. Se evitan así los sufrimientos de enfrentarse a la realidad y el miedo a la misma. La rebaja de la política es un hecho.
En el aparte de Edipo Cultural y Violencia en Germen indica el nivel en que la cultura machista, que porta la cultura, coloca al colectivo social en permanente abuso, irreverencia y agresividad como territorio de que crezcan las violencias. La existencia de esta en germen liquida el orden social de la convivencia, la ley de las instituciones del estado y la autoridad que orienta a las relaciones de familia y la sociedad.
En el aparte de Pensamiento sin Brújula en la Ciudad se presenta la cultura en la metáfora natural del animal, metáfora con los papeles de retórica y de consistencia conceptual. Con este último papel se trasciende el uso de la metáfora por Aristóteles en su ‘animal político’ y el de Manuel Delgado con su ‘animal público’ (1999), y aún otros más que andan por la ciencia social y política. Ya nos dice Lefebvre (1975: 21-23) que puede haber ciudades que no han llegado a ser urbanas o son urbanas. Sobre este pensamiento, nos atrevemos a investigar cuánto hay de realidad urbana en el caso de la ciudad de Caracas. Aparece entonces que lo urbano de la ciudad castellana fundada ha ido perdiendo en la modernidad y a merced de la cultura matrisocial, ese carácter de urbana porque el espacio se retrotrae a mostrar el proyecto de sociedad que se enuclea en la inseguridad de pasear la ciudad ‘habiendo placer’. El pensamiento se clausura a partir de las trampas en que le coloca el desorden cultural, que muestra las inseguridades espaciales en que vive el habitante de la ciudad.
No es de extrañar que la conclusión Trashumando promesa de país, termine en una crítica retrospectiva presidia por la apetencia de constitución de ser (sin poder ni querer) en la que nos detiene la cultura matrisocial y la falta de verdad sobre el país. Así nos tenemos que alimentar no con la realidad de aspirar al proyecto de país, sino con el pánico a la realidad y con el miedo regresivo de nuestro sentido de realidad negativa; todo ello derivando hacia la manutención, como alimento de nuestra realidad, de contentarnos con la 'promesa de país', sin acceder ni pasar al 'país de la promesa', es decir, al cumplimento de la promesa y por lo tanto a su realización existencial.
Hemos expuesto sucintamente el desarrollo del ‘Punto de Inflexión’ por donde comienza y parece terminar en Venezuela esa pasión a medio despuntar de Podremos Hacer País.
Bibliografía
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Nuevo Mundo. La venezolanidad. Caracas: marzo-abril, N° 145, 115-134.
[1] “La gigantesca disfunción política, social y económica de Venezuela en las dos últimas décadas lleva a preguntarse entre otras cosas, por la psicología de los venezolanos. Hay una gran necesidad de buscar respuestas desde todos los ángulos posibles para lograr cierta comprensión de ese fenómeno –quizás único en la historia de la humanidad- conocido como ‘el Caso Venezuela’ o también ‘el Efecto Venezuela’. Se trata de un país pequeño al cual le entró –en los tres últimos períodos constitucionales- una cantidad de dinero equivalente a diez planes Marshall y cuyos resultados son los siguientes: a) no resuelve ninguno de sus tradicionales problemas; b) aparecen problemas nuevos y se intensifican los antiguos; c) termina con una deuda colosal…Si la cadena de posibles errores no hubiera sido tan colosal la cuestión de la psicología del venezolano carecería de sentido. Creo que esa pregunta sólo puede ser formulada desde el fracaso ¡Estruendoso fracaso! Uno siente los órganos silenciosos del cuerpo sólo cuando andan mal” (Vethencourt, 115 y 116, negrea el propio autor).

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