miércoles, 9 de abril de 2014

NECESIDAD Y BELLEZA DE LA AMISTAD

A CAPELLA
La amistad, esa cosa tan saludable, es también tan delicada... Puede llegar a flor de un día si no se cuida con suficiente dosis de riego de justicia y bondad. En su tejido se juegan los destinos de la política y la existencia de la ética. Para Aristóteles se presenta como una antesala de la felicidad, después de asentar su necesidad de ser y su belleza de juicio:
La amistad parece vincular las ciudades, y podría creerse que los legisladores la toman más a pecho que la justicia. La concordia parece tener cierta semejanza con la amistad, y es a ella a la que las leyes tienden de preferencia, así como, por el contrario, destierran la discordia como la peor enemiga.  Donde los hombres son amigos, para nada hace falta la justicia, mientras que si son justos tienen además necesidad de la amistad. La más alta forma de justicia parece ser una forma amistosa.
Más no sólo es la amistad algo necesario, sino algo hermoso; y así alabamos a los que cultivan la amistad, y la abundancia de amigos pasa por ser una de las bellas cosas que existen; y hay algunos que piensan que los mismos que son hombres de bien son también amigos (Ética Nicomaquea, El Trébol, Caracas, 2012, libro VIII, I, 180).

Alguien podría no tener fe, carecer de esperanza, y apenas sostenerse sobre el amor. Sin amistad le faltaría la voz fundamental que autenticaría humanamente la posibilidad de aquellas virtudes teologales.
La amistad conduce al mundo de la justicia y de los justos. Con la amistad se restaura nuestra personalidad cuando ésta en su disminución se hunde en las tinieblas del miedo, la tristeza y la muerte, como señala el poeta A. Gamoneda. Pues la amistad convoca a una mística de grupo, a una vivencia de experiencia personal que evita su oxidación por el tiempo. Acceder a la amistad es entrar también en un trance de relaciones interpersonales, presintiendo que conseguir ese acceso se presenta como un asunto difícil y raro, tanto más difícil y raro que el amor. Por eso hay que salvar la amistad a como sea.
La amistad requiere de altos grados de maceración para su finura de ser; es tan selecta “que no se puede tener con muchos la amistad fundada en la virtud y en la condición de amigos, y que debemos darnos por contentos si encontramos siquiera pocos de esta especie (Ética Nicomaquea, IX, X, 225)
La amistad pertenece a los seres lúcidos y fuertes; se origina en un estado de gracia y de entrega. No congenia con personalidades toscas, burdas. Pero si se procura puede, merced a su ascensional impulso místico, ser la última razón de nuestra vida social. Constituye por sí una verdadera alondra de verdad, que conduce de lo vivido en la realidad, a lo vivido en el prodigio. Por eso, porque la amistad permite vivir la vida poéticamente, es que completa nuestras disminuciones de personalidad, y nos encumbra a las cimas del éxtasis de la cultura, de las fortalezas del alma, y de la salvación de las relaciones sociales. Como la fiesta, preconiza la libertad, y la realiza de un modo total.
Si se pretende desde una personalidad disminuida, ésta se presenta como una clave de interpretación que descifra la cura salvadora del grupo social, cuando su fenomenología se convierte en insumo radical dinámico de la psicoterapia popular. Es lo que se expone a continuación en el siguiente cuadro del blog.

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