La
comprensión por parte del Lazarillo de la necesidad del autoengaño es
alarmantemente desesperanzadora y resignada. Pero de qué sirve apenarse: el
intento de cambiar el mundo ha fracasado, la rebelión de los comuneros ha sido
aplastada; no queda alternativa: ¡Viva el Emperador!
Quisiera
terminar con la jaculatoria de un poeta alemán, Wilhelm Raabe, que estuvo muy
ligado a Wolfenbüttel:
“No
me es posible pedirle algo concreto a Dios, pero si todavía soy capaz de rezar,
entonces rezaría cada nueva mañana: ‘Querido Dios, concédeme también para el
día de hoy mi ración diaria de necesario autoengaño’.
(Friedrich Niewöhner. “El Emperador y su
último sirviente. O bien: Sólo el que se engaña a sí mismo vive a gusto
(Lazarillo de Tormes). En Reyes Mate y F. Niewöhner. El precio de la
‘invención’ de América. Barcelona: Anthropos, 1992: 29-41).
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Es
la soberbia de la "clase ociosa", que como dice el modelo émico
venezolano "no tiene oficio". Como la dirigencia del país es
vacua, se hincha histriónicamente, incapaz de invertir ni siquiera un
poco de atención en la proyección social. Esta soberbia,
"resto de la barbarie"(Veblen, 1995), quisiera elaborar
imaginariamente un pueblo dócil que no existe. Si esto no es realmente posible
¡Muera el Populismo!
¡Viva
el Populismo!
Antes
hay que gritar ¡Muera el Populismo!; en las palabras del ritual está inscrito
un engaño colectivo que trata de enmascararse para poder seguir disfrutando.
Hay que diferenciar entre el engaño "natural" como mentira
psicosocial para sobrevivir cuando la conciencia desdichada se
encuentra dividida dentro de sí, y el engaño artificial como mentira
etnopsíquica para posibilitar el contrato social y poder existir como sociedad.
El engaño "natural" pretende
solucionar de un modo feliz la participación infeliz en un juego engañoso.
Pero el cierre completo del proceso no tiene lugar sino hasta el autoengaño. En
uno y otro engaño, el sujeto individual o colectivo para acomodarse a o impugnar la situación vigente,
tiene que superar el engaño del juego mediante un autoengaño
consciente.
No
se sabe si en el "precio de la invención de América"(Mate y
Niewöhner, 1992) entra el autoengaño cultural (Cf. Niewöhner, 37) o
el fracaso social, según el intelectual Uslar Pietri y el psiquiatra
Vethencourt (1974). En el fracaso no hay alternativa para reorientarse,
en el autoengaño sí; el fracaso es más simple: hay que empezar todo de nuevo;
el autoengaño es más complejo: hay que remodelar lo que se tiene entre
manos descontaminándolo. En el fracaso habría que desidentificarse
étnicamente, en el autoengaño hay que desideologizar
el funcionamiento de dicha identidad (étnica).
Para
pasar por el túnel obscuro de callarse la verdad, de decirse las
medias verdades, de no aceptar que otros me digan mi verdad, y
de decírmela darla la espalda como inexistente porque a los enemigos, que
son los únicos que pueden hacerme eso, no se les hace caso. Para pasar ese túnel
hay que construirse un disfraz de atrevimiento, el autoengaño cultural: sólo el
que se engaña a sí mismo vive gustoso, diría el Lazarillo según Niewöhner
(1992,41).
Cuando
las ideas de la verdad, de la libertad, de la autenticidad, se pretenden
rastrear por la comodidad inerte, la parejería (igualismo), la
imaginación negativa, se llega a consecuencias trágicas. Ello ocurre
cuando las fuerzas sociales tratan de introducirse en esas líneas defensivas de
carácter cultural para desbloquear la enorme caja de deseos
placenteros que otorga la cultura. Para impedirlo, la élite (también el
pueblo) comienza a ceder cada vez más derechos al estado, le otorga más
poderes, con tal que no intervenga o moleste su vida de satisfacciones y
sentimientos gratos que tiene. El estado se torna absoluto interventor de la
sociedad, de suerte que llega a eliminar sus dinámicas, la devora, y al mismo
tiempo que es blando con ella, la acepta todo.
El
resultado dramático es que el estado se coloca aparte del colectivo
desorganizado y comienza a funcionar como un enclave o colonia que saquea
impunemente al país. No servirá al país, sino que se servirá del país
para dominarlo con poder. El estado no cumple tarea alguna en el país,
sino que establece un conjunto de puestos (burocráticos) para que sus agentes
aprovechen las oportunidades, escalen los puestos y obtengan ventajismos,
logren contactos para hacer relaciones públicas y/o alcancen otras cosas
personales, etc. Es el estado populista, que como compensación es también un
estado asistencialista de la sociedad.
El
estado populista no dispone del elemento de protección de
la sociedad, "y la protección -el amor que sostiene a otros- es una
necesidad humana básica, tan básica como la de comer o la sexual. La
compasión, la confianza, las seguridades, son cualidades que sería absurdo
relacionar con esas figuras de autoridad en el mundo moderno"
(Sennett, 117). El estado populista pretende sólo ser una copia de los estados
modernos (Germani, 1977), pero su lógica profunda dista mucho de ni siquiera
plantearse ni proponerse ni entrever esas cualidades en sus figuras de
autoridad; su forma absoluta de devorar a la sociedad y su alcahuetería
con el colectivo (élite y pueblo), empuja a éstos a vivir del autoengaño
en todos los terrenos.
Si
miramos el problema populista más allá del estado y lo hacemos desde la
identidad étnica matrisocial, dicho problema puede ser observado
también como un modo de vida del colectivo. Este sabe y gusta que el estado le
consienta. Parafraseando a Niewöhner (1992, 40) en su comentario al
Lazarillo: Así, el engaño del estado es de nuevo superado por
el autoengaño consciente de la sociedad, como necesidad existencial para
vivir con satisfacción. La sociedad se convierte en un
lugar populista más originario que el estado: su rechazo al estado se
torna en una trampa en la que el rechazo hace de estímulo para que el estado se
ocupe de la sociedad y la consienta. Con ello la desvía de los
grandes problemas del poder, de la obediencia, de la ley, del trabajo.
Pero
el orden no se quiebra, sino que se refuerza. Si alguien se pone a pensar en
frío sobre una dirigencia resbaladiza y ‘guabinosa’, montada sobre promesas
engañosas, no lo aguantaría. Tal aguante por parte del colectivo se encuentra
soportado sobre un ilusionismo que no admite que se diga la verdad,
porque el pueblo venezolano esa sí que no la aguantaría. Y ahí está el
trabajo de la cultura matrisocial: la de producir una disfraz que
enmascare el trabajo de la realidad referido al proyecto societal de tal forma
que dicho trabajo esforzado no interfiera en el mundo placentero del colectivo.
Con
miras a permanecer en relaciones gratas, el colectivo venezolano aguantará
todos los daños que le haga el estado, se infligirá él mismo daños, e irá
a quejarse al estado cuando éste no cumple con su papel asistencial
(consentidor) a cabalidad. No buscará protección, porque ésta se ubica en
las relaciones de derechos y deberes, de trabajo y verdad, sino asistencia y
promesas, que se encuadran más cómodamente en la relación del privilegio y el
regalo. Si no es atendida la queja, no importa, pues el "cariño es el
mismo". Para obtener asistencia "se desearía" un estado
más fuerte y eficaz, pero el mundo de los deseos como imaginario negativo en la
matrisocialidad, no se corresponde con la realidad.
Este
trasfondo cultural hace que el populismo venezolano se diferencie de
otros populismos históricos como el ruso y el estadounidense (Ionescu y
Gellner, 1969).Cuando decimos que el caudillo o el presidente
"gomero" no es un padre sino una figura machista, se indica que
el populismo no es sólo una superestructura o sistema político, es ante todo
una cultura o producción autónoma de significaciones en la vida del
colectivo. El colectivo venezolano no tiene otra tecla de pensamiento que no
sea populista, porque dicho pensamiento tiene su anclaje en la identidad
ubicada en el ethos matrisocial. Parece que no hay alternativas por ahora; hay
que adaptarse ¡Viva el Populismo!
El
índice de "el fracaso venezolano", formulado por Uslar Pietri
(1994b) hace de motivo para entrar al problema de la verdad en el
país. De los 13 auto-etnógrafos, 5 sostienen que tanto el estado como la
sociedad han fracasado; 3, que sólo el estado, mientras que otros 3 dicen que
sólo la sociedad. En total, 11 afirman que hay una situación de fracaso en el
proyecto de país, coincidiendo así con el motivo pretendidamente ideológico.
Pero fracaso o no, el problema tiene un sentido más hondo, según cómo se
construya el proceso del sentido en la relación de
estado/sociedad: ¿se trabaja esa relación o se consiente
placenteramente? Los 2 defensores del no-fracaso, sostienen que la
sociedad siendo pobre asiente por convencimiento a los bienes que le otorga el
estado rico. En cambio, los otros 11 afirman que no hay convencimiento sino
consentimiento activo de tipo chantajista; de ellos 4 afirman que el
estado y la sociedad se chantajean mutuamente; solamente 1 dice
que únicamente el estado es el chantajista y consentidor de la
sociedad; finalmente, 5 sostienen que el estado es consentidor, pero
sobre todo la sociedad es la que acepta ser la consentida.
Si
se quiere cambiar esta situación, es difícil como alternativa,
pues hay ausencia de conducción, según 4 de los 11 auto-etnógrafos
que defienden el fracaso venezolano; sí hay posibilidad de
alternativa, según otros 5, pero la formulan como un deber ser fantaseado a
partir de la crisis o realidad dura que no permite la falta de alternativa; los
otros 2 afirman que la alternativa seguirá estando en la inercia del
ritual de hacer y deshacer el país permanentemente.
De
un modo conclusivo, la única posibilidad de conseguir un rumbo dinámico sería reconocer
el fracaso y comenzar de verdad el proyecto de país, pero sería una proposición
auténtica si se puede decir la verdad al pueblo. Los 2 que no
admiten el fracaso sostienen que no se ha dicho la verdad; es ahora cuando ya
se le comienza a decir; 8 afirman que no se puede decir porque el pueblo no la
aceptaría, y 3 dicen que sí se ha dicho pero es inútil porque no está
acompañada de inversión de recursos para producir soluciones. De una y
otra forma, la verdad (societal) está en entredicho debido a la situación
populista (matrisocial).
…………………………………………………………………..
Entre
la "anticultura" de los valores y la "sociedad enferma" hay
que averiguar la estructura cultural y su origen en la organización
social (antropológica) y el objetivo que nos interesa: las relaciones
con su producción de sentido de lo social. Es posible que se
conceptúen aquellos términos como "desórdenes étnicos", según la
clasificación de Devereux (1973) y es posible frente a una cultura tan
exuberante como la matrisocial, que la producción de lo social tenga problemas
de salud mental, como describe Laplantine (1977). Sin embargo, cierta patología
social es necesaria para vivir en Venezuela, según el etno-psicoanalítico
venezolano Martín (1994).
"No
hay verdad sin proyecto, y como carecemos de él no ha sido posible decir la
verdad al pueblo. No se la dicen. Nunca se la han dicho. El pueblo venezolano
nunca ha sido confrontado con la verdad. Creo que le gustaría la verdad, si
ésta se encuentra dicha dentro de un proyecto político. Pero hoy y antes en
Venezuela no ha habido proyecto político. Podría haberlo si los sectores
sociales como los intelectuales empujan en este sentido. [¿Pero se empuja con
soluciones? ¿Las han dado en Venezuela los intelectuales?] Soluciones se dieron en
tiempos de López Contreras y Medina
Angarita y al principio del primer populismo [¿Cómo habría que entender eso de
hacer y deshacer el país? ¿Sería eso la historia venezolana?] También en
la historia europea ha habido vaivenes y ciclos históricos, estéticos,
políticos, económicos. Pero aquí siempre hay dos proyectos el que se propugna y
el que se impugna. Parece que en Venezuela hay una impotencia por producir el proyecto. Y ello está en el mismo
venezolano, sea empresario o proletario, sea dirigente o
dirigido, sea amo o cliente. Tenemos proyectos verbales: se repiten las
cosas, pero se hace lo contrario"(Intelectual Ilustre). Parece que el
Intelectual se conectó con la reflexión de Simón Rodríguez citada en la
Introducción de este estudio.
Como
en la cultura matrisocial el decir no tiene nada que ver con el hacer o actuar
las obras, aunque se hubiera dicho la verdad al pueblo, éste hubiera sido el
primero en tomarla como retórica. "Sí, se le puede decir la verdad al
pueblo y se la han dicho. Muchos elementos de esa verdad le serían
agradables. Pero aunque se la han dicho, no la han llevado a la práctica. Por
eso el fracaso no es del pueblo sino de los dirigentes. Estos no han dado las
soluciones que espera el pueblo"(Brillante Científico Social). Al sesgar
el fracaso del decir la verdad hacia un sólo lado, no se toma en
cuenta el criterio del proyecto. Lo mismo ocurre cuando se aísla el problema
del paradigma de la educación con respecto al modelo cultural de un pueblo.
Este modelo es la base que comparte el colectivo y le soporta como tal;
pero además es el fondo del escenario para el surgimiento del sujeto. La acción
aislada de "hormiguitas" debe articularse con ese modelo sino se
aísla de un todo sin impactar en el colectivo. Uno de los efectos sería
acomodar en algo el modelo matrisocial para darle una oportunidad al sujeto
social en Venezuela. Veamos la acción del dirigente episcopal:
"Se debería
decir la verdad. [¿Pero se puede?]. Si digo se debería incluyo que se
puede decir la verdad al pueblo. [¿Se le ha dicho alguna vez?] Hace mucho
tiempo que no se le ha dicho. No es sólo decir que hemos fracasado. Hay que
decir: Mire nos equivocamos de rumbo. Tenemos que volver al punto de partida. Y
eso quiere decir que hemos perdido tiempo y esfuerzo. "Los que se la hemos
dicho y se la decimos, nos llaman populistas, aprovechadores de la
crisis, faranduleros. [¿Más allá de la `criticadera' hay soluciones a partir de
esa verdad?] No se han dado soluciones, sino sólo maquillajes de solución. Uno
de los elementos esenciales no aparece: lograr el consenso y presuponer
el consenso para que la solución sea viable en el colectivo. Hasta ahora
el consenso viene dictado desde arriba por las cúpulas. Para eso se
requiere una profunda reforma social del país que es la educación.
Por eso te decía que había que ‘cerrar el país’ como se cierra un negocio
[¿Y entonces se acabó todo?]. Pero si seguimos así, no se va a cambiar nada.
Los nuevos líderes repiten a los viejos, y siempre igual y aun peor. [¿Pero
entonces no hay nuevos ‘nuevos líderes’, no surge nada en el país?].
"Bueno,
te dije lo de que los nuevos líderes repetían el estilo del viejo
liderazgo. Pero también hay nuevos líderes que están emergiendo en todos los
ámbitos del país, que hemos cambiado de estrategia: ¿la sociedad surge de
las bases o no? Desde arriba vemos que no. Hay que abrir el país a este
nuevo liderazgo que está abriendo espacios nuevos en Venezuela. Estos aun no se
ven, porque el cambio no es una revolución de golpe; además así no cambia nada
de hecho. El trabajo de hormiguitas en las bases es lo que va a tener fruto con
el tiempo".
La
alternativa al populismo luce un tanto ambigua: obligación de decir la verdad
al pueblo, se dice en parte o de a poquito, no se dan soluciones, el pueblo se
encuentra pasivo como descarriado. “Yo creo que el pueblo venezolano con los
golpes y decepciones está más maduro
para darle el respaldo a quién le diga la verdad. Pongo el caso actual de la gran
audiencia que tiene el ministro de CORDIPLAN, Petkoff. La gente hace 5
años lo hubiera rechazado. Siempre se ha tratado de endulzar la realidad al
pueblo venezolano: halago a sus cualidades, halago a sus esperanzas...No hay
soluciones. Tan es así que estamos en la situación que estamos. Estamos mal en
todo lo que concierne al estado" (Empresario
Reputado).
"No
se trata de si se podría. Es que hay que decírselo; ya no tenemos alternativas
a eso. Decir la verdad al pueblo es lo más revolucionario, decía Gramsci. Aquí
nunca se ha dicho la verdad al pueblo. Esa es la base de las campañas
electorales. Le prometen y nunca cumplen. El pueblo mismo sabe eso,
y hasta le gusta caer en eso de creerse sólo las palabras. Los líderes en
este sentido nunca le han enseñado al pueblo a oír la verdad. Es mejor no
decirla, y para el pueblo mejor no oírla"(Egregio Militar).
Este
autoengaño del pueblo se corresponde con la lógica de enclave en que actúan
ciertas personalidades que son líderes y dicen la verdad. Esta acción no
la recicla la cultura del país. Las marañas sociales son instrumentos que
impiden ese reciclaje. "Ya lo creo que hay cantidad de personas que dicen
la verdad, entre ellas me cuento yo. Lo que pasa que eso no se recicla en la
masa pensante y luego va al pueblo, porque aquí se generan las marañas del
poder político y económico. Caldera tiene que beber de la misma agua que Carlos
Andrés Pérez: imponer las medidas del paquete. Pero ves, Acción
Democrática no apoyó a Pérez, su partido, hasta lo expulsó de sus filas; ahora
políticamente apoya a Caldera. El problema grave es que lo hace por
interés, no por convencimiento. Cuando cambien los intereses, también cambiará
el partido, y otra vez se llega al rollo del país. Yo creo que la destitución
de Carlos Andrés Pérez no fue saludable para el país; ahora están
pidiendo la cabeza de Caldera, y creen que con eso se solucionan las
cosas, cuando en realidad postergan su solución y con ello agravan el problema
del país" (Egregio Militar).
En
nuestra argumentación se observa el callejón sin salida o "impasse"
de la alternativa al populismo. Si miramos hacia atrás vemos de nuevo que el
populismo no es sólo un sistema político, sino que es una cultura, donde entra
pensamiento y acción organizados en
torno a una manera de producir sentido sobre la vida, el mundo y la sociedad. A
esa cultura nosotros, después de ardua investigación la conceptuamos como
cultura matrisocial, y es en ella donde se enuclea la identidad étnica. Es esta
cultura la que dificulta el desmontaje del populismo, porque para ello hay que
desmontar la cultura venezolana misma.
El
Obispo hablaba de cerrar el país, pero en la órbita del fracaso; sin embargo,
parece que la cosa es más profunda, más enmarañada que decir que el estado
congeló la nación como dice el Periodista Renombrado. Si el estado devora la
sociedad, la sociedad va más allá, "haciéndose el loco" como dice la
frase criolla para significar el como quién no sabe la cosa, y
se hace también el complacido con un estado asistencialista y complaciente.
Este modo de supervivencia social no deja margen para generar proyectos de
trabajo y bienestar. Los que pueden "hablar" de proyectos se quedan
"aislados", porque el pueblo no los sigue. Es cierto que hay
personalidades con capacidad de idear proyectos, pero parece que el colectivo
no los acompaña; y sin la presencia del colectivo los proyectos personalizados
se quedan en el vacío cultural, sin fuerza alguna. Si funcionan lo harán como
enclaves.
Este proceso
recoge en apariencia una resistencia cultural, pues en realidad estamos en
presencia de una inercia cultural, inspirándonos en Devereux (1975). Lo
que hace el colectivo, élites y pueblo, es ceder todo su poder al estado, para
que cómodamente se los vaya devolviendo mediante la redistribución
asistencialista, aunque sean cada vez menos en número y más devaluados en
calidad. La resistencia auténtica tendría que canalizarse contra el estado
populista, la sociedad contra la cultura (narcisista). ¿Pero si ésta deja
inerme a las fuerzas sociales, qué hacer? Queda apelar a la realidad, como hace
el Preclaro Orientador Social, ir "más allá del principio del
placer", y aprovechar a favor el viento y el contraviento de la realidad
para empujar hasta colocar límites a la acción de la cultura matrisocial.
Es
preciso hasta voltear las fuerzas del cambio cultural para propiciar el
esfuerzo y con éste dar lugar a la impugnación social. ¡Muera el Populismo!,
dicen los diagnósticos sociales sin dar soluciones ¡Viva el
Populismo!, contradice la vivencia, la cultura. Entretanto, el proyecto de
modernidad coloca en la identidad social el precinto de sus contraindicaciones:
este producto no es apto para los portadores de una cultura que no reúna las
condiciones para aspirar al bienestar en el cual estamos
empeñados todos en perseguir y poco a poco en disfrutar con
garantía.
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El texto presenta la entrada y la salida del
análisis del populismo en el libro Élite Venezolana y Proyecto de Modernidad de
Samuel Hurtado Salazar, Caracas: Ediciones del Rectorado de la Universidad
Central de Venezuela, 2000. Se obvia el centro del análisis por los 13
autoetnógrafos debido a su volumen. En la investigación la variable del
populismo va en contraindicación con la verdad, y su papel es el del tutti de
una sinfonía, es decir, como la función final y total de la última secuencia
del Túnel Oscuro. A continuación se trascriben las preguntas de la entrevista,
para que todo el que conozca un poco a Venezuela pueda responder y así
incorporarse a la investigación:
XII.
VERDAD /POPULISMO
44.1.
Hay un
intelectual venezolano (A. Uslar) que ha dicho que Venezuela ha
fracasado,
¿quién ha fracasado el estado o la sociedad?
45.2.
Pero
científicos sociales venezolanos hablan de que en Venezuela, la economía, las
clases sociales, la política, las instituciones…son
endebles porque todo pasa o depende de la acción del estado ¿es el estado el
que chantajea a la sociedad o es la sociedad la que gusta de ser chantajeada y
consentida por el estado (populista)?
46.3. ¿Habrá
otra alternativa al populismo en Venezuela? ¿La gente la aceptaría?
47.4.
¿Se podría
decir la verdad al pueblo? ¿Se la han dicho alguna vez? Más allá de
la
‘criticadera’ (crítica retórica), ¿los políticos,
empresarios, intelectuales, militares, obispos…han dado soluciones (no
retóricas) a partir de esa verdad?
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Referencias:
Devereux, Georg.
Ensayos de etnopsiquiatría general. Barcelona: Seix-Barral, 1973.
Devereux, Georg.
Etnopsicoanálisis complementarista. Buenos Aires: Amorrortu, 1975.
Germani, Gino.
Política y sociedad en una época de transición. Buenos Aires: Paidós, 1977.
Ionescu, Ghita y
Ernest Gellner (Eds.). Populismo. Su significado y características nacionales.
Buenos Aires: Amorrortu, 1969.
Laplantine,
Francois. Las voces de la imaginación colectiva. Barcelona: Granica, 1977.
Martín, Gustavo.
“Lecciones vivas de G. M.”. En Omar Rodríguez, El antropólogo como objeto.
Caracas: Trópikos, 1994: 161-210.
Mate, Reyes y F.
Niewöhner. El precio de la ‘invención’ de América. Barcelona: Anthropos, 1992.
Niewöhner, Friedrich.
“El emperador y su último criado”. En Reyes Mate y F. Niewöhner, El precio
de la ‘invención’ de América. Barcelona: Anthropos,
1992: 29-41.
Sennett,
Richard. La autoridad. Madrid: Editorial Alianza, 1982.
Uslar Pietri,
Arturo. “El fracaso venezolano”. El Nacional, Caracas 19 de junio 1994.
Veblen,
Thorstein. Teoría de la clase ociosa. México: Fondo de Cultura Económica, 1995.
Vethencourt,
José Luis. “La estructura familiar atípica y el fracaso histórico-cultural en
Venezuela”.
Revista SIC, Caracas, febrero, 1974: 67-69.