lunes, 15 de septiembre de 2025

LA MIRADA EN EXPECTACIÓN DE PAÍS (O LOS DESEOS NO EMPREÑAN) parte I.


 

Tener deseos de cambio no indica levantar la bandera de la esperanza. Colocarnos del lado de la esperanza para pensar el país, exige la referencia a la ‘travesía’ histórica que debe arrostrar éste, y que el pensamiento no se traduzca en simple conocimiento sino en una suerte de afectos expresivos de una manera de vivir. Porque tener esperanza de país tendrá el desafío del compromiso de los esfuerzos de su gente por construirlo; con la confianza de que el éxito de dichos esfuerzos acompañe a la esperanza y no el fracaso. 

Han pasado (están pasando aún) situaciones de duelo, ansiedades con la depresión y el olvido, momentos del exilio, también trayectos de valentía testimonial…; nos queda arrimar la esperanza para conjugarla con los hechos del país. Ya traerla a colación señala un problema que conduce a un surplus de sentido. Porque junto al declive de la situación del país, existe o hay una carga energética de la que no podemos desprendernos.

En ese deseo esperanzado no va a haber paz, ni que pretendas olvidarte de él. Ortega y Gasset decía que “vas a tener que vivir en una fuga perpetua de una realidad posible para ti”. Es la esperanza, cuya energía si la activamos de verdad comienza por tener el valor de la resistencia, y a proseguir con el impulso de que el duelo, el olvido, la depresión, dentro de su debilidad del país, pueden estos aspectos añadir su energía de un modo positivo, al mismo tiempo que al detener su sentido de declive, sirven para mejorar la visión y la razón de ser del país.

Entretanto, la mirada se coloca en la expectativa de entrever nuevas posibilidades para identificar nuevos logros. Comienzan los frutos de la resiliencia para elevar las capacidades de la debilidad del país en su propia fortaleza según un deber de ser país. Es una mirada que evoca una transición histórica que cruza la meta en la medida que el pueblo se constituya en sociedad según logre configurar un país. Ha de dejar atrás las mañas de la cultura matrisocial[1], que tendrá que ir venciéndose en su propia perversidad social hasta eliminar las desconfianzas provenientes de los desórdenes etnotípicos (Hurtado, 2019: 278-280; 2022: 204-208). En la tarea histórica que le es debida al país como realidad, la construcción de esperanza como pensamiento emocional tiene una función capital bajo el impulso de la ética (Marina, 2001: 93-95).

El problema se presenta cuando la esperanza de país no se resuelve con el mero deseo de país. Si bien la esperanza está en el contorno del deseo, no desempeña bien su función desde ese protocolo tan primariamente emotivo; peor aún, si el deseo se encuentra en situación regresiva instintual debido a una compulsión a que lo somete la cultura matrisocial[2] (Hurtado, 2020). Si colocamos el punto de partida de la esperanza en Venezuela en la conjunción con el deseo, nos vemos con el reto de optar hacia el querer como ‘deseo en acción’, de suerte que el querer de país nos conduzca en acción positiva encarrilada hacia el poder y deber de país en el desarrollo ético[3].

Como presupuestos, señalamos dos encrucijadas que tiene que salvar la esperanza para salir airosa en su función: 1) los planos de lo institucional y de lo organizativo; 2) la orientación específica de la expectación en la travesía (transición) histórica mirando con aliento al futuro de un pueblo, que se halla varado en relación al futuro.

Asumimos la esperanza como principio en el plano institucional referido a aquel estado de ánimo en el cual se presenta la posibilidad de lograr lo que deseamos[4]. Es un estado de una confianza animosa que contiene una virtus capaz de descargar una energía con miras a lograr algo valioso, lo que va a implicar no sólo respetarlo, estimarlo, sino también cuidarlo. Dar esperanzas implica el dar a entender que se puede lograr lo que se pretende obtener. Cuando hablamos de la esperanza como una virtus (virtud) se indica el poder de realización que detenta positivamente ese estado de ánimo. Su capacidad de intención y de decisión se muestra en la competencia orientada al cumplimiento de intenciones, anhelos y promesas para, en nuestro caso, el logro de país.

En el plano organizativo, se encuentra la espera como circunstancia instrumental táctica. Consiste en la acción de esperar que algo suceda para actuar; puede ocurrir esa acción y/o efecto con esperanza, sin esperanza o contra esperanza. La espera no tiene esa competencia que le otorga la virtus de la esperanza, solamente contiene los marcos organizativos: el plazo para obrar, el puesto para moverse, hasta tener la fija del plantón, y que te den plantón en la espera.

Es necesario entender la diferencia de los dos planos para no confundir los modos de la confianza respecto del logro de algo. Un país no puede estar a merced de la simple espera, en la cual pasada la acción de esperar, desaparece la realidad, la de país como tal en nuestro caso. Si se activa la realidad, la del país, la acción, que es la del querer, tiene que estar asociada con la idea de esperanza para con el pensamiento elevarla a ser dinamizada potencialmente desde el principio instituido. Realizada o no social e históricamente, la realidad de país se mantiene intacta en su realidad como esperanza.

La segunda encrucijada se halla concurrida por la expectativa y el alentar de lo posible. Son dos aspectos que sitúan a la esperanza en su transcendencia, en la amplificación de su ser, en la medida que se refieren a su plusvalor, expresado en la dimensión de las posibilidades del ser esperado, y el pensamiento lo realiza como en la exterioridad del sí esperanzado.

En la expectativa se define la especie con que queremos desarrollar la esperanza; especie que al que se le otorga la función de principio conceptual para precisar la esperanza en su virtus institucional, y, por lo tanto en su capacidad para con los esfuerzos de la acción del querer, que va a tener ocasión de su demostración en el entrenamiento de observación de la realidad: se espera algo en su movimiento de realización de acuerdo a su futuro inmediato o lejano, y ello de un modo permanente, sin descolgarse de la acción observanda.

La observación como mirada ya es un suceso expectante. Se está en la espera observando, esto es, se está en la mira de una cosa que funda lo que genera para sí: una actitud expectante. Así la esperanza en expectativa se define como una especie de acción de conseguir algo si aparece en adelante la oportunidad como posibilidad del logro. Lo específico de la esperanza se desdobla en varias pistas del despegue de acuerdo a como el pensamiento consigue observar con su mirada cognoscitiva.

En el alentar, construido como alentando, de nuevo el gerundio nos permite anhelar como un respiro un estado de actitud activa bajo prescripción natural que implica mantener la acción en su debida permanencia; en nuestro caso como circunstancia de realización posible de la esperanza. Por supuesto, cuando procuramos infundir la promoción de ésta, encontramos a la esperanza como problema; pensado el problema desde el principio institucional se convierte en el aliento de una proyección, en un proyecto de vida, más allá de un tibio programa burocrático.

Nos invaden todos los pro que nos van a indicar un asunto al que asociamos nuestros esfuerzos de pensar, desear, intentar, disponer, y lo echamos a andar por delante de nosotros, es decir, por delante de la misma esperanza que en potencia estamos promoviendo, porque no existe aún. Alentar la esperanza se convierte en una circunstancia de realización esencial para la existencia de la esperanza. Este es  un recurso que como especie revela que la esperanza es de una categoría de despegue del pensamiento muy distinta a la espera con su acción estratégica puntual. Si, por otra parte, se relaciona con el plano organizativo, tenemos que teorizar (ver) perspectivas esenciales de la realización de la esperanza, que a veces puede parecer a la espera, la lógica de la acción se mantiene su diferencia[5].

Así el pensamiento se aproxima a ver por donde se puede mover la acción del querer porque el alentar nos trae a la imaginación la metáfora del aliento como aire que se respira para tener vida; desde aquí vamos al anhelo como respiración que indica un deseo intenso; y llegamos al verbo alentar donde la respiración es la imagen de un deseo que indica animar, infundir decisión, concretando la acción de dar aliento a que nos conduce el compromiso debido del gerundio alentando.

En esta viandancia del pensamiento pretendemos actualizar la operación de la esperanza que tendrá diversas ocasiones para realizarse; en este caso, según un panóptico contra-indicativo en sus visiones podemos ubicar la realización de la esperanza desde su localización sentida o sensibilizada. Si colocamos la esperanza lejana de la realidad esperada o para alcanzarla la sentimos alejada o que nos aleja de la realidad esperada, comienza nuestra trashumancia del pensamiento al borde de lo dramático. Como drama bien sensible lo expresa el país venezolano, con su pueblo desorientado y su sociedad por construir.

            Desde la referencia de dicho país, podemos tener sentida la esperanza desde nuestro exterior o desde nuestro interior. Jugamos en este caso con la experiencia geopolítica según nos ubiquemos en el interior del país como en el exterior, en este caso en la emigración o en el exilio, o en el caso de la experiencia geosocial según nos ubiquemos en lo interno como lo externo. En ese panóptico echado a andar con la mirada expectante, encontrar también la experiencia como la de sentirse en un exilio interior viviendo en el país nacional, situando así diversos momentos según el inconsciente social y/o personal. Según este panóptico analítico de acuerdo a cada caso personal o colectivo, el trabajo de investigación y/o estudio se complica por sus especificidades de vivir la esperanza y la posibilidad de infundir el aliento de la misma en sus variaciones existenciales. Por su parte, el método puede llevar al colmo la dificultad del análisis, si se emplea el método transferencial para detectar la visión del alentar la esperanza.


[1] La matrisocialidad se refiere a la cultura cotidiana de la etnicidad venezolana. Se constituye mediante la honda dependencia materno-filial que inicia la configuración de la estructura de la familia, que en sí es una institución fuerte de la cultura, y como tal se proyecta esencialmente en la conformación del sentido en las relaciones sociales en el país venezolano. Define, pues, en esencial psicodinámica y de un modo preciso, sin ruptura, el ethos cultural del colectivo social (Cf. Hurtado, 2019; 2020; 2022).

[2] Véase Hurtado 2020, cuando desarrolla en La Fiesta Interminable, la crítica en el segundo golpe: “El deseo con pulsión de ser”.

[3] Véase Marina 2004 cuando describe en Crónicas de Ultramodernidad, el tema de “Inteligencia ética”, 225 y ss.

[4] Vamos a apoyarnos en la noción de los conceptos de esperanza, espera, alentando y expectante…en el Diccionario Enciclopédico Quillet, para arrancar de su deconstrucción protocolar y mantenernos en la autenticidad de su significado conceptual.

[5] Dum Spiro, spero. Nos encontramos así con la filosofía de la Roma clásica, donde “la esperanza es inseparable de la vida. Mientras exista vida, hay posibilidad de cambio, mejora o solución…La esperanza no era una espera pasiva, sino una actitud activa que impulsaba a actuar. La frase sugiere que el simple hecho de seguir viviendo implica una oportunidad de buscar un resultado mejor. Esto conecta con la filosofía estoica, que defendía que, aunque no se puede controlar todo lo que sucede, sí se puede elegir la forma de afrontarlo”...“Respirar no sólo es un acto biológico, sino un símbolo de que todavía hay margen para actuar y cambiar las cosas. Incluso en los momentos más difíciles, esta máxima recuerda que la historia personal no está cerrada mientras haya aliento” (Valentina Araya, 2025).

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Introducción al libro de Samuel Hurtado S. (2025). Esperanza de País con mirada expectante. Alentando a un pueblo hacia su debida 'travesía' histórica. Caracas. Doctorado en Ciencias Sociales, UCV. (En publicación).  

EL PROCESO A LA MODERNIDAD


 

UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES

COMISIÓN DE ESTUDIOS DE POSTGRADO

ÁREA DE POSTGRADO: DOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES

 

 

IDENTIFICACIÓN

 

Programa:      Doctorado en Ciencias Sociales

Nivel         :      Doctorado

Asignatura:     El Proceso a la Modernidad. La Élite Venezolana.

 

Responsable: Prof. Samuel Hurtado Salazar

Período         : 2-2025.

Créditos        : 3 U/C                     Horas semanales: 3 horas académicas

Código                                          Prelaciones          : No

Tipo: Electiva                               Vigencia: a partir del 2-2025

 

 

 

DESCRIPCIÓN

 Tu vida es más que tú desde la entraña

¿y el instinto de propia destrucción?

¡Thanatos! Es la trágica sordera...

Este don de vivir……

Valor sagrado: nos transciende a todos.

Sagrado aún sin dioses.

 (Jorge Guillén, “Sagrado”)

 

            Este seminario se considera como el tercero dentro del programa “Seminarios de Investigación”, articulado con la Línea de Investigación: La Organización Social Venezolana. Una vez especificado el trabajo del conocimiento por parte del tipo de cultura que conceptualizamos como matrisocial, podemos dirigirnos a averiguar cómo se trabajan con los significados o valoraciones las relaciones sociales. Se procede a justificar el problema de la modernidad como “proyecto societal”, así como el problema del sujeto social capaz de idearlo y llevarlo a cabo, la relación de élite/pueblo. La crítica de la modernidad tiene un carácter analéctico (negativo/afirmativo), donde el argumento sociológico tiene un improntus más positivo que especulativo. Del mismo modo, se indican los campos de observación estratégica para mostrar las dificultades de viabilidad del proyecto de modernidad en Venezuela. La presentación de esta problemática tiene el papel de inspirar proyectos de investigación, impulsar los existentes, y ayudar a refinarlos como tales. El último tema expresa la transcendencia de la cultura para ubicar la autonomía de la sociedad a partir del concepto nuevo de la “idea de sociedad”.  

 

OBJETIVO GENERAL

 

Hoy día casi ningún problema escapa, sea por exigencia teórica sea por moda mercantil, de hacer una referencia al proceso de la modernidad. Sin embargo, nuestra referencia es de una exigencia teórica con doble cara: 1) porque concebimos a la modernidad no como un racionalismo culturalista sino como un proyecto social, donde el principio de la subjetividad descabalga de su absolutismo al principio del racionalismo instrumental: de ahí la exigencia teórica del actor social como parte del proyecto; 2) el proceso a la modernidad formulado como juicio, legalidad, crítica (teóricas), de la cultura moderna en cuanto instrumento competente en la elaboración de relaciones societales; este proceso a la modernidad tiene un campo general de observación como lo es la realidad venezolana en el capital del pueblo, que significa la élite. Si queremos dejar atrás al culturalismo, es necesario no sólo transcender la cultura como un ámbito absoluto de lo social, sino también ‘enjuiciarla’ interpelándola desde las exigencias de una sociología que mira en firme al proyecto de sociedad; dichas exigencias se refieren a las demandas tanto de la subjetividad en la sociedad como a las racionalidades en cuanto recursos de orientación e inversión en la realidad para transformarla. Si una forma de definir la modernidad es la del movimiento de la separación creciente entre el mundo objetivo y el subjetivo, sin embargo el argumento sociológico no  nos permite ‘maniqueizar’ dicho esquema entre mundo objetivo de la necesidad y mundo subjetivo de la libertad. La subjetividad no se refiere al individualismo monádico, sino al sujeto abierto, libre y comprometido con el mundo objetivo, de forma que se autorrealiza en las circunstancias de la realización del mundo objetivo (antisubjetivismo). El sujeto se humaniza en la medida en que llega no a ser individual simplemente, sino a ser social. La pregunta no viene tanto a ser una pregunta por el sujeto y su discurso literario, sino la pregunta por el proyecto de lo social y las relaciones de significación (subjetivas) que hacen o no posible dicho proyecto, que no puede pensarse en otro que no sea el de la modernidad.

 

OBJETIVOS ESPECÍFICOS

 

a) Mostrar la continuidad y coherencia del proceso argumentativo desde la episteme y la cultura, hasta la sociedad, siendo la cultura el gozne con el que juega el papel del tercer término en el modelo general, es decir, la que organiza el sentido del conocimiento y de la vida en sociedad.

b) Mostrar a la modernidad como la exigencia fuerte en cuanto desafío teórico para precisar tanto a la cultura matrisocial como a la cultura académica en Venezuela. Se trata de observar la posible diferencia de una y otra cultura en el país para lograr la autonomía cultural del investigador a partir del criterio del sujeto ético con el fin de que el conocimiento que produzca ayude a la transformación del mundo objetivo venezolano.

c) Canalizar definitivamente los proyectos de investigación de los cursantes teniendo en cuenta los criterios de la Línea de Investigación y los criterios de apertura a nuevos desarrollos de esta Línea.

 

CONTENIDO PROGRAMÁTICO

 

Tema 1. Cultura y Estructura Social.

 

Tema 2. La Modernidad en clave crítica.

2.1. De la cultura a la sociedad: referencia conceptual y realización histórica.

2.2. Los principios de la modernidad: racionalidad y subjetividad.

2.3. Condiciones de realización estructural.

 

Tema 3. El Proyecto de  Modernidad.

3.1. Relaciones y actores sociales.

3.2. El modelo de élite/pueblo.

Tema 4. Campos de Observación en Venezuela:

Autonomía subjetiva, criticidad, ciudadanía, competencia, libertad, acuerdos, elaboración, autoridad, disciplina…

 

Tema 5. En tiempos de Modernidad,

las reglas de todas las tribus están en revisión.

 

ESTRATEGIA DOCENTE

 

a) Presentación global del problema de la modernidad.

b) Exposiciones problemáticas al alcance de la participación de los cursantes.

c) Orientación  sobre un avance de la investigación, con la que deben concluir al final de semestre.

 

PLAN DE EVALUACIÓN.

a) Evaluación de la participación en el aula: exposiciones y discusiones.

b) Evaluación del trabajo final como una monografía para la demostración del aprendizaje en la producción del conocimiento

            .

BIBLIOGRAFIA

 

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ZAMBRANO, M. (1988): Persona y Democracia, La historia sacrificial, Anthropos,

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                                                                       Caracas, 5, 2025.  

miércoles, 3 de septiembre de 2025

EL COMPLEJO DE EDIPO MATRISOCIAL

 

El Complejo de Edipo Matrisocial.

(en Venezuela)

 

1)    Si el complejo de Edipo se planteara de un modo simple en la cultura matrisocial, se podría deducir que lo capitaliza la madre, según Martín (1990). La dificultad de establecer el problema del Edipo en un sistema de lógica matrilineal no consiste en eliminarlo o disminuirlo, sino en redefinirlo en la estructura psicodinámica. La figura del padre está ‘presente’, aunque cumpliendo un papel vicariante de benévolo y amenazador, según la ambigüedad simbólica conteniendo doble código. Benévolo, debido a la tendencia natural de que el hijo “alienta un afecto normal hacia el padre” (Roheim, 1973: 222), dentro de la figura de ‘padre cariñoso’ de carácter matrilineal; amenazador, como papel asignado por la cultura, y específicamente reelaborado por la lógica matrilineal: es un extraño, un ogro, un caníbal, un brujo (Roheim, 1973: 220-223).  

 

2)    Lévi-Strauss “insiste en que el tratamiento que da Freud al mito de Edipo debe colocarse en la máquina junto a otras versiones anteriores” (Douglas, 83). El paliativo del “padre sociológico” de Malinowski (1974) no destruye la preocupación misma de Malinowski en torno a que el complejo de Edipo no era un instrumento central para que la sociedad trobiandesa dramatizara sus problemas fundamentales sobre la vida y el mundo. La realidad bio-psicológica no garantiza el funcionamiento normal del Edipo dentro de un grupo, porque éste es esencialmente etno-psicoanalítico. Las preguntas de Roheim se detienen en este umbral al plantear el problema en un grupo matrilineal (Roheim, 1973: 223), dando por supuesto como Freud que a nivel cultural, que es el planteado por Malinowski, no tiene las mismas preocupaciones de expresividad en todas las sociedades. Malinowski, sin eco en la antropología posterior en este asunto, abandona también el problema. Aunque muy importante para que el individuo especule sobre su propia génesis y su crecimiento autónomo, el complejo de Edipo no es un registro que goce de independencia hermenéutica absoluta y con el que debe funcional de un modo homogéneo toda sociedad para comprender las significaciones de su cultura, según Lévi-Strauss (Cf. Douglas, 83).

 

3)    Es necesario preguntarse si la incompatibilidad de Freud y Sócrates, de la sociedad burguesa y la sociedad griega pasa del “mismo modo” por cualquier otra sociedad específica. Por ejemplo, si en la sociedad matrisocial venezolana, el complejo de Edipo se plantea como un dispositivo clave para pensar sobre los problemas del mundo, de la vida y la muerte, la libertad y la democracia, el crecimiento cultural y afectivo del individuo y de la sociedad como un todo. Si la sociedad venezolana al preguntarse sobre el “haber nacido de uno” o “haber nacido de dos” (padre y madre) (Cf. Douglas, 83), lo hace “bajo la especie del Edipo” (para proseguir en el instrumento de Lévi-Strauss cuando ubica a los Tsimshiam bajo la especie del pez (sub specie piscis), y ello le servirá a la sociedad venezolana para poner a sus símbolos edípicos en “su lugar” Lévi-Strauss, 1972b: 61): en el “lugar” que le interesa a la sociedad venezolana y no de otra. Se trata de organizar, de acuerdo al ethos matrisocial, las “identificaciones” que en otra cultura significaría “un abuso de significación” (Cf. Lévi-Strauss, 1972b: 62).  

 

El supuesto consiste en que, pese a las posibles “confusiones” de los símbolos o sus trastocamientos, “ciertamente no indica la ausencia de un complejo de Edipo en una sociedad matrilineal” (Roheim, 1973: 224), ni se le puede evitar en su funcionamiento naturalmente normal, porque siempre está presente, como parte del desarrollo ulterior del erotismo anal en su fase genital o fálica (Roheim, 1973: 219). Así lo observamos en la matrisocialidad venezolana, tanto en el diseño del padre benévolo y amenazador, como de la madre fálica represiva.

 

Empero, la sociedad matrisocial venezolana demuestra que el Edipo no es una clave hermenéutica de la cultura para hacer preguntas y pedir respuestas que pasen por la muerte del padre como figura poderosa que cierra los acceso a la madre, a la política, a la variedad de formas posibles de pensar el mundo y la vida. Tal problema sobre dicha figura aplastante no “enloquece” trágicamente a la sociedad venezolana como enloqueció a la griega.

 

Finalmente, la debilidad psicodinámica de la figura del padre obvia que la sociedad venezolana caiga bajo la ‘sub specie edípica’. La respuesta sobre el “haber nacido de uno o de dos” tiende a ser expresada en términos de “uno”, y en torno a ello se organizan los símbolos y las identificaciones del parentesco familiar. La “ginecocracia” venezolana demuestra esto, pues si las mujeres pudieran engendrar sin la cooperación de los hombres, éstos sobrarían en la filiación de un modo absoluto por no cumplir definitivamente ninguna función en la pro-ducción de la estructura familiar, ni como contrapeso. La parafernalia de identificar la estructura edípica puede llevarnos a confusiones y trastocamientos de los símbolos según una progresión definida de etapas pre-edípica, edípica y post-edípica en lo que se entretiene Roheim respecto de una sociedad matrilineal (1973: 223). Si bien el Edipo ‘pudiera’ ser ‘una’ versión para interpretar los problemas del mundo y de la sociedad venezolana, por su tendencia pre-edípica, no parece ser ‘la’ mejor versión.

 

En Venezuela, el Edipo no funciona bien, pues sus productos terminales de la autonomía o independencia del individuo: su crecimiento psíquico, etnocultural y social, no se logran debidamente. Ni siquiera funciona con las preocupaciones de Malinowski respecto de la institución cultural del avunculado, la cual desplazaría a la institución del Edipo, de suerte que la figura del tío materno funcionaría como el “padre sociológico”. Pero en Venezuela no existe el avunculado en estas condiciones institucionales de la sociedad y de la cultura; ni la figura de la madre capitaliza el Edipo porque cumpla supuestamente los roles sociológicos de madre y padre a la vez, sino que el Edipo no funciona a plenitud, debido a que el tercer término, el Edipo, apenas está asomado en la etapa anal donde se estaciona el individuo que apenas sabe de la etapa fálica de la madre, y apenas también está asomado como autoridad en el Edipo cultural. Con la producción del resentimiento, por un lado, y, por otro lado del autoritarismo segundo donde no está presente el de la autoridad, no logra dibujarse como realidad afectiva y cultural consumada.

 

La metáfora contradictoria de una “autoridad afectiva” (maternal) deforma el proceso, y lo estanca, como está estancada la figura de la madre como hembra y la del padre como macho, de suerte que los niños y los adolescentes tendrán que ‘identificarse’ con la madre fálica como figura del pecho bueno, y al mismo tiempo ‘defenderse’ de ella como figura de posible pecho malo, sin una ayuda sustancial que debiera proceder de la figura del padre (Rank, 1961; Flügel, 1952) y también de la mujer encantadora de la que tendría que enamorarse (Risquez, 1982; Berenstein, 1981). “La no elaboración de la vivencia del desamparo  [que es lo que ocurre en la matrisocialidad] condiciona frecuentemente el fracaso del enamoramiento, la transformación del amor en odio y de la ternura en hostilidad” (Berenstein, 1981: 224). En el Edipo cultural, que tiene una visibilidad más sociológica, se dibuja mejor el resultado que en el Edipo psíquico, lo cual nos permitirá observarlo en su proyección societaria para nuestro caso de estudio venezolano en la medida que hemos ido avanzando en dicho caso en otras investigaciones (Hurtado, 2014 y 2017).

 

El complejo de Edipo como proceso de autonomía del individuo (Laplantine, 1979), en la matrisocialidad se encuentra en permanente estado de regresión, sin la experiencia de los traumas profundos del nacimiento psíquico (Rank, 1961) y del cultural (Hurtado, 2014). El yo del hijo se halla sin aliados eternos (el padre, el cónyuge y la mujer encantadora) que le ayuden a cortar(se) el cordón umbilical de la dependencia materna. La solución del complejo no se produce porque le salga al muchacho el ogro del padre, elaborado por la madre, ni de la arpía de la madre mala, fabricada por la madre buena (Cf. Mendel, 1975: 329); es necesario que se dé el núcleo relacional del amor/odio, como estructura colmada del Edipo. El yo real e individual no puede realizar una acción contracanibalística respecto de la madre (Devereux, 1973: 177-186) si el objeto del afecto (primer Edipo) y la autoridad (segundo Edipo) no son primero identificados y estimados (amados) como tal, y no sólo rechazados y odiados desde etapas pre-fálicas como la oral y la anal. La dificultad de la forma de la muerte/resurrección del padre se debe a que no existe el tirano en la figura del padre. Si le sustituye la madre mala, el símbolo del afecto destruye de alguna forma el proceso porque la fantasía de la madre buena (el consentimiento está vivo y en acción dialéctica como contraindicación más poderosa). Así el padre (ley cuando existe y funciona) y la madre mala (acontecimientos infortunados) son inaguantables (pánico terrible) para el venezolano esperando siempre la solución mágica.

 

Lo que se produce no es un parricidio/tiranicidio, donde entran en acción los “héroes de mamá”, es decir, los ciudadanos (Devereux, 1989ª: 21), sino un amanticidio del marido realizado acaso como reactivo  por los ‘hijos de mamá’, los habitantes. No se dramatiza una tragedia sino una farsa burlesca, aunque seria, como respuesta al gran asunto de la autonomía del yo y su entorno seductor canibalístico de la madre (Cf. Devereux, 1973: 159-176; 1975: 174-175). En el caso venezolano, el padre permanece sumergido, sin existencia cultural y psíquica (Hurtado, 1995b: 187), y si no ha llegado a nacer como padre (Morin en Lorite, 1987), no puede ser objeto de muerte y resurrección para los hijos[1].

 

Con el autoritarismo materno (Mendel, 1975) es difícil encontrar reparo a la impunidad o el descaro, a la infracción de la ley como desacato, a la eventualidad u ocasionalidad con que transcurre la realidad social en el país. Como la madre nunca pierde a su hijo (compulsión principal), aun después de muerta, la unión consensual del hijo, no permite una autonomía suficiente con rupturas-pérdidas con el proceso anterior maternal (Berenstein, 1981: 225). El grado de regresión aparece como pre-edípico, pues su realidad consiste en la inmadurez; ello significa no que el Edipo se halle ausente, sino que se encuentra infantilizado, categoría que utiliza Roheim para la sociedad de la isla de Normanby, vecinos matrilineales de las islas Trobiand (Cf. Laplantine, 1979: 79); adolescentalizado para la sociedad venezolana.

 

Los dos grandes rituales que componen la salud mental en la matrisocialidad son el referido al ‘día de la muerte de la madre’ y las celebraciones de su memoria mediante las visitas a su tumba en el cementerio. Estas celebraciones ocurren a veces en fechas hechas significativas como el día comercial de la madre en el mes de Mayo y el 31 de diciembre como inicio al año nuevo, como día cultural de la madre. La madre muere definitivamente, pero está viva continuamente en todas las mujeres de la familia. La gran vagina no desaparece en el dispositivo simbólico de la sociedad venezolana, como tampoco desaparece la estructura del Edipo en la relación primaria del consentimiento/resentimiento, dispositivo represivo que no deja crecer y autonomizar etnopsíquicamente al sujeto venezolano. La regresión no desaparece; la producción de la figura materna sigue con su ida y vuelta histórica y cultural; los desórdenes etnotípicos emergen como consecuencia.

Bibliografía

Berenstein, Isidoro (1981). Psicoanálisis de la estructura familiar. Buenos Aires: Ed.

Paidós.

Devereux, Georges (1973). Ensayos de etnopsiquiatría general. Barcelona: Ed. Seix Barral.

Devereux, Georges (1975) [1972]. Etnopsicoanálisis complementarista. Buenos Aires:

Amorrortu editores.

Devereux, Georges (1989). Mujer y mito. México: Fondo de Cultura Económica.

Douglas, Mary (1972). “El significado del mito con especial énfasis a la gesta de Asdiwal”.

En Leach (compilador), Estructuralismo, mito y totemismo. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión, 79-103.

Flügel, J. C. (1952). Psicoanálisis de la familia. Buenos Aires: Ed. Paidós.

Hurtado, Samuel (1995b). Cultura matrisocial y sociedad popular en América Latina.

Caracas: Editorial Trópykos.

Hurtado, Samuel (2014). Agresividad escolar e instalación del Edipo cultural en

Venezuela. Caracas: Ediciones de La Biblioteca de la Universidad Central.

Hurtado, Samuel (2017). El animal urbano. Espacio y proyecto de sociedad en la ciudad de

Caracas. Saarbrücken (Alemania): Editorial Académica Española.

Laplantine, Francois (1979). Introducción a la etnopsiquiatría. Barcelona: Ed. Gedisa.

Lévi-Strauss, Claude (1972ª). “La gesta de Asdiwal”. En Leach (compilador),

Estructuralismo, mito y totemismo. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión, 25-77.

Lorite, Juan (1987). El orden femenino. El origen de un simulacro cultural. Barcelona: Ed.

Anthropos.

Malinowski, Bronislao (1974). Sexo y represión en la sociedad primitiva. Buenos Aires:

Ed. Nueva Visión.

Martin, Gustavo (1990). Homo-Lógicas. Caracas: Ediciones de la Facultad de Ciencias

Económicas y Sociales. UCV.

Mendel, Gérard, (1975). La rebellion contra el padre. Barcelona: Ed. Península.

Rank, Otto (1961) [1924]. El trauma del nacimiento. Buenos Aires:  Ed. Paidós.

Rísquez, Fernando (1982). Conceptos de psicodinamia. Caracas: Monte Ávila editores.

Roheim, Geza (1973). Psicoanálisis y antropología. Buenos Aires: Ed. Suramericana.

 



[1] Colocamos un esquema desarrollado del Edipo en dos sociedades, para aprovecha el rendimiento de la comparación. Son las sociedades de Atenas y de Caracas.

 

EL EDIPO EN DOS SOCIEDADES: ATENAS Y CARACAS.

                  PATRILINEAL Y MATRISOCIAL.

Carácter       ATENAS (Pericles)  CARACAS

 

Clave              -Significación          -Destino

    Social

Función           -Prevista por          -Imprevista

completa              la cultura               por la cultura

 

Metáfora         -Padre/Tirano        -Amante (marido)/

                                                                        Aborrecido

Estructura        -Amor/Odio          -Consentimiento/

simbólica                                             Resentimiento

 

Acción             -Parricidio/             -Amanticidio/

estructural            Tiranicidio            Autoritarismo

      caciquil

Retórica            -Drama                     -Farsa

social                    trágico                     burlesca

 

Transfor-          -Resurrección            -Sumersión

mación                 del Padre                     del Padre

simbólica                 como ley                    como ley

 

Reacciones      -Temor (castigo)     -Descaro (impunidad)

sociales            -Internalización       -Externalidad

a la Ley:           -Cumplimiento        -Infracción (desacato)

al Contrato       -Institución               -Eventualidad (ocasión)     

  Social                de la sociedad           de la sociedad.

 

Democracia      - la ley y autoridad   -i-legal y autoritaria

Resultados          -1. anti-tiránica         - pro-tiránica tribalesca

estructurales        (héroes de mamá)       (hijos de mamá)      

                                  -2. ciudadanos de      -la Cívitas

                                     la Polis                sin ciudadanos

 

Lógica del             -Afirmación              -Negativismo

Orden étnico               social                             social      

 

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[Tomado de Hurtado: Cultura Matrisocial y Sociedad

Popular en América Latina, Trópikos, Caracas, 1995, 187,

con algunas correcciones precisas en 2013 y 2016]  

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Publicado en Samuel Hurtado S. : MATRISOCIALIDAD. Saarbrücken

(Alemania): Editorial Académica Española, 2019, 2a. Edición corregida y

aumentada sobre la 1a edición de 1998. Tesis Doctoral defendida en 1992.