El río Tormes antes de llegar a la ciudad de Salamanca
ensancha su cauce de agua y arenas rubias flanqueado por
alamedas y juncales frescos en la primavera castellana.
Como para no mirarte
con el río hasta los ojos,
no verte en el tamarindo
llorar al sol; tus despojos
no saber donde ponerlos
para que la tarde desnuda
no te vea en alas de oro.
Mirar y no saber donde
arrodillar tus otoños
insomnes, tus alegrías
bogadoras de los dueños,
donde arrendar un rastrojo
y dormir hincado al suelo
dormitando a lo tordo.
Y no volver a mirarte
con el vestido incoloro
que sabe a tristezas de agua;
entre los alisos rojos
no saber mirarte, ninfa,
vendado de río los ojos.
con el río hasta los ojos,
no verte en el tamarindo
llorar al sol; tus despojos
no saber donde ponerlos
para que la tarde desnuda
no te vea en alas de oro.
Mirar y no saber donde
arrodillar tus otoños
insomnes, tus alegrías
bogadoras de los dueños,
donde arrendar un rastrojo
y dormir hincado al suelo
dormitando a lo tordo.
Y no volver a mirarte
con el vestido incoloro
que sabe a tristezas de agua;
entre los alisos rojos
no saber mirarte, ninfa,
vendado de río los ojos.
Salamanca, 24 de abril de 1964.
Publicado en Imágenes de Villorido.
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