martes, 10 de abril de 2012

PASCUA DE PENSAMIENTOS ANTROPOLOGICOS

 









Se cubrieron de luto los montes
a la hora de nona.
El Señor rasgó el velo del templo
a la hora de nona.
Dieron gritos las piedras en duelo
a la hora de nona.
Y Jesús inclinó la cabeza
a la hora de nona.
Levantaron sus ojos los pueblos
a la hora de nona.
Contemplaron al que traspasaron
a la hora de nona.
Del costado manó sangre y agua
a la hora de nona.
Quien lo vio es el que da testimonio
a la hora de nona.
…………..
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hojas, en flor y en fruto.
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
…….
Himno y fragmento de Himno
Liturgia de Viernes Santo

“El antropólogo
que no se ha examinado a sí mismo
no tiene, pues, derecho ni razón
para antropologizar”
(La Barre en Devereux, p.14).
Un flujo de conciencia me inundó en la mañana del Sábado de Gloria. Venía de la eficacia ritual de las vísperas del Viernes Santo. El golpe con forma de repique provenía del estribillo: a la hora de nona; que continuaba amplificado en el leitmotiv del extenso himno siguiente:
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hojas, en flor y en fruto.
Eran himnos de adoración, la proclamada al símbolo de la cruz cristiana.
El pensamiento poético (en su vertiente mítica) de aquellas respuestas a las estrofas historizadas, se me prolongaban en la hora tempranera del día siguiente, pero ahora internalizadas en la conciencia imaginativa, que a veces reclamaban agónicas a una razón de sí técnicamente explicativa.
¡Experiencia liminal!: me ví encajonado en un desfiladero de montañas en el que de un lado estaba el pensamiento sagrado (mítico) y del otro los pensamientos científicos (varios, dándome vueltas). Aquél me danzaba gozosamente en mi territorio mítico, éstos me llegaban firmes, como endurecidos, a veces añejados, con difícil conexión para ensamblarse con aquél, haciéndolo algunos en los límites o en las superficies: ¡Difícil o mañoso el aprendizaje de la comprensión científica más allá de sí misma!
Acudí a Kolakowski, a su texto de La Presencia del Mito en la experiencia humana; buscaba un soporte repasando este texto sintético tratando de consolarme, esto es, asiéndome a la esperanza: Kolakowski propone que la experiencia humana contiene necesidades incondicionadas y además incancelables, que para colmo la lógica científica no alcanza a dar con esa onticidad metafísica, aunque sea para contactarla, husmearla, no pensando ni en demostrarla. Ante esa situación muchos cientistas resuelven el problema paralizando o congelando esta parte de lo humano o se acepta pero como un absurdo de cómo está hecho el mundo o si tiene algún interés, éste es tecnológicamente infecundo ¡Algún consuelo me vino!
Volví mi atención a Girard que hace años me había dejado en la inopia con el argumento de que la inicial mítica de la violencia humana carecía de pruebas de demostración, es decir, que era indemostrable. El venía de relatar la violencia generalizada en el colectivo social con el mito del sacrificio del macho cabrío, con aplicación al Cristo de la cruz del Gólgota, pero también lo venía relatando en las prolongaciones míticas que contiene la literatura novelística de Dostoiewski y otros grandes de la novela moderna. Descargaba su argumentación en la conciencia dentro de sus umbrales míticos, referida unas veces a lo terrorífico de lo sagrado, otras veces a lo temible de lo político con su versión religiosa ¡Mi consuelo quedó en blanco!
Más allá averigüé por la Etnopsiquiatría, mi camino tan trajinado ya, y más sociológico el asunto. Según Devereux, al mito aunque principio de sentido oculto, se le obtiene en sus manifestaciones del ritual y de la historia (Devereux, 1989b). Se puede sociologizar, y es necesario hacerlo para tornarlo social-real. Por lo tanto tenía consecuencias en la vida social. Si ya en la deriva del inconsciente se puede llegar a un estado de conciencia merced a las demandas de la inteligencia humana que tienen por objeto la solución de problemas en la vida del hombre mismo, también la conciencia en su vertiente mítica puede llegar a un estado experiencial de conciencia que la sitúa en la pre-consciencia del ritual y la historia Antes que todo el mundo exterior, pero con todo él, el mito tenía consecuencia ya trágicas en el interior del científico. El punto de partida de la obra de Devereux se inscribe en la contratransferencia freudiana, modificada a la luz de la concepción einsteiniana de la fuente de los datos científicos (Devereux, 1989ª, p. 19). En suma, para empezar, parte de una violencia del científico consigo mismo:
“Una cuenta aproximada muestra que
en unos cuarenta pasajes hablo de mis puntos ciegos,
ansiedades, inhibiciones y cosas semejantes.
Así debía ser, porque para el científico de la conducta,
el insight debe empezar por sí mismo” (Devereux, p.16).
Si no se puede alcanzar el principio mítico con la lógica científica, al menos podemos asistir a su espectáculo (es lo que significa teoría) propulsor de sentidos y sus juegos, vivenciar simbólicamente su necesidad humana, aunque sea merced a una historia divina, y realizar a ésta como un memorial de eficacia respecto de la gracia incondicionada como proyecto de lo humano también. La misma ciencia contiene una “presencia mítica” en sus fundamentos (Kolakowski, p. 18), ignorada la cual no puede alcanzar como actividad social aquella realización de explicación de lo humano en sus fundamentos de convicción, según los valores; ni al científico le es permitido desarrollar su conversión (metanoia) al mundo. Así Devereux constata el deber identificando el mundo de los valores, que es una prolongación mítica, según Kolakowski:
“Yo creo que lo que cura a nuestros pacientes
no es lo que sabemos sino lo que somos
y que debemos amar a nuestros pacientes”
(Devereux, 1989ª, pp. 46-47).
Esta demanda científica se hace transcendente a la ciencia misma en la medida que alcanza, que va alcanzando, su criticidad ética (ética, no puede ser de otra forma) y del mismo modo su demostración de objetividad al vislumbrar el proyecto de sociedad. Si la ciencia constituye uno de los perfiles de tal proyecto, también tiene que montarse sobre sus propios conceptos porque tiene como deber demostrar cada vez más dicho perfil como realidad sociohistórica que es.
Si todavía el contacto sensible (tecnológico) entre la metanoia del científico y la onticidad mítica no me hizo despegar lo suficiente conforme a los textos del origen cultural de la sociedad en Devereux, el texto de sociólogo alemán, Simmel, me hizo devolver y pasear juntos con Kolakowski, sino como lo hacía físicamente el filósofo estagirita, por lo menos según los devaneos nocturnos a la luz del candil como lo hacía Maquiavelo en sus tertulias con los historiadores clásicos, siendo o imitando (según la mímesis de Girard) a un loco, o enloqueciendo (Vallejo Nájera, p. 25).
Simmel va remontando epistémicamente generalidades y especificidades de la historia social evolutiva, las relaciones solidarias y las conflictivas de su orden, la historicidad y la intimidad personal de la acción profunda, el contenido de intereses antisociales y la forma pura de la gratuidad sociable, para llegar a dar con la gratuidad interactiva, núcleo profundo de la tejeduría social: aquí culmina la realización del intercambio social de las significaciones entre los actores sociales. El disfrute final (o gloria de resurrección) del hacer sociedad y de jugar de hecho “a sociedad” (Simmel, 91), que implica un anonadamiento no sólo del contenido obliterado, sino también del yo del actor social, Simmel lo persigue y lo relata:
Se da así no sólo un contenido en el que todos pueden participar por igual,
sino además es el don de un individuo a todo el conjunto,
pero éste hace que el donante, por así decir, se vuelva invisible detrás de aquél:
la historia más fina, contada de manera sociable,
es aquella en que el narrador hace que su persona se retire por completo;
la historia realmente perfecta se mantiene
en el feliz punto de equilibrio de la ética de la sociabilidad,
en la que tanto lo individual subjetivo como el contenido objetivo
se han disuelto del todo
para servir a la pura forma de la sociabilidad” (Simmel, 96).
Uno va entendiendo la floración de las relaciones sociales en la medida en que se convierte a ellas, las cultiva de un modo simbólico-real. Siempre hay un ritual iniciático que implica su aprendizaje. Sin este logro por parte del ser personal, es decir, de operación de la subjetividad, no se puede entender, ni tampoco trasmitir, la intelección del estudio de las relaciones sociales.(Kolakowski, p. 143) Siempre habrá una necesaria antropologización con el fin de que ocurra la autenticidad para ser antropólogo, como la psicoanalización para ser psicoanalista, y de cristianización para ser cristiano.
El ritual de iniciación científica está fundamentada en la presencia del mito, que acarrea la necesidad incondicionada que no puede ser sino gratuita, porque además es impagable. Lo que no quiere decir que hay deudas que se pueden pagar a plazos, según Umberto Eco (2003), no obstante persisten sin poderse cancelar, son incancelables. Para entenderlo tenemos que regresarnos al fundamento mítico de la necesidad social incondicionada.
Este camino abierto en mi madrugada del Sábado de Gloria, viniendo de los tambores redoblantes de los estribillos de la hora nona y del bosque con su mejor tributo, en hojas, en flor y en fruto, del Viernes Santo, obliga a trabajar esta experiencia cada vez más y de un modo más refinado: sea la experiencia de Dios (la historia bíblica es un ejemplo), sea de la sociedad (como lo hacen las asociaciones de voluntarios), sea de la ciencia, como tenemos que hacerlo los científicos, especialmente, los científicos sociales.
En medio del tiempo de la Pascua (=trashumancia) cristiana, me vino con más claridad la manifestación, lo epifánico de la Pascua de mis Pensamientos Antropológicos. Si acaso no me hubiera venido, aún en forma de claraboya, al menos siempre queda el memorial, como cristalización socio-mítica, de múltiples testimonios de alumnos que han incursionado, con cierta trashumancia de pensamiento y vida, a la vera mía.
Referencias
Devereux, Georges (1989ª): De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, Siglo XXI, México.
Devereux, Georges (1989b): Mujer y mito, Fondo de Cultura Económica, México.
Eco, Umberto (2003): “Cómo se paga una deuda a plazos”. El Nacional, Caracas, domingo 7 de diciembre, Opinión A.
Girard, René (1972): La violencia y lo sagrado, ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central, Caracas.
Girard, René (1997): Literatura, mímesis y antropología, Gedisa, Barcelona.
Kolakowski, Leszek (2006, -1972-): La presencia del mito, Amorrortu, Buenos Aires.
Simmel, Georg (2002,-1917-): Cuestiones fundamentales de sociología, Gedisa,Barcelona.
Vallejo-Nágera, José Antonio: Locos egregios, Mediciencia Editoria, Caracas.

1 comentario:

  1. profe felices pascuas algo atrasadas. Ya veo que está nutriendo cada día más el blog y que está como pez en el agua. Un fortísimo abrazo para usted y la Sra. Vene

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