martes, 19 de junio de 2018

PAÍS DEL ESTROPICIO Y PROFECÍA CULTURAL AUTOCUMPLIDA


Tierra desposeída de sus tumbas, madres encanecidas
   en el vértigo.

Es lo que queda de mi patria.

La acusación estuvo demasiado tiempo dentro de tu
   lengua. Eres tardío como las sustancias destinadas a
   la dulzura.

Lames mi piel hasta que brotan signos y tus sollozos
   forman bóvedas en mi corazón

pero mi piedad estaba habitada por animales muy
   esbeltos, por animales persuasivos y otros versados
   en la fugacidad.

Sólo tú eres exterior y horrible: el que robó mis actos
   y no duerme;

El que está ciego en la serenidad.
Ciertamente es una historia horrible el silencio pero
   hay una salud que sucede a la desesperación.

Acuérdate de la paz en los comercios abandonados,
   acuérdate de la dulzura en las habitaciones donde
   se compra el olvido. Nadie tenía razón ni esperanza,
   ¿qué podíamos hacer?

Puedes venir a repartir los alimentos y las mentiras
   delante de mi rostro. ¿Por qué quemas tu lengua en
   los vacíos excavados en pómez, por qué te abres a las
   semillas implacables, a las linazas adventicias?

Puedes cantar en tus manos pero te desdices encima
    de tu belleza.

Harías mucho mejor acercándote.

Antonio GAMONEDA: “Descripción de la mentira” (pequeños
fragmentos). Antología poética. Madrid: Alianza Editorial,
2008: 144-145, 119-120.

Todos, pero todos, se quejan del deterioro del país. Los que sufren su maltrato, también los que se aprovechan –con el favor de Dios, dicen-, de dicho maltrato hasta dejar al país lisiado de miseria. Pero también todos a su vez estropean a como venga al país. Esta segunda parte es la más importante y también la clave para interpretar la primera:

-Todos tenemos derecho a embasurar.

Con fatal resoplido, me resonó la frase de mi sobrino ante mi observación de que tenemos una ciudad sucia como la de un tugurio. Con ese falso derecho se desliza el país también en sus instituciones, en el Estado con sus servicios, en la gente, con sus ansiedades, enloquecida, y, con sus depresiones, silenciada. Todos estamos expuestos a padecer bajo la expectación del miedo en un país maltrecho por la falta de trasporte, de dinero en efectivo, de tarjeta de débito que ya no llega a alcanzar los precios disparatados de los productos. Todos estamos revestidos de la queja cultural que inmovilizan la lucha social  y hace que se desmayen las energías todavía existentes; porque ya la queja misma tiene desactivada la energía para la lucha por la dignidad, la del verdadero derecho a existir como ser social. 

-¿Qué podemos hacer por sobre la postración del país?

Nos orienta la respuesta el diagnóstico: Todo nos lo dice con el viento en popa la cultura del populismo, cultura matrisocial como base de la estructura social populista de carácter recolector. Ello se junta en un modo de comportamiento desidioso que expresa un talante del placer machacador de la realidad. Su lógica es la de que así como nos lo dio todo (para el placer) nos lo quitó todo (por la desidia). Y esa lógica se dio a la fuga, pero sin ser notada permanentemente vuelve para seguir obrando con toda la inocencia. Pues la cultura es como la realidad con lo que respiramos haciendo las cosas, y no tenemos otra ventana por donde mirar e interpretar cuando la respiración ocurre encajonados en un complejo cultural como el matrisocial, con el que creemos que responsabilidad se come con colaboración.

-Colabórenme

Y se dice como una obligación cultural de todos con todos, cuando ese igualismo nos lleva no a la responsabilidad donde está el derecho, sino al rencor entre los que siempre serán desiguales  por historia. El resentimiento expresa el abandono de la lucha por los derechos y ese sentimiento negativo es estimulado por el régimen socialista que al unísono con la cultura fuerza al igualismo recolector en que regresivamente opera el estropicio del país.

No refleja como autoengaño de cumplimiento del mirar para otra parte, aquél comentario que se auto-pretende como si fuera la explicación última del país en exposición de estropicio:

-Esto se lo llevó quién lo trajo.
-¿Y quién lo trajo?
-Todos lo trajimos con nuestra cultura de destrucción anal, cultura de la desidia disfrutada, aquella etapa y estado que nos trancó el camino de macerar bien el complejo del edipo.
-Pero alguien debió ser que como líder se lo llevó, porque nos dejó aquí a todos con los “crespos hechos”  sin poder ir a la fiesta.

Resulta que la explicación, con lógica de nuestra cultura matrisocial con carácter de fracaso social, nos juega una mala pasada donde ella como una profecía se cumple a sí misma cual mito cerrado, y nos deja a todos los que la portamos con la fatalidad histórica de aguantar y calarnos el chasco.

-Porque resulta que no se lo llevó, sino que nos lo dejó.
-Porque el que lo dejó, ése se fue, y se fue sin llevárselo.
-Ah, ah, y el pueblo venezolano lo dejó que se fuera.
-Ahí está la clave donde está el entendimiento de lo que nos pasa en el país.
-Es decir, el pueblo venezolano prácticamente lo perdonó por desidia, y eso es lo que ha acontecido en toda nuestra historia con todos los que han ocupado el puesto del mando con autoritarismo caciquil para esquilmar los mejores recursos del país. La excusa cultural era: y que para conducirnos hacia la edificación de pueblo como sociedad de la que adolecemos.

Esto es, pasan por el mando (no dirigencia), y pasan para dejar después lo que debiera haberse llevado con ellos: los estropicios que hicieron del país.

¿Por qué el pueblo venezolano, como soberano, los dejó irse, sin someterlos a un “juicio de residencia”, tal como se hacía con los gobernadores en tiempos de la colonia (ojo, provincia) bajo el mandato del rey, soberano de ese antiguo régimen?
¿Es menos soberano de su patria, el pueblo venezolano que el antiguo soberano real?
¿Éramos más país en la colonia (ojo, provincia con su autonomía municipal), que en la república (nación con independencia política)?

¿Qué estropicio ha acontecido con nuestra debilidad cultural, estropicio que se va empinando como un mito efectivo en nuestra historia que ha hecho que nuestra realidad de país que debe ser verdadera como un amén, parece que va en retroceso, en regresión, falseada como cultura que debe cumplirse primero a sí misma, dejándonos a nosotros en la estacada de la sociedad impotente?

-Quién no avanza, retrocede.

El populismo recolector, ligado hoy día con socialismo comunista, fue y es un tremebundo estropicio. Su invento político por parte de los acción-democratistas (AD), se pensó (se piensa aún porque se vive con base cultural matrisocial) como un indicador de nuestra modernidad (fallida). Es más, como sobrepolitización descarriada de la realidad nacional, taponó la salida a la confianza (libertad) del trabajo, al trabajo vital de la existencia y al trabajo societal del proyecto a largo plazo como pueblo ciudadano.

Ese tapón ha redundado en el robo de todo nuestro trabajo (=el de toda nuestra vida, y como tal con el robo de nuestra vida misma). Sin trabajo vital, existencial, ¿cómo dar con el invento y después con el camino del viaje a la sociedad? Ese invento que con asombro descubre el esfuerzo y lucha de la dignidad humana, hecha belleza de vértigo y libertad, de luz y pensamiento. 

Con ese tapón con que pretendió sellar nuestro destino fatal, el que se fue  sin llevar lo que nos trajo en los primeros años de este siglo, entre aplausos de pueblo ilusionado por los espejismos prometidos, nos auto-engañamos como obligados por lo que somos (=recolectores como cultura política). Así nos hemos, nos vamos cumpliendo a nosotros mismos. No pudo llevarse lo que era de nosotros casi como fatalidad cultural. Fatalidad que como científico social anunciamos ya en 1994 en la Sala de Francisco de Miranda, de la Universidad Central de Venezuela:

-Como nación Venezuela se encamina a ser un país atrasado aún más atrás que el último país de África (perdón a África por utilizarla así como referente).
-¿Cómo iba a ser eso?

La ciencia como la magia, el teólogo como el vidente, el profeta como el brujo o chamán, no comandan la historia: denuncian y anuncian, pero cómo sucederá el tránsito y sus formas hacia el futuro no pueden diseñarlo. Prevén con sus datos, lo que se dice “proyectar”, y aún pueden presentir, pero nunca pueden saber cómo será su trascendencia real en la forma nueva o su re-forma correctiva. 

Lo que sí podemos todos es vincularnos a la confianza, cuyo nudo central está hecho de esperanza y consuelo activo. Con esta opción, el estropicio del país tiene los días precisados, al colocarnos en la dirección ética: desear hacer lo que se puede hacer, y al fin lo que se debe hacer, para que cambien nuestras suertes. Así el país superinflacionario, sin comida al alcance, lleno de enfermedades y muerte (paludismo, malaria…), en búsqueda de refugios y enclaves para sobrevivir (ya ni siquiera subsistir), llegue a encontrar la salida a su infortunio deshaciéndose como invención propia.

Si de entrada para desempeñarse como ser social “la máxima invención del ser humano fue el lenguaje” (Marina, 71), de salida al futuro, la máxima invención o creación debe ser la sociedad como proyecto. Si a Venezuela la cultura matrisocial la aleja  de su creación como país societal, porque deniega lo societal como son la confianza y los acuerdos a darnos para ser cumplidos, y con ello la ley y las instituciones como objetivación del cumplimiento, cómo construir estos objetivos que cual espejos nos sirvan para vernos juntos y reconocernos. 

Porque se trata de producirnos como un resultado social nuevo y trascendente con el fin de solucionarnos los problemas en el largo viaje de la sociedad. Necesitamos abastecer nuestros graneros y escanciar el buen vino como lo anuncia el proverbio bíblico:

“Con eso llegará la abundancia a tus graneros
y rebosarán tus lagares con el mosto”
(Proverbios, 3: 10)
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Referencia
MARINA, José Antonio (2011): Las culturas fracasadas. Barcelona: Ed. Anagrama.

  

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