martes, 17 de abril de 2012

TEORÍA DEL CONSTRUCTO-4: PENSAMIENTO Y ÉTICA EN INVESTIGACIÓN SOCIAL. LA METÁFORA CONCEPTUAL














De la Perla al Deseo


la joven del arete de perla
(Vermeer)


deja tu ropa
aún no es tu cuerpo mismo
azul anhelo de salvacioón
ocre de un despertar tardío

cuando estés lista
y nunca antes

deja también la perla

sabrás al fin
que la única luz capaz
de alumbrar esta noche
es el deseo que se inmola en ella

Fátima Tavares:
Estado de Excepción (inédito)
http://estaciudadquemehabita.blogspot.com


Contenido general

  1. INVESTIGACIÓN Y CIENCIA
  2. INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y NARRATIVA CONCEPTUAL
  3. TEJIDO DE LA METÁFORA CONCEPTUAL
  4. PRINCIPIO METAFÓRICO DEL MODELO CONCEPTUAL
  5. ÉTICA Y ESTÉTICA DEL CONSTRUCTO IDEADO
  6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

Segundo contenido parcial: C. y D.

C. TEJIDO DE LA METÁFORA CONCEPTUAL.

Sennett (1982), psicólogo político, hace entrever el carácter de la estructura básica del desempeño sociológico que debe contener la metáfora conceptual. Todo comienza con los vínculos metafóricos que tejen las realidades sociales. Antropológicamente formularíamos los vínculos como simbólicos o de ideas de realidad con que opera el ser humano, hace la realidad, y realiza procesos de su transformación. Así se le ocurre decir que el jefe es un padre y formula el concepto de paternalismo para explicar lo que significa un jefe de empresa en el capitalismo de principios del siglo XX (Sennett, 1982, pp. 66 y ss). También dice que la sociedad es como una madre y construye el concepto de matrisocialidad; explica de esta forma que se presenta dicho fenómeno y la misma explicación reconfirma lo que asegura tal existencia en la realidad venezolana (Hurtado, 1999).

Asimismo se imagina que la obediencia se encuentra en inobediencia y se la imagina en agonía consigo misma, y edifica el concepto de la obediencia agonizante; asegura en su explicación imaginativa que la obediencia se halla en una lucha entre la vida y la muerte, o luchando contra la muerte, y soluciona así la situación social en que observa la fe del pueblo católico venezolano (Brillante, 2010). Aún observa una actuación pornográfica en lugar privado con alcance público de la stripper en exhibición frente al consumidor sexual, y piensa el concepto de el desprecio de la mirada ajena; defiende en su explicación que en la exhibición las miradas entre sujetos extraños se proyectan placenteramente para resultar al fin en mutuo desprecio de diferentes significados en el juego de las alteridades (Febres-Cordero, 2011).

¿Qué pasa con el recurso metafórico? Ha ocurrido que ha dejado de ser un recurso retórico autónomo con carácter decorativo, según los autores clásico, para llegar a ser utilizado con otro registro, el de recurso del pensamiento (Sennett, 1982, p. 79; Serrano 1974, p.145). El problema es que persiste con pretensiones de único adorno de otra significación, desalojando con sus prejuicios la alternativa laboral del pensamiento.

Muchos poetas no admiten tal consideración; aún les hay como Gamoneda que la rechazan de plano, cuando sustentan que la poesía ni siquiera pertenece a género literario alguno, sino que es pensamiento por excelencia creando existenciales sociales y personales (Gamoneda, 2009, pp.71-73; Gamoneda en Padrón, 2010, p.3). Los pragmáticos estudiosos del uso social del lenguaje también se distancian del prejuicio de los clásicos y establecen que un modo mental que accede tanto a la realidad física social como a lo fenomenológico social, constituye, en cuanto llega a una encrucijada de la realidad, el pensamiento simbólico o metafórico como el camino decisivamente único y posible de acceso a la realidad. La posibilidad de contactarse con la realidad procede por modelos conceptuales que fabricamos y se asocian a la misma. Ya Popper (1995, pp. 65 y 68) en crítica al positivismo sostiene esta postura frente a los métodos y técnicas que serían las fuentes responsables en la producción de los significados. “Las verdaderas cuestiones epistemológicas no tienen que ver realmente con las fuentes” (Popper, 1995, p. 73).

La realidad es compleja por ser problemática, no por proyectarse descriptivamente sobre distintos desniveles. Lo problemático le acontece a la realidad debido a que en su existencia tienen que convivir elementos e ideas de cosas diferentes, que interactúan con lógicas opuestas y en situaciones y tiempos diversos. Este acontecimiento exige con urgencia ser solucionado permanentemente y sin cesar en la cotidianidad, y, por su parte, el pensamiento concreto con su poética propia no deja de solucionar como es la convivencia social rutinaria. El uso simbólico metafórico activa la solución mediante una sola palabra que junta los sentidos contrapuestos u oblicuos; a veces para alcanzar la suficiencia resolutiva se tiene que utilizar una frase como el desprecio de la mirada ajena. De este modo se producen los significados de los procesos conectores que solucionarán las relaciones interactivas problemáticas.

El proceso simbólico opera poéticamente creando realidad de significado. “Una metáfora crea un significado mayor que la suma de sus partes, porque las partes actúan entre sí. Los términos de una metáfora tienen, relacionados unos con otros, un significado distinto del que tienen separados. Así es como pueden las metáforas establecer relaciones sociales: las partes de la metáfora pueden ser clases sociales diferentes o funciones diferentes en la sociedad. El todo crea el significado especial de las partes” (Sennett, 1982, p. 80).

El paternalismo, la matrisocialidad, la obediencia agonizante, el desprecio de la mirada ajena, son algunas de las metáforas que se producen. Jefe y padre, madre y sociedad, autoridad y obediencia, stripper y cliente sexual, al asociarse transforman los significados que cada término tiene por separado. Todo ocurre cuando un elemento que caracteriza al padre, a la madre, al fiel obediente, al espectador pornográfico, se autonomiza al modo de un aislado químico para operar como unidad con su energía propia. Levi-Strauss usa la noción de aislado como lo hace la genética y la demografía para identificar una unidad analíticamente autónoma y como tal diferencial para identificar el concepto de cultura (Levi-Strauss, 1973, p. 271). Así se tiene de un modo correspondiente al padre como un benevolente egoísta, a la madre como una consentidora abandonante, al fiel católico como un obediente esquivo, al espectador pornográfico como un gozoso malmirado. Son caracteres que se extralimitan en la normativa social, pues se proyecta de tal manera su radio de acción significativa que intervienen de un modo activo al frente de la relación con el jefe, la sociedad, la autoridad y la stripper. Así se produce un cambio de sentido que hace de la relación metafórica una nueva realidad, pues se transforma el significado de jefe que ahora asume una capacidad emocional, de sociedad cuyo poder de exigencia se desvanece como consentidora, de la autoridad que se expresa como un ámbito de laxitud que ayuda poco a madurar la fe de los fieles, de la stripper cuya capacidad exhibicionista la desmerece ante la mirada social.

En suma, los términos de padre, madre, fiel, espectador, ejercen una función de ampliación de los otros términos de la metáfora. Como indica Sennett, en terminología de Max Black, dicha ampliación “establece el de la metáfora, dentro del cual la palabra se convierte en la (Sennett, 1982, p. 80). Como resultado, el jefe aparece como un padre, la sociedad se conduce como una madre, la autoridad se muestra como un laxante de incumplimiento, la stripper es un estimulante del disfrute.

El uso social de la metáfora conceptual representa ya resultados que tienen lugar en los comportamientos sensibles de los individuos y sus relaciones sociales. Se amplía el temor del que detenta el poder, se amplía el consentimiento de las instituciones sociales mediante manejos informales, se amplía la laxitud en el cumplimiento de las normas que deben regular el orden, se amplía el desprecio mutuo de stripper y espectador con motivo de la exhibición pornográfica. Estos cruces de caminos significativos crean puntos de ebullición en las relaciones sociales, sea de temor, consentimiento, desacato, desprecio. Pero paralelamente, la metáfora, como lo hace también el ritual, según Turner (Delgado, 2011, pp.1-2), que es un gran ámbito de construcción de metáforas, toma partido a favor de la paz y armonía sociales. Los choques o desequilibrios de los sentidos sociales se sienten y perciben con una lógica de conformidad, de concordancia, al ser enfrentadas sus disonancias o contrariedades. Ya en su formulación lingüística, la metáfora soporta, y mejor aún, realiza los resultados de la convivencia de significados que como tales se llevan mal, pero que al modificarlos, calma sus tensiones y los hace sentir coherentes en los transcursos de la acción social.

D. PRINCIPIO METAFÓRICO DEL MODELO CONCEPTUAL.

¿Cómo entender la realización de significados sociales en la elaboración creativa de la metáfora conceptual? El entendimiento se obtiene en la razón de ser de la metáfora misma, por un lado, y por otro, del concepto. Lo metafórico como infraestructura o marco del significado, lo conceptual como estructura o foco del significado mismo. La realidad está hecha de significados. Éstos la moldean en formas creadoras, sean sensibles, sean pensadas. El papel del pensamiento o concepto se encarga de crear un vaciado que llenará con espectrales ideas y fríos racionamientos. Esta operación se desarrolla a merced de la visión mental que el ser humano proyecta sobre el mundo. Unas veces la produce ampliada, otras veces comprimida. La compresión supone un esquema o modelo (vaciado) que fija puntos de acontecimientos metaforizables, en los que se detiene la atención, cargándolos de significados. La visión no tiene existencia sino en una imagen (imaginación), que pronto busca la ayuda del lenguaje si pretende acceder a la construcción de una existencia metafórica. En el hablar hay un compuesto de imágenes y palabras que al tornarse reverberante sobre-alimenta la operación imaginativa. Cuando se agotan o se reconducen por una mente lógica terminan cautivadas como signo o significante, molde limitante que suele definir el concepto.

En el pensamiento mítico, la metáfora se amplía hasta cubrir el campo total de puntos posibles. En el pensamiento lógico comienza a restringirse el campo a un punto, lo que implica el empobrecimiento de la imaginación o ésta se condensa en unas potencialidades direccionadas. En los complejos de representaciones, la metáfora ocupa una de sus funciones más poderosas que es la de dar salida a las propensiones internas con urgencias expresivas de figuración y que pueden seleccionarse según la utilización del concepto. Surge aquí el problema de la diferenciación de oposición que se inscribe en la razón de ser resolutiva de la metáfora en cooperación con la operación conceptual.

La movilidad de la imagen choca con la fijeza del concepto. Exactitud, pureza, inmovilidad, que le otorga la visión mental (intelecto que esquematiza) es lo que define la actividad del concepto. El concepto se torna pesado para llegar a las variedades existenciales (problemáticas) allí donde la ligereza de la metáfora soportada en la imagen, camina con la facilidad que le da un lenguaje pre-lógico esperando su utilización para tornasolar la realidad. Siendo el lenguaje recurso originario de metáfora y concepto, y ante las facultades lingüísticas por las que el lenguaje puede deformarse, estirar significados, destruir identidades o reconducirlas, la metáfora está también supeditada al destino del lenguaje, de otra forma que el concepto necesitado del lenguaje como apoyatura a su expresividad lógica.

En el lenguaje, metáfora y concepto pueden encontrarse y metamorfosearse mutuamente. En el constructo consistente en una metáfora conceptual tendrán que encontrarse para obtener un estatuto lógico presentado con imaginación creadora. “En el campo laxo donde el lenguaje opera, el concepto limita una de sus fronteras y la metáfora, otra. Parece plausible establecer la siguiente ley: todo concepto es susceptible de utilización metafórica y, viceversa, toda metáfora puede convertirse en concepto; bastará para ello de cambiarlas de campo” (Serrano, 1974, p. 140). Dicho de otro modo, quiere decir que una misma construcción hecha con imaginación metafórica y con conceptualización, su entender y su uso significante depende de cómo se haga su entrada teórica, si por el campo de la literatura o por el campo de la ciencia. Por la entrada que sea, el lenguaje se realizará con el mismo objetivo aunque con diferente operación sea lógica o poética, científica o artística. “La inmensa mayoría de las manifestaciones lingüísticas siguen siendo lo que el lenguaje tuvo que ser en un principio: no sólo comunicación objetiva sino, al mismo tiempo, manifestación de un sentir y un querer íntimos, de una auténtica intuición” (Stenzel en Serrano, 1974, p. 141). He aquí la posibilidad de componer una combinación de las dos esferas, y aún de una fusión enunciando a una metáfora conceptualizada según la entrada retórica o de un concepto metaforizado según la entrada científica. Realizada la operación pretendida, en la entrada científica se puede enunciar la operación del concepto metafórico, pero acudiendo a una intelección de acomodo que demanda la sintaxis castellana, conviene formularlo como metáfora conceptual.

Con referencia a la metáfora conceptual, queda analizar a fondo los resortes que contiene lo metafórico para que sus capacidades de imaginación y lenguaje se piensen al interior del concepto mismo. Surge así lo poético de la metáfora como el medio más importante para la representación del concepto. Ahora no se trata de crear metáforas, entendido el asunto como un plan retórico, sino de la metáfora como creadora, es decir, poética. Su principal función consiste en fusionar unidades que no son compatibles en la lógica ni en la vida real, y sin embargo, el movimiento creador, poético, las reasume y las articula. La ambivalencia lingüística con capacidad de conceptualizar y metaforizar, hace posible las transformaciones de los sentidos objetivos intuidos, y los vivencia justificados en la palabra. El poder de la palabra, como el del ritual, procede de su originaria vivencia mágica y fabuladora, que no desaparece, pero que desarrolla además su poder creador cuando funciona dentro de un proyecto social artístico o científico.

Este planteamiento lleva a un interés último como es el de justificar la trascendencia de la metáfora conceptual como un principio del constructo que involucra las bases semánticas y sentimentalizadas del sujeto comprometido. Al movilizar la metáfora hacia el campo conceptual, se genera un proceso de simbolización que tiene la capacidad de difundirse con otros elementos más complejos ubicados en el campo del lenguaje como son el científico, el matemático, el político, el ideológico, el económico, etc. El proceso de simbolización ya no es considerado como una fase primigenia en la conceptualización del conocimiento, como se pensaba a principios del siglo XX. Aún hoy se piensa por científicos connotados como Ohnuki-Tierney y Dam Sperber, que trae a colación García (1996, p. 192) para sustentar su tesis de que “los símbolos sólo tienen sentido como consecuencia o complemento de las operaciones conceptuales”. García añade su fundamentación con respecto a que lo cognitivo y lo simbólico no pueden analizarse como dos aislados dentro del mundo de las representaciones, sino que es una necesidad analítica colocarlas en el ámbito de las interacciones sociales. “Y ello porque la conducta social es la matriz desde la que debe seguirse el funcionamiento de las representaciones humanas” (García, 1996, p. 192). Es decir, hay que sociologizar el símbolo para colocarlo en el ámbito del concepto al cual secunda en la explicación científica, siendo ésta una representación humana.

En la reducción fenomenológica de la metáfora literaria en que se coloca Ortega y Gasset (Serrano, 1974, p. 146), se observa la operación de la metáfora poética o recreadora de objetos, según nuevos criterios de ordenar el mundo existente en la imaginación. En lo significante de la metáfora, Ortega y Gasset encuentra “una especie de matriz generativa de objetos estéticos, operación identificable si examinamos con cuidado el mecanismo de trasposiciones verbales que efectúa” (Serrano, 1974, p. 146). El procedimiento fenomenológico permite operar el aislamiento de las unidades diseñadas. Se trata de separar la realidad perceptible con intencionalidad, de la realidad percibida pero no atendida. “Las semejanzas en que las metáforas se apoyan son, siempre, inesenciales desde el punto de vista real; por el contrario, tal insignificancia parece indicarnos que el metaforizador trata de construir un nuevo objeto” (Serrano, 1974, p.146).

Pero ya no se trata de una simple transposición de sentido, donde son esenciales las existencias del sentido ya dado que tiene una cosa y lo mismo el que sobreviene transpuesto mediante un ejercicio de algún tópico retórico, según la teoría clásica. Tampoco se trata de la fase primigenia, ni aún es suficiente la fase del sentido consecuente o complementario, tesis que enarbola García, como si fuera la última frontera liminal antes de entregarse a la conceptualización o donde sólo puede llegar el impulso de la imagen poética.

Se trata ahora de avanzar una tesis sobre las potencialidades de la metáfora poética aplicada después al ámbito conceptual. Según las inquietudes de los críticos culturales (Cf. En Serrano, 1974, pp. 131 ss; Sennett, 1982, p. 79; Marina, 2004, p. 241) hay algo profundo en la metáfora poética que merece un detenimiento especial. La operación de la metáfora poética consiste en liquidar las formas de las imágenes reales y darle a la materia interna de éstas una nueva forma. En el pensamiento no poético, las formas de las imágenes reales son punto de llegada, en el pensamiento poético son punto de partida consistente en que a las imágenes reales se las dispone a ser sometidas a una segunda operación: la de crear una nueva forma.

La identidad no es una esencia hecha de antemano (la realidad de la imagen), sino un proceso por hacer, en devenir: la imagen es más que una imagen objetivante, también puede representar otra cosa, la que el creador o poeta crea que es para él, para sus ideas y/o sentimientos. Así “es un estado real mío, un momento de mi yo” (Serrano, 1974, p. 147). En el acto de creación poética, la identidad de la imagen es una creación de pensamiento realizada por una subjetividad. Se origina un juego epistemológico entre lo objetivante y lo subjetivante, que da lugar a un nuevo objeto subjetivado que porta la representación de la imagen. La imagen se transforma en una obra creada de nuevo por un sujeto encarnado en una psico-cultura y en unas coordinadas de historicidad.

En este punto de carácter etno-psico-social, oportunidad de que el mito se abra a su sociologización (Devereux, 1989ª, p. 13), es posible describir cómo la potencialidad de la imagen metafórica se combina con el trabajo de la conceptualización. El constructo, dotado de un principio constituido por la metáfora, que es como decir, de pensamiento creador, opera como un mito. Resulta ser un principio productor del sentido. “Por mi parte, preferiría decir, con Ricoeur, que es como “un detector de sentido”, como un operador lógico del cual ya no podemos prescindir” (Laplantine, 1979, p. 26) y como tal oculto al tiempo y al espacio históricos, pero que su actividad volcánica de significaciones exige una manifestación o epifanía que la logrará si se sociologiza tanto en una cultura como en una historia. No sólo como encarnación existencial, sino también como utilidad de rendimientos metodológicos en la producción del conocimiento, el concepto necesita dotarse esencialmente de unas circunstancias semánticas donde puede inscribirse también el poder de lo mágico, junto con circunstancias de experiencia. En la práctica científica, lo conceptual tiene que afectarse emotivamente, tocar impurezas y mancharse, codearse con formalidades de ansiedad metódica, colocarse en riesgo y peligro de errar, ser mal aplicado, y volver a comenzar, a recuperar sus fuerzas teóricas, o a abastecerse energéticamente de lo teórico. “Sin pasión no podemos conseguir nada…La expresión “amar a la verdad” no es una mera metáfora” (Popper, 1995, p.103).

El pensamiento poético inscrito en lo metafórico del constructo, representa el principio marco del modelo conceptual, mientras que el pensamiento lógico inscrito en lo conceptual constituye el principio focal. El marco tiene la función de ampliar el sentido de la palabra focal que es lo conceptual con base en darle realidad imaginativa o simbólica a la realidad lógica, es decir, de otorgar mayor capacidad o potencia de acción conceptual al principio focal, objeto fundamental cuyo rigor en su construcción sustenta la razón de una obra científica (Lefebvre, 1972, p. 79). El principio focal es el que decide el campo disciplinario en que tiene que trabajar el científico y, al mismo tiempo, le ofrece la orientación de los instrumentos teóricos y técnicos apropiados con que debe desarrollar el trabajo científicamente.

En suma, el constructo como metáfora conceptual es una matriz generativa, que como estrategia de explicación teórica, establece las pautas de creación de la obra científica; opera con dos principios internos cuyas funciones entran en relaciones de cooperación con miras a potenciarse mutuamente y establecer el carácter científico de la obra común. El principio metafórico funciona como el marco amplificador que a su vez especifica el sentido semántico o histórico del concepto. El principio conceptual, al definir el sentido estructural del producir y el estilo de trabajo productor, identifica el campo disciplinario o taller de trabajo científico. Si bien lo conceptual apunta al principio de realidad como marcha general de la ciencia, la imagen metafórica amplifica epistemológicamente la realidad teórica y su pauta de trabajo conceptual. La metáfora o lo simbólico creador del modelo conceptual funciona como principio autónomo con su área de acción propia, y no resulta una consecuencia o complemento supeditado simplemente al acontecimiento conceptual.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Brillante, Concetta (2010), Autoridad eclesial y obediencia agonizante, Tesis degrado, Escuela de Antropología, UCV, Caracas.

Delgado, Manuel (2011), “Els nivell d’interpretació del símbols rituals”. El Cor deles Aparences, Bloc de Manuel Delgado, Antropología religiosa.

Devereux, Georges (1989a), Mujer y mito, Siglo XXI, México.

Febres-Cordero, Lía (2011), La Stripper y El Desprecio de la Mirada Ajena. Estudioen pornología, Tesis de grado por defender, Escuela de Antropología, UCV, Caracas.

Gamoneda, Antonio (2009), Un armario lleno de sombra, Galaxia Gutenberg,Barcelona.

García, José Luis (1996), Prácticas Parentales, Ariel, Barcelona.

Hurtado, Samuel (1999), La sociedad tomada por la familia, Ediciones La Biblioteca de la Universidad Central (EBUC), Caracas.

Laplantine, Françoise (1979), Introducción a la etnopsiquiatría, Gedisa, Barcelona.

Lefebvre, Henri (1972), La vida cotidiana en el mundo moderno, Alianza, Madrid.

Lévi-Strauss, Claude (1973), Antropología estructural, EUDEBA, Buenos Aires.

Marina, José Antonio (2004), El laberinto sentimental, Anagrama, Barcelona.

Padrón, Leonardo (2010), “Antonio Gamoneda: el rayo de la poesía”. El Nacional, Papel Literario, Caracas, p. 3.

Popper, Karl (1995), En busca de un mundo mejor, Paidós, Barcelona.

Sennett, Richard (1982), La autoridad, Alianza, Madrid.

Serrano, Segundo (1974), Formas simbólicas de la imaginación, Equinoccio,Caracas.

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Publicado en digital en Conectando Ideas con la Sociedad, publicación que recoge las ponencias de las VI Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2012 (evento realizado en 2011)

martes, 10 de abril de 2012

PASCUA DE PENSAMIENTOS ANTROPOLOGICOS

 









Se cubrieron de luto los montes
a la hora de nona.
El Señor rasgó el velo del templo
a la hora de nona.
Dieron gritos las piedras en duelo
a la hora de nona.
Y Jesús inclinó la cabeza
a la hora de nona.
Levantaron sus ojos los pueblos
a la hora de nona.
Contemplaron al que traspasaron
a la hora de nona.
Del costado manó sangre y agua
a la hora de nona.
Quien lo vio es el que da testimonio
a la hora de nona.
…………..
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hojas, en flor y en fruto.
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
…….
Himno y fragmento de Himno
Liturgia de Viernes Santo

“El antropólogo
que no se ha examinado a sí mismo
no tiene, pues, derecho ni razón
para antropologizar”
(La Barre en Devereux, p.14).
Un flujo de conciencia me inundó en la mañana del Sábado de Gloria. Venía de la eficacia ritual de las vísperas del Viernes Santo. El golpe con forma de repique provenía del estribillo: a la hora de nona; que continuaba amplificado en el leitmotiv del extenso himno siguiente:
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hojas, en flor y en fruto.
Eran himnos de adoración, la proclamada al símbolo de la cruz cristiana.
El pensamiento poético (en su vertiente mítica) de aquellas respuestas a las estrofas historizadas, se me prolongaban en la hora tempranera del día siguiente, pero ahora internalizadas en la conciencia imaginativa, que a veces reclamaban agónicas a una razón de sí técnicamente explicativa.
¡Experiencia liminal!: me ví encajonado en un desfiladero de montañas en el que de un lado estaba el pensamiento sagrado (mítico) y del otro los pensamientos científicos (varios, dándome vueltas). Aquél me danzaba gozosamente en mi territorio mítico, éstos me llegaban firmes, como endurecidos, a veces añejados, con difícil conexión para ensamblarse con aquél, haciéndolo algunos en los límites o en las superficies: ¡Difícil o mañoso el aprendizaje de la comprensión científica más allá de sí misma!
Acudí a Kolakowski, a su texto de La Presencia del Mito en la experiencia humana; buscaba un soporte repasando este texto sintético tratando de consolarme, esto es, asiéndome a la esperanza: Kolakowski propone que la experiencia humana contiene necesidades incondicionadas y además incancelables, que para colmo la lógica científica no alcanza a dar con esa onticidad metafísica, aunque sea para contactarla, husmearla, no pensando ni en demostrarla. Ante esa situación muchos cientistas resuelven el problema paralizando o congelando esta parte de lo humano o se acepta pero como un absurdo de cómo está hecho el mundo o si tiene algún interés, éste es tecnológicamente infecundo ¡Algún consuelo me vino!
Volví mi atención a Girard que hace años me había dejado en la inopia con el argumento de que la inicial mítica de la violencia humana carecía de pruebas de demostración, es decir, que era indemostrable. El venía de relatar la violencia generalizada en el colectivo social con el mito del sacrificio del macho cabrío, con aplicación al Cristo de la cruz del Gólgota, pero también lo venía relatando en las prolongaciones míticas que contiene la literatura novelística de Dostoiewski y otros grandes de la novela moderna. Descargaba su argumentación en la conciencia dentro de sus umbrales míticos, referida unas veces a lo terrorífico de lo sagrado, otras veces a lo temible de lo político con su versión religiosa ¡Mi consuelo quedó en blanco!
Más allá averigüé por la Etnopsiquiatría, mi camino tan trajinado ya, y más sociológico el asunto. Según Devereux, al mito aunque principio de sentido oculto, se le obtiene en sus manifestaciones del ritual y de la historia (Devereux, 1989b). Se puede sociologizar, y es necesario hacerlo para tornarlo social-real. Por lo tanto tenía consecuencias en la vida social. Si ya en la deriva del inconsciente se puede llegar a un estado de conciencia merced a las demandas de la inteligencia humana que tienen por objeto la solución de problemas en la vida del hombre mismo, también la conciencia en su vertiente mítica puede llegar a un estado experiencial de conciencia que la sitúa en la pre-consciencia del ritual y la historia Antes que todo el mundo exterior, pero con todo él, el mito tenía consecuencia ya trágicas en el interior del científico. El punto de partida de la obra de Devereux se inscribe en la contratransferencia freudiana, modificada a la luz de la concepción einsteiniana de la fuente de los datos científicos (Devereux, 1989ª, p. 19). En suma, para empezar, parte de una violencia del científico consigo mismo:
“Una cuenta aproximada muestra que
en unos cuarenta pasajes hablo de mis puntos ciegos,
ansiedades, inhibiciones y cosas semejantes.
Así debía ser, porque para el científico de la conducta,
el insight debe empezar por sí mismo” (Devereux, p.16).
Si no se puede alcanzar el principio mítico con la lógica científica, al menos podemos asistir a su espectáculo (es lo que significa teoría) propulsor de sentidos y sus juegos, vivenciar simbólicamente su necesidad humana, aunque sea merced a una historia divina, y realizar a ésta como un memorial de eficacia respecto de la gracia incondicionada como proyecto de lo humano también. La misma ciencia contiene una “presencia mítica” en sus fundamentos (Kolakowski, p. 18), ignorada la cual no puede alcanzar como actividad social aquella realización de explicación de lo humano en sus fundamentos de convicción, según los valores; ni al científico le es permitido desarrollar su conversión (metanoia) al mundo. Así Devereux constata el deber identificando el mundo de los valores, que es una prolongación mítica, según Kolakowski:
“Yo creo que lo que cura a nuestros pacientes
no es lo que sabemos sino lo que somos
y que debemos amar a nuestros pacientes”
(Devereux, 1989ª, pp. 46-47).
Esta demanda científica se hace transcendente a la ciencia misma en la medida que alcanza, que va alcanzando, su criticidad ética (ética, no puede ser de otra forma) y del mismo modo su demostración de objetividad al vislumbrar el proyecto de sociedad. Si la ciencia constituye uno de los perfiles de tal proyecto, también tiene que montarse sobre sus propios conceptos porque tiene como deber demostrar cada vez más dicho perfil como realidad sociohistórica que es.
Si todavía el contacto sensible (tecnológico) entre la metanoia del científico y la onticidad mítica no me hizo despegar lo suficiente conforme a los textos del origen cultural de la sociedad en Devereux, el texto de sociólogo alemán, Simmel, me hizo devolver y pasear juntos con Kolakowski, sino como lo hacía físicamente el filósofo estagirita, por lo menos según los devaneos nocturnos a la luz del candil como lo hacía Maquiavelo en sus tertulias con los historiadores clásicos, siendo o imitando (según la mímesis de Girard) a un loco, o enloqueciendo (Vallejo Nájera, p. 25).
Simmel va remontando epistémicamente generalidades y especificidades de la historia social evolutiva, las relaciones solidarias y las conflictivas de su orden, la historicidad y la intimidad personal de la acción profunda, el contenido de intereses antisociales y la forma pura de la gratuidad sociable, para llegar a dar con la gratuidad interactiva, núcleo profundo de la tejeduría social: aquí culmina la realización del intercambio social de las significaciones entre los actores sociales. El disfrute final (o gloria de resurrección) del hacer sociedad y de jugar de hecho “a sociedad” (Simmel, 91), que implica un anonadamiento no sólo del contenido obliterado, sino también del yo del actor social, Simmel lo persigue y lo relata:
Se da así no sólo un contenido en el que todos pueden participar por igual,
sino además es el don de un individuo a todo el conjunto,
pero éste hace que el donante, por así decir, se vuelva invisible detrás de aquél:
la historia más fina, contada de manera sociable,
es aquella en que el narrador hace que su persona se retire por completo;
la historia realmente perfecta se mantiene
en el feliz punto de equilibrio de la ética de la sociabilidad,
en la que tanto lo individual subjetivo como el contenido objetivo
se han disuelto del todo
para servir a la pura forma de la sociabilidad” (Simmel, 96).
Uno va entendiendo la floración de las relaciones sociales en la medida en que se convierte a ellas, las cultiva de un modo simbólico-real. Siempre hay un ritual iniciático que implica su aprendizaje. Sin este logro por parte del ser personal, es decir, de operación de la subjetividad, no se puede entender, ni tampoco trasmitir, la intelección del estudio de las relaciones sociales.(Kolakowski, p. 143) Siempre habrá una necesaria antropologización con el fin de que ocurra la autenticidad para ser antropólogo, como la psicoanalización para ser psicoanalista, y de cristianización para ser cristiano.
El ritual de iniciación científica está fundamentada en la presencia del mito, que acarrea la necesidad incondicionada que no puede ser sino gratuita, porque además es impagable. Lo que no quiere decir que hay deudas que se pueden pagar a plazos, según Umberto Eco (2003), no obstante persisten sin poderse cancelar, son incancelables. Para entenderlo tenemos que regresarnos al fundamento mítico de la necesidad social incondicionada.
Este camino abierto en mi madrugada del Sábado de Gloria, viniendo de los tambores redoblantes de los estribillos de la hora nona y del bosque con su mejor tributo, en hojas, en flor y en fruto, del Viernes Santo, obliga a trabajar esta experiencia cada vez más y de un modo más refinado: sea la experiencia de Dios (la historia bíblica es un ejemplo), sea de la sociedad (como lo hacen las asociaciones de voluntarios), sea de la ciencia, como tenemos que hacerlo los científicos, especialmente, los científicos sociales.
En medio del tiempo de la Pascua (=trashumancia) cristiana, me vino con más claridad la manifestación, lo epifánico de la Pascua de mis Pensamientos Antropológicos. Si acaso no me hubiera venido, aún en forma de claraboya, al menos siempre queda el memorial, como cristalización socio-mítica, de múltiples testimonios de alumnos que han incursionado, con cierta trashumancia de pensamiento y vida, a la vera mía.
Referencias
Devereux, Georges (1989ª): De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, Siglo XXI, México.
Devereux, Georges (1989b): Mujer y mito, Fondo de Cultura Económica, México.
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