sábado, 14 de julio de 2018

A LA FARSA POLÍTICA INSTITUCIONES ENDEBLES


Firmas más focalizadas en el tema, insisten en que las instituciones no funcionan. Su formalidad institucional ha servido para impedir que funcionen realmente; es decir, la realidad institucional del Tribunal Supremo de Justicia, de la Fiscalía, del Congresillo, etc. se encuentran en esta situación. En dicha clave se interpreta que la suspensión del proceso electoral por parte del Tribunal Supremo de justicia ha funcionado como una mampara de lo que realmente ha ocurrido, esto es, una máscara para representar en el teatro de la vida nacional una salida farsesca (seria) de apariencia institucional a un desastre real. 

Es el juego de luces donde la institución en nuestra vida social se opone al principio de realidad. Por eso el recurso de amparo que tardíamente introduce la Defensoría del Pueblo y cuyas razones están desde hace seis meses presionando en la calle, se convierte en un pretexto para justificar la existencia de una solución institucional. Las instituciones siguen tambaleándose en su endeblez; se hace difícil establecer su consistencia, porque parece que existe una “intención oculta” que no lo permite (Viana, en Blanco, 2000).

En el circo institucional, donde las marionetas políticas, incapaces de gerenciar, representan sus papeles de figurones, el Tribunal Supremo de Justicia interviene emitiendo el fallo de la postergación de las elecciones, cuando por su ineficiencia  el Consejo Nacional Electoral ya no podía ocultar, debido a la inminencia del tiempo, su desaguisado institucional. En medio de este parapeto político, que por fin se admitiera en la escena institucional a las organizaciones de la llamada “sociedad civil”, ayuda a observar que aparte del valor y acción positiva que éstas demostraron y cuyo servicio fue evitar una catástrofe mayor, implicó que también se desencadenaran sus “efectos perversos”; es decir, sirvieron de excusa o comodín para desviar las responsabilidades con respecto al proceso negativo en funcionamiento y  con respecto a la toma de la decisión para abortarlo, pues además se presentaba un gran costo político. 

El amparo admitido al fin de COFAVIC y Queremos Elegir se refería a los derechos conculcados a los ciudadanos electores de estar informados, pero terminó en la postergación comicial, de suerte que produciendo este fallo el Tribunal solucionaba por la vía negativa la demanda de aquéllos derechos, pero terminó como “efecto perverso” sirviendo a las conciencias de los actores institucionales: el CNE pudo justificar la decisión de la postergación por la vía judicial. “Los que medio creen que se preservó es la imagen de la legitimidad aunque teñida de todo el abuso de hecho y de derecho que es habitual que el Ejecutivo de esta V República perpetre y el Tribunal Supremo convalide” (Salgueiro, 2000). 

“No se puede decir que funcionaron las instituciones, cuando es la imposición de Chávez sobre éstas lo que determina la cómica que Venezuela presenta gratuitamente estos días ante los ojos estupefactos del planeta. Desde enero se viene diciendo que aquí no podía haber elecciones precipitadamente. El Gobierno violó la constitución para imponer el CNE y la fecha... Pero los poderes supraconstitucionales podían hacer lo que les viniera en gana y todos marchaban con el mismo paso de ganso” (Blanco, 2000).

En resumen, el fundamentalismo etnicista, la soberanía absoluta del estado sobre la nación, determinan la dinámica farsesca de las instituciones, de suerte que cualquier elemento positivo para desenmascarar el entuerto de la tiranía o imposición del estado es aprovechado como “efecto perverso” para hacer sinuosa la democracia y aparentar que se participa en las grandes decisiones del estado.

Referencias:

BLANCO, C. (2000): “El cuento de la Caperucita institucional”. EL UNIVERSAL, Caracas, 3 de junio.
SALGUEIRO, A. (2000): “Perú y Venezuela: legitimidad electoral”. EL UNIVERSAL, Caracas, 3 de junio.
Fragmento de “La democracia furtiva y el falso mito de la participación” de Samuel Hurtado. Revista INTENTO. Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, N° 1, 2001: 69-70.












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