Cristo de Villorido (siglo XIII) en el museo de Paredes de Nava |
RESPONSO PRIMERO
Yo me rezo el descanso,
me arranco de vosotros la
plegaria poderosa y en orden,
oh Huesos, Huesos míos, piadosos
Fieles de mi cuerpo.
Me rezo azul iluminando las
pasiones,
como la lluvia que suspende
raíces de la tierra.
Precipitada paz del viento del
Espíritu pedís,
bendición de la lumbre y de la
sal,
del agua profundísima que muere
con mi ser.
Oh mundo de piedad en mí dorado,
Huesos míos profundos.
No desconozco apocalipsis; las
oscuras ternuras
se pudren por la fórmula de
vuestros sacramentos numerosos.
Mucha piedad y vida merecéis
reconcentrados,
comunión brillantísima de días y
de noches por mi cuerpo.
Sensibles y bellísimos
conciertos de oratorios
interpretáis a los oídos
despiertos de mi alma;
mis horas propagáis de bendición
entre los vivos,
mi gloria y mi inocencia para
siempre.
Vuestro incienso es la nube
blanca que conduce la Fe.
Yo ideo por vosotros, Huesos
míos, mis Fieles,
oración o futuro junto a Dios,
ideo el alto azul, esencial y
pacífico.
Oh Arterias de gracia y
hermosura
me ganáis poco a poco la paz más
verdadera…
Timoteo MARQUINA: Hombre para morir, Ágora, Madrid, 1961.
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