MUERTE AZANDÉ
TODOS: La ciudad es de
goma lisa y negra
UN HOMBRE: Yo me alquilo
por horas; río y lloro con todos.
Pero con boquetes de olor a vaquería.
Olor a almacenes de granos y a madera mojada.
Olor a guarnicionería y a achicoria y a
esparto.
TODOS: La ciudad es de
goma lisa y negra.
UN HOMBRE: Hay chirridos
que muerden, hay ruidos inhumanos,
hay bruscos bocinazos que deshinchan
mi absurdo corazón hipertrofiado.
Yo me alquilo por horas; río y lloro con
todos:
pero escribiría un poema perfecto
si no fuera indecente hacerlo en estos
tiempos.
TODOS: La ciudad es de
goma lisa y negra.
PREGONERO: El niño ha muerto.
Cubrámonos la cara con tierra blanca
MUJER: Cuatro hijos he parido
en la choza de mi esposo.
Solamente el cuarto vive.
PUEBLO: Quisiera llorar,
pero en esta aldea
está prohibida la tristeza.
ANÓNIMO AFRICANO, en José Antonio
Muñoz: AGUAVIVA
APOCALIPSIS.
Happening. Música de
Manolo Díaz. AC-A-LP.
ARGUMENTO A CAPELLA
CUBRÁMONOS LA CARA CON TIERRA BLANCA
CUBRÁMONOS
LA CARA CON TIERRA BLANCA
1989, 28 de febrero. El “caracazo”.
Suspensión de clases en la Universidad Católica. Mi esposa estaba en el Centro
Nacional de Rehabilitación (El Pescozón, en Caracas), al otro lado de la
autopista. Hora de 7:20 de la mañana. Nos quedaba ir a casa en Los Teques por
la carretera vieja. La carretera estaba tomada por la gente amotinada de los
barrios de Macarao. No sabíamos que la urbanización Guaicaipuro se encontraba a
punto de ser saqueada. De vuelta a Caracas. Convertimos el elemental
apartamento en refugio provisional. La ciudad era un sobresalto de saqueos por
televisión.
El
encuentro con doña Emilia fue poco después. Se me escapó como una salivita la
palabra odio, para significar la ventolera social que había revuelto al país.
La doña me atajó en mi discurso, ella que había vivido el Madrid de la guerra
civil:
-¿Odio,
dices? No, aquí no hay odio. Odio en Madrid cuando la guerra.
Deposité
el dato en el acervo de mi memoria. Tuvo que venir la palabra Matrisocial en 1992, y que se deslizaran
unos años para que empezara a explicarme uno de los hilos de la gran urdimbre
social acontecida los días 27 y 28 de febrero de 1989. Febrerillo bravo aquél
en la gran Caracas.
Algo
recuerdo de mi intervención en el foro a que nos invitó la Universidad Católica
a los profesores para que diéramos unas interpretaciones de aquellos
acontecimientos de destrucción y de aprovechamiento salvaje. Aun antes del
encuentro con doña Emilia, ya mi imaginación etnográfica se había desprendido.
Relaté como los saqueadores de supermercados y otros negocios se re-presentaban
como príncipes dadivosos después de conquistar un botín. Los saqueos eran
también una fiesta. La gente salía cargada de los negocios, y en la calle
brindaban gloriosamente a amigos o conocidos, que expectantes observaban a los
amotinados. Como grandes guerreros obsequiaban algo de su botín como ñapa
redistributiva demostrando poder y honorabilidad.
Saqueo
y fiesta. Desborde de violencia y exceso celebrativo. Era un esquema al revés
del fin de semana en la actualidad en los barrios de Caracas: la fiesta termina
por desbocarse en agresiones y muertes. Asunto muy antropológico de fin de
fiesta ¿Por dónde se descarga el odio? ¿De qué fuente mana, si es que hay
fuente con tal competencia en Venezuela?
En
los años 90 barajaba en estudio definitivamente a la organización social
venezolana. Defendí la tesis doctoral en vísperas del día de la madre, mayo de
1992: matrisocialidad era el fruto
conceptual cosechado. Me tropiezo con el diseño del Edipo en Venezuela en 1995.
En pro de mi ayuda acudí a la tragedia griega de Sófocles: amor/odio es la
estructura edípica. ¿Qué hago? ¿Cómo traduzco el asunto para la farsa
venezolana? Aquí me quedé, hecho un ocho, con la categoría “odio” guindando
¡Adónde iba a ir con el odio sin su pareja del amor!
También,
adónde me dirigía si no había parricidio, ni tiranicidio…Me encontraba con otra
cosa, el amanticidio, el del marido. Si la estructura no mataba tiranos, por lo
menos daba como fruto un autoritarismo barbárico. En Venezuela no había
resurrección del padre: la ley; tampoco se montaba la autoridad: para un orden
básico social ¿Entonces cómo existe un colectivo social más allá de ser un
gentío?
Búho,
siempre vigilante como etnógrafo de la sociedad venezolana. Hurgador de sus
cotidianidades vitales, de su prensa, radio y televisión. Al fin doy alcance a
la clave de formulación conceptual en 2000 ¿Odio? ¿Lucha de clases? El
periodista venezolano, Fausto Masó, de origen cubano refiriéndose a un
acontecimiento en Perú se lanzó como un peleador duro: “Si no hubiera tanto
resentimiento en América Latina otro gallo nos cantara” ¡¡¡Resentimiento!!!:
odio no elaborado, primerizo, inmaduro; ¡exacto!, se contrapone apoyándose con su pareja: el
consentimiento, amor en agraz, narcisista. Tal es la profusión del
resentimiento o reconcomio que el odio como aversión fuerte no puede emerger;
también el consentimiento por exceso anubla al mismo amor como responsabilidad.
Me vi naufragando con el Edipo venezolano, tan enconchado en su baya, con tanto
sabor a pre-edipismo, que no sirve para dramatizar lo terrible de nuestros
problemas sociales. No tiene más remedio que ser vivido como farsa, aunque
seria, de todo hacemos un chiste o una humorada.
CODA:
Con razón veo que este Edipo matrisocial se conecta bien con la estructura
social recolectora (conuquera) en economía, y con el rebelde insumiso (bravo)
en política. Si fuera odio el que
existe en Venezuela, sabríamos del amor responsable. Existe algo que nuestra
cultura matrisocial no desarrolla: la relación de consentimiento/resentimiento,
estructura más inflexible que el amor/odio, para encarar con competencia la
realidad y sus problemas, pero por ello y a pesar de ello de que el venezolano
goza la vida, la goza.
Como
consecuencia, hay un temor que nos viene del orden y la autoridad que nos
desafían cuando nos toca gobernar. [siguiente escenario: “miedo a gobernar”]
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