Un proyecto es una idea, una irrealidad, a la que una vez constituida, dejamos que nos impulse, nos guíe, nos sugiera o nos obligue a invertir en ella tiempo, recursos, atenciones. Un proyecto dista de ser una utopía, o un plan, programa o diseño. Es una pauta que ayuda a buscar metas, planes, a encontrar objetos, a lograr cumplirlos, y a inspirar ocurrencias que desarrollen la creatividad y la creación de lo proyectado. Es un pro, un adelanto que nos proponemos de lo que vamos a hacer, esto es, un favor o protección que nos damos por adelantado.
La utopía no exige inversión de tiempo, ni de inversión otra, porque no está orientada al quehacer de la acción, ni a transformar laboriosamente la realidad; obliga a permanecer en una espera trascedente en una contemplación que pudiera indirectamente desencadenar una eclosión social, pero no la pretende porque no emplea las racionalidades o recursos que la procurarían. En la utopía no se encuentra el deseo de actuar por parte del sujeto que la porta, sino que éste espera que la acción venga de fuera, que sea trascendente.
En el proyecto hay control de la acción, en la utopía no. Pero antes de entregar el control al proyecto, hubo posibilidades de elección, y, después, aún bajo las pautas del control proyectivo, el sujeto conserva su libertad en la conducción misma del proyecto, en el fondo del cual se expresan sus gustos, sus emociones, sus luchas y negociaciones, es decir, las expectativas de una creación de realidad, de mundo, y esto le hace al proyecto diferenciarse también del plan, del programa, del diseño.
Estos últimos procedimientos se generan desde una representación descriptiva que explicita una guía u orientación para obtener un objetivo o realizar una tarea. El proyecto es anterior a estos procedimientos, pues antes hay que saber lo que se va a hacer, y entonces comenzamos a imaginarnos cosas, y a ponerlas delante de nosotros, y así hacerlas problemas, crearlas como objetos. Plantear un problema es un acto creador de realidad. Ya el mismo proyecto es en sí mismo misma invención como problema que se planea en tanto realidad pensada frente a la realidad cruda, de mundo a ver y crear en su objetividad. Hacer un proyecto es crear, y específicamente con ello, al crear problemas en ciernes de objetividad, es para el autor del mismo crearse problemas de subjetividad objetivante y también hacérselo a su misma subjetividad en soledad. Pero también el cómo se formula el proyecto es una demostración (previa, y también posterior) de la acción proyectada y emprendida.
He aquí, cómo de la formulación del problema al emprendimiento de su acción resolutiva, tiene lugar la gestación del proyecto.
En las investigaciones de la organización social venezolana, encontramos que la existencia de lo público presenta verdaderas dificultades en las representaciones colectivas. Si decimos, como conclusión desganada, que lo público es un problema, puede inspirarnos un proyecto de investigación según lo canalicemos en una teoría en cuanto la pretensión de su explicación. Pero es una inspiración que es necesario trabajar para que el proyecto no se quede en una idea o en el vacío de la idealidad, y por lo tanto sin transcendencia, terreno fértil para las ideologías donde pueden caber los talantes utópicos sin remedio alguno.
Si tomamos la intención de hablar de la sociedad como un proyecto, a diferencia de sistema u organismo, teatro o viaje, es porque nos facilita el empleo de la idea de sujeto que produzca o diseñe la sociedad como obra a realizar y a ser responsable de la misma, siempre abierta a su creación y controlable a su juicio razonable, y además de un sujeto ejecutante de esa obra. Dicha actividad subjetiva dista de los procedimientos como el plan, el programa, la promesa, etc. (Hurtado, 2000: 21). Por otra parte si hablamos de la sociedad como utopía, estamos expuestos a caer con el’ proyecto de sociedad’ en una ideología, y por lo tanto de entendernos deficientemente con lo utópico como posibilidad de analizar lo real y lo posible, así como de no diferenciar bien la correspondiente relación entre lo imposible y lo impensable, por lo que nos refiere Bourdieu en su Sentido Práctico, merced al ‘privilegio de la totalización’ (2008: 131-133; Cf. Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2011: 78, 82-83, 84-85).
Henri Lefebvre que toma la orientación analógica de la utopía, este concepto aparece como desorbitado en su manejo. Así cuando le enfrentan en la entrevista (Lefebvre, 1972)[i] tiene que lidiar con los distingos de sus adjetivaciones ejecutando los sub-fijos para referirse diferencialmente a las situaciones de realidad tanto de lo real como de lo posible y lo imposible-impensable. Así cuando el entrevistador lo califica de ‘utópico’, se siente tratado como un ideólogo; entonces apela a reelaborar el término de utópico como ‘utopista’, partidario de lo real posible, y cuando la realidad está contrahecha o segregada en su estructura, y ni siquiera lo real se realiza como objeto virtual, emplea el vocablo de ‘utopiano’[ii]. Ello le obliga a una invención ad casum de modelos de análisis entre los vocablos de la tricotomía: utópico, utopista y utopiano, para señalar fronteras entre los sentidos que se imbrican tan fluidamente[iii]. Al fin, la idea de proyecto queda desactivada ubicándola en la de procedimiento, dentro de los imperativos del plan y el programa (Lefebvre, 1972: 141).
En conclusión, a diferencia del plan, programa, idea al aire u ocurrencia, que se asocian con lo artesanal y el conocimiento (no epistémico, como lo señalado como popular y lo superficial), el proyecto participa, se resuelve como un arte, un concepto, porque se vincula con el pensamiento y su subjetividad, esto es, con una episteme, en la que el pensamiento se hace reflexivo, razonable y controlable en la producción conceptual tanto para la producción filosófica como para la producción científica.
Si queremos ser positivos y trabajar con ventajas, tenemos que decir que la utopía a de reconfigurarse con lógica de proyecto si pretende tener consecuencias de realidad objetiva en la creación de mundos de conocimiento. En esta perspectiva el proyecto, como figura analógica, contiene una potencialidad metafórica que favorece el camino a la entrada del entendimiento[iv], mientras la utopía como símil, analogía o metáfora puede decir demasiado pero no lo suficiente para el pensamiento, como acepta el mismo Lefebvre (1972: 226), y entonces embrolla el camino de las ideas no despejando, más bien opacando, por su exceso de imaginería, la luz en que necesita ocurrir el entendimiento del mundo a representar.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre (2008). El Sentido Práctico. Madrid:
Siglo XXI en España.
Bourdieu, Pierre, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude
Passeron (2011). El Oficio del Sociólogo. Buenos Aires:
Siglo XXI.
Hurtado, Samuel (2000). Élite Venezolana y Proyecto de
Modernidad. Caracas: Ediciones del Rectorado,
Universidad Central de Venezuela.
Lefebvre, Henri (1972). La Vida Cotidiana en el Mundo
Moderno. Madrid: Ed. Alianza.
Lefebvre, Henri (1975). El Derecho a la Ciudad. Barcelona:
Ed. Península.
Lefebvre, Henri (1976). Espacio y Política. El derecho a la
ciudad II. Barcelona: Ed. Alianza.
[i] “Puesto que no ratifico las coacciones, las normas, los reglamentos y las reglas, puesto que pongo el acento en la apropiación, puesto que no acepto la realidad, y que lo posible, para mí, forma parte de lo real, soy un utopista. No digo utópico, dese cuenta, utopista, partidario de lo posible” (Lefebvre, 1972: 231).
[ii] “El derecho a la ciudad, contemplado en toda su extensión, aparece hoy en día como utopiano (para no decir peyorativamente: utopista. Y sin embargo, ¿acaso no se debe inserir dentro de los imperativos, como se suele decir, planes, proyectos, programas? Su precio puede parecer exorbitante…” (Lefebvre, 1976: 21).
[iii] “Quedaría, por descartado, la socialización, es decir, que el pueblo en su totalidad, transgrediendo las relaciones de propiedad, ocupase y se apropiase del espacio social. ¿Acaso sería, hoy en día, una consideración utopiana? (Llamo utopiano, poniéndolo en contraposición con utópico, lo que no resulta factible hoy por hoy, pero que puede llegar a serlo el día de mañana” (Lefebvre, 1976: 143)
[iv] “Camino del proyecto de la modernidad, es notable cómo se ha venido abriendo paso una ‘pretensión’ (aspiración, o mejor, una ilusión), que los postmodernos llaman espejismo, de entender la ‘sociedad como proyecto’ Esto es muy diferente de entenderla como ‘sistema’ (cibernética sin cibernauta), como ‘organismo’. Hay que señalar en todo esto que la sociedad, como no es un sistema, ni cuerpo, tampoco es in proyecto. La sociedad es sólo un conjunto de relaciones sociales cuya producción es susceptible de ser entendida de múltiples maneras…Nos interesa la consideración del símil del ‘proyecto’ porque permite introducir la idea del sujeto, y con esto, por una parte, enmendar la crítica de la modernidad como exclusivo triunfo de la racionalidad instrumental (o modernización), y, por otra parte, hacer rendir el conocimiento sobre determinada producción de las relaciones sociales al infundir en éstas aspectos del proyecto” (Hurtado, 22-23)
No hay comentarios:
Publicar un comentario