martes, 10 de junio de 2025

EL LOCO DE LA TORRE. GENEALOGÍA DE LA "MIRADA DESDE LEJOS"

 

                         corro y torre de San Juan en Paredes de Nava (Castilla y León)

Admonición: He aquí la saga o justa que celebra el 15 aniversario de este blog. No es un simple potpurri, pues los temas se suceden en un drama que desarrolla el autor como un desafío de penetración científica, y en ello le va el alma y su resurrección en obras. Gracias por asistir a esta justa socio-científica de la mirada del loco, del testimonio de autor y del proyecto que remonta la utopía.

El Loco de la Torre. Genealogía de la ‘Mirada desde lejos’

Dedicado al Grupo

“Gerenciando la salud mental”

Trabajo Social de la Asociación de

Profesores de la UCV.

 

El viejo pueblo de la infancia

fantasma en llanura adormitado

con soledad de cielo.

 

Hunde en la nava la cigüeña sus zancas;

desde el humedal su vitualla al aire que gira

su vuelo al ventanal anidado;

torre de San Juan, sin espadaña, eminente;

espía plano caballero.[i]

 

Había una vez un loco en el pueblo que decía que subir a la torre de la iglesia era llegar y estar en una montaña. Porque desde allí podía ver toda la llanura de la nava, que era ver a todo el mundo. Aquella meseta de tierra y su humedal guardaba cigüeñas, cernícalos, ovejas en rebaños y manada de mulas con su mulatero como pastor del ganado.

Así de atrevido, yo me subí a la torre esa, de la iglesia de San Juan, y lo hice con un poema. En éste sentía viéndolo como giraba la tierra que dicen que es redonda, y entonces me vi allí columpiándome, como si estuviera en un columpio del parque de la ciudad; ese mundo citadino que imaginé después como soñado desde el pueblo cuando iba de compras con mi madre en el tren a la ciudad de Palencia.

Después no he sabido como también me ha ido dando vueltas la cabeza que en su locura me llevó a ir a vivir a un mundo extraño, allá ‘a lo lejos’ visto, y que casi, como a Elcano, a dar la vuelta a la tierra por primera vez, y así organizar en mi inconsciente la vida fantasmal de la aldea de Villorido, y detenerla en aquel paraje que se contiene en sus tojas al pie de páramo castellano. La torre de San Juan era mi locura; subida a las alcándaras de mi imaginación, se ubica en la fachada de mi inconsciente étnico y social presidiendo como clave de interpretación la portada del libro de mi autobiografía.

Yo soy un enamorado de las torres, las que me vienen a la imaginación se encuentran como expresión edificada de la comarca de Tierra de Campos, hoy dicha para el turismo Campos del Renacimiento (español, por cierto). La torre nos refiere la altura, construida con arte, y cuyo objetivo social, es mirar al mundo desde arriba montado sobre uno mismo como virtud de posición ética. En mi caso, también diseña la perspectiva o proyección con el significado pro-activo de la excelencia en el ver y en el pensar. 

En este momento el giro de seguir al vuelo de una cigüeña que vino a posarse en su nido en la buhardilla de la torre se me convierte en un espiral de la memoria, por todo lo que la imaginación de la ‘mirada a lo lejos’ puede identificar la laguna de la nava, el canal de Castilla y los puentes con sus rozaduras en las piedras como señales del paso de las barcazas tiradas por las sogas de hierro, dejando atrás la dársena de la Casa del Rey. Luego subiéndome sobre mi mirada imaginaria recorría las mesetas altas de los páramos donde estaban las tojas de la aldea de La Balbuena y de la Ciudad (de Intercacia), las de los majuelos de Santo Coloma y Carrospino. En las orillas de aquellas tojas, manantiales y humedales habitaron las tribus Vacceas de los Celtas; luego vino otra agua, traída como corriente, el canal de Castilla, ingenieril e histórico atravesando la meseta irredenta de Tierra de Campos, mostrando un proyecto de desarrollo al interior de Castilla que aspiraba a conectarse con ventajas al mar de los cántabros, al norte.

La invitación a expresar un estado de ánimo que se nos hizo al grupo de jubilados “Gerenciando la Salud Mental” de la Asociación de Profesores de la UCV, se tornó en un desafío de actividad mental, que cada uno podía libremente inventarse según el motivo que le diera su inspiración. Quisiéramos o no, la orientación de los psicólogos-guías es que íbamos a dar con algún fundamento de nuestra realidad personal sea histórica, cultural política, científica… Con valentía asumí el reto y recordé al antropólogo, Ralph Linton, en sus estudios de Cultura y Personalidad cuando atina en su referencia:”No te vuelvas loco, pero si te empeñas en inventar algo con ideas, no tendrás otro modo de hacerlo sino según tu cultura”.

Bajo esa orientación del antropólogo me subí a la torre de San Juan en Paredes de Nava, y ensayé, en clave del desarrollo de locura, a mirar no ya ‘a lo lejos’ sino a probar para obtener una ‘mirada desde lejos’ y con ello remontar otro tipo de mirada con otra trasportación imaginaria e intelectual. Ya la altura de los oteros, como las ‘torres’ que ofrece la naturaleza, señalaban el espacio elevado para mirar a las lejanías, allí vinieron asentándose los poblados ancestrales, que todavía ocupan pueblos y villas, hasta también se vivieron como puertos las cimas de los oteros para dar señales de acontecimientos naturales y/o sociales, que de lejos se aproximarían.

En esos escenarios donde se produce el poder natural de la mirada se inscribe mi inconsciente étnico que pudo, desde su humilde altura natural, originar las espirales de ponderarse sobre otra forma de mirada, trasportada hacia una conciencia social que regresaría sólo para dar cuenta del recorrido intelectual acontecido. Ahora podía reconocer antes de bajarme de la torre la capacidad protocolar de vocablos poblacionales como Tordesillas, Tordehumos, Torquemada, Torrelobatón, Torrejón, Torralba… era término ‘tor’ que hacía de pre-fijo y que traducía el vocablo latino de ‘turris’ (torre en romance), hilándose a su vez con el vocablo celta de ‘oter’[ii], como autóctono tal como también serán los vocablos de ‘nava’ y ‘toja’. El pequeño cerro en solitario en la inmensa llanura se identificaba como ‘otero’ tal como lo recoge el diccionario castellano, pero asociado también en su matiz de significado diferencial con loma, alcor, alto, serrijón, ladera, teso, collado, promontorio…

Desde esta levedad del territorio, que apenas toma altura en la excesiva meseta de Campos, la subida a la torre de San Juan, con arte edificada, me permitió pasar de la ‘mirada a lo lejos’, política y de control del espacio, a irme  a la ‘mirada desde lejos’, sociológica y del conocimiento, es decir, trasportarme a la América del Sur, a sus costas del mar caribe con sus elevadas sierras y montañas, a aquellos hombros de América del Sur, que así calificara como metáfora el gran poeta Alberti, y desde aquellas alturas y lejanía, mirar con otros ojos al mundo, también a los nuevos parajes que veía introducidos a mi memoria existencial, histórica y cultural. La lejanía de la meseta política ahora se transfiguraba en lejanía del conocimiento que iba y venía a mis requerimientos cognitivos como una centrífuga del pensamiento.

Con la ‘mirada desde lejos’ en mi panóptico imaginario pensante, me quedé contemplativo sobre el mapa de las calles y casas del pueblo, y solamente al llevar la mirada de cerca a las otras tres torres que se erguían en ese mapa, cada una con su base en los templos de las iglesias, me revolví en mi imaginación para adquirir la potencia de una mirada otra, la ‘mirada desde lejos’. Entonces la mirada se tornó intelectual, subida a las alcándaras del pensamiento. Las tojas dejaron de estar simplemente ‘a lo lejos’ del pueblo, pues cobraron suficientemente hondura étnica, como un topónimo que indica un hidrónimo prerromano, que permitía la vida sedentaria a sus orillas de las tribus vacceas; derivada de la base indoeuropea ‘tugia’ (lugar fangoso) implicaba la condición del asentamiento rodeado del encinar que cubría el páramo con el frío cierzo del otoño y el caluroso bochorno del verano.

Asimismo la nava se perdía por espacios en la meseta mostrando el rostro de sus charcas expandidas, sin profundidad, de suerte que la imaginación popular lo entendiera como laguna, cuando en realidad la nava en su acepción auténtica es un humedal, de aguas que le vienen concentradas y emergentes del subsuelo. Más que un barrizal, la nava viene asociada con lo umbrío que del monte crecido asociado al humedal vienen las humedades. El vocablo de Pallantia (Palencia) viene a significar lugar umbroso y húmedo, como lo sabemos del lugar de la aldea de La Palencia y de su cerro cercano así también llamado, en la geografía oriental de Venezuela.   

Cuando he tenido que volverme loco para ver de nuevo, y por lo tanto en retrovisor de la ‘mirada desde lejos’ los campos y su geografía social y cultura hasta donde abarcaba la presencia de la ‘mirada a lo lejos’ subido a la torre, no se me venía como referencia ningún lugar atrayente de la península donde tuve experiencias intensas como junto al río Tormes en Salamanca. El pensamiento volaba a la fábrica de hacer “miradas desde lejos” como una nueva y original forma de ver mi inconsciente étnico en la leve patria nativa, de la cual uno no se puede despojar, ni tampoco arrumbar a un lado, porque como dicen los psicoanalistas (Jung), los etno-psiquiatras (Devereux) y los sociólogos (Touraine), echada afuera de tu conciencia la etnicidad, estás seguirá funcionando, y en ese caso impunemente, sobre tu pensamiento y este producirá conocimiento científico siempre tiznado de tu etnicidad.

¿Qué nos queda? Sencillamente “gerenciar nuestra acción mental”. Y aquí viene el asunto complejamente, es decir, aprender a gerenciar la mente. No sé como se podrá aprender esa gerencia mental si nos encontramos en plena locura, inventando además miradas nuevas y originales, como es la ‘mirada desde lejos’ cuya elaboración y ejercicio está contaminado subjetiva y objetivamente también, por la etnicidad que tenemos colada en nuestra mirada cercana, étnica, experimentada de presente ‘a lo lejos’ subido a la torre, al otero, al alcor de nuestra vivencia histórica esencial.       

Si desde los puntos de vivencia personal no daban lugar atrayente en la península, como cuestión trascendental tuve que empinarme en los hombros de América del Sur, mi patria ulterior, y enriquecer mi etnicidad inicial para potenciar ese pensamiento urgente de una producción crítica de mi conocimiento científico. Así se reorganizó etnohistóricamente cómo las tojas cobraron significativa hondura étnica en sus aguas de manantial y lluvia, y las navas siendo humedales siguieron pensados como lagunas en medio del mar de trigo de Castilla, y el canal de agua ingenieril fuera vivenciado con su dársena como un puerto del mar océano. La espiral de la memoria no cabía en los giros de la “ancha es Castilla” étnica y geográfica, que tenía que imaginarse en la realidad de una “ancha es Castilla”, social e histórica.

Así la espiral de la memoria devino en la espiral de un pensamiento trashumante, que a su vez se hizo camino al andar por la Venezuela, y remansar como referencia nacional la mirada bajo las laderas de la montaña del Ávila, señera de la fundación de Santiago de León de Caracas. Eso sí que era ‘torre’ y cumbre de verdad, más allá del otero que divisa a lo dejos con su mirada de locura por ver lo halagüeño que viniendo del futuro, recoge en su visión la mirada primigenia de pasado. La locura da para todo lo imaginable, hasta lo utópico que encierra la verdad de todo proyecto de vida, y construir un testimonio viable para “gerenciar la salud mental” referida a una realidad que se haya vivido de cercanía actual, aún a lo lejos, porque se ha pensado en la lejanía de la memoria, aún y a lo mejor desde lejos.

En conclusión, la mirada ‘desde lejos’ que involucra otra lógica del mirar difiere de la mirada ‘a lo lejos’. Por lo tanto, aquélla consiste en potenciar un panóptico con carácter centrífugo para observar con otra intensidad, más escrutador, para la conceptualización de la realidad. Mi etnicidad en su inconsciente tembló cuando de la ‘mirada desde lejos’ con otra energía se la impulsó a enriquecerse con insumos extraños que implicaban una mayor capacidad para su reconfiguración y desarrollo. La locura tenía su razón de ser ante aquél desafío, vinculado a lo impensable.

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[i] SHS: “Sentimiento del pueblo desde la distancia”. La Ciudad Consolada en 'Labrado del Lugar'. Caracas: Ediciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, UCV, 2018, 36.

[ii] Tordehumos: según la toponimia antiguamente se llamaba ‘Oter de Fumos’. Es decir OTER sería Tore o Torre. Así es como el torque se convierte en torre de señales o de avistamiento u ‘oteamiento’ y ello genera el verbo ‘otear’ (mirar a lo lejos). De igual manera Tordesillas proviene su cristalización como vocablo de ‘otero del río’. El étimo de turre se origina en el término latino de turris (torre, castillo, fuerte militar) cuyo acusativo para derivar al romance castellano se declina como turrim.  

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