De todo lo que hemos trasegado en los apartados y capítulos pareciera que queda no ya la esperanza de país sino el país esperando la posibilidad de una esperanza para sí mismo. A veces la espera se torna en esperanza cuando se sube a la imaginación del querer de país, y otras veces la esperanza en ciernes se desactiva y se torna no ya espera, sino desesperanza dentro del negativismo social a que expone a la gente su etnocultura matrisocial.
Es crucial el aparte de Esperanza en Expectativa para encontrar una vereda a la crítica que puede asomarse por encima de los hombros éticos del colectivo social. Los interrogantes de ¿cómo hacer con su andadura (la del país ante sus movimientos de cambio)?, ¿Qué hacer con la esperanza (que se va y se viene con el país en movimiento centrífugo de sí mismo)?, y cuando comienza a internalizarse en los sentimientos de los actores sociales en la metáfora del exilio, ¿cómo es estar afuera quedándote adentro? ¿O pensarse desde dentro que te estás yendo afuera, y además cada vez estás más adentro como ejercicio de insistencia en el rechazo de irte afuera? La recursividad psicoanalítica se torna como un fantasma apareciendo en la vida común de la gente.
Toda pregunta sobre la esperanza de país parece que debe arrancar con la responsabilidad por el país mismo ante la diáspora que se presenta como el sentimiento de que se está vaciando el país. Es un sentimiento peligroso porque anularía todo posible deseo de encender el futuro del país como esperanza. Sobre este problema nos encontramos en la encrucijada metódica de mirar: o por la medida del volumen de población que puede caer en ese abismo sentimental o por la medida del significado de casos de la población que pueden indicar la hondura del significado a que se está asistiendo al sumergirse en el foco del acontecimiento.
Hay la posibilidad de lograr los dos tipos o estilos de información a la que se pretenda acceder según los objetivos de la audiencia interesada: la información cuantitativa buscando la superficie social a diferencia de la información cualitativa buscando la profundidad social que pretende conseguirse con la calidad informativa. La presentación de esta encrucijada metódica no quiere sino señalar los límites a que se ha llegado con esta investigación teórica, límites de un final que se convierte en comienzo que puede inspirar el esbozo de una investigación a doble rasero, combinando la información cuantitativa con la cualitativa.
Lo que anima a la aproximación teórica presentada, a falta de una observación técnica a partir del diseño de un corpus informativo, es el interés por generar los motivos de la esperanza de país con todo lo que significa para la existencia del mismo en sus logros sociales y en su base de independencia social y política. Algo de lo que queremos asumir y así aportar con criticidad con toda la racionalidad investigadora, de suerte que aspiramos a que se obtenga una autenticidad de país[1] El propósito que formula el gerundio alentando focaliza la acción del querer de país que se propone este planteamiento. El sujeto llamado a esta aventura de la esperanza es la gente identificada como pueblo en cuanto un todo. A este sujeto es al que se le insta a ser social, es decir, a proseguir el viaje a la sociedad, en cuanto dimensiones que definen la existencia auténtica de un país. Tiempo y espacio están definidos por la intervención ética del deber de país, indicado en la propuesta de la ‘debida’ travesía histórica.
El dar aliento con una respiración teórica se organiza con la mirada de expectación construida teniendo en cuenta las dificultades que ofrece la cultura matrisocial que porta el colectivo social. Esta cultura permite ver la distancia que existe todavía en el sí mismo inscrito en el ‘igualismo parejero’, de carácter tribalesco, con relación al nos-otros, de carácter societal, cuya autenticidad se encuentra en los esfuerzos diferenciales de la equidad social ética. La variable de la etnocultura permite operar con una mirada originaria, cuya calidad a su vez de original, termina siendo creativa después de eliminar todo lo que entorpece como ideología el uso de la historia.
Cuando esa mirada enfoca el futuro por construir como deber de país nos afianzamos en la expectación que tenemos por delante porque viene del porvenir como existencia a imaginar, a deglutir. Tal expectativa que aspira a concretarse como esperanza no defraudará porque la estima o amor de país está inscrito en nuestros anhelos de libertad, que nos da nuestra historia. Por su parte, una historia se autentica, si la hacemos como pueblo responsable de su vida; según esto, la esperanza se llena de energía adquirida y desarrollada en la mirada expectante del porvenir atinente a nuestro ser de pueblo.
Si no se tiene el hecho de dar cifras de la esperanza de país, empero se dispone del aliento que demandan los deseos del lenguaje para ‘concebir’ la esperanza. Es el trabajo del lenguaje lo que nos permite no fracasar en el intento de entender con pensamiento crítico nuestra situación de crisis por desorientarnos entre la esperanza fructífera y la espera desasosegada. El apoyo a la esperanza no se sostiene con el vano deseo de la espera. Si solamente disponemos de este deseo vacuo, terminaremos haciendo un país viejo, o avejentándose; esquivar este desvío de la esperanza, importa trascender parte de la historia que tenemos reprimidas a partir de los fracasos en que hemos venido incurriendo. Sin esperanza no es posible la sublimación creativa de país, y el duelo pretendido creador, que nos salvaría en la historia de los pueblos, tendría una energía desactivada (Cf. El Faro Interior, 2025).
Es preciso llevar a cabo una sublimación creativa de la misma, para impulsar la integración de lo fracasado al éxito que nos otorgue un duelo creador; aún así integrar los fracasos como un momento de aprendizaje según su propio tiempo de creatividad (El Faro Interior, 2025). Por su parte, la experiencia es, como realización, la de un viaje en el tiempo de la etnocultura (Marina, 83-84). En esa travesía no se trasmite información, sino alma de vida, en la medida de ir actualizando al pasar a otras experiencias de éxito que nos proporcionarán un alma de vida más plena, en nuestro caso, como pueblo[2]. Es la soledad con que se encuentra cada pueblo para comunicarse con su interior, y desde aquí poder solidarizarse con autenticidad con los otros pueblos del mundo[3]. Este es un trasunto energético que nos debe llevar a depurar nuestro presente para, como resultado, obtener un tiempo de más autenticidad, que es el apoyo que necesita el poder tener y acrecentar la esperanza de país. Abandonamos la inercia como negatividad del deseo, para que la esperanza de país empreñe su realización de ser. Esta obra, como texto, tiene ese propósito de alentar el interés por la esperanza como dimensión colectiva en la expectación de país.
Al final, debemos despojarnos de los autoengaños y de los disgustos. Son motivos propicios en la seducción con promesas que no se van a cumplir. Porque se trata de enfrentar el miedo con el fin de tenerlo sometido y así empleado en su capacidad de fortaleza como defensa frente a los obstáculos; también, para aguantar los rechazos de acontecimientos porque entran en el sentimiento de aborrecidos en cuanto sentidos como fracasos ajenos, y de ninguna manera propios. Gustos y promesas, inercias y estupidez, nos descolocan de la buena expectación del futuro que se anuncia por sí mismo. Volverán las resilientes esperanzas a anidar en el corazón del país, aborrecido en tiempos a ser trascendidos; así entre púas y bajo lunas menguantes se depurarán aquellos autoengaños y disgustos para alimentar la plenitud a la que debe llegar a ser el país.
Bibliografía
El Faro Interior (2025): “El apoyo en la vejez, no es tu familia”.
Video, escuchado el 13 de julio. Domingo, 11:30 a. m.
Marina, José Antonio (1999). La selva del lenguaje. Introducción
a un diccionario de los sentimientos. Barcelona: Ed.
Anagrama. 5ª. Edición.
Pardinas, Felipe (1977) [1969). Metodología y técnicas de
investigación en ciencias sociales. México: Siglo XXI.
17ª. Edición.
Savater, Fernando (2000) [1981]. La tarea del héroe. Elementos
para una ética trágica. Barcelona: Destinolibro, N°316.
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Conclusión del libro de Samuel Hurtado S. (2025). Esperanza de país con mirada expectante. Alentando a un pueblo hacia su debida ‘travesía’ histórica. Caracas: Doctorado en Ciencias Sociales, UCV (en publicación)[1] “Recordemos de paso que ningún país puede aspirar a una vida científica independiente si no tiene investigadores puros: y el país que no tenga una vida científica independiente tampoco podrá aspirar a una auténtica independencia política o económica o social. La historia de la ciencia demuestra la utilización inesperada de muchas investigaciones puras en trabajos posteriores donde fueron utilizados esos estudios” (Pardinas, 125)
[2] “Experimentar significa ‘hacer un viaje’. Pues bien, cada uno va construyendo su mundo en las vueltas y revueltas de la experiencia”… “Ex-perimentar significa lo que se ve en un viaje. Pues bien, el vehículo de ese viaje es la palabra… Toda información está ofrecida a mi mirada…La palabra nos permite analizar la imagen aprovechando todos los recursos de nuestra memoria lingüística. Algo semejante ocurre respecto a nuestra experiencia interior. Sin la ayuda del habla interna, nuestra subjetividad permanecería inarticulada, empastada y borrosa” (Marina, 35 y 84). Vimos en el capítulo 2 la importancia del uso del lenguaje y la educación, indispensables para constituir la infraestructura firme que sostenga la fuerza de la esperanza; porque “la esperanza es un acto de resistencia que nos impulsa hacia un futuro mejor. No se puede renunciar a ser libres; esta verdad es una necesidad que te va a costar cada minuto de tu vida. Ese deseo no te va a dejar en paz, ni que te atrevas a olvidarte de él… Con la esperanza siempre tendremos la capacidad de hacer fecundo lo más estéril y árido”. Son recomendaciones escuchadas al veterano periodista César Miguel Rondón en la tarde de noticias repitiéndonos una vez más que los venezolanos “somos como un corcho”.
[3] “su solidaridad de solitario, la única verdadera, va siempre hacia aquello que en el hombre permanece invariablemente solo. Es la soledad de fondo de cada hombre [de cada pueblo]…Su nombre clásico ha sido ‘alma’ y no parece fácil hallarle otro mejor” (Savater, 164, los corchetes son nuestros). Es la autenticidad del ser la que se consigue desde su soledad para forjarse cada pueblo su vida, su independencia, y originarse en ella su esperanza de ser.