lunes, 16 de junio de 2014

PALENCIA Y VENEZUELA

Palencia: Torre de San Miguel

 
Y, sin embargo, sé

que algo más grande y más real que yo

hay en mí, va en mis huesos:



Tierra incansable,

firma

la paz que sabes.

                        Danos

nuestra existencia a

                        nosotros

                        mismos.


Antonio Gamoneda: “Después de veinte años” (fragmento). Blues Castellanos. En Antología Poética Alianza editorial, Madrid, 2008, 88.

Tuve que llegar a Venezuela, en el oriente del país, para encontrarme con el caserío de La Palencia. De la sorpresa geográfica me sobrevino el asombro de su por qué en este lugar, lo que me llevó azarosamente a su significado. Del significado me fui con mi imaginación de afectos a vivir mis conjeturas a mi ciudad de Palencia sobre el río Carrión y su alfoz de la Nava. 

Mis informaciones previas me dicen que la ciudad de Palencia fue sitiada y conquistada por Pompeyo, general romano. Como ciudad romana aquel poblado vacceo (tribu celta), se llamaría Pallantia, en dedicación a la diosa griega Palas Atenea. Es la interpretación tradicional. Así se explicaría por qué el nombre gentilicio de palentino tiene ese sabor de refinación neologista, y no el del romance (latín vulgar) de palenciano.

Sin embargo, si nos atenemos a la toponimia de la región podemos escuchar otros vocablos similares. Al lado de Palencia se halla Palenzuela, Valencia (del Rey Don Juan), Plasencia, y otros nombres semejantes en el norte de Portugal. Como ejemplo paralelo tenemos también otra constelación de toponímicos en la región: Miranda (de Ebro), Aranda (de Duero), Peñaranda (de Bracamonte). También obtenemos el uso del vocablo toponímico de la Nava: aparte de su uso en la comarca de Palencia, tenemos en otras provincias a Navalcarnero, Nava del Rey, Navas del Marqués. Todo ello nos puede indicar un sustrato de significaciones regionales pre-romanas en la península ibérica.

En trabajo de campo como sociólogo y antropólogo en Venezuela me tocó ir a la población  de La Palencia. Me informo allí, que también existe Palencia Vieja y el Cerro La Palencia  ¿Por qué este vocablo en una región tan apartada en el oriente venezolano? La Palencia se ubica en la carretera que va del estado Sucre al estado Monagas, en pleno valle del río San Juan, el más importante de los ríos que desemboca en el golfo de Paria, golfo que navegó Colón cuando llegó a las bocas del río Orinoco. Un historiador venezolano, Simón Sáez Mérida, originario de Maturín, capital del estado Monagas, me refiere que en el oriente de Venezuela la palencia significa un lugar boscoso, húmedo, lleno de umbría, de mayores dimensiones que el soto y la alameda.

¿Cómo atributivamente pensar con este concepto de la palencia en la comarca de Tierra de Campos hoy (dentro de la Comunidad de Castilla y León), y especialmente en torno de la ciudad de Palencia, que es como la capital de dicha comarca? La posibilidad de dicho pensamiento puede que esté vinculado con el concepto de la nava. La nava es un vocablo vacceo (celta) que indica una planicie encharcada donde la yerba o grama apenas despunta sobre la superficie del agua. Tal concepto de la nava lo obtuve de un texto de crítica literaria. El autor comparaba a los poetas Jorge Marique y Jorge Guillén, uno de Paredes de Nava, de la comarca de la ciudad de Palencia y otro de la ciudad de Valladolid, vecina de Palencia y sobre el río Pisuerga. El crítico se preguntaba cómo en el poeta de las Coplas, donde “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”, esas aguas no iban a ningún río ni a dar a la mar sino a la nava, concebida como una laguna interior.

Geográficamente la ciudad de Palencia, sobre el río Carrión, se sitúa en los términos contiguos a la laguna llamada de la Nava. Técnicamente este lugar no es una laguna sino un humedal, que recoge las aguas subterráneas que afluyen de la meseta y páramos de gran parte de Tierra de Campos. Cómo extrañarnos de que las poblaciones que se ubican en torno a dicho humedal recojan en su toponimia del romance castellano el concepto de la Palencia como son Villaumbroso, Villaumbrales, Fuentes de Nava, Paredes de Nava. Entre Pallantia y Lacobrígida (Carrión de los Condes) se encontraba la ciudad de Intercacia (Interquercus, entre encinas) que parece que estaba situada en el páramo de Paredes de Nava.       

Estrabón, geógrafo e historiador romano del siglo I, cuenta que la península ibérica en tiempos de la conquista romana, estaba tan tupida de vegetación que una ardilla podía subir de rama en rama sin tocar tierra desde Cádiz a Cantabria. Los alrededores del humedal de La Nava serían realmente boscosos de encinas y chopos, húmedos con fuentes dispersas por el campo y charcos), y, por lo tanto, umbrosos y sombreados con abundante humus. La toponimia de las poblaciones podía corresponderse con la experiencia ecológica, ya sean vocablos latinos como Intercacia, romanceados como Villaumbroso y Villaumbrales, ya indígenas vácceos como Palencia y los especificados con la ubicación de la Nava: Fuentes de Nava y Paredes de Nava.

La geografía ecológica actual dista mucho de la propuesta: está más cerca de un país semiárido que de un paraje umbroso y húmedo. En tiempos visigóticos parece que se mantenía el paraje fértil, porque el segundo en el mando de los visigodos tenía su centro de dominio en Palencia y lo extendía a toda la Tierra de Campos, llamada entones Campos Góticos. La historia militar y económica cambia su destino en los siglos de la reconquista del territorio frente a los moros. Camino del río Duero donde se marca la frontera de la primera gran lucha, el control de Tierra de Campos significaba tener una retaguardia garantizada. Así Tierra de Campos estuvo expuesta a quedar muchas veces como tierra de nadie, aun peor, de tierra del enemigo. Se sabe que las estrategias de moros y cristianos eran las de una guerra de desgaste que los sufría la ecología y su destrozo: tala de bosques, rebaños trashumantes con privilegio de mesta, correrías y saqueos, asaltos y pillajes.

Más tarde, al final de la reconquista, el emporio de Castilla se desvió hacia la profundización del sistema agrícola con base en el arado, la hoz y el trillo. Como granero del Reino con vocación de imperio, Campos al final se derrumba ecológicamente, y no lo remedia ni siquiera el famoso Canal de Castilla con sus diques y dársenas, construido por la ingeniería del siglo XIX. En breve, guerras de conquista y reconquista, ganadería privilegiada a costa de la agricultura, y sobre todo, la agricultura de arado, han transformado La Palencia de Tierra de Campos en un paisaje de secano. La frontera agrícola culminada termina al fin con la liquidación de toda reserva ecológica para la reposición de bosques y de aguas.

Queda como testigo el humedal geológico pero ya sin la imaginación cultural de ser un lugar boscoso de encinas y sin su diseño de charcas y manantiales que recreaban la tierra con el humus para la regeneración agrícola. También nos quedó el balbuceo de los toponímicos de las poblaciones circundantes del humedal, donde La Palencia y La Nava resisten para que nos demos a la conjetura de un lenguaje celta perdido. Pero también encontramos ese balbuceo de imaginación reproducida en las poblaciones de La Palencia y Palencia Vieja junto con el Cerro La Palencia en el estado Sucre de la República de Venezuela. Aquí las tierras permanecen anegadizas debido a la dificultad de drenaje por encontrarse cerca y casi a nivel del mar en el valle de San Bonifacio sobre el río San Juan; valle lleno de calor y humedad de la atmósfera del Caribe, de selvas y verdor tropicales, característicos de la provincia venezolana. El colmo de los avatares es que nuestra vida y experiencia de estudio socio-antropológico por tierras venezolanas nos permitió el hallazgo de una posible clave interpretativa en torno al vocablo de La Palencia. Así como en torno al por qué de una constelación de toponímicos asociados tanto al significado como a la geografía alrededor del humedal de La Nava en el corazón de la Comunidad de Castilla y León.

En conclusión, proponemos que el vocablo que identifica la ciudad de Palencia (en Castilla y León) no tiene origen en el nombre griego de la diosa Palas Atenea, sino que es un vocablo vácceo (tribu celta), reelaborado a través del tiempo en las voces del romance castellano, en la mejor tradición greco-romana.

Catedral de Palencia con cripta visigótica

 Caracas, 28 de abril de 1991.
Reelaborado y con nueva información el 16 de abril de 2014.
Publicado en Imágenes de Villorido, 1 de junio de 2014.    


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