lunes, 21 de octubre de 2013

CUESTIÓN DE SALTOS



Cuando yo tenía diez y pico de años
y regresaba al pueblo por San Juan, éste
me hacía una hoguera grande,
era la familia una víspera de besos.
Cuando ya no volví, la hoguera
se ancló en mi memoria más grande
aún, la casa familiar se colmó
de una ausencia término.
Perdí:           pero
me dejó tenaz autonomía, un sabor
a viaje denso.

A la ciudad le bautizaron el río. Su nombre
Manzanares. Sus compañeros: Orinoco y Neverí.
De la propia tierra una canción se le fraguó
con sonidos de celesta maternal. Los padrinos
la pensaron desgajada del embrujo nominero
e ilusos para sus hazañas de lejanas tierras,
se la quisieron llevar.
Asombro:
con su espectro armónico la ciudad se enderezó:
“Llévense el río (con su nombre y todo)
-si quieren-
pero déjenme la canción”.

Yo tenía una ciudad en las tierras altas.
Dibujábase el alma su propia luz, volaba
el cuerpo sus ansiedades, en los muros
sonreían espacios de creación: saber lento  
diseñaba el frontispicio de la ciudad.
¡Acaso Babel podría…!
…Laguna abajo un día partió, con aguas
de no regreso           viandante de la mar…
Pero               me dejó
sedicente de rescate
la poesía.

Tiempo cuando todo se detiene. La vida
y yo a pies juntillas damos saltos adelante:
viaje        canción        poesía,     en relevos
los afanes se aupan luminosos uno a otro.


Caracas, 12 de agosto 2013.
Publicado en Imágenes de Villorido
12 de octubre de 2013



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