lunes, 2 de septiembre de 2013

SI FUERA ODIO


MUERTE AZANDÉ

TODOS:           La ciudad es de goma lisa y negra
UN HOMBRE: Yo me alquilo por horas; río y lloro con todos.
                        Pero con boquetes de olor a vaquería.
                        Olor a almacenes de granos y a madera mojada.
                        Olor a guarnicionería y a achicoria y a esparto.
TODOS:           La ciudad es de goma lisa y negra.
UN HOMBRE: Hay chirridos que muerden, hay ruidos inhumanos,
                        hay bruscos bocinazos que deshinchan
                        mi absurdo corazón hipertrofiado.
                        Yo me alquilo por horas; río y lloro con todos:
                        pero escribiría un poema perfecto
                        si no fuera indecente hacerlo en estos tiempos.
TODOS:          La ciudad es de goma lisa y negra.
PREGONERO: El niño ha muerto.
                        Cubrámonos la cara con tierra blanca
MUJER:           Cuatro hijos he parido
                        en la choza de mi esposo.
                        Solamente el cuarto vive.
PUEBLO:        Quisiera llorar,
                        pero en esta aldea
                        está prohibida la tristeza.

ANÓNIMO AFRICANO, en José Antonio Muñoz: AGUAVIVA APOCALIPSIS.
Happening. Música de Manolo Díaz. AC-A-LP.


ARGUMENTO A CAPELLA

CUBRÁMONOS LA CARA CON TIERRA BLANCA
CUBRÁMONOS LA CARA CON TIERRA BLANCA

1989, 28 de febrero. El “caracazo”. Suspensión de clases en la Universidad Católica. Mi esposa estaba en el Centro Nacional de Rehabilitación (El Pescozón, en Caracas), al otro lado de la autopista. Hora de 7:20 de la mañana. Nos quedaba ir a casa en Los Teques por la carretera vieja. La carretera estaba tomada por la gente amotinada de los barrios de Macarao. No sabíamos que la urbanización Guaicaipuro se encontraba a punto de ser saqueada. De vuelta a Caracas. Convertimos el elemental apartamento en refugio provisional. La ciudad era un sobresalto de saqueos por televisión.

El encuentro con doña Emilia fue poco después. Se me escapó como una salivita la palabra odio, para significar la ventolera social que había revuelto al país. La doña me atajó en mi discurso, ella que había vivido el Madrid de la guerra civil:
-¿Odio, dices? No, aquí no hay odio. Odio en Madrid cuando la guerra.

Deposité el dato en el acervo de mi memoria. Tuvo que venir la palabra Matrisocial en 1992, y que se deslizaran unos años para que empezara a explicarme uno de los hilos de la gran urdimbre social acontecida los días 27 y 28 de febrero de 1989. Febrerillo bravo aquél en la gran Caracas.

Algo recuerdo de mi intervención en el foro a que nos invitó la Universidad Católica a los profesores para que diéramos unas interpretaciones de aquellos acontecimientos de destrucción y de aprovechamiento salvaje. Aun antes del encuentro con doña Emilia, ya mi imaginación etnográfica se había desprendido. Relaté como los saqueadores de supermercados y otros negocios se re-presentaban como príncipes dadivosos después de conquistar un botín. Los saqueos eran también una fiesta. La gente salía cargada de los negocios, y en la calle brindaban gloriosamente a amigos o conocidos, que expectantes observaban a los amotinados. Como grandes guerreros obsequiaban algo de su botín como ñapa redistributiva demostrando poder y honorabilidad.

Saqueo y fiesta. Desborde de violencia y exceso celebrativo. Era un esquema al revés del fin de semana en la actualidad en los barrios de Caracas: la fiesta termina por desbocarse en agresiones y muertes. Asunto muy antropológico de fin de fiesta ¿Por dónde se descarga el odio? ¿De qué fuente mana, si es que hay fuente con tal competencia en Venezuela?

En los años 90 barajaba en estudio definitivamente a la organización social venezolana. Defendí la tesis doctoral en vísperas del día de la madre, mayo de 1992: matrisocialidad era el fruto conceptual cosechado. Me tropiezo con el diseño del Edipo en Venezuela en 1995. En pro de mi ayuda acudí a la tragedia griega de Sófocles: amor/odio es la estructura edípica. ¿Qué hago? ¿Cómo traduzco el asunto para la farsa venezolana? Aquí me quedé, hecho un ocho, con la categoría “odio” guindando ¡Adónde iba a ir con el odio sin su pareja del amor!

También, adónde me dirigía si no había parricidio, ni tiranicidio…Me encontraba con otra cosa, el amanticidio, el del marido. Si la estructura no mataba tiranos, por lo menos daba como fruto un autoritarismo barbárico. En Venezuela no había resurrección del padre: la ley; tampoco se montaba la autoridad: para un orden básico social ¿Entonces cómo existe un colectivo social más allá de ser un gentío?

Búho, siempre vigilante como etnógrafo de la sociedad venezolana. Hurgador de sus cotidianidades vitales, de su prensa, radio y televisión. Al fin doy alcance a la clave de formulación conceptual en 2000 ¿Odio? ¿Lucha de clases? El periodista venezolano, Fausto Masó, de origen cubano refiriéndose a un acontecimiento en Perú se lanzó como un peleador duro: “Si no hubiera tanto resentimiento en América Latina otro gallo nos cantara” ¡¡¡Resentimiento!!!: odio no elaborado, primerizo, inmaduro; ¡exacto!, se  contrapone apoyándose con su pareja: el consentimiento, amor en agraz, narcisista. Tal es la profusión del resentimiento o reconcomio que el odio como aversión fuerte no puede emerger; también el consentimiento por exceso anubla al mismo amor como responsabilidad. Me vi naufragando con el Edipo venezolano, tan enconchado en su baya, con tanto sabor a pre-edipismo, que no sirve para dramatizar lo terrible de nuestros problemas sociales. No tiene más remedio que ser vivido como farsa, aunque seria, de todo hacemos un chiste o una humorada.

CODA: Con razón veo que este Edipo matrisocial se conecta bien con la estructura social recolectora (conuquera) en economía, y con el rebelde insumiso (bravo) en política. Si fuera odio el que existe en Venezuela, sabríamos del amor responsable. Existe algo que nuestra cultura matrisocial no desarrolla: la relación de consentimiento/resentimiento, estructura más inflexible que el amor/odio, para encarar con competencia la realidad y sus problemas, pero por ello y a pesar de ello de que el venezolano goza la vida, la goza.

Como consecuencia, hay un temor que nos viene del orden y la autoridad que nos desafían cuando nos toca gobernar. [siguiente escenario: “miedo a gobernar”]

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