En Noticiero Digital, 07 de abril de 2019, nos viene con el título: El problema del venezolano no es cultural. “El economista, Asdrúbal Oliveros, director de EcoAnalítica cuestionó la teoría según la cual el problema del venezolano tiene un origen cultural. Su posición es otra son las instituciones venezolanas que generan (y han generado) ‘incentivos perversos’. Así el problema no sería cultural sino institucional. Dentro del foro en el que intervenía, Olivares, para su proposición se apoya en el libro de Los Efectos Perversos del Petróleo, del sociólogo venezolano, Roberto Briceño León.
Ambos autores operan con el supuesto de la ruptura o desconexión entre cultura e institución, de suerte que no se influencian ni se afectan mutuamente de un modo sustancial. Desde una visión sociologista colocan a la cultura como mera circunstancia de la estructura social, donde la institución funciona como el lugar del principio donde va a tener explicación conceptual la observación de lo social. Pero no tienen en cuenta el sentido del fenómeno de la ‘perversión’ en su hondura y raigambre que proporciona la cultura en su entendido antropológico social.
Ambos confunden la circunstancia histórico-social que ocurre en el manejo de las instituciones de acuerdo al talante de enfrentar la realidad los actores sociales, con el principio conceptual que se genera en el ethos cultural y que tiene con infraestructura del sentido originado en la experiencia perceptiva. Si se coloca el principio de explicación en el nivel de la raigambre cultural se puede entender el por qué las instituciones (o desde las instituciones) se produce como circunstancia histórica el problema del venezolano. El problema del venezolano está más allá de la institución económica y se ubica más hondo, en el inconsciente cultural que con su energía conceptual orienta el actor social de la institución petrolera. Dejamos de lado para otra ocasión, la discusión del pietismo y del pesimismo protestante para los que la historia y la institución son esencialmente perversas, sin darse una vuelta en retroceso por los actores que las portan como infraestructura previa a la explicación de las mismas.
¿Por qué la ‘perversión’ institucional? y ¿Dónde está la hondura cultural en Venezuela? En los actores sociales de Venezuela que portan el complejo de la cultura matrisocial venezolana (Hurtado, 2022).
El complejo cultural no debe confundirse con el estereotipo. El complejo indica un problema que hay que solucionar a partir de la(s) contradicción(es) que muestra (u oculta) para justificar la coexistencia de las relaciones en sus términos; dicha solución pasa por un análisis de dichos términos para conseguir a éstos en su limpieza de realidad. El estereotipo consiste en una imagen o forma fija que puede mostrar un problema invariable a extraer, de la imagen o forma, mediante un comentario o una reflexión sobre su manifestación simbólica.
En el complejo matrisocial, señalamos el caso como problema etnológico apropiado, el de la proyección donde los arquetipos de la madre virgen y mártir, funcionan desde la perspectiva femenina en su carácter de hembra. La figura de la hembra comporta un rasgo primitivo que dará lugar al hembrismo como la cara femenina del machismo. Pese a las críticas del machismo por parte de las mujeres, no saben que son ellas las que lo producen a partir de su comportamiento etnopsíquico hembrista. Aunque las mujeres contienen en su simbolismo femenino la prescripción de ser madres, lo hacen como hembras y desarrollando este carácter en conjunción de la maternidad, sea respecto a los hijos virginales (los nietos) sea respecto del marido con el que se unen y al que al despreciarlo (Cf. Ramos, 1984; ; Palacios, 2001) lo hacen como víctimas (sacrificadas como mártires en la cultura) a partir de que tienen que cargar con él pese a su infelicidad, según el dicho de la cultura: “No soy feliz pero tengo marido”. Y aquí radica una contradicción fuerte: la estructura familiar matrilineal implica importan varones para que las hembras lleguen a ser madres. Es una importación con el carácter de ‘captura’, según el simbolismo de la vagina dentada, no es ni siquiera con carácter seductor, sino de violación (Pitt-Rivers, 1979: 221, nota 50; Hurtado, 2022: 52-54), donde a su vez se origina en el varón la “obsesión por la belleza femenina” (Hurtado, 2022: 63-84); por lo tanto esta mujer ginecocrática está en el polo opuesto de la mujer encantadora cuya función es de liberación del varón para que despegue de ser machista y crezca en dirección a los roles sociales complejos de amante, esposo y padre.
El complejo matrisocial, al mantener a los actores sociales en situación etnopsíquica regresiva, termina no dejándoles crecer en su fortaleza social con la que puedan cumplir, como exigencia ética, la verdadera función social de las instituciones; empero lo que ocurre en la realidad venezolana constituye un verdadero problema social (institucional) a partir de que la raíz del mismo se produce en la etnocultura con la debilidad etnopsíquica de los individuos sociales que la portan, dando lugar a la proposición que formula Vethencourt (1974): “a individuos débiles instituciones inicuas”. De este modo como plantea este mismo médico psiquiatra venezolano en su texto de 1990, el ‘efecto Venezuela’ como principio donde debe buscarse la explicación cultural perdura permanentemente, de suerte que Venezuela no resuelve ninguno de sus problemas y cuando lo pretende el resultado es que los agranda (Vethencourt, 1990: 115-116)..
Vethencourt (1990) trata de curarse en salud con estilo de médico avezado al análisis de la sociedad venezolana al encarar sus problemas institucionales. ‘El Efecto Venezuela’ o ‘El Caso Venezuela’ se refiere a un estruendoso fracaso que tiene que ver mucho ‘con el lado negativo de la psicología de los venezolanos’ (p. 116). Después de su disquisición, donde el médico como oficio tiene que buscar los problemas que hay que solucionar, concluye de antemano, como psiquiatra, que el venezolano tiene cosas buenas, pero de ‘los órganos sanos no es conveniente hablar demasiado’ (p. 134), porque ya adelantó que ‘uno siente los órganos silenciosos del cuerpo sólo cuando andan mal (p. 116). Por mi parte, me apoyo en su justificación particular, pero como etnólogo consigo una fuerza más decisiva en la presentación del libro Anatomía del Miedo, por su autor, José Antonio Marina. He tenido miedo y tengo miedo sobrecogedoramente al desembarcar todos los días en la realidad del ser (etnocultural) en Venezuela, y es en ese libro donde Marina acelera su tratado sobre la valentía. “La humanidad es un proyecto de liberación que brota de unos mecanismos neuronales, es un proyecto valeroso que nace de una naturaleza cobarde. Nos enfrentamos a un gran enigma de nuestra especie y al gran enigma de nosotros mismos” (Marina, 2006: 11-12). El desafío persiste en cuanto al miedo de decir las cosas sobre la Venezuela cobarde, debido a la no solución del complejo matrisocial, que además opera impunemente contra el desarrollo institucional en la sociedad venezolana causa de su verdadero problema.
Bibliografía
Hurtado, Samuel (2022). Identidad a Contraluz. Complejos y
embrollos culturales en Venezuela, obsesión por la belleza
femenina, política y magia. Saarbrücken (Alemania):
Editorial Académica Española.
Marina, José Antonio (2006). Anatomía del Miedo. Un tratado
sobre la valentía. Barcelona: Editorial Anagrama.
Palacios, María Fernanda (2001). Ifigenia. Mitología de la
Doncella Criolla. Caracas: Ediciones Angria.
Pitt-Rivers, Julian (1979). Antropología de Honor o Política de
los Sexos. Barcelona: Crítica.
Ramos Calles, Raúl (1984). Los Personajes de Gallegos a través
del Psicoanálisis. Caracas: Monte Ávila editores
Vethencourt, José Luis (1974). “La Estructura Familiar
Atípica y el Fracaso Histórico-Cultural en Venezuela”.
Revista SIC, Caracas, febrero, 67-69.
Vethencourt, José Luis (1990). “En torno a la Psicología de
Venezolano”. Nuevo Mundo. Caracas, marzo-abril,
115-134.
No hay comentarios:
Publicar un comentario