jueves, 9 de julio de 2020

RECUPERAR VISIÓN DE PAÍS

Torres del Silencio (ícono de Caracas)                                                                                                                                       



En honor a Luis Zambrano
nuestro querido reflexólogo 
en la celebración de su cumpleaños



En el baldío, no lejos de las casas
hay un diario lleno de hechos olvidado hace meses.
Se envejece a través de las noches y días a la lluvia y al sol,
va volviéndose planta, una col, va uniéndose al suelo.
Así como, lentamente, un recuerdo se transforma en ti mismo.

Tomas Tranströmer. “Sobre la historia”,
Poemas selectos y Visión de la memoria.
Caracas: bid & co. editor, 2009, V, p. 61.

Con ocasión del sufrimiento que nos previene de la destrucción del país, quise tematizar el dictado de la clase con esta preocupación. Somos 6 en el grupo: 5 alumnos doctorando conmigo; el grupo está agobiado por tal sufrimiento, y al mismo tiempo por el temor a tratar una temática tan seria como torturante. La atmósfera es silente pero de desconsuelo, cuando no con expresión de rabia y de lamento. Ya no sabemos qué hacer ¿Por dónde vendrá la ayuda para resolver?

Hemos hecho lo imposible por espolvorear el tema en conversaciones cotidianas y hasta en conferencias. Hoy nos proponemos que Dios nos diera el poder de diseñar un país exactamente como el que deseamos que deba ser, y en él sentirnos como antes de su destrucción (Cf. Foester, 113). Como “recordar es vivir (y revivir)”, traemos a la memoria lo felices que éramos antes, la libertad de que disfrutábamos, los paseos a la playa, la comida de mangos en mayo y junio hasta hartarnos, tomar un marroncito (café) en las panaderías de las esquinas cuando caminábamos en Caracas, lo distinguido con que nos trataban a los venezolanos en el extranjero, la moneda del bolívar era fuerte y el nombre de Venezuela era reputado…

No podíamos distinguir éste país creado con el deseo, del país que existía antes de su destrucción ¿Les gustaría que del aula saliera la propuesta de crearlo?

El contenido de la clase resultó un monólogo de mi parte. Los alumnos guardaron un silencio estremecedor por un momento; luego se levantaron y se ausentaron dando por terminada la clase. El último en salir se volvió al vano del salón: ¡No, todo muy bien!

Cuando conté a un profesor colega lo que hice, quedó sorprendido ? ¿La generación de jóvenes no quieren echar para adelante? No comprendoDesde mi punto de vista le respondí: Ocurre que la gente siente y ve al país a través de los sentimientos que nos deja su historia: de que todo se arregla con la marcha de los acontecimientos, como todo lo que se da gratuito, pero estos jóvenes al ver destruido el país han quedado vacíos, sin sentimiento de país, han quedado ciegos… pero al imaginar su falta de sentimientos y su ceguera han entrado en shock sentimental y han despejado su visión...¡recuperaron el sentimiento y la visión!

La destrucción del país no fue una cosa simple, de eso que se dice que ocurren cosas, como dijo una autoridad de la Universidad Central de Venezuela al referirse al derrumbe del techo de un pasillo en dicha universidad. Ese apotegma esconde una irresponsabilidad. La destrucción del país tiene de fondo unos responsables, justificados o no por una ideología, al tiempo que las ideologías expresan una falta de eticidad, cuyo núcleo se define por una irresponsabilidad histórica.

Si nos descuidamos (irresponsablemente), con el desconsuelo y la calma después de la explosión de la rabia o el lamento, enterramos (aceptamos profundamente) al país en situación de destruido: son cosas que pasan, todos los países han pasado por eso mismo, y hasta traemos ejemplos para el consuelo a costa de otros: Alemania, Chile, Cuba, Corea…   Toda excusa traída o inventada a costa de lo ajeno para no reaccionar frente a la depresión y la muerte de lo propio. En consecuencia, nos autoenterramos con el país dentro de nosotros, porque con él nos hemos autodestruido (Canetti, 385-388; Sennett, 113-118, 141-144).

Para entendernos, será necesario procurar el milagro de la resurrección de Lázaro para que salgamos de la tumba que nos han fabricado, y sobre todo que hemos aceptado entrar en ella. Es preciso sacarse el país de dentro para revivirlo en nuestras proposiciones, sensibilidades y sueños, y sacarlo (¡Lázaro sal fuera!) de su tumba en nosotros, y ponerlo a caminar, aún con todas las vendas y mortaja. ¡Hay que comenzar de nuevo! (Buber, 31)[1].

Y que se comience por sacarse de nuestra propia autotumba para ver que aún la destrucción de aquél país que desapareció a martillazos ideológico-políticos resultó positiva, porque ahora la ventaja es que todo puede ser nuevo en el país recuperado. Como Alemania que destruida, no necesitó la reconversión industrial, por lo que se ahorró inmenso costo económico; simplemente tuvo la ventaja que aprovechó (carpe diem), de comenzar de nuevo e incorporar los adelantos tecnológicos y organizativos en las empresas. Hay que preparar a los jóvenes para que sepan aprovechar sus ventajas, las personales conjuntas con las del país.

La realidad es irreversible, y la fecundidad de este tiempo irreversible también, sería coherente con el poder constructivo que empleemos en la recuperación del país, si sabemos que se necesita una correlación de suficiente largo alcance, porque en este trayecto nos topamos con lo inestable y lo caótico, con óbices y dificultades, del momento histórico (Prigogini, 395). Si ya la recuperación aprovechando las nuevas oportunidades del hacer histórico es complicada, también se encarga nuestra cultura matrisocial, con su negativismo social, de hacer que nos enterremos con el viejo país destruido.

Para cambiar las suertes, no sólo es preciso saber llegar con el sufrimiento debajo del brazo, sino también, como recurso transcendente, con el conocimiento. Sin conocimiento, el sufrimiento puede derivar fácilmente al resentimiento (cultural en Venezuela) y al escarmiento con su ambigüedad de aprendizaje, como suele ser su cercanía con las quejas.

Por otra parte, se ofrece la violencia para las soluciones, pero esa violencia no puede estar al servicio del poder para dar motivo al poder de degenerar en opresión; y este de modo progresivo puede devenir en una violencia que urja a nuestra sensibilización, y este de modo progresivo ayude a nuestra responsabilidad. Si no asumimos esta responsabilidad seremos colonizados por la violencia a través de nuestro propio lavado de cerebro. Así como los síntomas y los rótulos colonizan, la violencia va colonizando a través de zonas ciegas que se expanden progresivamente. De hecho, la violencia existe a nuestro alrededor y en nuestras prácticas cotidianas, y nuestra responsabilidad social no se limita a trabajar en el campo de los derechos o posiciones feministas responsables, sino a una posición constante en nuestro quehacer cotidiano” (Sluzki: 374). Si ya la violencia que nos ciega bajo nuestro descuido, se halla a nivel de las prácticas cotidianas, la situación tan mistificante en el planteamiento de la creación (recuperadora) de un país para una innovación, encuentra sentidos contradictorios que opacan nuestro entendimiento y compromiso.

Comenzar de nuevo, y especialmente en la situación mistificadora (en trance) de un país, nos coloca en el límite tanto del país como de nosotros mismos. No es tan simple eso de “vivir y dejar vivir” ¿Cómo no se te ocurrió marcharte del país al observar su deterioro? ¡Deberías haberte percatado con las señales que daban el tránsito (en trance) de la política y ese asunto de la revolución! Estamos ante una calidad traumatizante de la violencia política, donde el que se dice tu protector resulta un victimario cargado de violencia que te vuelve ciego a la clave del reconocer el poder de consentir o disentir, pero que pretende sobre todo facilitar el resentir, que siempre es una salida negativista, especialmente en su sobredesarrollo edípico en Venezuela (Cecchin en Sluzki, 371; Canetti, 361-362; Hurtado, 2019: 74-75; 2020: 96-97).

¿Acaso uno se merece esa situación de violencia cuando se propone impulsar la energía gratuita para salvar un país? El compromiso es el que hace salvadora a la gratuidad; pero su manejo es importante porque, estando en las fronteras de lo divinal o en lo mistificante, se mezcla con la cotidianidad de la violencia que adquiere la cualidad de banalidad, como el mal. Entonces tenemos que ir abriendo camino dándole la claridad objetiva de apuntarnos a la recuperación del país innovado, e ir apartando, a veces a manotazo limpio, esa basura o monte que se presenta y con la que tropezamos en el camino que no nos deja recuperar la visión, esa basura o monte como metáfora de la violencia cotidiana.

¿Cómo apartarla para mantener limpia nuestra visión del camino? Mediante un poder o capacidad de sensibilización, que presida nuestra responsabilidad social en las relaciones políticas. Sensibilización que necesita sostenerse en lo cotidiano, para que los valores de nuestra acción sean redefinidos por los objetivos últimos de crear un nuevo país como el que queremos, con  realidad original (no originario como regresión) que nos haga nuevos (de futuro) a toda la gente que habite ese país. Es la forma de comenzar a constituir o generar una lógica de la reciprocidad libre, por oposición a las otras reciprocidades como la aprovechada recolectora, la igualista apetente, la prescriptiva obligada, y la impuesta tributaria, las cuales generan soluciones cortas, insuficientes o falsas para el momento de producir un proyecto de sociedad[2].  

En la redistribución con lógica de reciprocidad libre se mantienen las centralidades de los recíprocos, pero de acuerdo a su sustancia de ser, y, por lo tanto, con su autonomía de ser de uno frente al otro. La devolución no se remata prescriptivamente, sino queda suelta para ser trabajada con los méritos y la libertad que se construye a su vez. El único don verdadero es aquél que se da y recibe sin esperar devolución alguna. Pero cundirá como el saneamiento superior gratuito a realizar como lo sagrado aún sin dioses. Es la lógica latréutica o de adoración: es la plegaria que no espera respuesta [interesada o unilateral (mágica)]. Es la lógica suprema del Ser. Es nuestra Salvación (la Fe). ¡Ojalá! Dios nos ayude a diseñar un nuevo país después de haber trabajado nosotros tanto con nuestro compromiso para la recuperación de la visión de país. Falta nos hace, para sanear nuestro traumatismo mental casi ya sin defensas para obviar su daño.   

Bibliografía
  
Bolívar, Simón (1993) [1815]. “Carta de Jamaica”. Escritos fundamentales.
Caracas: Monte Ávila editores, 76-104.
Buber, Martin (1993) [1952]. Eclipse de Dios. México: Fondo de Cultura
Económica, Breviario 520.
Canetti, Elias (2007) ([983]. Masa y poder. Madrid: Alianza.
Foester, Heinz von (1995). “Visión y conocimiento: Disfunciones de
segundo orden”. En Dora Fried Schnitman (comp.), Nuevos
paradigmas, cultura y subjetividad. Buenos Aires: Paidós, 91-113.
Hurtado, Samuel (1999). La sociedad tomada por la familia. Caracas:
Ediciones de La Biblioteca, Universidad Central de Venezuela (EBUC).
Hurtado, Samuel (2019) [1992]. “El complejo de edipo matrisocial”. En
Matrisocialidad. Exploración en la estructura psicodinámica
básica de la familia venezolana. Saarbrücken (Alemania).
Editorial Académica Española. 2ª edición, 272-276.
Hurtado, Samuel (2020). “El complejo de edipo y democracia matrisocial”. En
Opúsculo de la ‘sociedad popular’ y el poder. Caracas: Doctorado en
Ciencias Sociales, UCV, 94-103.
Mijares, Augusto (s/f.). La interpretación pesimista de la sociología
hispanoamericana. Caracas: Revista Bohemia.
O’Leary (s/f.). Cartas del Libertador, recopiladas por Vicente Lecuna, Tomo I.
Prigogini, Ilya (1995). “De los relojes a las nubes”. En Dora Fried Schnitman (comp.),
Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Buenos Aires: Paidós, 395-419.
Rodríguez, Simón (1916). Defensa de Bolívar. Caracas: Imprenta Bolívar. 
Sennett, Richard (1982). La autoridad. Madrid: Alianza.
Sluzki, Carlos E. (1995). “Violencia familiar y violencia política”. En Dora Fried
Schnitman (comp.), Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Buenos
Aires: Paidós, 351-375.
Tranströmer, Tomás (2009). Poemas selectos y Visión de la memoria. Caracas:
bid & co. editor.


[1] Recuperar indica en este tratado volver a empezar, es decir, empezar de nuevo como una cosa originaria y original, en cuanto cuestión auténtica en su  verdad de ser. Empezar implica ese esfuerzo de  innovación primera referida a un invento o creación del ser. Es lo que queremos indicar aquí con el sentido de recuperar; más allá de repetir simplemente, se trata de repetir, si hay que hacerlo, es repetir con competencia, es decir, sub specie creatrice o regeneradora. Es lo que interpretamos de la colación que nos trae Buber en su encuentro con el anciano pensador o sabio. “Durante los últimos años, años de guerra, la realidad se le había aproximado tanto que todo lo veía con nuevos ojos y debía pensarlo todo en una nueva forma. Ser viejo es cosa gloriosa cuando no se ha olvidado el significado de comenzar; este anciano quizá lo había aprendido a fondo por vez primera en su vejez. No era de ninguna manera joven, mas era viejo de una manera joven, pues sabía como comenzar” (Buber, 31, subraya Buber).
En Venezuela han cambiado tanto las cosas (la realidad): años de guerra sin terminar, con ambiente de tiempo como de postguerra, donde se ha destruido todo y todo está en la carraplana (deteriorado como en el olvido, dejado de la mano de Dios, se suele decir), que debemos de una vez por todas pensar el país, y para ello adquirir una teoría o visión de país. Ahí es donde comenzará a ser visto como un país viejo en sus usos civiles, como decía Simón Bolívar (1993) [1815] en su Carta de Jamaica, pero con la necesidad de tratarlo de una manera nueva, joven, como lo propugnaba su maestro, Simón Rodríguez, con proyecto (Rodríguez, 1916). He ahí el sentido que queremos darle al vocablo recuperar. Tenemos, pues, esa ventaja aprovechando la circunstancia de la destrucción (del país). Me parece excelente la preocupación de Mijares (s/f.: 64) de rescatar en Bolívar el derecho de Castilla (España) que tenía a su favor, y en sentido táctico, la cuestión era de reparar y no de crear (Mijares, 64, subraya M.), pero en nuestro caso no hemos tenido orden anterior que reparar para recuperar, ni derecho a crear para recuperar innovando: nos han destruido como país tanto la etnocultura que lo deniega socialmente (Hurtado, 1999), como la práctica política que lo tiraniza como gendarme necesario, y en esto estamos dentro de u orden militar denunciado por el mismo Libertador Simón Bolívar: “El sistema militar es el de la fuerza y la fuerza no es Gobierno” (Bolívar en O’Leary, 87).
[2] Sanear el país mediante la gracia negativa como la condonación de la deuda, es decir, mediante el perdón de una fechoría, es como decir se fueron sin pagar el consumo. En la sociedad (que no es una religión, y menos barata), la gracia o gratuidad social conduce al populismo, a la redistribuccionismo recolector.  Los tipos de redistribución con lógica o marco de reciprocidad puede tipificarse los siguientes, la clave o criterio de evaluación se encuentra en la devolución: 
a) la aprovechada recolectora: “agarra lo que te den, y luego verás lo que haces”. La lógica consiste en la obligación (cultural) de recibir, pero el devolver queda en vilo con una libertad de tipo primario, por lo tanto sin obligación de devolver, aunque se promueve para esto como añagaza. “Aunque sea fallo agarra como sea”… “Agarra a como haya lugar, y si no hago el lugar”
b) La igualista apetente: la lógica de dar y recibir, apréstate a ello, después veremos como devolvemos. Ocurrirá la devolución pero dentro de una estructura simple del intercambio, obtenido en sociedades primitivas o simples, donde el deseo está en el nivel del compromiso de la gana.
c) La prescriptiva obligada: en la lógica del dar y recibir ocurren una estructura donde se rebaja o liquida la centralidad de los actores porque la reciprocidad se maneja a nivel de la simple igualdad de entrada pero después el fuerte se sobrepone y domina al débil y lo somete a deuda como recurso de su dominación. La devolución es de baja calidad por parte del débil (endeudado) y de alta calidad política por parte del acreedor. Se fuerza a mantener la obligación de devolver, en este caso el bien del poder de base.
d) La impuesta tributaria: en la lógica del dar y recibir, ocurre una centralidad de poder a costa de una periferia impotente. El centro de poder impone un orden de impuestos o tributos a su favor a la población periférica. La redistribución con lógica de igualdad acontece siempre desigualmente a favor del centro del poder. Las condiciones son la de una sociedad con estado. La obligación de devolver se impone bajo la ley.

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