Cinco
Pa las Doce
Las campanas de la iglesia están
sonando
anunciando que el año viejo se
va!
la alegría del año nuevo viene
ya
los abrazos se confunden sin
cesar.
Faltan cinco pa’ las 12 el año
va a terminar
me voy corriendo a mi casa a
abrazar a mi mamá
Me perdonen que me vaya de la
fiesta
pero hay algo que jamás podré
dejar
una linda viejecita que me
espera
en las noches de una eterna
navidad.
Néstor Zavarce
(canción venezolana)
Inquieto por
saber bien de la vivencia festiva del venezolano, y con ocasión de los días
anteriores a la Navidad, se me salió el juego de Ortega y Gasset como
espectador de Castilla[1].
El juego lo llevé a cabo con un grupo de amigos en Caracas, también yo
expectante en mi país ulterior:
-Mira, Juan, en Venezuela tenemos una Noche Buena…
-Claro, la de Navidad, ¡el 24 de
diciembre!
-¿Y acaso no inventariamos una Noche Olvidada, perdida en nuestra
historia, y dentro de nuestra tradición cristiana…?
-Cuál será
que el venezolano con su talante festivo permanente pierde, como un olvido, la
celebración de una fiesta… ¡No sé!, dijo Carmen dándose por vencida.
Pensé
rastrear el ritmo festivo en Venezuela, como contrario a la referencia de la
Noche Buena. Imaginé La Quema de Judas.
Pero ¡no! Es una fiesta un tanto politiquera, además tenía que ubicarse en el
trayecto del potlatch[2]
venezolano, encabalgado entre los meses de diciembre y enero.
Ajá, en
enero entre las fiestas de las Paraduras del Niño, y aún antes en las noches de
fiesta de la ciudad escondida (José
Ignacio Cabrujas): las fiestas de grupos de familia y clanes de amigos, aún
pensando en los movimientos de regalos y obsequios, cónsonos con los
intercambios de la serie festiva del potlatch,
acaso no está la fiesta de Reyes, olvidada en Venezuela… Fiesta a la que
corresponde su comienzo con la Noche de Reyes… Parece que esa fiesta se voló,
se anuló, se suprimió de nuestra memoria, y hasta se derogó de nuestra cultura
cristiana. Sólo queda la señal de ese día para indicar que las fiestas de Navidad
se van acabando…
-Cómo pudo ocurrir eso en una cultura de la
fiesta, como es la venezolana, que no puede perdonar una fiesta, y si no la
inventa para estar de celebración en celebración…
-Pero
tenemos en compensación la fiesta de Noche Vieja…-, Saltó Gabriel rápido desde
su fértil imaginación.
-¿Noche Vieja? ¡Caballero! En Venezuela no hay Noche Vieja.
El año
llegará a ser viejo y terminará con la última luz del día 31 de diciembre. Con
las primeras sombras comienza una noche, de cuya profunda vivencia, como la de
un mito, germinará la historia de un nuevo ser y tiempo como año nuevo, esa
noche será pues una Noche Nueva. Estoy hablando en términos, no del calendario
de mente industrial, calculadora para el tráfago mercantil. Nuestros intercambios
de regalos y estrenos de año, tienen el sentido de renovación del tiempo, hasta
de su invento, para seguir disfrutando la fiesta de la madre en familia.
Nuestra vida venezolana se mueve como una noche
de eterna navidad[3].
-Entonces, cómo podemos decir en
términos de la noche lo que ocurre en el sentimiento festivo venezolano, y cómo
se resuelve ese tiempo sentimental para uso de caraqueños y venezolanos, un
tiempo de la fiesta…- Nos interrogó Pedro José.
-Que es una teoría del tiempo en la cultura
de nuestro vivir venezolano. Es lo que implica el nuevo concepto de Noche
Nueva, aplicado a ese tiempo del cañonazo, del beso a la madre y del abrazo a
los hermanos.
Todo el
mundo cabe en la familia venezolana y todo el mundo de cerca y de lejos llegan
a ser hermanos por esa noche al menos. La vivencia de la madre como origen de
todas las cosas que nos acontecerán, así como de la alianza fraterna reciben el
respaldo del beso a la madre y del abrazo a los hermanos. El tiempo comienza de
nuevo como una nueva historia abrevada permanentemente en el mito de la madre,
esa madre virgen y mártir de nuestra memoria íntima o inconsciente matrisocial.
Para
entender esto bien y levantar su opacidad, acudimos a una clave antropológica y
a una referencia comparativa con la España navideña y de año Nuevo.
En España,
el modelo de la metáfora conceptual consiste en la Noche Buena (la de Navidad),
en la Noche Vieja (terminación de una fecha en el tiempo), y en la Noche de
Reyes con sus cabalgatas en la ciudad, su distribución de regalos. Así se vive
como comienzo y terminación el tiempo de Navidad, al que se incorpora el de Año
Nuevo, esto es, el tiempo cósmico. El tiempo sentimental ocurre como centro en
la Noche Buena, en cuanto asunto familiar, y termina con final la Noche de
Reyes, en cuanto asunto de la ciudad. Es la fiesta de la familia sagrada[4]
a la que se subordina la fiesta de la familia terrenal proyectada en el
intercambio de obsequios de parte de los otros, signos de la sociedad y de la
universalidad que trajo como consecuencia simbólica la visita y los regalos de Los Reyes
Magos al Niño Jesús.
En Venezuela
se rompe dicha vivencia religiosa si nos atenemos a su profundidad secular que
aparece opacada en el pensamiento de la cotidianidad, aún en el pensamiento
venezolano. El modelo de la metáfora conceptual de la noche es como sigue:
Noche Buena (la de Navidad), Noche Olvidada[5]
(la de Reyes) y en medio, como central del tiempo del gran Potlatch venezolano, la Noche
Nueva (el comienzo renovado del tiempo bajo especie materna). Se trata de
un comenzar como centro de la vida, en cuanto que es una fiesta secular de
celebración del tiempo como origen y fin de sentido matrisocial.
Hoy como nunca (tiempo
mito-antropológico) nuestro pensamiento vive bajo la opacidad de nuestra
memoria cultural y la implicación de nuestras manías recolectoras de
cachibaches importados; y así estamos y seguimos afectados por cómo se mueven las cosas y con éstas cómo se aglutina el
sentido de los tiempos prestados a los colores de la intención del mercado: se
han inventado las noches blancas y el
viernes negro (Black Friday), y por
imitar ese movimiento cosificante aún nos apartamos en Venezuela de la tradición
cultural hispánica.
Es preciso
centrarse en la inmanencia cultural para ver lo original de Venezuela. La Noche
Buena, siendo muy importante con su significado familista convergente, está
subordinada como un paso en el camino hacia la Noche Nueva: la fiesta cultural
de la madre, expresión de la familia secular. El marco y foco de ese movimiento del tiempo sentimental se establecen
como expresión sintética resultante de la historia de la vida etnocultural tal
como trascurre en Venezuela.
-El tiempo
marco se identifica en los meses de diciembre y enero con el tiempo de
vacaciones colectivas de acuerdo al criterio del trabajo, mientras que en
Europa (España) ese tiempo ocurre desplegado en los meses de julio y/o agosto,
meses de verano.
-El tiempo
focal lo constituye la noche del 31 de diciembre en dirección al amanecer
creador de la primera luz del Año Nuevo, y se constituye como vivencia de
celebración del día de la madre como origen de la cultura. Esta información
aparece oculta al pensamiento venezolano por el histrionismo del ritual del
cañonazo, como señal del paso del tiempo cósmico, pero que en Venezuela se
concentra en la inmediata versión del beso a la madre y el abrazo fraternal. Es
entonces cuando la nada, representada
por la profundidad de la noche (oscuridad), se convierte en origen como
principio de la cultura en la que emergerá el ser de la luz del Tiempo Nuevo.
En Venezuela
no se celebra el año viejo ni la noche vieja con la cual aquél concluye, sino
el Año Nuevo con su entrada de la Noche también Nueva. Es en la oscuridad de la
noche que se inaugura la fiesta de Año Nuevo, que se subraya su honda vivencia
cultural al ser reconfirmado con la estela de un tiempo octavado (con la repetición de su octava) que no tiene una
fecha o momento definido, ni siquiera el Día de Reyes cumple con esta función a
no ser de un modo muy débil y parcializado como en lo atinente al recomenzar el
tiempo escolar, en la fijación del día bancario, etc., indicadores antiguos que
no llegan ni a menguantes. El tiempo del
potlatch continúa en el mes y termina indefinidamente según iniciativa
particular de cada organización del trabajo en las empresas y negocios.
-El tiempo
ocurre según distintas variaciones festivas en la ciudad escondida, que podríamos catalogar como la Noche Oblicua, según la fiesta sea doméstica
familiar, de oficina de trabajo, del sindicato, del barrio o pueblo como en las
Paraduras del Niño, etc.). Estas Noches Oblicuas por su particularidad van
cerrando indistintamente el trayecto temporal del potlatch venezolano a través del mes de enero, hasta el día de la
Virgen de Candelaria (2 de febrero).
El tiempo se
marca en sus distintos focos vivenciales. La fiesta vacacional de carácter informal
que se toman obreros y empleados en los primeros días del año como una
prescripción cultural, tocante a la celebración del día cultural de la madre.
La gastronomía especial con que se prolonga y culmina las fiesta de Navidad en
Año Nuevo: hallacas, pernil, pan de jamón, dulce de lechoza, torta negra, poche crema, etc. Estreno de ropa,
zapatos…Arreglo de la casa y su acomodo: limpieza, pintura, cambio de muebles,…
y limpieza de la calle vecinal.
En breve, el
movimiento de las cosas que empujan la celebración del Tiempo Nuevo, proviene
de la dinámica del mercado reciclada en la lógica del intercambio de
recíprocos, porque se trata de revivirse
en el mito de una renovación de vida e institución total en torno a la familia
con la madre como centro. El marco de realización de estos focos de la Noche
Oblicua se obtiene en medio de una dialéctica en symploké o sistemática debido
a los cierres de los negocios por vacaciones colectivas y en contrapartida
compensatoria de los negocios o ferias abiertas en las esquinas de calles a
cielo abierto que impulsaron las mercancías propias para la realización del
potlatch…
Estos
postreros trabajadores, y de última hora, dedicados a favor del intercambio
festivo del potlatch toman sus
vacaciones en los días de la octava del Año Nuevo, como cerrando el tiempo de trabajo especial e intensivo, que ha tenido
lugar en el mes de diciembre en dirección a la Noche Nueva. Celebran, pues, el trabajo concluido, señalando, con su función de asignada, a la fiesta de la
Noche Nueva como ambiente y atmósfera que debe tornarse interminable merced a
esa innovación del tiempo siempre virgen
y maternal.
[1]
“Según cuentan, fue Pascal tan precoz que antes de saber leer había
pre-inventado en sus juegos los principios de la geometría. Desconocedor de los
nombres tradicionalmente dados a los elementos del espacio, llama él, a lo que
nosotros círculo, un redondel, y a la recta, barra. Pues bien, cabe una
geometría sentimental para uso de los leoneses y castellanos, una geometría de
la meseta. En ella la vertical es el chopo y la horizontal el galgo.
¿Y la oblicua?
En la cima tajada de un
otero destacándose en el horizonte, es la oblicua nuestro eterno arador
inclinándose sobre la gleba.
¿Y la curva?
Con gesto de dignidad ofendida.
-¡Caballero, en Castilla no hay
curvas!
Reflexión al salir el tren
de León en “Notas de andar y ver”. Compilación de textos de viajes,
pensamientos y escritos a vuelapluma de José Ortega y Gasset. Aconteció como
una circunstancia en su viaje de Madrid a Asturias en julio de 1915.
[2]
Celebración festiva competitiva entre los indios de la costa este de América
del Norte: tlingit, salish y kwakiutl. La decisión de realizar un potlacht
venía estimulada por la buena economía que estaba sucediéndose por varios años
seguidos. Si lograban un excedente en su economía de subsistencia, lo que
comportaba cierta riqueza, el poblado o tribu local podía darse un tiempo de
fiesta mediante la cual intercambiaban y consumían los excedentes con objeto de
adquirir prestigio. Era su máxima inversión social por parte de los promotores,
que venían a ser los ricos del pueblo.
Una versión parecida ocurre
en nuestras fiestas patronales, donde los promotores (mayordomos) que las
financian, al mismo tiempo que ello significa la redistribución en dones
económicos a la comunidad y evitan la malsana envidia, les permite adquirir
honor y prestigio. Unas veces ese promotor es el Estado, otras veces es un
grupo de familia(s). En Venezuela, el potlatch
de fin de año está difundido en cada unidad de familia (extensa) y se celebra
como un rito anual nacional en torno a la cultura del día de la madre el 1 de
enero.
[3]
Véase “El Ángel del Destino”. En SHS: Contratiempos
entre la Cultura y la Sociedad en Venezuela. FACES, UCV, Caracas, 2013.
[4]
Nos referimos a la Sagrada Familia de San José la Virgen María y el Niño Jesús.
[5]
Apenas unos hilitos de esta fiesta quedan en nuestra memoria, de suerte que ni
una fiesta menguada se deja sentir en nuestro inconsciente colectivo. Menguada decimos como la luna Menguante
por oposición a la luna Nueva.